viernes, 15 de septiembre de 2023

Viernes de la Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


1Tm 1, 1-2. 12-14

Dejamos atrás la Carta a los Colosenses y pasamos a estudiar la 1ª Carta a Timoteo; es decir, que dejamos atrás una carta -supuestamente escrita desde la prisión- y pasamos a otra carta, esta vez, Pastoral. Este nombre de Cartas Pastorales, se les dio hace ya mucho tiempo, por allá en la edad media, ya se las comenzó a llamar así, porque no estaban destinadas a una comunidad o a algún grupo de comunidades, que la iban llevando de ciudad en ciudad y releyéndola. Aquí la carta se dirige a un líder, uno del equipo de evangelización que se fue generando en torno a San Pablo, y que fueron sus colaboradores en la difusión del Evangelio, en este caso se trata de Timoteo.

 

Los historiadores de la Iglesia nos hablan de una primera etapa, básicamente con líderes carismáticos, que no le daban mayor trascendencia a la estructuración de las Comunidades, parece que en esa etapa el foco estaba puesto en el crecimiento numérico; pero algunos de los dirigentes, empezaron a reflexionar sobre la pervivencia de la Iglesia y se dieron a la tarea de crear las condiciones para que, una vez desaparecidos los de la primera línea “carismática”, quedara fijado un eje de continuidad.

 

Es interesante ver que San Pablo no se pone a imaginarse una estructura tal o cual; él, lo que trabaja en sus cartas Pastorales, no empezaba por un "ensueño" sino que partía de las dificultades y rasgos de las Comunidades existentes, y de los problemas y trabas que tenían que sortear.

 

Para establecer esa veta de continuidad se instituyeron Obispos y Diáconos y se introdujo la Ordenación, como Sacramento de esa continuidad; inspirados en la institución de los Apóstoles que había establecido Jesús; y a su vez, mirando al pasado mosáico y, en mayor o menor medida a la trasmisión del Sacerdocio Aarónico, aun cuando en este caso no se diera por parentela ni por pertenencia a una tribu.

 

Nuestro estudio de la Primera Carta a Timoteo, abarcará desde hoy hasta el sábado 23 de septiembre, 7 días, ya que, el 21 de febrero, Fiesta de San Mateo, habrá Lecturas propias- e interrumpiremos, con motivo de esa Celebración el flujo de nuestro estudio. Tengamos presente al estudiarla, que se trata de una Carta Pastoral, y la especificidad de su género- para comprender el Mensaje global y entender su propósito.

 

San Pablo inicia presentándose como Apóstol de Jesucristo. A Jesús lo señala como a) Salvador y b) Esperanza. Y luego, nombra al destinatario de la Carta. Timoteo, su hijo, pero no engendrado en la carne sino engendrado en la fe. Le manda, junto con la Carta, un “paquetito” con tres “regalos” muy espirituales: 1) Gracia, 2) Misericordia, y c) Paz. ¿De dónde sacó San Pablo estos tres regalos? ¿son regalos propios? ¡No, son, verdaderamente, encomiendas de Dios-Padre y de Su Hijo Jesucristo!

 

Nos saltamos la denuncia de los “falsos maestros” (vv. 3-11) y vamos directamente sobre la relación existente entre el remitente y el destinatario: El remitente bendice al Señor que lo ha elegido, muy a pesar de todos sus defectos, de sus limitaciones y de su pasado. Pasa a afirmar, como ley transitiva, que sí él, Pablo, ha sido elegido -a pesar de todos los pesares- la Carta y su Mensaje serán válidos y han sido autenticados por ser un documento brotado de la pluma del “Elegido”: por eso, es un mensaje de fiar y de ser aceptado sin reservas.

 

Cristo, vino a salvar a los pecadores, Él es digno de honor y Gloria eternamente. E, instruye a Timoteo por vía de esta Carta, para que se sienta firmemente establecido y respaldado, porque su labor y su predicación fueron bendecidas por profecías que lo anunciaban. Tómese en cuenta que, en esta época, la trasmisión de autoridad, era todavía sostenida por anuncios proféticos que indicaban quienes estaban “designados” por el Altísimo, para llegarse a convertir en keryx (portadores del mensaje, del “kerigma”). ¿Qué puede premunirlo para no llegar a naufragar en la fe? ¡Tener Fe y Buena consciencia!

 

Tenemos pues que al lado del Evangelio está la parangélia, y es que toda buena noticia, hace necesario el emisario, el anunciador, el comunicador: San Pablo le dice que le da esta παραγγελία [parangelia] “Encargo”, “Misión”, “comando”, “envío con plena autorización”, “también el conjunto de órdenes, parámetros y credenciales que se entregan para cumplir la comisión”.

 

Sal 16(15), 1-2a y 5. 7-8. 11

Salmo del Huésped de YHWH. Aún tenemos memoria de los casos en que una persona perseguida, buscaba refugio en el Templo, y se resguardaba allí, donde el brazo del perseguidor estaba vedado de alcanzarlo. Los guardianes llegaban hasta la puerta del Templo y la “Casa de Dios” lo resguardaba; los poderes humanos no osaban traspasar sus umbrales.

 

Sólo los “justos”, los que respetan al Señor, podían entrar, y sólo los justos buscaban defensa bajo su Techo, porque es la Morada de Dios. El salmo nos señala todas las virtudes que deben adornar al fiel: ha de practicar la Justicia, no calumniar, proceder honradamente, tener intenciones puras, no le hace mal al prójimo ni de hecho ni de palabra, no presta para ganar intereses, y no acepta soborno, mucho menos de los poderosos cuando quieren dañar al indefenso.

 

Le pide a Dios que lo refugie en Su Santo Templo porque él se ha fiado del Señor, a YHWH lo ha llamado Dios, su porción de la Herencia, la Copa que prueba cual es el “terreno que la ha asignado su Padre.

 

En sus sueños se le presenta YHWH y le da Consejos y le infunde sus Mensajes en las entrañas.

 

Le permitirá conocer previamente el mapa de su propia vida y avanzar en conformidad con él y así gozar ante el Trono Divino de la Lealtad de Dios que cumple su Alianza.

 

Lc 6, 39-42



Si no nos libramos de nuestro propio veneno seremos predicadores ponzoñosos. ¿Queremos trasmitir las enseñanzas de nuestro Dios y Maestro? ¡Atentos! No propaguemos ninguna clase de odio, ni siquiera el que nos parece el “odio más justiciero”.

 

Volvemos sobre Lucas, capítulo 4, verso 18d, y, en el corazón del quiasmo, la Misión que le dio a su Hijo: dar vista a los Ciegos. El asunto está en que nuestra naturaleza de pecadores, hijos de pecadores, consiste en que todos somos ciegos. Ahora bien, esta perícopa nos plantea un callejón que no tiene salida: Un ciego no puede guiar a otro que también es ciego, ambos irán de cabeza al abismo. Y, si todos somos ciegos ¿Qué vamos a hacer?

 

¡La receta es fácil! Antes de pretender guiar a alguien, antes de meternos de oftalmólogos a sacarle a alguien una basurita del ojo, viene la fase de auto-cuidado. Primero que todo, ¡auscultemos nuestros propios ojos!

 

En aquellos tiempos, originalmente la palabra ὑποκριτά [hupocrita] “hipócrita”, “el que responde con una máscara, (los actores, usaban una máscara llamada “prosopón”, de donde se deriva la palabra “persona”), hipócrita sería la respuesta que no es de la propia persona sino de otra. Quien tendría que dar consejo, no la persona que también es “ciega”, sino alguien que no sea ciego; pero, si todos somos ciegos, ¿quién podrá responder? Sólo está llamado a guiarnos Dios, en la “Persona” de Su Hijo Jesucristo, Único que está libre de pecado, sólo Él puede enseñarnos, corregirnos, guiarnos.

 

¡Que no nos eduquen pensando que debemos ser mejores! Que miremos a Jesús (su pedagogía no consistía en “ser” por comparación a otro, sino en ser conforme Dios nos llama a ser); que nos eduquen aprendiendo de Él. Que por fin sepamos con docilidad y alegría quien es la Verdad, el Camino y la Vida (Cfr. Jn 14, 6). Que abandonemos las predicas que quieran imponer la verdad a rajatabla, que no vivamos enseñándonos la cultura del rencor y del ojo por ojo. ¡Estamos hasta aquí del Talión! ¡Entristecidos hasta el límite con los que todavía anhelan la era del garrote y el fuete!

 

Releamos un fragmento del Evangelio de ayer (Lc 6, 27-30): «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames».

 

Y si es necesario, releámoslo mañana, y pasado, y si nos ponen una cita para la relectura, gustosos iremos, porque ¡cuánta falta nos hace compenetrarnos hasta el tuétano de esta Enseñanza!, y salir de nuestra lamentable condición de ciegos.

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