jueves, 14 de septiembre de 2023

Jueves de la Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


Col 3, 12-17

Es una carta escrita desde la prisión. En ella se hace patente una preocupación pastoral que a cualquier pastoralista desvela- el cuidado de la Comunidad en construcción, la salvaguarda de su integridad ante las amenazas que puedan cernirse sobre ella. Algo que pueden hacer ellos es blindarse, porque es natural que la sinodalidad requiera paciencia, fraternidad, comprensión, tolerancia -pero no esa tolerancia vestida de indiferencia y desdén- sino una tolerancia comprensiva, que mira hacia las etapas diversas que van recorriendo los diversos miembros de acuerdo a su progreso y su maduración espiritual. Un impedimento se deriva de las marcas y heridas que los hermanos puedan haber padecido y que hayan quedado mal cicatrizadas o sanadas en falso.

 

Hay que añadir una taza completa de compasión entrañable, tres cucharadas de bondad, de dos a cinco onzas de humildad, mansedumbre a granel y paciencia, toda la que se tenga al alcance. En este aspecto, mejor pecar por exceso.

 

El perdón es un ingrediente que ha de estar siempre presente. Aprender a disolver las quejas para traducirlas en sentimientos de sincera fraternidad. Recordar lo mucho que el Señor nos perdona en cada jornada de nuestra existencia y, estar en consecuencia, dispuestos a emularlo.

 

Estas cosas no se pueden exigir, tiene que brotar espontáneamente de cada quien. No se puede comparar porque está más allá de nuestras limitaciones humanas, alcanzar la disponibilidad que proviene del Dulce Espíritu de mansedumbre que el Señor nos socorre. Pensamos que en la medida en que nos arraigamos en Jesucristo, nuestro corazón alcanza esa tonalidad de serenidad y paz tan conveniente e indispensable a los procesos de construcción del Reino.

 

La gratitud se ha de cultivar y se debe proponer -por parte de los pastores- como un bien que hay que desyerbar, abonar y cuidar con gran atención.

 

La Palabra de Dios será la semilla fértil que -en corazones disponibles- se podrá cosechar con generosidad. Compartir la Palabra va más allá de la repetición recortada e insustancial; tenemos que esforzarnos por subir a los altozanos de su riqueza y procurar extractar los principios nutricios que contiene. Penetrar su Sabiduría y poderla llevar fraternalmente exige método, dedicación y arduo estudio. Las citas memorísticas no funcionan porque nuestra cultura ha obliterado las palabras con las que se propuso, haciendo que hoy en día sean oscuras y mudas a nuestra cotidianidad. Sabemos la mecánica de la lectura, pero su exégesis nos está imposibilitada. Sabemos leer, sólo a medias, porque nos está vetada la decodificación. En nuestra mente suena como un ruido incomprensible.

 

Llamarnos unos a otros al buen camino, supone la derrota de nuestros propios prejuicios. Suponemos que nuestro edificio personal es sólido, pero a veces es “pura fachada”. Por eso San Pablo puso como tercer requisito la humildad. Cuántas veces no se nos ha dicho que tenemos que ponernos al nivel del interlocutor, pero eso -no siempre significa abajarlo hasta la puerilidad simplista- en vez de eso, por lo general, se necesita elevarlo un poco, y apelar a un esfuerzo moderado y a un nivel ligeramente superior y -a veces- muy superior. No tan arriba como para águilas, pero tampoco tan abajo como para lombrices.

 

La oración debe brotar del corazón, y de corazones agradecidos. Esto tiene dos requisitos: Deben ser plegarias verdaderamente inspiradas; y, segundo, preferiblemente con rezos probados por su calidad textual y su nivel literario; allí están para nuestro auxilio, los salmos y los himnos que los hagiógrafos han incorporado a la Sagrada Escritura.

 

Concluye esta perícopa, exhortándonos a hablar y actuar siempre movidos por el Santísimo Nombre, para acrecer sin tregua Su Glorificación.

 

Sal 150, 1b-2. 3-4. 5-6a

Este salmo concluye el Libro de תְּהִילִים [tehillin] “las Alabanzas”, que así se llama el Salterio en el Tanaj (Biblia Hebrea). Cada verso empieza pidiendo que הַ֥לְלוּ יָ֨הּ [hallu’ El] “alabemos a Yah”. Y, pasa a darnos 10 recomendaciones o razones de Alabanza. ¡Que todo ser que respira sobre la tierra, exhale su alabanza a YHWH!

 

Lc 6, 27-38

… no digo que la mansedumbre, la bondad y la dulzura permitan obtenerlo todo. Pero si me parece evidente que lo que puede obtenerse mediante la dulzura, la bondad y la mansedumbre no puede obtenerse mediante la violencia.

Hélder Câmara

 


 

 

Hay una lógica, que se han esforzado tanto en mostrarnos como la lógica-Lógica, que, todo un proyecto educativo se ha montado sobre este esquema: “sean los mejores, usted -cada uno- debe ser el mejor”. Pues, claro, ¡cada uno ve en todos los demás un “rival”! ¿Cómo podemos construir sinodalidad sobre este esquema tan férreamente implantado por generaciones? ¡Necesitamos una metanoia, un cambio rotundo de perspectiva! Ese foco tan diverso del tradicional está dado en las Bienaventuranzas y los Ayes.

 

Después de mostrarnos el clima más proclive al desarrollo de la plena felicidad para llegar a contemplar Su Rostro, y de mostrarnos -también- la atmosfera más adversa. Ahora sí, pasa a exhortarnos a las actitudes que nos asimilan y nos revisten de Cristo. Nos da los lineamientos que nos cristifican. ¿Cómo vivir Jesús-mente?

 

Como creyentes y discípulos de Jesucristo tendemos algo que nos caracteriza: ¿Cuál es el quid de nuestra fe? ¿Qué es eso tan hermoso y tan impactante que nos hace ir tras las Huellas de Jesús?

 

Que no vaya a ser la situación como la de una amiga mía que coronaba su predicación diciendo: ¡Créame, se lo digo yo que he estudiado mucho! Cuando era niño, muchos de mis compañeritos, pretendían -cada uno-, tener el balón más bonito, respecto de los balones de todos los de mi clase. Claro, ¡eso es muy respetable, pero no convence a nadie! Uno de ellos se tiraba al suelo, pataleaba y gritaba entre lágrimas: ¡El mío es el mejor!

 

1)    Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames.

2)    Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los malos aman a los que los aman. Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los pecadores obran así. Y si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué gracia tiene? También los pecadores prestan a pecadores para que estos correspondan con algo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande, y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos y los pecadores.

3)    Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan, serán medidos ustedes.

 

¡Juzgar a nadie, pero examinarlo todo, con detenimiento! No aceptemos tantas veces que nos ofrecen, diciendo que, es carne de libre y -en realidad- es carne de gato.

 

No nos vayan a decir que propagamos una ideología, o que somos -nada más que víctimas del engaño. A los promotores de la violencia y a los traficantes de armas hay que decirles, de nuevo, una y mil veces que “quien siembre vientos cosechará tempestades” (Cfr. Os 8,7); nadie que siembre frijoles cosechará aguacates, salvo que en otra plantación tenga aguacateros. Quien siembre violencia cosechará sed de venganza.

 

Ante los afanados, los que no comen otra cosa que comidas rápidas y que toda su vida está escrita en el pentagrama de la premura, esta ruta que propone nuestro discipulado en Jesucristo les ha de sonar, cuanto menos, absurda. Pero es muy cierto ¡es el Único Camino! El Camino de Jesucristo es la Paz (aun cuando tarde un poco la cosecha, sólo hay que esperar que los que aprendieron viendo la televisión a arreglar el mundo a balazos, se den cuanta).

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