viernes, 31 de enero de 2014

JESUCRISTO, LUZ DEL MUNDO



Ml 3, 1-4; Sal 23, 7-10; Hb. 2, 14-18; Lc 2, 22-40
PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

…enséñame la lección de tu Encarnación. Dios y hombre; Señor y amigo; Príncipe y compañero.
¡Bienvenido sea el Rey de la Gloria!

Carlos G. Vallés s.j.


Alzad los dinteles-revestid de pureza el corazón

El Señor Dios, Nuestro Señor, es el Dueño de todo, a Él le pertenece absolutamente toda criatura animada e inanimada. Esta es la primera afirmación del salmo 24(23), 1b. Hay una razón poderosa para que Él detente este título de propiedad, sencillamente, porque fue Él quien puso las “bases” para sostener lo creado sobre mares y ríos.



El tema de nuestra amistad con Dios está supeditado a una “dignidad”, a una “limpieza”. Entiéndase que no cualquiera puede presentarse ante Dios y no puede presentarse de cualquier manera sino con “vestiduras” blancas, muy limpias. ¿En qué consiste esa pulcritud? El salmo nos lo aclara: las reglas de “limpieza” que nos hacen dignos de presentarnos delante del Señor son solamente tres: i) Tener limpias las manos y la mente de todo pecado, ii) no adorar ídolos y iii) no hacer falsos juramentos.

Nos encontramos examinando un salmo del Reino. ¡Dios Reina! Como lo hemos comentado en otros lugares, se trata de una procesión que lleva el arca de la Alianza hasta el Sancta Sanctorum; llegado el cortejo procesional ante las puertas del Templo, se produce un dialogo, entre los que guardan la entrada –los guardianes del Templo- y el coro de aquellos que van a entrar.



Al dintel, formado por la columna horizontal sostenida por los dos pilares o jambas, que formaba el portal del Templo, se le ordena levantarse. Dios-el-Altísimo es tan Grande, que para entrar, el mismísimo dintel tenía que elevarse para que pudiera pasar el Señor. Es una hipérbole y una personificación: se le habla a una cosa como si esta fuera una persona que pudiera entender y obedecer y a la vez, se exagera para subrayar que Dios es el Altísimo, como lo dice el propio salmo, Dueño y Señor de Todo.

Las puertas deben abrirse de par en par; y, no son puertas cualesquiera, son las Puertas del Cielo, del templo eterno, porque son פִּתְחֵ֣י עֹולָ֑ם “puertas eternas”. Las puertas eternas se deben abrir porque el que va a llegar, el que va a entrar es el Rey de la Gloria.

«Enséñame a tratar contigo, Señor. Enséñame a combinar la intimidad y el respeto. La amistad y la adoración, la cercanía y el misterio. Enséñame a levantar mis dinteles y abrir mi corazón al mismo tiempo que me arrodillo y me inclino en tu presencia.»[1]


El Mensajero nos purificará

Esto nos conduce directamente al mensaje del profeta, su vaticinio nos llega por medio de la Primera Lectura. El verso anterior a la perícopa que leemos en esta liturgia de la Presentación del Señor, dice que en su pueblo escogido se está afirmando que a Dios le agradan los que hacen lo malo y está satisfecho con ellos. Ya antes se han anunciado unas conductas en el pueblo como casarse con mujeres que adoran ídolos y han sido infieles con sus esposas. Este pueblo es reo de pecado, así le traigan ofrendas a su templo. (Cfr. Ml 2, 10-17).



Este pueblo que se ha desviado y ha perdido su curso, ¿Cómo podrá ser redimido? ¿cómo merecerá que se le sostenga la promesa, que por otro lado Dios-Fiel-a-su-Palabra les había hecho? El Señor enviará su Mensajero, entrará en el Santuario (Puertas, ábranse de par en par, agrándense portones eternos), el Esperado, el Anunciado, el que nosotros aguardamos con anhelo (cfr. Ml 3, 1). Y nos hará más limpios que la vestidura más limpia, como lavados con lejía, como plata refinada (cfr. Ml 3, 2b).

Otra misión trae, directamente relacionada con la anterior, tanto así que es otra pero es la misma: establecer un sacerdocio santo, que presente la oblación con “manos y mentes puras”.

Así pues, se trata de prepararnos para la llegada del Mensajero que va a entrar en el templo. Esta liturgia de la Presentación en el Templo nos habla de un nuevo sacerdocio, y la Carta a los Hebreos nos señala cómo se establece este Nuevo Sacerdocio: Jesús, se encarna, toma en sus venas, de la misma sangre que llevamos nosotros en nuestras venas, de esta manera nos asume totalmente, se solidariza con nosotros completamente. Esa es su manera de emparentar con nosotros, esa es su manera de hacerse de nuestra familia. Así, Él se presenta a sí mismo como “rescate”, como “Cordero de expiación”. Así, Él, que no tenía pecado, tomó sobre sí todos los pecados nuestros para matar a la muerte que nos tenía atados, subyugados, esclavizados. Así Él nos liberó. Al examinar por qué Jesús se bautizó sin necesitarlo, entendimos este gesto de solidaridad Suyo, nada que no fuera asumido podía ser redimido; como Él lo asumió todo, todo fue redimido.  Él pagó el rescate y pagó todo el precio que se pidió: ¡Su Preciosísima Sangre lo canceló! Estamos hablando de Victoria. El que viene es el Victorioso, el Rey de la Gloria, Él que derrotó a la muerte, nuestra esclavizadora, Él, nuestro Liberador.


La perícopa de la Segunda Lectura concluye con una frase ilustrativa del significado de la solidaridad del Hijo de Dios con el género humano: ἐν ᾧ γὰρ πέπονθεν αὐτὸς πειρασθείς, δύναται τοῖς πειραζομένοις βοηθῆσαι “como Él mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba” (Hb 2, 18).

Consagración y rescate de los primogénitos
Sin embargo, el Señor que detenta la propiedad de todo, no la hace explicita y solo la reclama para los primogénitos. Veamos algunas citas del Éxodo, el Levítico y del Libro de los Números:
En Exodo 13, 1-2 leemos: “Yahvé dijo a Moisés: «Conságrame todo primogénito. Todos los primogénitos de los hijos de Israel son míos, tanto de hombre como de animales.»”
Y en Éxodo 13, 12-13: “Consagrarás a Yahvé todos los primogénitos. Todo primer nacido de tus ganados, si es macho, pertenece a Yahvé. Todo primer nacido de burro ha de ser cambiado por un cordero; si no, lo matarás. Tratándose de personas, todo hijo primogénito será rescatado.



Por otra parte, en Lv 12, 6-8 encontramos que: «Cuando se cumplan los días de su purificación por un hijo o por una hija, traerá al sacerdote, a la entrada de la tienda de reunión, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como ofrenda por el pecado. Entonces él los ofrecerá delante del Señor y hará expiación por ella, y quedará purificada por el flujo de su sangre. Estas son las instrucciones para la que da a luz, sea hijo o hija. Pero si no le alcanzan los recursos para ofrecer un cordero, entonces tomará dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y el otro para la ofrenda por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella, y quedará limpia.’»

En Nm 18, 15 se lee: “Todos los primeros hijos de los israelitas o las primeras crías de los animales, que me ofrecen, serán para ti (Aarón). Pero en el caso de los primeros hijos de los hombres y de las primeras crías de los animales impuros pedirás un rescate a cambio.


«Lucas cita ante todo implícitamente el derecho a reservarse al primogénito: “todo primogénito varón será consagrado (es decir perteneciente) al Señor” (2, 23; cf Ex 13,2; 13, 12s.15). Pero lo singular de su narración consiste en que luego no habla del rescate de Jesús, sino de un tercer acontecimiento, de la entrega (“presentación”) de Jesús. Obviamente, quiere decir: este niño no ha sido rescatado y no ha vuelto a pertenecer a sus padres, sino todo lo contrario: ha sido entregado personalmente a Dios en el templo, asignado totalmente como propiedad suya. La palabra paristánai, traducida aquí como “presentar”, significa también 2ofrecer”, referido a lo que ocurre con los sacrificios en el templo. Suena aquí el elemento del sacrificio y el sacerdocio.»[2]

Abba es el mismo Yahvé

La construcción del reino significa la superación de la rebeldía pueril y mecánica que pretende destruirlo y arrancarlo todo y no dejar piedra sobre piedra. Por el contrario, el ejemplo de Jesús nos enseña a empezar la Nueva Construcción recuperando y rescatando todo lo que se pueda, lo que más se pueda, inclusive, muchas veces, aquello que a todas luces nos puede parecer inútil, perdido, estéril, improductivo. Especialmente cuando se trata de seres humanos; para Él nadie está completamente descartado o marginado, ni es caso perdido.
Bien es cierto que nos invita a usar odres nuevos para el vino nuevo pero destaquemos el sentido de continuidad que da a su obra sobre lo que el Padre había entregado y dispuesto. Empecemos por insistir que siempre parte de lo que nosotros somos y de lo que tenemos, inclusive nuestras limitaciones, nuestras debilidades y nuestras imperfecciones. Como reza la sentencia: “Dios escribe derecho entre reglones torcidos”.
Frente a los impuestos, recordemos que ordenó a San Pedro pescar y obtener del estómago del pescado la moneda para pagarlos. Curó a los leprosos, pero se sometió a lo prescrito y los envió a presentarse a los sacerdotes. Hay un profundo respeto a todo el judaísmo, al pueblo escogido, a la Revelación previa; esto nos lleva a identificar la fe católica como un credo judeo-cristiano. Recientemente, vimos que Él no necesitaba bautizarse y sin embargo, se plegó a lo que se estaba haciendo, a lo que el pueblo y la devoción popular venían aceptando, a la costumbre.


También en la celebración de la Presentación de Jesús en el Templo, se pliegan, tanto Él como sus Padre, María y José a cumplir todo “lo prescrito en la ley”. De esta manera, el episodio de la purificación de la Virgen, cuarenta días después del nacimiento, revela ese continuismo, esa unidad entre el Primer y el Segundo Testamentos. Así Yahvé y el Padre, Abba, como lo llama Jesús, no son dos Dioses distintos, sino el mismo Dios que, ahora Jesús nos lo revela cercano, amistoso, Paternal-Maternal, un Dios que ahora tiene Rostro Humano, Rostro Misericordioso.
Cuando la Virgen entrega a Jesús en brazos de Simeón, nos lo está entregando. Así, Dios-Espíritu Santo, cumple su promesa a Simeón y Jesús le cumple la “cita” que tenían. La Iglesia Ortodoxa llama a esta festividad Hypapante “El Santo Encuentro” porque Simeón se encuentra con el Tres Veces Santo, con El-que-Es-Santo-por-Excelencia. Este encuentro es gozne entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Y se ha escogido a dos “adultos mayores” –Simeón y Ana- que en la cultura judía eran representativos de la sabiduría, pilares de la familia y de la comunidad para quienes toda la ley reclamaba respeto y especial consideración. Ay de aquel que avergonzara a una persona mayor o le faltara al respeto, contra ese iría la ira Divina.


María, al ponerlo en sus manos está entregándoles –y en ellos a toda la humanidad- la Luz del Mundo. Por eso, esta fiesta se celebra con la bendición de las “Candelas” y aludimos a ella como la Fiesta de la Candelaria. Celebrando este gesto de confianza de María Santísima que deposita el luminoso “Fruto de su Vientre” en nuestras manos; celebramos a María Santísima en la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria.
XVIII Jornada de la Vida Consagrada

En esta fecha, la Iglesia celebra la XVIII Jornada de la Vida Consagrada. Veamos algunos apartes del texto con el que Juan Pablo II instituyó esta Jornada:



«La celebración de la Jornada de la vida consagrada, que tendrá lugar por primera vez el próximo 2 de febrero [de 1997], quiere ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, quiere ser para las personas consagradas una ocasión propicia para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor…. En esta escena evangélica se revela el misterio de Jesús, el consagrado del Padre, que ha venido a este mundo para cumplir fielmente su voluntad (cf Hb 10, 5-7). Simeón lo indica como "luz para iluminar a las gentes" (Lc 2, 32) y preanuncia con palabra profética la suprema entrega de Jesús al Padre y su victoria final (cf Lc 2, 32-35).

La Presentación de Jesús en el templo constituye así un icono elocuente de la donación total de la propia vida por quienes han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, "los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente" (Vita consecrata n. 1).



A la presentación de Cristo se asocia María.

La Virgen Madre, que lleva al Templo al Hijo para ofrecerlo al Padre, expresa muy bien la figura de la Iglesia que continúa ofreciendo sus hijos e hijas al Padre celeste, asociándolos a la única oblación de Cristo, causa y modelo de toda consagración en la Iglesia.»



Para esta Jornada S.S. Juan Pablo II el hoy beato y que en breve tiempo será inscrito en el Canon de los Santos, daba como justificación los siguientes motivos:

« i) responde a la íntima necesidad de alabar más solemnemente al Señor y darle gracias por el gran don de la vida consagrada que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la causa del Reino. Nunca debemos olvidar que la vida consagrada, antes de ser empeño del hombre, es don que viene de lo Alto, iniciativa del Padre, "que atrae a sí una criatura suya con un amor especial para una misión especial" (ib., 17). Esta mirada de predilección llega profundamente al corazón de la persona llamada, que se siente impulsada por el Espíritu Santo a seguir tras las huellas de Cristo, en una forma de particular seguimiento, mediante la asunción de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. Estupendo don.



"¿Qué sería del mundo si no existieran los religiosos?", se preguntaba justamente santa Teresa (Libro de la vida, c. 32,11). He aquí una pregunta que nos lleva a dar incesantes gracias al Señor, que con este singular don del Espíritu continúa animando y sosteniendo a la Iglesia en su comprometido camino en el mundo.

ii) tiene como finalidad promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada…  la vida consagrada "imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre para su Reino, abrazó y propuso a los discípulos que le seguían" (n. 22). Esta es, por tanto, especial y viva memoria de su ser de Hijo que hace del Padre su único Amor -he aquí su virginidad-, que encuentra en Él su exclusiva riqueza -he aquí su pobreza- y tiene en la voluntad del Padre el "alimento" del cual se nutre (cfr Jn 4,34) -he aquí su obediencia.
Esta forma de vida abrazada por Cristo y actuada particularmente por las personas consagradas, es de gran importancia para la Iglesia, llamada en cada uno de sus miembros a vivir la misma tensión hacia el Todo de Dios, siguiendo a Cristo con la luz y con la fuerza del Espíritu Santo.

iii) se refiere directamente a las personas consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas, para descubrir con más límpida mirada de fe los rayos de la divina belleza derramados por el Espíritu en su género de vida y para hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en el mundo.

En un mundo con frecuencia agitado y distraído, la celebración de esta Jornada anual ayudará también a las personas consagradas, comprometidas a veces en trabajos sofocantes, a volver a las fuentes de su vocación, a hacer un balance de su vida y a renovar el compromiso de su consagración.»

También se refería a los frutos esperados de esta Jornada:

«a) que ayude a la comunidad cristiana a crecer en la estima por las vocaciones de especial consagración, a intensificar la oración para obtenerlas del Señor, haciendo madurar en los jóvenes y en las familias una generosa disponibilidad a recibir el don de la vocación. Se verá beneficiada la vida eclesial en su conjunto y tomará fuerza la nueva evangelización.

b) Confío (decía Juan Pablo II) que esta "Jornada" de oración y de reflexión ayude a las Iglesias particulares a valorizar cada vez más el don de la vida consagrada y a confrontarse con su mensaje, para encontrar el justo y fecundo equilibrio entre acción y contemplación, entre oración y caridad, entre compromiso en la historia y tensión escatológica.

La Virgen María, que tuvo el gran privilegio de presentar al Padre a Jesucristo, su Hijo Unigénito, como oblación pura y santa, nos alcance estar constantemente abiertos y receptivos a las grandes obras que Él mismo no cesa de realizar para el bien de la Iglesia y de la humanidad entera.»[3]

Si examinamos el modo de vida de la profetiza Ana, ya descubrimos el ejercicio de la consagración que significa la dedicación al culto, la entrega generosa y entera a responder al llamado del Señor y la dedicación completa al anuncio de la Revelación de Dios que en este caso es el anuncio del Evangelio que es Jesucristo:

Lc 2, 36-38 “Estaba también allí una mujer de edad muy avanzada,, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Tenía ochenta y cuatro años. Después de siete años de casada había perdido muy joven a su marido y siendo viuda, no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día  al Señor con ayunos y oraciones. Ella también tenía don de profecía. Llegándose a ellos en ese mismo momento, daba gracias a Dios, y  hablaba del niño a todos los que aguardaban la redención de Jerusalén”.



Muchos jóvenes dan por descontado que puedan ser llamados y no pocos padres de familia se esfuerzan por insonorizar la Voz de Dios que llama; nuestra responsabilidad, en la vida de la fe, consiste en aceptar y estar prontos a responder y a fomentar el desarrollo de la espiritualidad que nos faculte a oír y discernir si el Señor nos regalara semejante don. No para ahí nuestro deber. También debemos orar con acrecentada devoción para que el Señor siempre “envíe más obreros a su mies” (cfr. Lc 10, 2).

«La Buena Nueva, anunciada gratuitamente y acogida generosamente en el bautismo, constituye un conjunto llamado al pleno desarrollo de esta vida nueva: la santificación del fiel en Cristo Jesús (Cf. Rom 1, 6-7; 8, 8; 1Co 1, 2.24).

La “klesis” divina (vocación o llamada) se concreta en las diversas circunstancias de la vida como una “paráklesis” (exhortación o llamado) del mismo Dios….

La vida consagrada es “camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con corazón ‘indiviso’” Cf. 1Co 7, 34) (n.1b). Constituye “la forma de vida practicada personalmente por Jesús y propuesta por Él a los discípulos” (n. 31d) Así se trata de “una opción que se expresa en la radicalidad del don de sí mismo por amor al Señor Jesús y en Él, por amor a cada miembro de la familia humana” (n. 3b)”…

El discípulo del Señor es invitado (“vacacionado”) a caminar para que la gracia en él hasta la posesión definitiva de la herencia gloriosa (1Ts 2, 11-12; Ef 4,1)….

La vida consagrada auténticamente vivida constituye una fuerte interpelación de criterios y modelos vigentes en nuestra sociedad. Desmiente mediante el propio ser las apariencias, los valores engañosos y las idolatrías. Instaura una protesta contra la dictadura del “tener” y contra el mito del “poder”, cuestionando igualmente la mentalidad consumista y hedonista dominante. No es exagerado afirmar que posee una “capacidad exorcista” en relación con los “nuevos demonios” que han hecho su entrada en el mundo actual.»[4]

«Como portadora de valores evangélicos, la vida consagrada es una provocación que interpela la conciencia de los hombres. Con su fuerza profética es capaz de ser fermento del evangelio en medio de las culturas humanas y hacerlas evolucionar proponiendo nuevos modelos de vida.»[5]








[1] Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae Santander- España 8va ed. 1993 p. 49

[2] Benedicto XVI. LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta Bogotá Colombia 2012 p. 89
[3] Juan Pablo II. MENSAJE PARA LA PRIMERA JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA. 6 de Enero de 1997
[4] José Matos, Henrique Cristiano. LA VIDA CONSAGRADAA LA LUZ DE LA ESPIRITUALIDAD PAULINA. SUBSIDIOS PARA LA FORMACIÓN PERMANENTE Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 2000. pp. 24-25. 78
[5] Amigo Vallejo, Carlos. CIEN RESPUESTAS MÁS PARA TENER FE. Ed. Planeta Barcelona- España 2003 p. 203

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