viernes, 17 de enero de 2014

NUESTRA MISIÓN: LA JUSTICIA


CONSTRUIR UN ÁMBITO DE FRATERNIDAD, DE JUSTICIA, DE PAZ, DE  DIGNIDAD PARA TODOS
Is 49, 3. 5-6; Sal 40(39), 2. 4. 7–10; 1Cor 1, 1-3; Jn 1, 29-34

Israel no existe sólo para sí mismo: su elección es el camino por el que Dios quiere llegar a todos.

Benedito XVI
Identidad y Misión de Jesús



En este Segundo Domingo del Tiempo Ordinario vamos a reconsiderar quien es Jesús, lo que Él representa y cuál es su misión. En el Evangelio, continuaremos insertos en la filiación de Jesús, como si fuera la segunda parte del Domingo anterior, vamos a encontrarnos nuevamente con la afirmación de Jesús-Hijo de Dios. Valga decir, segunda parte del episodio bautismal en el sentido de ser ratificación del mensaje que la Teofanía Trinitaria nos mostró en el Evangelio de Mateo el Domingo anterior cuando despedíamos el Tiempo de Navidad.

Deuteroisaías

Seguimos leyendo a Isaías, también en la Primera Lectura encontramos una continuidad: El Domingo anterior leímos del capítulo 42, hoy del capítulo 49. En el capítulo 42 leímos el Primer Cántico del “Siervo Sufriente”, hoy leeremos el Segundo Cántico. Sabemos que estos textos del Deutero-Isaías fueron escritos durante el exilio en Babilonia del pueblo que había sido deportado. El profeta trae este anuncio para reconfortar a los deportados, en él encontramos la figura del Siervo de YHWH que encarna la liberación.



Este Siervo liberador recibe su vocación, llamado desde el vientre de su madre, donde ya había sido vocacionado a ser “siervo”. Tiene por misión reunificar a Israel, llevar al pueblo de Jacob hacia el Señor. Pero su misión sería poca cosa si se limitara al pueblo de Israel, este siervo está llamado a לִֽהְיֹ֥ות יְשׁוּעָתִ֖י עַד־קְצֵ֥ה הָאָֽרֶץ “llevar la salvación hasta los confines de la tierra” (Cfr. Is 49, 6d).



El Domingo anterior, al leer el Primer Cántico del Siervo del Señor, veíamos que Él iba a apelar a recursos diferentes, a un método nuevo: «El siervo debe predicar la gracia y no el juicio, por eso no necesita retórica, ni grandiosidad… El siervo, en efecto, reutiliza la caña rota y no la tira, no apaga el pabilo humeante sino que le pone más combustible para que brille de nuevo.»[1]

Aquí estoy” Sal 40(39), 8b

En el Salmo, como es proclamado dentro de la liturgia, se ha prescindido de los versos 1, 3, 5 y 6; tampoco se proclaman los versos 11-18. Este salmo pertenece a los Salmos de Acción de gracias. La gratitud está motivada porque el “Salmista” que estaba angustiado por un peligro de muerte (que está indicado en el salmo por el verso 3), ha sido socorrido por el auxilio del Señor:
“Me salvó de la fosa mortal,
Me libró de hundirme en el pantano.
Afirmó mis pies sobre una roca;
Dio firmeza a mis pisadas.”

Entonces, con un corazón agradecido, viene a presentar su ofrenda. Sin embargo, trae las manos desnudas: ningún cabrito, ninguna paloma, nada para el holocausto. ¿Qué ofrendará en su acción de gracias si no trae nada?

Estábamos diciendo que se apelará a recursos diferentes, a métodos diversos. Pues un cambio radical está en el tipo de ofrenda, en la clase de sacrificios que se ofrecen:

“Tú no te complaces en los sacrificios
ni en las ofrendas de cereales;
tampoco has pedido holocaustos
ni ofrendas para quitar el pecado
En cambio me has abierto los oídos.” Sal 39,7

Se exceptúan los versos no necesarios a la demostración de la obediencia sin límites. Lo que Dios quiere consiste en la auto-inmolación, en el sentido de renunciar a sí mismo y plagarse a la obediencia, a la disponibilidad, al ansia de cumplir la Voluntad de Dios:



“Por eso he dicho: Aquí estoy,
Tal como el Libro dice de mí.
A mí me agrada hacer tu Voluntad,
Dios mío;
¡Llevo tu enseñanza en el corazón!” Sal 39,8-9

Todos los que invoquen el nombre de Jesús

Miremos, ahora, la Segunda Lectura. Tomada de la Primera carta a los Corintios. Se ajusta al uso paulino, que empieza sus cartas con un saludo donde se identifica tanto al remitente o remitentes (en este caso Pablo y Sóstenes que lleva el epíteto de ὁ ἀδελφὸς “hermano”), como al destinatario (en este caso, La Comunidad Cristiana que está en Corinto), esta Comunidad recibe aquí la denominación específica de ἐκκλησίᾳ Iglesia. Luego caracteriza a quienes forman la comunidad: se trata de los que han sido ἡγιασμένοις ἐν Χριστῷ Ἰησοῦ “santificados en Cristo Jesús”; mientras Pablo se dice  κλητὸς ἀπόστολος llamado al apostolado, a la Comunidad creyente la designa κλητοῖς ἁγίοις llamada a ser “santa”.

Un elemento supremamente importante, que se impregna de continuidad con la idea de no exclusividad, de no exclusión; antes bien, de universalidad, de llamado a todos los que quieran oír y que se inserta en la misma línea del llamado a los “Reyes Magos”, de toda la gentilidad, de todas las naciones de la tierra, como manifestación de aceptación y acogida a todos los pueblos. En esta carta se enuncia así: σὺν πᾶσιν τοῖς ἐπικαλουμένοις τὸ ὄνομα τοῦ Κυρίου ἡμῶν Ἰησοῦ Χριστοῦ ἐν παντὶ τόπῳ, αὐτῶν καὶ ἡμῶν “(así como a) con (junto a) todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos (Señor de ellos y de nosotros)”.



La fórmula de saludo de la perícopa que leemos en este Segundo Domingo del Tiempo Ordinario (A), concluye con deseos de gracia y paz. «La gracia hace pensar en la bondad de Dios, que hizo alianza con un pueblo pobre, débil y marginado, revelándole todo su amor de aliado y compañero fiel… la paz que para el pueblo de la Biblia, representa la plenitud de la vida.»[2]

Más sobre el bautismo de Jesús

San Juan el evangelista declara como meta y propósito de su trabajo redaccional que creamos que Jesús es el Hijo de Dios (Cfr. Jn 20, 31). Su Evangelio fue cuidadosamente madurado y meditado, obedece a un agudo plan de tejido, de contraposiciones, de imágenes.

Hablábamos arriba de una Teofanía Trinitaria en el Evangelio que se proclamó en el Bautismo de Jesús, el Domingo anterior, aludiendo al concepto de Santo Tomás  de la circuminsessio porque se da una co-presencia y manifestación simultanea de las Tres Divinas Personas: El Hijo que sale en las aguas del Jordán, la Paloma que –así como antes de la Creación- se movía sobre las aguas, también allí, en el Evangelio Mateano está sobre la Nueva Creación, el Hijo; y la Voz del Padre que testimonia su Paternidad.



San Mateo –- nos refirió su testimonio el Domingo pasado. San Juan Bautista también relata el testimonio en la perícopa de este Segundo Domingo: Dios le había dicho que sobre quien descendiera el Espíritu Santo ese sería el llamado a bautizar con Espíritu Santo, y él vio al Espíritu descender en forma de Paloma y  posarse sobre Jesús. Concluye San Juan Bautista: κἀγὼ ἑώρακα, καὶ μεμαρτύρηκα ὅτι οὗτός ἐστιν ὁ Υἱὸς τοῦ Θεοῦ. “yo lo vi y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios” (Jn 1, 33d). Hemos traducido “posarse”, sin embargo, no refleja bien el sentido de μένον que proviene del verbo μένω que se traduce mejor como “permanecer”, “quedarse allí”, “quedarse sobre”, “seguir con”, “habitar”, “morar”, traduciríamos mejor “y se quedara en Él” o -por tratárse de una Paloma- “y anidará en Él”. El Espíritu no sólo “baja”, no sólo “desciende”, no sólo “se posa”; el Espíritu “habita en Él”.

Se ratifica el concepto de Santo Tomás al que nos venimos refiriendo, también en el Evangelio de San Juan, que muestra que el Espíritu habita a Jesús, o sea está permanentemente con Él; y en otra parte dice, San Juan citando las ideas que Jesús manifestó sobre sí mismo: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”, así podemos decir que los Tres están sentados en el mismo sitio, lo que es conforme con la definición de circuminsessio.

El llamado que hace Juan el Bautista a bautizarse y convertirse, tiene un objetivo, lo podemos leer en el verso 31: “mi misión y mi bautismo con agua eran para Él, para que Él se diera a conocer a Israel.” O sea que el bautismo de Juan no borraba los pecados, era un bautismo penitencial de reconocimiento de la “pecaminosidad”, pero también era un indicador, un orientador que apuntaba hacia Jesús, UN BAUTISMO DE ANUNCIO; pero el bautismo de Juan carece de los efectos magníficos del bautismo de Jesús, un Nuevo Bautismo que es ἐν Πνεύματι Ἁγίῳ καὶ πυρί· “en Espíritu Santo y Fuego” (Mt 3, 11d).

Gracia del bautismo

Cuando hablamos de “efectos magníficos” nos referimos a “La gracia del bautismo” que el Catecismo de la Iglesia Católica explica así (a efectos de brevedad nos limitaremos a citar las frases medulares, sin embargo, fácilmente se puede leer el texto íntegro que es asequible, inclusive en Internet):

1262…. Los dos efectos principales, …, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (cf Hch 2,38; Jn 3,5).


·         Para la remisión de los pecados...
1263… todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado (cf DS 1316)…
·         “Una criatura nueva”
1265… hace también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5, 17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19).
1266 La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que :
— le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
— le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo;
— le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.
·         Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo


1267 El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo… "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo" (1 Co 12,13).
1268 Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para "edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo" (1 P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido,…
1269…el bautizado ya no se pertenece a sí mismo (1 Co 6,19), sino al que murió y resucitó por nosotros (cf 2 Co 5,15). Por tanto, está llamado a someterse a los demás (Ef 5,21; 1 Co 16,15-16), a servirles (cf Jn 13,12-15) en la comunión de la Iglesia, y a ser "obediente y dócil" a los pastores de la Iglesia (Hb 13,17) y a considerarlos con respeto y afecto (cf 1 Ts 5,12-13)…

1270 Los bautizados "renacidos [por el bautismo] como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia" (LG 11) y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios (cf LG 17; AG 7,23).
·         Vínculo sacramental de la unidad de los cristianos
1271 …el bautismo constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él" (UR 22).
·         Sello espiritual indeleble...
1272… El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619)

1273…por el Bautismo, los fieles han recibido el carácter sacramental que los consagra para el culto religioso cristiano (cf LG 11)… en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz (cf LG 10).
1274 El "sello del Señor" (San Agustín, Epistula 98, 5), es el sello con que el Espíritu Santo nos ha marcado "para el día de la redención" (Ef 4,30; cf Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22).

¿Quién es el siervo del Señor?

Se plantea la disyuntiva, al referirnos al Siervo de YHWH, al Cordero de Dios? (Nos parece muy interesante en este contexto y en la relación entre la perícopa de Isaías y el fragmento del evangelio de San Juan para esta fecha que “en arameo, el idioma en el que hablaba Jesús, [talya] significa tanto siervo como cordero”)[3] ¿nos estamos refiriendo a una persona? ¿a una comunidad (ἐκκλησίᾳ)? o ¿a un pueblo?.

Volvamos al numeral 1267 del Catecismo de la Iglesia Católica: El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo. "Por tanto [...] somos miembros los unos de los otros" (Ef 4,25). El Bautismo incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza que trasciende todos los límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las razas y los sexos: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo" (1 Co 12,13).

La Primera Lectura de esta fecha nos da un elemento clarificador, inicia con el versículo 3 donde da una clave: “Tú eres mi siervo,  יִשְׂרָאֵל Israel; en ti manifestaré mi gloria” Pero Israel es una persona, también es un pueblo, el pueblo de los Israelitas, pero –en el momento de la profecía de Isaías- Israel era una comunidad (ἐκκλησίᾳ), un “pequeño resto” que era capaz de vislumbrar detrás de la desesperanza -por la deportación en Babilonia- la expectativa del retorno, la vuelta a la tierra de sus padres y la reconstrucción de la nación y el templo.



Repasando los numerales 1267-1270 del Catecismo de la Iglesia Católica, queremos proponer que son los tres. ¡Una Persona, una Comunidad y un pueblo! La Persona de Jesucristo, la Iglesia, una Iglesia que cumple su misión “profética y real, "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido,…”

Concluyendo, El Siervo-Cordero  somos todos: escuchemos al Papa Francisco en su Evangelii Gaudium:


180… la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: «Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura» (Mt 6,33). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre;…

182… Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo. Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra, aunque estén llamados a la plenitud eterna, porque Él creó todas las cosas «para que las disfrutemos» (1 Tm 6,17), para que todos puedan disfrutarlas. De ahí que la conversión cristiana exija revisar «especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común»



183. Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos. Si bien «el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia».





[1] Ravasi, Gianfranco. LOS PROFETAS. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia. 1996. p. 121
[2] Bortolini, José. CÓMO LEER LA 1ª CARTA A LOS CORINTIOS. SUPERACIÓN DE LOS CONFLICTOS EN LA COMUNIDAD. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia. 1996 pp. 18-19.
[3] Joachin «Jeremias llama también la atención sobre el hecho de que la palabra hebrea taljā’ significa tanto “cordero” como “mozo”, “siervo” (ThWNT I 343). Así las palabras del Bautista pueden haber hecho referencia ante todo al Siervo de Dios que, con sus penitencias vicarias, “carga” con los pecados del mundo; pero en ellas también se le podría reconocer como el verdadero cordero pascual, que con su expiación borra los pecados del mundo.» Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET. 1ª Parte. Ed. Planeta. Bogotá-Colombia. 2007. p.44

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