sábado, 28 de noviembre de 2015

HACIA LA PLENIFICACIÓN DEL CUERPO MÍSTICO DE CRISTO


Jer 33, 14-16; Sal 24, 4bc-5ab. 8-9. 10. 14; 1 Tes 3, 12- 4,2; Lc 21, 25-28. 34-36

…toda la historia humana es una larga espera. Antes de Cristo se esperaba su venida; después de él se espera su retorno glorioso al final de los tiempos. Precisamente por esto el tiempo de Adviento tiene algo muy importante que decirnos para nuestra vida.

Raniero Cantalamessa

A la idea de un “cupo” limitado en el Cielo según algún número “profético” se contrapone la idea antitética de “cupo ilimitado”, según la cual todos entraran. Estas ideas pecan precisamente de “extremismo”, son soluciones ingenuas que rehúyen el análisis y simplifican el atento estudio de la “revelación” que –si bien- no responde a la cuestión más allá de nuestras limitaciones (aspecto mistérico del escatón), tampoco nos deja en la ignorancia impotente, sino que nos entrega las “pautas prácticas de nuestro compromiso existencial”: vivimos para –siendo miembros del Cuerpo Místico- participar de la Construcción de su Reinado, que fue lo que Él nos vino a “anunciar”.


El Domingo anterior hemos celebrado el final del año litúrgico ciclo B, hoy es Año Nuevo litúrgico, iniciamos el ciclo C, con el I Domingo de Adviento. El Domingo anterior tuvo un contexto escatológico, este nuevo Domingo mantiene ese contexto. Al decir de Hans Urs von Balthasar “La Escatología es el signo de los tiempos de la teología contemporánea” Para entender a qué se refiera la escatología, que mira hacia el “Nuevo Universo” donde  se dará plenamente el Reinado de Dios, vamos a remitirnos a los numerales 1043 y 1044 del Catecismo de la Iglesia Católica

1043 La sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de "hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 10).

1044 En este "universo nuevo" (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4; cf. 21, 27).

Para decirlo en forma sintética, tomemos el numeral 1042: Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado. Esto nos da una referencia básica. La otra parte de la referencia está en el propio Credo: ¡El eje del Credo es lo escatólogico!

La idea de cupo limitado habría que analizarla desde la perspectiva del “fracaso”. ¿Es Dios un fracasado que nos creó para el fracaso de nuestra perdición? ¿Nos predestinó al fracaso? O, -y en ese caso no sólo sería fracaso sino además injusticia- creó “algunos” cuyo fin, estaba escrito, era la condenación eterna.


De otra parte, ¡no se puede reducir o soslayar la importancia de nuestro propio albedrío, de nuestra capacidad de decisión! Somos nosotros quienes tenemos la prerrogativa de “elegir” entre estar con Dios y seguir y acoger su propuesta o –poniéndonos de espaldas a ella- rechazarla y aceptar la opción que nos ofrece el Malo con su sutil coquetería.

Pero, y aquí viene el elemento de la infinita Misericordia, según la cual, aún los más pertinaces tendrían siempre la Gracia de su parte, y así, cuando tercamente se empecinan en caminar hacia la oscuridad, la Gracia –de manera prodigiosa y providencial- arrojaría su destello victorioso para rescatarlos. Si miramos los referentes bíblicos, encontramos que, Jesús siempre encontró un “recurso” salvífico y nunca firmó decreto de perdición. ¡Así la escatología católica opta por la Benevolencia Divina!

No ocultamos que habrá contumaces que porfían y quizás su cerrazón se oponga hasta sobreponerse a la Gracia, porque Dios nos auxilia pero no nos obliga. Nos creó libres, nos quiere libres, nos ama libres y no  nos niega la libertad tampoco para que decidamos por la perdición.

Jeremías nos da un primer elemento: Nos ratifica que las promesas del Señor se cumplirán. En este caso ¿cuál es la promesa? Ni nada más ni nada menos que Uno de la estirpe davídica. ¿Cuál es el ADN de este linaje? También nos contesta Jeremías, hará justicia y derecho en la tierra; misericordia y lealtad, dice el Salmo. Esta profecía es clave para contestar a quienes destierran el proyecto justiciero de Jesús a los solos Cielos. No, no sólo su Voluntad debe cumplirse en el Cielo, así como en los Cielos ha de ser obedecida también en la tierra.

Esta parte de la profecía está reforzada en la 1ª de San Pablo a los Tesalonicenses: “Por Cristo Jesús les rogamos y exhortamos: han aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues procedan así y sigan adelante? Pero, para qué nos da este consejo San Pablo, ¿para que lleguemos al Cielo? Sí, también, pero San Pablo está pensando –cuando da esta recomendación- en otra cosa, en la παρουσίᾳ “Parusía”.


En efecto, San Pablo nos conmina a la virtud, a la vida en justicia y santidad, -mejor todavía, digámoslo como él mismo lo dice: “amor mutuo y amor a todos” ¿cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? “Para que cuando Jesús nuestro Señor, regrese acompañado de todos sus santos, se presenten santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre”. San Lucas usa otras palabras bien diversas para exhortarnos a la santidad y la justicia, vamos a ponerlas en forma de enumeración para que seamos bien conscientes del derrotero que nos traza el tercer evangelista desde la perícopa que leemos en este Primer Domingo de Adviento:
a)    “levántense, alcen la cabeza: se acerca su liberación.
b)    Tengan cuidado: no se les embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida…
c)    Estén siempre despiertos,
d)    Pidiendo fuerzas para escapar de todo lo que ha de venir y
e)    Manténganse en pie ante el Hijo del Hombre.”

Así como los judíos se sentían esclavizados cuando estaban siendo sometidos a explotación en Egipto, así también nosotros experimentamos las pesadas cadenas de la esclavitud de la maldad y el pecado, en este mundo y en esta sociedad donde el Malo echa ventaja y se le ha concedido un cuarto de hora para que haga de las suyas, pero es ahí, en esa hora, cuando se debe perseverar: ¡y quien persevere se salvará!

Cristo envía a sus discípulos al mundo entero como corderos en medios de lobos. Los lobos son los sirvientes de la Bestia, juegan a probarnos, a tentarnos, a acorralarnos, a torturarnos. Tiene a su haber todo un arsenal de máquinas de dolor y muerte, muchas de sus maquinarias y de sus maquinaciones son armamentos sicológicos. Nosotros, pese a los signos de los tiempos, ¡de los signos en el sol y en la luna y las estrellas, y en la tierra la angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje; a nosotros lo que nos corresponde es Mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre! Ni desfallecer, ni llenarnos de pánico, sino firmes, mantenernos de pie y confiar en Él, en Jesucristo, nuestro Señor.


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