sábado, 14 de noviembre de 2015

ESCATOLOGÍA, PARA QUÉ Y HACÍA DÓNDE


Dan 12,1-3; Sal C-11); Heb 10, 11-14,18; Mc 13, 24-32

El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en Su Mano”
Salmo Sal 16(15), 5

Cristo borra definitivamente el verbo en pasado, para convertirse en la inaudita novedad del presente y del futuro.
Enrico Masseroni

La primera noticia que tenemos de Abrahán es que era hijo de Térah que –junto con su clan- había salido hacía Ur de los caldeos y al pasar por la ciudad de Harán, se instaló allí. Luego, “Un día el Señor le dijo a Abram: ‘Deja tu tierra, tus parientes, y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo’ Abram salió de Harán tal como el Señor se lo había ordenado.”(Gn 12, 1-4a) La manera como se introduce la acción de Dios en la vida de Abraham es esta, la encontramos plasmada así en la Sagrada Escritura. Dios se manifiesta y simplemente ordena. La palabra clave, con la que Dios empieza su actuar es una palabra de desarraigo, de ruptura, de riesgo, de “quiebre” existencial: לֶךְ־לְךָ֛ un hasta aquí-y desde ahora. «El Dios de Abrahán se presenta como alguien que tiene autoridad para ordenar: “Deja… anda…, ve…”. Y al mismo tiempo tiene poder para prometer: “Haré de ti…, bendeciré…, engrandeceré…, te daré…”. Es un Dios que pide y promete. Dios que llama a cada uno por su nombre, pide despojo de las cosas, envía a cumplir una misión, muestra el camino y da fuerzas para recorrerlo.»[1]

Pero la ruta de Abrahán no es un sendero de delicias y seguridades, antes bien, «Aunque tuvo que abandonarlo todo, aunque vivió como extranjero en la tierra prometida, aunque tuvo que ir por hambre a Egipto con el riesgo de perder a su esposa (Gen 12, 10) aunque tuvo que separarse de su sobrino Lot y quedarse en soledad, aunque la promesa tardaba en cumplirse, aunque llagara a matar al depositario de las promesas, Abrahán confía siempre en la palabra divina, admite lo incomprensible y se siente seguro ante el futuro.»[2]

Si leemos la página de Abrahán en paralelo con la ruta de Moisés encontramos esa experiencia de obediencia-vagabundeo intensificada, se trata de 40 años de deambular, de ir tras la incertidumbre con la aspereza y la aflicción del pueblo que –apesadumbrado- recordaba las cebollas, los pepinos, los ajos y los melones que comía en Egipto; es decir la nostalgia de la “esclavitud” que no vislumbra los valores superiores que se alcanzan en la “libertad”, es una forma de “practicismo” que prefiere pan duro en la prisión a un manjar imponderable que aún no ha saboreado, una forma de enfrentar la vida que antepone –como lo ha condensado el decir popular- “pájaro en mano vale más que ciento volando”.


Estos senderos se pudieron recorrer con el sostén y soporte que la fe les brindaba. Pero la fe es don, es gracia. «Creer no es soñar el cielo con imágenes humanas, es sumergirse en una tiniebla que oculta la luz de Dios en lo más profundo de su oscuridad.»[3] La fe es un regalo divino que nosotros estamos convocados a fortalecer, a nutrir, a cultivar. Su “suplemento alimenticio” está –de forma muy especial- en la Sagrada Escritura, en el Sagrario, en la Comunión asidua, y en nuestros hermanos, en nuestros prójimos –preferencialmente, como tanto hemos insistido- en los marginados, en los pobres, en los que sufren. «… cualquiera que tenga aunque sea una mínima experiencia de evangelización se da cuenta de ello- los más disponibles al encuentro con el Señor son los necesitados, los pobres, los que de verdad esperan una salvación, una liberación que los otros ni siquiera desean porque, tal vez, creen que ya están liberados, que ya están salvados.»[4]

No podemos desistir y cansarnos de repetir que la fe no consiste en ir a misa, o bolear camándula, o simplemente peregrinar por los santuarios, o apadrinar para los sacramentos de la iniciación cristiana, o acompañar a los dolientes que nos convocan para las exequias o para las misas que se ofrecen por el eterno descanso de los fieles difuntos. La fe se nutre día a día, minuto a minuto, meditando y orando la Biblia; ejercitándola en la caridad cristiana, como nos dice el Papa Francisco en Misericordiae Vultus, retornando a la práctica de las obras de misericordia corporales así como espirituales.

No ha dejado de ser atractivo el cliché de las profecías que anuncias a término fijo, la venida del Hijo del hombre; además atractivo por su apariencia pintoresca. Muchos milenaristas andaban –calle arriba y calle abajo- con sus zapatitos nuevos, anunciando el “fin del mundo” para el 2000. Otros, muy confiados se pegaban al calendario maya, para tener “el dato”; «… todo el tiempo y siempre en la historia hemos conocido a los anunciadores de cataclismos. Cada cierto tiempo surge otro anunciador del “fin”. Gozan adornando, con toques de ciencia ficción catastrófica, los negros días que sobrevendrán. Y lo peor de esta actividad es que nos condena a la pasividad, nos reduce a la impotencia. ¿Qué se puede hacer frente a la horrenda destrucción de “rayos y centellas” que los adivinos de las tinieblas propagan. ¡Pues nada! Sentarnos a tenernos la cabeza a dos manos y lloriquear.»[5] O, aún mejor, meternos debajo de la cama a temblar y rechinar los dientes. Seguramente, esos se sentirá muy orondos de contarse entre los elegidos  a quienes el dato fue –como su nombre lo indica- entregado (de datum “dado”, el participio pasivo del verbo latino “dare”). Se cuentan por miles los esotéricos que “descubren” algún profeta que les da la pista precisa de dónde extractar el datum. Hoy la enseñanza de Jesús en el evangelio nos pone de presente que esa clase de informaciones son conocimiento exclusivo del Padre; y, ni siquiera, su Mismísimo-Hijo, por participar de la naturaleza encarnada propia de los seres humanos- puede acceder a ella.


¿Es, acaso, Dios-Padre un ser envidiosos que se reserva y nos oculta tan vital información? ¿Y dónde queda nuestro derecho a “ser informados”? Rotundamente ¡No! Vemos a través de toda la historia de Salvación que Dios no esconde ni restringe –antes por el contrario- se entrega generoso, se abre disponible, se dona abundante. Si hemos de evocar la historia de Moisés, tenemos que ver en el principio de su revelación que no le oculta ni siquiera su Propio Nombre: «Cuando Moisés le pregunta a Dios ¿cuál es tu nombre?, Dios responde “Yo soy el que existo” (3, 14)… No se trata aquí de categorías propias de la metafísica occidental. Ser, para un semita, es acción; nunca una realidad estática. Significa estar ahí, estar-con. ‘Estoy acá como el Dios que quiere ayudarte y establecer contigo una alianza’. Yavé es el único de quien se puede afirmar con toda verdad que es lo que hace y hace lo que es.»[6] Pero nos dijo por Boca de su Hijo lo que el mismo Abrahán le respondió al rico epulón, lo que puede hacer el hombre que no sabe aprovechar ciertos “saberes”: Hay conocimientos que “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite".

Muchos están afanados, y con ceño adusto nos recriminan que ya van corridos –algo así como 1978 años. Ayer mismo, hemos asistido, por vía noticiosa al atentado terrorista en seis puntos de Paris, que la ¿yihad (IE)? se reivindicó. Es en este contexto que hoy por hoy tanteamos las ramas de la higuera. ¿Están tiernas las ramas? ¿Le están brotando yemas? «Es hora de darle una re-lectura a la historia y ver lo que se está derrumbando, lo que se está desmoronando; cómo, lo que se tenía por inamovible, se ha venido a pique; y, en cambio, aquí y acullá, brotan espiguitas esperanzadoras; hay Luz en el fondo del túnel, es la Luz de Cristo que como un Faro  resplandece al final del camino, allá en el fondo.»[7] «La esperanza cristiana no es ingenuidad, optimismo beato o falsa idea de la providencia. El Señor no arreglará el mundo en lugar nuestro, no es a Él a quien corresponde dar  trabajo a los parados o convocar conferencias internacionales para construir una difícil paz. Pero la esperanza cristiana reposa sobre la fidelidad del Padre y por eso es “teologal”.»[8] «Si, según evoluciona la higuera, somos capaces de vaticinar la llegada del verano; también el derrumbe de los gobiernos in-justos nos permite vislumbrar –no el cuándo- que es potestativo del Padre saberlo Él-Sólo; sino, entender que las tiranías explotadoras no duran por siempre, que inevitablemente les llega la hora, más temprano que tarde. Detrás de todo esto, podemos presentir al Aguardado, al Vaticinado, al que hemos esperado generación tras generación. Y exclamar: “Marana- tha”(¡Ven Señor Jesús!).»[9] No son esperanzas fáciles, ni un optimismo barato; no son predicciones de fanático milenarista. Sacudidos de toda charlatanería, en esas coordenadas nos ubicamos ahora, en el penúltimo Domingo Ordinario del ciclo (B), justo antes del Domingo Último: Jesucristo Rey del Universo; y, ad-portas del Adviento (ciclo C), tiempo privilegiado para pronunciar con todas las fuerzas de nuestra fe ese ¡Marana- tha!



[1] Caravias, José L. s.j. DE ABRAHÁN A JESÚS LA EXPERIENCIA PROGRESIVA DE DIOS EN LOS PERSONAJES BÍBLICOS. Ed. “Tierra Nueva”-Centro Bíblico Verbo Divino Quito-Ecuador 2001 p. 16
[2] Ibid
[3] Ferlay, Philippe. COMPENDIO DE LA FE CATÓLICA EL CAMINO DE LOS CRISTIANOS. Ed. EDICEP. España 1989 p. 271
[4] Bianchi, Enzo. LAS PARADOJAS DE LA CRUZ. Ed. San Pablo Bogotá D.C. Colombia. 2001. p. 91
[5] rianchab.blogspot. com.co/2012/11/escatologia-motor-de-una-historia.html
[6] Caravias, José L. s.j. Op. Cit. pp. 25-26
[7] rianchab.blogspot. com.co Loc. Cit. 18 de noviembre de 2012.
[8] Ferlay, Philippe. Op. Cit. p. 293
[9] rianchab.blogspot. com.co Loc. Cit. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario