jueves, 15 de diciembre de 2011

¡QUE SE CUMPLA EN MI TU PALABRA!


2 Sam 7-1-5.8b-11.16. Sal 89(88), 2-3.4-5. 27 y 29.  Rom 16,25-27. Lc 1,26-38.

Χαρε κεχαριτωμένη
¡Alégrate,  Siempre llena de Gracia!

Μ φοβο Μαριάμ ερες γρ χάριν παρ τ  θε
No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios

τι οκ δυνατήσει παρ το θεο πν  ῥῆμα
porque no hay nada imposible para Dios

1

La Primera Lectura, que es la misma Primera Lectura del próximo sábado 24 de Diciembre; está tomada del Segundo Libro de Samuel. En esta perícopa David, que habita una casa elegante, hecha “en cedro”, le ofrece a Dios una casa (edificación); Dios –que prefiere ser un Dios-Nómada, que habita en una Tienda (Morada)- le ofrece a David construirle una “casa” (dinastía, descendencia) בֵּיתְךָ֧ בַ֖יִת (beteka, tu casa; de “bayit”, casa).

Sabemos que el “linaje de David” no fue un reinado eterno; entonces la profecía de Natán se refería a otro «Mesías», que era, por la línea de San José, miembro de la “casa” de David (recordemos que por esta razón tuvieron que irse a censar en Belén y al acudir al censo, nació Jesús allí, para que se cumpliera lo que estaba Escrito Lc 2, 1-5. Jesús en varias partes del Evangelio es llamado «Hijo de David».

Nos parece lo central en esta perícopa la promesa que hace el Señor a David, por medio de Natán, «Yo estaré contigo en todo lo que emprendas» 2 Sam 7, 9a. Esta es una promesa protectora para David, aún cuando la promesa grande trasciende el significado “personal” y tiene un contenido más bien “histórico”.

2

“Tan pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban,” otras versiones traducen “Cuando el Rey David estuvo ya instalado en su palacio y el Señor le había concedido la paz con todos sus enemigos de alrededor” 2 Sam 7, 1. Este versículo nos muestra la protección que Dios le brindaba a su Siervo David y luego, vemos que a manera de agradecimiento, David quiere edificarle una “Casa”. Esto me inspiró la elección del cuanto de “Adviento” para este cuarto domingo de Adviento, se llama «La protección de Dios»

Un misionero estaba colaborando como médico de un pequeño hospital en África. Muchas veces, él tenía que trasladarse en su bicicleta a través de la jungla hacia el poblado más cercano, para conseguir material de su trabajo, medicamentos y dinero que le era enviado desde los Estados Unidos.

El viaje duraba dos días, así que tenía que acampar una noche. Él ya había hecho este recorrido varias veces sin ningún contratiempo.
En uno de sus viajes, antes del anochecer del primer día encontró a dos hombres que peleaban fuertemente. Uno de ellos estaba seriamente herido y el otro huyó, por lo que acudió a atenderle y acompañarle a donde este vivía y dejar algunas indicaciones a su familia. Semanas después en su siguiente viaje y al llegar a la ciudad, se le acercó aquel hombre que había atendido, y este le dijo: "Yo sé que usted cuando regresa, lleva consigo medicinas que necesita y dinero. El día que usted me atendió de mis heridas, algunos amigos y yo le seguimos hacia la jungla por la noche, así cuando usted acampara y estuviera dormido, teníamos planeado matarle y tomar el dinero y las medicinas. Cuando íbamos a atacarle, vimos que la tienda de campaña estaba rodeada por 16 guardias armados. Nosotros
éramos 4 y vimos que era imposible llevar a cabo nuestro plan así que decidimos retirarnos". Escuchando el misionero le dijo al hombre riendo: "Eso es imposible. Yo puedo asegurarle que siempre viajo solo y nadie me acompaña en mis viajes". El hombre le corrigió e insistió en lo que vio. "No Señor, yo no fui el único que vio a los guardias. Mis amigos también los vieron y todos contamos el mismo número de guardias. Estábamos asustados. Fue por eso que le dejamos y desistimos de atacarle. Cuando regresábamos yo me separé de ellos y fue entonces que uno de ellos me siguió y me atacó para vengarse por haberlos hecho perder su tiempo y no haber conseguido nada, ya que yo había
planeado todo. Fue entonces cuando usted me encontró y vio huir al que me golpeó y me ayudó. Espero que usted me pueda perdonar."
Varios meses después, el misionero asistió a una celebración dominical en una iglesia en Michigan donde él les contó acerca de sus experiencias en el África, incluyendo la historia de los 16 guardias que estuvieron con el mientras acampaba y les dijo: Recuerdo bien ese día por que era el cuarto aniversario de haber llegado al África.

Uno de los asistentes de la comunidad, se paró e interrumpió al misionero y le dijo algo que dejó a todos los asistentes atónitos. "Nosotros estuvimos ahí con usted en oración para ayudarle. Mientras era de noche en África, aquí era de día. Yo llegué a la iglesia para recoger algunos materiales que necesitábamos para un viaje que teníamos que hacer, al poner las cosas en mi camioneta, sentí que la presencia de Dios estaba a mi lado diciéndome que orara por usted. La urgencia fue tan grande que llame a algunos de nuestros amigos para que oráramos por usted pidiendo protección. Así lo hicimos en el salón donde tenemos las fotografías de todos nuestros misioneros, no sabíamos cual era el peligro por el que usted pasaba, pero en la fotografía venia impreso el día que usted fue enviado al África años atrás, un día antes de su cumpleaños. Nosotros estuvimos ahí con usted en oración pidiendo protección y ellos están aquí para atestiguarlo.
Inmediatamente después les pidió a todos los que habían orado por él ese día, que se pusieran de pie. Uno a uno lo hicieron. Lo que llamó la atención del misionero al contarlos era que el número exacto fue de 16 hombres.

Toda la comunidad quedó enmudecida por largo rato.

3

Para este IV Domingo de Adviento la liturgia nos propone el Salmo 89(88), que es un Salmo bastante largo; para la Eucaristía de hoy se han tomado los versos 2-3.4-5. 27 y 29.

Tomemos esos versículos en el co-texto. Este Salmo se clasifica entre los Salmos para la entronización del Rey; pero este Salmo 89 (88) todo parece indicar que es posterior al 587 a.C. o sea que fue compuesto cuando ya no había Rey ni entronización. Se referiría, por lo tanto, a una entronización escatológica, cuando viniera el Rey Mesías.

El Domingo pasado veíamos la confianza indefraudable que se puede depositar en las Promesas de Dios; sin embargo, en los versos 39–46, lamenta el Salmista que Dios  ha “roto su Alianza con tu siervo; has arrojado al suelo su corona”. Ya en los versos 31-33 se prevenía que si el pueblo elegido fallaba en el cumplimiento de la Alianza recibiría su castigo: “castigaré su rebelión y su maldad con golpes de vara” Sal 89 (88), 33. ¡Que peor castigo que haber padecido aquella deportación, la execración del Templo y la esclavitud en el exilio!

Pero esta sanción impuesta a la “profanación de sus preceptos” no impide que el Trono de Dios “está afirmado en la Justicia y el Derecho; el Amor y la Fidelidad salen a tu encuentro”  Sal 89(88), 15. Podemos confiar, como está dicho en el versículo 36, “Una vez le he jurado por mi Santidad, y no le mentiré”. Ya al iniciar el Salmo, en el verso 3, decía: “Proclamaré que tu Amor es Eterno; que tu Fidelidad es invariable, invariable como el mismo Cielo. Por eso, el Reinado de la Estirpe de David, Cristo-nuestro-Salvador, ¡Nuestro Rey es el Santo de Israel; “reinarán en su lugar, siempre, mientras el sol exista. ¡Siempre firmes como la luna! ¡Siempre firmes, mientras el cielo exista!, leemos en los versos 30. 37-38.

Al interior del Salmo, de donde se toman los versículos del Salmo Responsorial de la liturgia de esta Misa, vemos la sombra y la Luz, del Reino de Israel. Pueblo cuya infidelidad no desmiente la Fidelidad de Dios que en su Promesa estabiliza la Casa-de-David en el Trono.

El verso que concluye este Salmo, que probablemente fue añadido para concluir el Libro III del Salterio, alaba la Grandeza de Dios con una bendición: “Bendito sea el Señor por siempre: ¡Amén! Esta bendición sería imposible con todo este co-texto, si se dudara por un instante de la Fidelidad de las Promesas del Señor.

4

Esta Promesa, es llamada en la Epístola a los Romanos, “Designio Eterno de Dios”, otros traductores dicen “disposición”, la expresión griega es ἐπιταγὴν, o sea, orden, instrucción dada por El que tiene la autoridad, en definitiva, “Mandamiento”. (Los que Dios nos dio por medio de Moisés se llaman ἐντολVῆς). En este caso, la palabra ἐπιταγὴν designa lo que Dios ha querido, lo que Él tenía dispuesto, lo que estaba dentro de su «Proyecto», que en Romanos se explica con la perífrasis “este secreto del Plan de Dios”, en definitiva se refiere, como está dicho, con todas la letras, en el versículo 27 (el último de Romanos) a Jesucristo. «Y Dios vocaciona a María. Dios le presenta su Plan… Dios le ofrece un Proyecto… María se estremece. Dios calla. María se anonada. Dios espera. María hace silencio. Dios escucha. María pregunta. Dios salta de gozo. María no entiende con la cabeza. Dios le habla al corazón. María se abre a la llamada. Dios derrama sobre ella la fuerza de su Espíritu.»[1]

También, como sucede con el Salmo 89 (88), este libro del Nuevo Testamento cierra con una Alabanza Doxológica: «¡A Dios, el Único e Infinitamente Sabio, sea la gloria δόξα para siempre ες τος αἰῶνας (por todas las edades) por medio de Jesucristo! Amén» Rm 16, 27.

5

La obediente respuesta de María al arcángel San Gabriel « γένοιτό μοι » contiene la expresión que fue traducida al latín «fiat» y nosotros la denominamos el “sí de María”, sin olvidar que María no hablaba latín, ni griego; es posible que dijera Amén que es la voz hebrea correspondiente.

En esta respuesta está contenida la gran enseñanza Mariana para nosotros. Cuando la Virgen accede al pedido de Dios transmitido por San Gabri-el. Γένοιτό viene de γίνομαι y está en optativo aoristo, lo que quiere decir ansia de que se de, anhelada y gozosa aceptación; todo lo contrario de la aceptación resignada, a regañadientes, “¡me tocó! ¿qué más podemos hacer?”; no, la aceptación de María es más bien del tono del ¡Increible, maravilloso, no me cabe la dicha!. Esa dicha es la que está contenida en el Saludo del Arcángel: “Χαρε”.

David quiere darle a Dios un templo, será su hijo –Salomón- quien lo construya; luego, Herodes Antipas lo superará, construyendo otro, según se dice, más ostentoso; pese a lo cual, como decíamos arriba, este templo fue profanado por los Babilonios que el 9 de Julio de 586 entraron a saco en Jerusalén, reduciéndola a ruinas y robando los tesoros del templo que fueron llevados a Riblah, en Babilonia, junto con Sedecías y sus hijos, estos últimos fueron asesinados en presencia de su padre y a él, le sacaron los ojos.

Desde la perspectiva de Dios, Él se está preparando un Templo, no hecho por mano humana. La Virgen María, personificación del Pueblo de Israel, será ese Templo, y su propio Vientre será el Sagrario, el Sancta Sanctorum.

Leemos en Ex. 40, 34 que “la Nube cubrió la tienda del encuentro y la Gloria del Señor llenó el Santuario”; hoy leemos en Lc 1, 35 “El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios Altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va  nacer será llamado Santo e Hijo de Dios”.

No para ahí el tema del Templo. Vayamos a la primera a los Corintios en el capítulo 6, el versículo 19-20: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, y que el Espíritu Santo vive en ustedes?, Ustedes no son sus propios dueños, porque Dios los ha comprado. Por eso deben honrar a Dios en el cuerpo. Y, ahora veamos 2Cor 6, 16: No puede haber nada común entre el Templo de Dios y los ídolos. Porque nosotros somos templo de Dios viviente, como Él mismo dijo: “Viviré y andaré entre ellos; Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”.

Entonces ¿Qué es lo que nos corresponde? Exactamente como María Santísima, con la diferencia de que no daremos nacimiento a Jesús Encarnado, pero Él se encarna en nosotros:

Jesús no tiene manos,
tiene sólo nuestras manos
para construir un mundo nuevo
donde haya mas fraternidad y justicia.

Jesús no tiene pies,
tiene sólo nuestros pies,
para poner en marcha a los derrotados
por el camino de la libertad.

Jesús no tiene labios,
cuenta tan sólo con nuestros labios
para anunciar a los hombres
la buena noticia de la salvación.

Jesús no tiene recursos,
cuenta tan sólo con nuestro trabajo
para lograr que todos los hombres
vivan como hermanos.

Jesús, aquí tienes mis manos, mis pies,
mis labios, mi trabajo, mi sonrisa,
mi tiempo, mi ilusión, mi vida.

¡Aquí estoy Señor!
¡Iré contigo!

Vemos en María una Mujer de Acción, especialmente si la miramos en su momento histórico, cuando la mujer está culturalmente definida como un ente de pasividad: No bien acaba de saber que Dios ha fecundado su vientre cuando ella se encamina hacía Ein Karen a ver de su prima que –ya entrada en años- lleva en su seno maternal a Juan “el Bautista”; estando adelantada en su embarazo, la vemos viajar junto con San José, para irse a empadronar en Belén; no bien ha nacido su Hijo, El Salvador, tiene que huir a Egipto, para salvar la vida de su Bebé, perseguido por Herodes. Con razón Emilio Mazariegos ha titulado su libro “En éxodo con María”.

Haber aceptado ser la Madre de Jesús, fue una entrega de toda su vida, no se entregó por nueve meses, no se entregó por 10 ó 12 años, mientras Jesús pasaba de Dios a Hombre y de tierno Infante a Joven-Adolescente; no, nada de eso, como lo saben quienes son padres de familia, ser padre o madre es un rol que jamás se acaba, aún cuando el hijo ya peine canas. Lograremos percibir los ecos del compromiso adquirido al responderle al Arcángel San Gabriel sobre las demandas de Dios, cuando volvemos a registrar la presencia de María camino del Calvario y a los pies de la Cruz. Allí veremos que la entrega de su disponibilidad a la Voluntad de Dios fue un compromiso de toda la vida. Recientemente hemos recibido una tarjetita de una Comunidad de laicos comprometidos liderados por unas Religiosas que trabajan en un proyecto de entregar casitas prefabricadas a personas de muy escasos recursos; ponían ellos en la tarjeta  unos versos famosos del dramaturgo alemán Bertolt Brecht: "Hay hombres que luchan un día / y son buenos,/ hay otros que luchan un año/ y son mejores,/ hay quienes luchan muchos años / y son muy buenos,/ pero hay los que luchan toda la vida,/ esos son los imprescindibles"; estos versos podrían aplicarse a la Santísima Virgen y tendrían que ser aplicables a cada uno de nosotros en nuestro estilo de vivir la fe.

«La Biblia habla muy poco de la Virgen María, pero lo poco que dice es muy importante. Es lo suficiente para que la gente pueda conocer la grandeza de su sencillez y la riqueza de su pobreza. Es lo suficiente para que la gente pueda descubrir su mensaje para nosotros.»[2] En la Sagrada Escritura encontramos que María Santísima “lo conservaba y meditaba todo en su interior” Lc 2, 19 ¿es un ejercicio anamnético? Cuando Jesús ha vivido su Pascua, leemos en los Hechos de los Apóstoles que no, «la vemos presente en las raíces de la primera comunidad cristiana, perseverante en la oración y unida a los discípulos de su Hijo. Es la madre de ese movimiento organizado por su Hijo, la madre de la Iglesia naciente.»[3] Ella había atesorado todo en su Corazón-Inmaculado para poder cumplir esta labor, ser Madre de la Iglesia y por lo tanto Madre Nuestra.

«Todos ellos, con algunas mujeres, la madre de Jesús y sus parientes, persistían unánimes en la oración.» He 1, 14; observemos esta fidelidad y esta contemplación-en-la-acción, donde la acción es la oración. No estaban dando nacimiento a la Iglesia en un simple permanecer escondidos, en una inacción esperanzada; ¡no!, persisten orando, creciendo en fe, llenándose del Fuego del Espíritu Santo.  «El camino desde el Monte de los Olivos hasta la sala de la reunión de la comunidad un camino corto (menos de 2000 pasos permitidos para caminar en sábado) pero es un camino que exige esperar con paciencia y fortaleza el cumplimiento de la Promesa del Padre. Lento es el peregrinar de la comunidad en sus primeros momentos de integración y formación, se necesita mucha oración y reunión.»[4] Tiene razón el Padre Saravia cuando habla de oración y reunión, no basta la oración solipsista, es necesaria la oración comunitaria, la que se hace con el Grupo de Oración.

Volvamos al tema de la Χαρε «…ante la exclamación de una mujer que entre la muchedumbre quiere exaltar el vientre que lo ha llevado y los pechos que lo han criado, Jesús muestra el secreto de la verdadera alegría: –nos dice Benedicto XVI- “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” Lc11, 28. Jesús muestra la verdadera grandeza de María, abriendo así también para todos nosotros la posibilidad de esa bienaventuranza que nace de la Palabra acogida y puesta en práctica.»[5] Todo este llamado a ser y vivir como la Virgen, siguiendo su ejemplo de Madre de la Iglesia, con el más coherente estilo de Jesús, está concentrado en el episodio de las Bodas de Caná, en el versículo 5 del capítulo 2 de San Juan,: «La madre dice a los sirvientes: -lo que les diga, háganlo» Dios nos permita vivir así toda nuestra vida, haciendo todo cuanto Jesús nos pide que hagamos. Amén.



[1] Mazariegos, Emilio L. EN ÉXODO CON MARÍA Ed. San Pablo 1997 p. 15
[2] Mester, Carlos. MARÍA LA MADRE DE JESÚS 12ª ed. Ed. Tierra Nueva Quito 2001 p. 8
[3] Caravias, José L. sj. DE ABRAHÁN A JESÚS Ed. Tierra nueva. Quito 2001 p. 171
[4] Saravia, Javier sj. 2da Ed Tierra Nueva, Quito 2001 p. 21
[5] Benedicto XVI. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL “VERBUM DOMINI” San Pablo 2010 #124 p. 170

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