sábado, 11 de diciembre de 2021

GÓZATE Y REGOCÍJATE EN LA ESPERANZA

 


Domingo de Gaudete

Sof 3,14-18; Sal Is 12, 3.4bcd.5-6; Filip 4, 4-7; Lc 3,10-18

 

El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar la Buena Nueva a los pobres.

Aclamación antes del Evangelio - Is 61,1

 

Nadie está excluido de la esperanza cristiana porque está puesta en Dios que no falla nunca.

Carlo María Martini

1

Una y otra vez, hasta cansar a los lectores, -confiados en el poder pedagógico de la repetición-, enfatizaremos la Grandeza Inconmensurable del Niño Dios:

 

«La navidad es… una fiesta universal del corazón humano, de la fe pura y sencilla. Esta fe nos asegura: no necesitamos tener miedo de Dios. Él es un niño. Su llanto cariñoso no ahuyenta a nadie. Sus brazos están fajados. No son amenazadores. Más que el Señor de los ejércitos y el omnipotente que todo crea o destruye, Dios es ternura y humanidad. Él no sólo quiso visitarnos. Él decidió vivir con nosotros. Tener piel, sentidos, sentimiento, corazón, alegría y nostalgia. Por eso la navidad es la fiesta de la reconciliación con uno de los deseos más profundos del ser humano: el de sentirse aceptado definitivamente, de no ser amenazado por nadie, de encontrar el corazón caluroso de Dios.»[1]

 

«Siente, sí vergüenza de ser hombre, pero después de sentir esa vergüenza, acuérdate de que Dios pudo enamorarse de mil otras cosas en el universo y fue a encapricharse con este pobre ser que nosotros somos, los únicos que pueden volverse contra Él y ofenderle. Y, sin embargo, ya ves: fue de los hombres de quien se enamoró. A lo mejor, no estamos aún tan podridos. Y hay sitio en nosotros para una nube blanca.»[2]


 

«Es bueno ser humanos, hombres y mujeres, y tratar cada día de construir nuestra propia humanidad. Por causa del niño que duerme en nosotros estamos convencidos de que la luz tiene más derecho que las tinieblas, luz que nos da todas las razones para continuar viviendo y luchando.»[3]

 

Frente a los grandes problemas

del mundo y de la Iglesia,

de mi ciudad y de mi familia

también yo me pregunto a menudo:

¿Qué debo hacer?

…………………………………….

No me pides que haga milagros,

sino que gaste mi vida de manera diferente,

para ser, cada día,

grano para el pan

y no cascarilla para el horno.

 

No me exiges nada extraordinario,

Sino sólo que haga las cosas ordinarias

De manera muy especial.[4]

 

2

En el verso Lc 3, 15 se nos dice cómo estaba la gente Προσδοκῶντος δὲ τοῦ λαοῦ “Como el pueblo estaba en expectación…”; esa es la actitud que tenía la gente, es la misma que tenemos que tener nosotros en esta temporada, en este ciclo de Adviento. También en la Primera Lectura, tomada del profeta Sofonías leemos con expresiones en tiempo futuro: לֹא־  תִֽירְאִ֥י  רָ֖ע  עֹֽוד׃ “ya no temerás ningún mal”. En la segunda Lectura tomada de la Carta a los Filipenses se nos habla, en tiempo futuro, pero no en futuro remoto, sino en futuro inmediato: ὁ κύριος ἐγγύς. “El Señor está cerca” (Flp4, 5b). Todo alude a lo que ya viene, a nuestras esperanzas, a las promesas de Dios para con su pueblo.

 

El Cardenal Carlo María Martini nos formulaba una pregunta que tenemos que hacérnosla nosotras también y con mayor razón en esta temporada de Adviento: «¿Cuál es la esperanza que la comunidad cristiana está llamada a proclamar como monumento capaz de promover un nuevo modo de ser?»[5]

 

Él mismo nos había contestado en lo que se refiere a la finalidad de la esperanza, al decir que « …la esperanza cristiana tiene un término, un punto de referencia como objeto suyo propio: mirar hacía Jesucristo y su regreso»[6] «Ante todo, debemos recordar que la esperanza se refiere a algo que no se posee , que no se ve. La esperanza se refiere al futuro, se refiere a un término deseado y esperado. La esperanza cristiana se refiere, pues, al Reino de Dios en su plenitud… Esta esperanza es el término hacia el cual camina el hombre de fe, esta esperanza es Jesús en su totalidad de Cuerpo Místico realizado en plenitud.»[7]

 

«La fe-esperanza nos garantiza que, a pesar de todas las capas de ceniza que acumulemos sobre nuestro corazón, él siempre puede vibrar- él conserva una inocencia original. En él habita un niño que una vez fuimos y que nunca dejamos de ser.

 

Sucede que el tipo de vida al que históricamente nos sometemos, por lo menos en los últimos quinientos años – la famosa modernidad- nos lleva a correr de aquí para allá, a hacer todo aprisa, a romper todos los ritmos naturales, del día y de la noche, de cerca y de lejos, al punto de sentirnos frecuentemente envejecidos. El niño que somos, capaz de tomar su tiempo para la conversación de familia y de los amigos, capaz de combinar lo serio con lo jocoso, el trabajo con el ocio, la gratuidad con el deber, se retrae hacia el fondo del corazón. Y ahí es donde comienza a vivir de sueños…

 

…El niño en nosotros sueña con un mundo reconciliado, con una atmósfera de fiesta, en donde todas las personas sean amigas. Sueña con el profeta Isaías, desde hace casi tres mil años: el lobo habitará con el cordero, el león y el buey comerán juntos y el niño, sin recelos, jugará en la cueva de la serpiente. Actualizándolo, sueña con ciudades sin tugurios, con una convivencia sin violencia, con nuestras florestas respetadas, con los indígenas defendidos, con las mujeres liberadas, con los negros libres de las discriminaciones.

 

¿Qué sería de nosotros si no pudiéramos soñar? Nos ahogaríamos en la brutalidad de los hechos cotidianos. Quedaríamos prisioneros en las mallas de nuestras propias construcciones, siempre limitadas. El sueño nos libera hacía delante y hacia arriba.»[8]

 

«La visión del término, dada por Dios, se convierte entonces en estímulo y modelo para trabajar en la construcción de un mundo humano que tenga, en cuanto posible, las características de este término hacia el que tiende el cristiano.

 

¿Cuáles son estas características?

 

Son las características que no raramente acogen y promueven incluso movimientos de nuestro tiempo más allá de una referencia confesional o religiosa: justicia, libertad, fraternidad, paz, derechos humanos, y, por tanto, lucha contra la marginación, el hambre, la desocupación y todas las realidades que desfiguran la imagen ideal de la ciudad de los hombres que se construye a imitación de su término perfecto que es el Reino de Dios.»[9]

 

3

Para comentar la perícopa de Sofonías que leemos en este domingo Tercero de Adviento en el Ciclo C, queremos referirnos al comentario que hace Gianfranco Ravasi que nos llamó la atención sobre la palabra hebrea בְּקִרְבֵּ֔ךְ [beqereb] su significado y su traducción, que por otra parte nos había pasado totalmente desapercibida. «Poco anterior a Jeremías, Sofonías (=Yahvé protege) desempeña su misión en la época del piadoso rey reformador Josías (fines del siglo VII). Su predicación recogida en los 53 versos de su obrita va corriendo sobre dos registros temáticos fundamentales: el juicio implacable de Dios sobre todos los traidores de la fe yahvista (dignatarios de la vieja corte corrompida, seguidores de prácticas mágicas, mediadores de engaños y rapiñas) y la esperanza en un área de salvación destinada a todos los marginados, los anawin, es decir, los “pobres“ que han permanecido fieles al Señor, incluso en el  sufrimiento y la opresión…En este “día de la ira del Señor”… “hallan refugio” solamente los anawin (2, 3), sólo los que han sido fieles a la moral de la Alianza. A ellos se reserva el horizonte de luz que constituye el segundo componente del mensaje de Sofonías. Entre ellos no se hallan ni los jueces corruptos, “lobos vespertinos” siempre hambrientos, ni los políticos, “leones rugientes” ansiosos de presa, ni los “profetas orgullosos”, ni los sacerdotes perversos (3, 3-4). Entre ellos, en cambio, se encontraran los extranjeros justos, (2, 1; 3, 9-10), estará “un pueblo pobre y humilde” (3, 12) el “resto de Israel” (3, 13).»[10]

 

A continuación, después de trascribir la perícopa de la Primera lectura, Ravasi nos presenta –como lo decíamos al principio de este numeral, su comentario sobre la palabra que normalmente se traduce “en medio” u otras veces, “con”: «Es interesante observar que en hebreo “en medio de ti…” es bequereb que posee un matiz mucho más intenso: “en tus entrañas, en tu seno” (Lv 3, 3.8.9; 8, 21; 8,14). La ciudad santa vuelve a ser con los anawin la “hija de Sión” en cuyo seno se hace presente el Señor.»[11] Y esto es muy cierto, la palabra בְּקִרְבֵּ֔ךְ se deriva de  קֶ֫רֶב [qereb] sustantivo masculino que se puede traducir por “el seno”, “la parte interna”. Entonces, como lo indica Ravasi, la perícopa se tiene que traducir como “No temas Sión, no te acobardes; el Señor, tu Dios, se hace presente en tu seno”

 

Pasando a otro punto, miremos un momento la perícopa de la Segunda Lectura, démosle una mirada a la carta a los Filipenses para extraer una pauta iluminadora al leerla. Esta Carta ha sido llamada “la carta de la alegría”, San Pablo se refiere a los Filipenses llamándolos su gozo y su corona: Ὥστε, ἀδελφοί μου ἀγαπητοὶ καὶ ἐπιπόθητοι, χαρὰ καὶ στέφανος μου, οὕτως στήκετε ἐν κυρίῳ, ἀγαπητοί. Así que, hermanos queridos y añorados, gozo y corona mía, manténgase fieles al Señor, queridos míos.” (Flp 4, 1) Entonces, ¿qué mejor lectura para el Domingo de Gaudete que una perícopa tomada de “la carta de la alegría”?

 

Consideramos que la clave de la evangelización está en la ternura y el afecto que se ponga en ella. La gente necesita de la ternura, del cariño, de la afectuosidad, de la acogida. A menos que nos mostremos amorosos ¿cómo van a creernos que nuestro mandamiento fundamental es el del Amor?

 

Reparando en los escritos de San Pablo, se echa de ver en todas sus Cartas las expresiones tan dulces y cariñosas. Siempre percibimos en el trasfondo de su redacción los tintes de un verdadero “papá”. En otras ocasiones, especialmente hacia el final de su vida, particularmente en las cartas desde el cautiverio, su voz resuena bonachona, conciliadora, como la de un abuelo. Su vocativo más corriente es “Hermanos”, los hermanos están en pie de igualdad (quizás con la excepción del hermano mayor que tenía la autoridad de la primogenitura en esta cultura). De otra parte, aún desde la cárcel, no suena amargado, ni se deshace en reproches. Se dice con frecuencia que “un santo triste es un triste santo” –casi como “un Santo triste es un pobre diablo” y lo es, porque le hace mucho mal a nuestra fe. Esta es una de las principales lecciones que nos da San Pablo: Χαίρετε ἐν κυρίῳ πάντοτε· πάλιν ἐρῶ, χαίρετε. “Alégrense siempre en el Señor, se lo repito: ¡alégrense!”.Flp 4, 4.

 

4

¿De dónde podemos sacar tanta alegría en medio de tanta desdicha? ¿No es casi un pecado andar felices cuando se acumula en el mundo tanto dolor y tanta muerte?

 


Se atribuye al filósofo español Ortega y Gasset el siguiente aforismo: “Si Dios se ha hecho hombre, ser hombre es la cosa más importante que se puede ser”[12]. Esta idea nos ha ocupado hoy, en los numerales 1 & 2. Aún quisiéramos añadir una glosa adicional que habla con excelencia de las razones para nuestra alegría, muy lejanas a la indiferencia con el sufrimiento de nuestros semejantes: «Dios no responde al por qué del sufrimiento. Él sufre junto. Dios no responde al por qué del dolor, Él se hizo hombre de los dolores. Dios no responde al por qué de la humillación. Él se humilla. Ya no estamos solos en nuestra inmensa soledad. Él está con nosotros. Ya no somos solitarios. Sino solidarios. Enmudece la argumentación de la razón. Habla a la narración del corazón. Se narra la historia de un Dios que se hizo niño, que no pregunta sino que obra, que no responde sino que vive una respuesta»[13]

 

«Haz, Señor, que yo pueda

volverme una persona nueva

que no hace daño a nadie,

que se contenta con lo que tiene,

que trabaja con la misma entrega que el niño

que busca flores en los prados

o que razona soñando con sus juguetes.

 

Haz, Señor que yo ocupe

mi puesto en la historia

viviendo el heroísmo de tu mensaje

en la rutina de cada día,

teniendo por cierto que el mundo nuevo

nacerá de mis manos,

que seguramente no serán las únicas. Amén.»[14]



[1] Boff, Leonardo. TEXTOS SELECTOS. Ed. Paulinas. Santafé de Bogotá. Colombia 1992. p.129

[2] Martín Descalzo, José Luis BUENAS NOTICIAS. Ed. Planeta Barcelona-España 1998 p. 98

[3] Boff, Leonardo Op. Cit. p.131

[4] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN Tomo III- Ciclo C. Ed. Comunicaciones sin fronteras Bogotá Colombia. pp.15-16

[5] Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá. Colombia. 1995. Meditación para el 18 de Diciembre p. 550

[6] Martini, Carlos María. LAS VIRTUDES DEL CRISTIANO QUE VIGILA. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia. 2003  p. 59

[7] Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá. Colombia. 1995. Meditación para el 18 de Diciembre pp. 550-551

[8] Boff, Leonardo Op. Cit. pp. 129-130

[9] Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá. Colombia. 1995. Meditación para el 18 de Diciembre p. 551

[10] Ravasi, Gianfranco. LOS PROFETAS.  Ed. San Pablo Santafé de Bogotá – Colombia. 1996 pp. 135-136

[11] Ibid

[12] Citado por Martín Descalzo, José Luis. Op. Cit. p. 90

[13] Boff, Leonardo Op. Cit. p. 165

[14] Dini, Averardo.  Loc. Cit.

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