domingo, 19 de febrero de 2017

SED SANTOS


Lev 19, 1-2.17-18; Sal 102,1-2.3-4.8 y 10. 12-13; 1Cor 3, 16-23; Mt 5, 38-48

«Las dos tablas del decálogo se revisan con el corazón nuevo del Hijo… sois sal de la tierra y luz del mundo precisamente porque vivís con los otros como hermanos, que conocen al Padre común»
Silvano Fausti

«Con el Sermón de la Montaña delante, estamos en presencia de la Carta Magna del Reino mesiánico.»[1] Insistimos que no es solamente un Sermón de la Montaña, sino el ascenso a una. Por eso, nos hallamos ante una “ascesis”. Jesús –ya lo dijimos- nos lleva hacia el pico, y, allí, ¿qué nos encontramos? ¡Una propuesta de perfección!: «… el Reino es la justicia de Dios, mucho más exigente que la justicia que practican los seres humanos. Sólo la perfección de la justicia puede traer libertad y vida para todos[2]

Hay un aspecto del mayor relieve, San Mateo al entregarnos este relato en su Evangelio establece un abierto y contundente parangón entre Moisés y Jesús; ellos son los grandes legisladores, que comunican entregando al hombre la Ley que el Mismo Dios promulga: «Así como Moisés, desde el Sinaí, había dado a su pueblo el gran código para encaminarse hacia Dios, así también Cristo desde otro monte proclama otra ley, pero una ley más perfecta. En el sermón de la montaña, Cristo establece los preceptos que rigen las principales situaciones del hombre. Mateo nos presenta, con su compilación de varios aspectos de la doctrina de Cristo el espíritu que anima a los que quieren entrar en el reino de Dios, el perfeccionamiento de las leyes y prácticas del judaísmo…».[3]


Jesús examina seis “mandamientos” enunciados por la vía negativa:
También sabéis que se dijo a los antiguos”. Los presenta con la fórmula: “Habéis oído que se dijo…”, o, de manera similar: “Sabéis que se dijo…”; “También se dijo…”, nuevamente, por dos veces, “Sabéis que se dijo…”. De estos seis se vieron cuatro el Domingo anterior; el VI Domingo Ordinario (A); este Domingo VII Domingo Ordinario (A), trabajaremos los dos finales.

1)    No mataras
2)    No cometerás adulterio
3)    Todo el que repudia a su mujer, que le dé el acta de divorcio.
4)    No juraras en falso
5)    Ojo por ojo y diente por diente.
6)    Amaras a tu prójimo y odiaras a tu enemigo.

Esta es la Ley formulada de manera imperfecta; Jesús nos introducirá en la Ley Perfecta con la fórmula “Pero yo os digo”. «Verdaderamente el sermón nos coloca ante bellísimos y también arduos ideales que quizá nunca alcanzaremos. Pero son posibles, y son a la vez un estímulo para posteriores esfuerzos y una ocasión de examinar lo ya alcanzado. A pesar de todo, la presencia de Dios nos preserva del desaliento.»[4]

«La ley no es nueva, sino antigua. Pero el modo de cumplirla es nuevo: ninguno nunca la ha propuesto ni observado de este modo, que es el del Hijo. En efecto, el principio de su justicia es el amor al Padre.»[5] «En la Antigua Alianza el tono es más bien negativo y amenazador: “No harás esto y aquello. Mientras que en la Nueva Alianza es positivo y alentador: Bienaventurado el que hace esto y esto… Cristo se preocupó por reanimar la ley,… yendo hasta el fondo mismo, hasta la esencia; y la esencia es el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo».[6]

Este amor a uno mismo que está en la esencia genética del amor al prójimo, nos conduce hacia una nueva relación que moldea las relaciones interpersonales  poniéndolas siempre a todas en clave de fraternidad. Por el amor al prójimo no puede brotar de la nada, por algún espécimen de “generación espontanea”. Por el contrario, el amor al prójimo tiene un precedente germinal en el auto-amor: Debemos y necesitamos visualizarnos y hacer consciencia de “ser templos”, “Templos vivos”.


El tema del culto aparece aquí vibrante en toda su maravillosa diafanidad. O mejor, en toda su prodigiosa teofanidad! El culto no consiste en edificios magníficos (que también son honor y Gloria al Señor), sino en un corazón orante, humilde y contrito por su condición de pecador, que lucha por vivir coherentemente mplo. la Voluntad del Señor. El culto es conciencia cabal de ser Templos del Espíritu Santo, y conservarnos “puros” para –pese a sólo ser vasijas de barro- alcanzar la sacralidad de Templo. La trascendencia del Templo radica en ser un espacio puesto aparte y especialmente propicio para comunicarnos con Dios. Nuestro corporeidad hace de nosotros una construcción de “barro” en la ue Dios habla y el hombre escucha. Así nos lo explica la 1Cor 3, 17c: “porque el tiempo de Dios es santo”. Esa santidad se nos reclama perentoriamente porque de otra manera uno se autodestruye como Templo y se hace reo de destrucción.

Pero ¿cómo nos hacemos templo, y más aun, cómo llegamos de vasijas de barro a ser Templos del Espíritu Santo? Esto es porque –como ya lo hemos enfatizado- somos hijos en el Hijo. Allí, en ese mismo instante, se da la “transformación” dejamos de ser para llegar a ser; y, por pura gratuidad, por pura Gracia. En el texto del Evangelio de San Mateo que constituye la Liturgia de la Palabra de este Domingo, está presente la palabra “Padre”, por dos veces, para indicar y explicitar la relación entre Dios y nosotros.

Nuestra condición de hijos de Dios nos vocaciona a una manera especial de relacionarnos con el “prójimo”. Somos –cuando llegamos a la esencia misma de nuestro ser- portadores de un Amor que recibimos por Gracia; hemos sido graciosamente consagrados Templos en el Amor del Padre. Y, por lo tanto, llamados a guardar coherencia velando por nuestra relación de hermanos; «Quien no considera al otro como hermano, ha sacrificado la propia vida como hijo y la arroja al basurero.»[7]

No consiste en que cada uno por separado sea Templo. En la perícopa de la 1ª Carta a los Corintios dice que “ustedes son el templo de Dios… ustedes son ese templo”. No pasemos por encima de este “dato”. Esa “santidad” de templo, esa perfección mandada en la nueva ley viene a nosotros como “comunidad” y vive en la fraternidad que sepamos entretejer con todos los “hermanos”.




[1] Moratiel Villa, Félix J. LA BIBLIA EL LIBRO DE LOS LIBROS. LA PALABRA DE DIOS AL ALCANCE DE TODOS. Ediciones 29. Collección inicio. Barcelona-España 2000. p. 118.
[2] Storniolo, Ivo. CÒMO LEER EL EVANGELIO DE MATEO. EL CAMINO DE LA JUSTICIA. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia. 1999. p.63
[3] Fannon, Patrick. LOS CUATRO EVANGELIOS. BREVE INTRODUCCIÓN A SU ESTRUCTURA Y MENSAJE. Ed. Herder. Barcelona-España. 1970. pp. 89-90
[4] Ibid.
[5] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia. 2011. p. 83.
[6] Moratiel Villa, Félix J. Op. Cit. pp. 129-130
[7] Fausti, Silvano. Op. Cit. p. 85

No hay comentarios:

Publicar un comentario