sábado, 6 de febrero de 2016

DISPONIBILIDAD DE LOS CONVOCADOS


Is 6, 1-2. 3-8; Sal 138( 137), 1-2a. 2bc. 3. 4-5.7cd. 8bc; 1Cor 15, 1-11; Lc5, 1-11

Si confiesas con tus labios que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó, entonces alcanzarás la salvación.
Rm 10, 9

Jesús instituye a los Doce con una doble misión; “para que estuvieran con Él y para enviarlos”.
Benedicto XVI

La Primera Lectura, se toma del Libro de Isaías y, nos llama la atención la centralidad que tiene los “labios”, y en general la “palabra” en esta perícopa. Efectivamente, el serafín (palabra que traduce “ardiente”, en el mismo sentido que a los dos de Emaús les “ardía el corazón al escucharlo”), no purifica los ojos del que va a ser profeta, ni su sentido del tacto, ni su olfato. La brasa, sacada y manejada con “tenazas” para la purificación, está dirigida a la boca: porque este es el “órgano” profético.  El profeta es consciente de ello, puesto que le preocupa que su pueblo sufra de impureza precisamente en los labios así como él mismo se reconoce pecador por culpa de sus labios. (Los labios serán “ardidos” para que queden purificados). Y, una vez ha sido purificado, ¿qué tarea se le encarga? ¿Para qué ha sido vocacionado? El texto lo expresa contundentemente:


-El preguntar “¿A quién he de enviar?” se ve que él ha sido vocacionado para asumir un envío.
-Al preguntar “¿Quién me servirá de mensajero?” se manifiesta con mayor intensidad el papel de “profeta”, es decir, de portavoz, de trasmisor, de heraldo. «El profeta se sabe enviado por Dios para ser su portavoz: “Ve y di”.»[1]
La perícopa concluye con la aceptación del envío: “¡Aquí me tienes, mándame!”
Nos damos de frente con el corazón de la liturgia de este Quinto Domingo Ordinario del ciclo C: La respuesta del que fue “llamado” para ser Απόστολος “enviado”.


Los primeros Domingos de este ciclo leímos la Palabra en clave de Epifanía, porque Dios mismo nos estaba mostrando que Jesús era su Hijo, así lo vimos en el episodio de los Reyes Magos, en el Bautismo de Jesús y en las Bodas de Caná e –inclusive- cuando Jesús tomó el rollo de Isaías y leyó aquella Palabra que se hizo verdad al leerla Él, y que se sigue haciendo verdad toda vez que seamos capaces de ver en Jesús al Mesías, al Esperado, al Salvador.

Pero, a partir de Lc 4, 13 podríamos ver un cambio de talante en el Evangelio Lucano. Ya no está centrado en “revelar” a Jesús como el “Ungido”, ahora, empieza Jesús a revelarse, en sus acciones como “liberador”. Y el texto que leímos en el Evangelio del Domingo anterior, mostraba que el “mensaje” no era exclusividad de Israel, sino que la Palabra se anuncia allende las fronteras, porque no tiene fronteras, es ¡para todo el mundo! Y –aquí- debemos añadir que el anuncio es indispensable: «es necesario el anuncio porque el nacimiento de Dios en medio de nosotros no se puede deducir con ningún razonamiento ni se puede producir con ningún esfuerzo humano. Ninguna otra premisa, sino la promesa de Dios, está en condiciones de darnos a conocer el don de Dios.»[2]

Y vimos a esa gente judía enardecida porque el anuncio no lo podían acaparar y, ya entonces, como suele suceder y sigue sucediendo, al que no piensa igual, al que no cree lo que nos gusta, se le quiere “borrar del mapa”. Nos llamaba la atención el Padre Alberto Parra s.j. que esta había sido la primera actuación pública de Jesús y ya desde ese momento, lo primero que pensaron fue en matarlo.
Demos, ahora, un mínimo vistazo al contenido del κηρύσσωanuncio”. Contiene los siguientes siete aspectos.
-Cristo murió por nuestros pecados en cumplimiento de las Escrituras
-que fue sepultado
-que resucitó al Tercer Día, también según las Escrituras
-que se apareció a Céfas y luego a los Doce.
-después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez…
-Luego se apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles.
-Finalmente, también se le apareció a San Pablo.

Y lo seguimos, para comunicarlo, no por seguirlo, sino ¡para transparentarlo!


Para abordar esta tarea, “católica” (recordemos que la palabra católico significa “universal”) Jesús requería un “equipo” de “anunciadores” y es eso lo que nos muestra la Liturgia de la Palabra este Domingo. El salmo responsorial que proclamamos en esta jornada 138(137) está comprometido -desde ya- en esa tónica: «…este mensaje, esta “palabra” (aparece dos veces en este salmo) recibida gozosamente por Israel, y destinada un día a todos los hombres. “Te alabarán todos los reyes de la tierra, cuando oigan las palabras de tu boca”. Los reyes representan a su pueblo; a través de ellos, todos los pueblos darán gracias a Dios, en el día escatológico del Mesías. ¡Admirable visión universalista!»[3]

Como lo señalábamos arriba, en la Primera Lectura, ya está este tema de la vocación para ser “mensajeros” portadores de la “noticia” salvífica en tanto que liberadora. Y se destaca que el anuncio es una comunicación verbal donde la Palabra desempeña el rol protagónico.

¿Cómo se asume la misión? ¿Cómo se asume el envío? Ahí está el quid del asunto: ser capaces de “dejarlo todo y seguirlo”. Sin dilaciones, sin plazos perentorios, no se pide permiso para ir a enterrar a “sus” muertos, porque a los muertos los entierran los “muertos”; los vivos están muy ocupados, porque están comprometidos con la Vida; con la Vida inagotable, la de la gracia!


El marco espacial de la perícopa del evangelio es el lago de Genesaret, «Para el antiguo Israel el mar era un símbolo de las naciones paganas. Por lo tanto, ya podemos sospechar un simbolismo: la enseñanza de Jesús se extenderá por todas las naciones…»[4] Una vez más retornamos sobre la idea de un mensaje sin exclusividades, un anuncio que llega para “globalizarse”, en el mejor sentido de esta palabra.

Es clave para entender el texto que Jesús se sentó en la barca a “enseñar a la gente”, luego, enseñar a la gente es la traducción correcta para la expresión “ser pescador de hombres”. La barca es la comunidad eclesial, hemos sido llamados para “echar la redes” y, así nadie tenga pretexto de habérsele negado la oportunidad de subir a la barca de la “Comunidad Creyente”.

Podemos amarrar las barcas y seguirlo, o, quedarnos lloriqueando a la vera del camino…



[1] Equipo “Cahiers Evangile” PRIMEROS PASOS POR LA BIBLIA. Ed. Verbo Divino Estella (Navarra) – España 1992 p. 19
[2] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE LUCAS. Ed. San Pablo 3ª edición. Bogotá-Colombia 2014 p. 63
[3] Quesson, Noël. 50 SALMOS PARA TODOS LOS DÍAS. Tomo I e. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1996 pp. 253-254
[4] Stornilolo, Ivo. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE SAN LUCAS. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1995 p. 58

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