sábado, 22 de marzo de 2014

AGUA QUE FLUYE EN CLAVE DE AMOR


YO SERÉ SU DIOS Y USTEDES SERÁN MI PUEBLO
Ex 17,3-7; Sal 95(94), 1-2. 6-9; Rom 5,1-2.5-8; Jn 4, 5-42

Los tomaré a ustedes como pueblo mío, y yo seré su Dios.
Ex 6, 7a

Me quito la sed tomando de esta manantial, que por esto se trasforma todos los días en fuente del pueblo para saciar a todos los sedientos del mundo.

Averardo Dini

Incapacitados para ver una salida

¿Nos hemos descubierto –alguna vez- atrapados en una situación  donde percibimos una  ausencia de control sobre el resultado de una situación? Esta pregunta vienen al caso porque el concepto general que las personas tienen sobre su realidad, sobre su propia historia personal, es la de encontrarse en una callejón sin salida, ciego en ambos extremos, en una suerte de laberinto, ciego por todos los puntos donde –por mucho que se procure salir- no se ve escape posible.



Para estos atolladeros la sicología ha acuñado dos flamantes términos: “desesperanza aprendida” e “indefensión aprendida”. «Hoy sabemos que en la política y en la guerra se usan estrategias para generar en los disidentes, opositores y/o enemigos, estrategias de este tipo para desmoralizarlos y evitar iniciativas resistentes a los abusos de poder»[1].



«Cuando yo era chico me encantaban los circos. Y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. También a mí, como a otros, me llamaba la atención el elefante. Durante la función la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal…

Pero después de su actuación, y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.


Sin embargo, la estaca era solamente un minúsculo pedazo de madera apenas enterrada unos centímetros en la tierra.  Y aunque la cadena era gruesa, me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol con su propia fuerza, podría, de una forma muy sencilla, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, pregunté a algún maestro, a mi padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque está amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, entonces ¿Por qué lo encadenan?... No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.



Hace algunos años descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante del circo no escapa por que ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, y tiró de aquella cadena tratando de soltarse.  Y a pesar de todo su esfuerzo no lo logró. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar y también al otro sin tener buenos resultados… hasta que un día, un terrible día para su historia el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.



Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE.

Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás. Jamás intentó poner a prueba su fuerza otra vez…

Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos hacer" simplemente  porque alguna vez probamos y no pudimos.



Grabamos en nuestro recuerdo "no puedo... no puedo y nunca podré'', perdiendo una de las mayores bendiciones con que puede contar un ser humano: La fe. La única manera de saber es intentar de nuevo, poniendo en ello TODO NUESTRO CORAZÓN y todo nuestro esfuerzo, como si todo dependiera de nosotros, pero, al mismo tiempo, confiando totalmente en Dios como si todo dependiera de Él.»[2]


Sin ser esclavos propiamente, vivían esclavizados

El pueblo de Israel que había terminado por vivir en esclavitud en Egipto, donde llegaron y fueron bien acogidos originalmente, y se hicieron prácticamente ricos, y crecieron en gran número, todo lo cual produjo preocupación en los egipcios que vieron en su desarrollo una amenaza, así que les aumentaron los impuestos, y, les impusieron mayor impuesto de trabajo, también les impusieron capataces despiadados que los maltrataban, fue precisamente en esa situación que Moisés mató a un capataz y tuvo que huir. Por eso también, cuando YHWH habló a Moisés le dijo: “claramente he visto como sufre mi pueblo que está en Egipto. Los he oído quejarse por culpa de sus capataces, y sé muy bien lo que sufren. Por eso he bajado a salvarlos del poder de los egipcios; voy a sacarlos de ese país y llevarlos a una tierra grande y buena donde la leche y la miel corran como el agua.” Ex 3, 7b-8c.



Toda la historia de opresión y explotación los había llevado a sentir que no podían ya sacudirse del yugo opresor. ¿Cuál es pues el rol de Moisés? Levantar el ánimo de su pueblo, mostrarles que si podían “arrancar la pequeña estaca de madera”. Moisés fue el instrumento liberador de YHWH para que su pueblo “elegido” saliera de su lamentable condición en Egipto.

Pero cuando se ha vivido largo tiempo la condición del explotado, podemos aplicar aquí la imagen del elefante y decir que "El elefante del circo no escapa porque había estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño". Esa mentalidad de explotado se ha internalizado de tal manera que termina por amarse el servilismo, al punto que, después en el desierto, añoran la carne y las cebollas que comían en Egipto. Viene luego el episodio que nos narra la perícopa de este Domingo Ex 17, 3-7, donde el pueblo se queja de sed y Dios les da agua que mana de  la roca que golpea Moisés con su vara, según las instrucciones que el propio YHWH le había dado. Toda la escena tiene como marco espacial Masá y Meribá, lugares geográficos de la ruta en el desierto, cuyos nombres traducen, precisamente, prueba y querella, porque esto fue lo que hizo el pueblo retar y querellarse con Dios.



Nunca será suficiente insistir que YHWH los hizo vagar 40 años por el desierto precisamente para que se purificaran de su mentalidad servil, de su acomodo a la mentalidad de explotados, de su conciencia de oprimidos. Fue el duro proceso de aprender a vivir en “libertad”. Recuerdo haber visto una película donde un ex presidiario se suicida porque ya no sabe vivir libre, porque ya se había acomodado al ritmo de la cárcel hasta tal punto que su vida en libertad es más penosa para él, acostumbrado al cautiverio- llegando a echar de menos sus cadenas. La idea-imagen se puede llevar más lejos, ha habido mujeres que llegan a extrañar las palizas de sus maridos… y, por mucho que nos extrañe a los que detestamos las golpizas, nació aquel dicho de “porque te quiero te aporreo (según la pronunciación popular “te aporrio”)”.

¡40 años de errar por el desierto! Así sería de profunda la alienación de ese pueblo y su olvido del valor inapreciable de la libertad. El cruce del Mar Rojo es una figura de esa limpieza mental indispensable para salir de la condición y de la resignación a vivir en la condición de subyugado.



También el agua bautismal alude a esta desintoxicación. Cuando nos hemos habituado a vivir en el pecado, es preciso un proceso de limpieza mental, y del corazón también, para ser capaces de asumir el precio de vivir por fuera de él. Muchas veces oímos del combate que dan los santos contra el Maligno  que los ataca y los tortura despiadadamente porque quiere arrastrarlos de cabeza hacia el fondo. ¡Esas son las tentaciones!

Cruzar un Mar de Sangre

La libertad tiene un precio, la libertad dignifica, pero no es gratuita. ¡Hay que atravesar al otro lado del Mar de Sangre que derramó el Redentor!



El Salmo celebra la Alianza. En este Salmo 95(94) se convida al pueblo a restablecer la Alianza. Se lo llama a dejar la actitud que tuvieron en Masá y en Meribá y a reconocer que Dios es Grande, es Bondadoso, es Dios-Creador, es amoroso-protector y defensor, Dueño de todo lo creado. Y retoma la idea de que haber quebrantado la Alianza los llevó a ser castigados. ¿Cuál fue el castigo? Vagar 40 años por el desierto, no poder entrar en el “descanso” del Señor.



La Alianza implica una relación de toma y da-acá. Dios bendice, Dios protege, cuida y alimenta; da de comer y de beber, pero el pueblo también tiene su parte contractual en el pacto de la Alianza: Debe vivir su condición filial, reconocerse hijo del Padre Celestial, asumir la obediencia, la fidelidad al Padre; respetar sus mandatos, vivir coherentemente lo que Él le ha enseñado.

«En el año 721 a.C. , Samaria, capital del Reino del Norte, fue invadida por los asirios. La política de dominación adoptada por Asiria era acabar con la organización del país dominado. Ese imperio deportaba a los pueblos dominados de una región a otra.

Para poblar la región de Samaria, Asiria deportó sus colonos de cinco regiones diferentes: Babilonia, Cutá, Avá, Jamat y Sefarvayím (2 R 17, 24) Cada pueblo llevó consigo su cultura y sus dioses. Con el correr del tiempo, esos colonos asirios se unieron con los judíos, formando un nuevo pueblo. Los samaritanos.»[3]

«Los samaritanos tuvieron un papel decisivo en la formación de la comunidad del Discípulo amado. Por eso el evangelio de Juan presenta el episodio de Jesús con la samaritana y muestra que ha llegado el final del culto que discrimina y margina personas y grupos. La samaritana no tiene nombre, y ese detalle indica que ella representa a todos los samaritanos, que eran considerados por los judíos como personas impuras e idólatras»[4].

También la Samaritana del evangelio padece una triple cadena: Es Samaritana, es decir extranjera; es mujer, tremenda alienación en esa cultura donde la mujer era prácticamente menos que un mueble, algo así como un burro; y la “cadena” del amor-fetichizado, de tener “maridos” que no son “marido” porque “no eran suyos”, eran hombres transeúntes por su vida, no compañeros de vida, no –co-constructores de un hogar, de una familia, compañeros de una misma “lucha”.

«El corazón del hombre no puede vivir “sin un dueño”. Cuando el corazón anda de ídolo en ídolo, de cosa en cosa, de dependencia en dependencia, al final se siente vacío, desganado, perdido y solo. El corazón duele cuando no lo llena quien es la medida de nuestro corazón: Dios.


Al corazón no se le puede mentir. No se le puede enmascarar. No va en juegos de mentira. Al corazón se llega sin razones, sin manejos; se llega por la intuición. El corazón sufre cuando es maltratado, golpeado por una vida vivida “sin corazón”. Al corazón no se le engaña dándole a beber “aguas contaminadas, aguas sucias”. Le gusta el agua limpia, el agua fresca y pura. Al corazón  no le van los postizos, no le cuadran los disfraces. Porque el corazón del hombre lo creó Dios, salió de sus manos, tiene su marca, su sello, su hechura. Y nada lo satisface sino el mismo Dios.»[5]

«Un corazón herido es un corazón indigente. El corazón herido de Jesús, plenamente humano, necesitaba y necesita amistad. Rechazado, necesita fe, confianza y fidelidad. ¿No era eso lo que buscaba en sus discípulos y seguidores durante su misión, que creyeran en Él, que demostraran su caridad amando al prójimo y permaneciendo en su amor? ¿No eran causas de su tristeza y soledad la falta de fe y confianza que hallaba en sus seguidores y discípulos?»[6]

אֱלֹהִֽים׃ כְּאַיָּ֗ל תַּעֲרֹ֥ג עַל־אֲפִֽיקֵי־מָ֑יִם כֵּ֤ן נַפְשִׁ֨י תַעֲרֹ֖ג אֵלֶ֣יךָ
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti Dios mío.
Sal 41, 2


El agua que le dará Jesús, es agua purificadora, re-dignificadora, que le enseña a vivir al margen del pecado, a vivir libre respecto de él. La levanta; no la discrimina[7] sino que la trata de igual a igual. Le habla por encima de las discriminaciones raciales y de género y también, la va como llevando de la mano, para hacerle entender que lo que ella llama “maridos” dista mucho de serlo. «Ahora ella es una mujer diferente. Mujer nueva. Mujer regenerada. Mujer limpia y feliz. Mujer profunda y cercana. Mujer fuerte.»[8]

«… todo lo que me limite, me está impidiendo llegar a esa plenitud, a esa totalidad, a esa abundancia en la vida, en la Gracia para hacer todo lo que yo puedo, quiero y debo ser,…»[9]


La Segunda Lectura reconoce que –y en el ara de la brevedad sólo diremos esto- Jesús al sacrificarse por nosotros mostró nuestro valor a los ojos de Dios. Por encima de nuestros defectos y virtudes, tanto y tantísimo valemos para Él, que aun cuando no seamos “justos”, Dios no escatimo a su Hijo, su Amado, en quien tiene sus complacencias, y lo entregó por nosotros. Reflexionemos  y justipreciemos cuánto nos ama y cuánto valemos a Sus Ojos. ¡Él tiene sed, sed de nuestro amor!







[1] Yagosesky, Renny. LA DESESPERANZA APRENDIDA. http://www.gestiopolis.com/organizacion-talento/perdida-de-la-motivacion.htm
[2] Agudelo C.  Humberto A. VITAMINAS DIARIAS PARA EL ESPÍRITU 2. Ed. Paulinas. Bogotá – Colombia 3ra RE-IMPRESIÓN 2005 pp.263-264
[3] Centro Bíblico Verbo LA NUEVA VIDA NACE DE LA COMUNIDAD. EL EVANGELIO DE SAN JUAN. SUBSIDIOS PARA ENCUENTROS. Ed. San Pablo. Bogotá- Colombia 2010. p. 40.
[4] Bortolina, José. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE LA VIDA. Ed. San pablo Bogotá Colombia. 2002
[5] Mazariegos, Emilio L. DE AMOR HERIDO Ed. San Pablo. 3ra  Edición  2001 Bogotá-Colombia. p, 126
[6] Galilea, Segundo. LAS LUZ DEL CORAZÓN. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1995 p. 116
[7] Los samaritanos se dan cuenta que Cristo NO es un Mesías limitado a los “judíos”, sino abierto a todas las razas y marginados del mundo, incluso a ellos (Jn 4, 41-42). Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá – Colombia. 1999 p. 45
[8] Mazariegos, Emilio L. Op. Cit.  p. 131
[9] Vallés, Carlos G. sj. TESTIGOS DE CRISTO EN UN MUNDO NUEVO. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá 1995. p. 52

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