sábado, 4 de agosto de 2012

MAESTRO, ¿CUÁNDO LLEGASTE ACÁ?



Que hoy y mañana y siempre, hasta que la transformación haya sido completamente terminada, se repita la Palabra Divina: “Esto es mi Cuerpo”

Teilhard de Chardin

1

Nos quedamos el Domingo pasado en la búsqueda de la unidad. De todas las formas de unidad desde distintos enfoques: a) Unidad con toda la creación, que es una unidad cósmica, universal, con todas las creaturas, una unidad ecológica. b) Unidad con todos nuestros hermanos de la raza humana, que nos conduce a l fraternidad, a la solidaridad, a comprender que todos somos hermanos, hijos de Dios, aún cuando estemos afincados en distintas religiones. c) Luego, y no menos importante, unidad con todos los que creemos en Jesús y nos hemos propuesto seguirlo, superando la diversidad de enfoques, debemos buscar la unidad, esa que impulsamos desde el diálogo ecuménico, que –definitivamente- no consiste en hacernos de la vista gorda con las diferencias, sino en reconocer que hay diferencias y, a partir de ahí, dar inicio al diálogo respetuoso, buscando identificar lo que tenemos en común, lo que nos acerca, lo que nos permite trabajar hombro a hombro y entonces, trabajar juntos con nuestros puntos de convergencia por la construcción del Reino, en aquellas tareas comunes que las diferencias no entorpecen; ese es el camino, no vivir como “perros y gatos”, sino trabajar juntos por acercar el Reino de Dios a nosotros, Jesús hará el resto para que alcancemos la unidad ecuménica.



Jesús, no entró en el juego, se fue cuando vio que querían erigirlo rey. Él los alimento, luego las multitudes vieron en Él un solucionador de sus problemas, Alguien en quien podían recostar la atención y la satisfacción de sus necesidades materiales y que les mantendría la barriguita llena. Pero ese no es el Mesías, esa es una caricatura burda de mesías, si Jesús siguiera este juego, en vez de hacernos libres, nos haría serviles, títeres sin dignidad, no personas sino marionetas –mejor dicho- esclavos. Esa multitud lo ζητοῦντες “sigue”, saltan a los botes y parten hacía Cafernaún: ἐνέβησαν αὐτοὶ εἰς τὰ πλοιάρια καὶ ἦλθον εἰς Καφαρναοὺμ ζητοῦντες τὸν Ἰησοῦν. Jn 6, 24

Pero Jesús descifra la situación: Si, la gente lo sigue, pero porque les dio de comer hasta que se hartaron: ζητεῖτε με… ὅτι ἐφάγετε ἐκ τῶν ἄρτων καὶ ἐχορτάσθητε. Jn 6, 26b. Es entonces cuando Jesús les da una guía de discernimiento: no han de trabajar por la comida de un día sino por la comida que permanece, con la que uno alcanza la vida eterna Cfr. Jn 6, 27a.

¿Quién nos puede dar tal alimento? La respuesta viene a continuación, en el mismo verso 27 b: El Hijo del Hombre quien fue directamente encargado por le Padre. A esta respuesta se le encadena una nueva pregunta que le hace la gente: ¿Cómo merecer ese pan? ¿Con qué obras se hace uno digno de comer el pan de la Vida Eterna? Y Jesús responde, simple y sencillamente hay que creerle a Jesús lo que Él dice, porque el es el Enviado. Cfr Jn 6; 28.

A veces, pequeñas imprecisiones conducen a errores garrafales. Típico es el caso del Maligno que –revestido de serpiente- dijo a Eva que Dios les había prohibido comer de “todos los árboles del Jardín del Edén” Cfr. Gn 3,1; allí, agazapada entre la verdad que si les había prohibido, está –enroscada como serpiente- la mentira ya que sólo les prohibió comer de un árbol, el que estaba en el centro del Jardín. En este texto subyace la afirmación que Moisés les dio de comer el maná; pues bien, Jesús corrige y precisa: “En realidad no fue quien les dio pan del cielo. Mi Padre es el que les da el verdadero pan del cielo.” Jn 6, 32.



¿Cuál es ese pan que ha bajado del Cielo, ese pan que nos da el Padre Celestial?  “Yo soy”, dice Jesús; claro que es Jesús, Él verdaderamente satisface todas nuestras ansias y apaga nuestra sed y nuestra hambre para siempre. Nuestra sed de infinito y nuestra hambre de trascendencia se ven en Jesús absolutamente satisfechas y no con una satisfacción pasajera sino radical y totalmente saciadas. La saciedad que produce el pan material que Jesús dio a la gente en la multiplicación de los panes y los peces εἴδετε σημεῖα es imagen, es signo, prefigura la saciedad espiritual que prodiga Jesús al nutrir nuestra vida. Se ve claro porque la tradición ha dado a este capitulo 6 del evangelio de San Juan el título de Pan de Vida, es que Jesús es el Pan de Vida. Seguimos a Jesús para saciarnos de Él, no para llenar la tripita y tener el sustento garantizado arrullados al pie de las “ollas de carne” de las que se nos habla en Ex 16, 3; y la yuca siempre en el plato, como un contrato con Dios: aliméntanos que nosotros dormiremos con las piernas y los brazos cruzados, que el mundo siga girando que nosotros tenemos el estómago bien lleno: Vida de chanchos.

¿Es ese el Rey que queremos? Pues Jesús, ante tamaña desfiguración de Cristo (el Ungido) –como vimos la semana anterior “huyó solo a la montaña” Jn 6, 15c. La gente no había entendido nada. El signo de la multiplicación de los panes que debía leerse ante todo como super-abundancia de espiritualidad, fue entendido y falseado como despensa franca. Teníamos el milagro justo frente a nuestros ojos y no lo pudimos entender, lo que entendimos fue ora cosa. Esa actitud cómoda que nos brota con automatismo, sin reflexionar, simplemente sale de los poros; ha recibido el nombre de “recostarse”, porque efectivamente significa poner a Dios a arar, sembrar, recoger, moler, amasar y hornear el pan, mientras nosotros estamos muellemente recostaditos, roncando…

Que distinto fue el signo: 1) Jesús les pone una primera tarea: hacerlos sentar. 2) Después, la segunda tarea, recoger en canastas todo lo que había sobrado teniendo buen cuidado de que nada se desperdicie. Son dos tareas; nada de recostaditos m´hijitos. Antes, los había hecho reflexionar: ¿Dónde podremos conseguir pan para que coman? Es decir, les planteo el Gran Interrogante porque en lo sucesivo ellos tendrían que encargarse, ingeniarse la salida, idear la solución. Hemos insistido, pero conviene enfatizarlo para que veamos que Jesús no nos quiere recostaditos, que se valió de los panes y los peces del muchacho… aún cuando habría podido partir de la nada. El signo es ese: que Jesús es el alimento espiritual que nos deja totalmente satisfechos, pero la tarea del alimento material sigue ahí, encargada a nosotros, y la pregunta sigue resonando, dirigida a todo el que se llame cristiano, a todo el que se quiera discípulo de Jesús: πόθεν ἀγοράσωμεν ἄρτους ἵνα φάγωσιν οὗτοι; ¿Dónde podremos conseguir pan para que coman? Jn 6, 5c.

2

Cuando alguien recaba alguna dosis de poder –sea esta grande o chica- se ve enfrentado a la amenaza de la egolatría. Una de las tentaciones más debilitantes y desviadoras es precisamente la egolatría, que en estos casos se manifiesta en la ingenua pero arrogante idea que todo lo que se hizo hasta la fecha estaba mal, pero todo cuanto se va a hacer ahora, ya bajo nuestra dirección, será lo correcto. Así, a la caneca con todas las metodologías pretéritas y ¡Urra por lo nuevo!



Se trata de la dialéctica entre lo conservador y lo “progre”. Pero debe haber un justo medio. Puede ser cierto que muchas cosas estén clamando a gritos por la necesidad de un cambio; puede ser que efectivamente haya mucho que cambiar, tal vez se precise desplazar a un funcionario deshonesto, o tal vez haya una “fuga” en el “ciclo” que amerita ser subsanada cuanto antes.  Pero de ahí a que todo lo anterior estaba mal, bueno, ya ahí suena desproporcionado, y de salida, bastante arrogante. Es más, nos atreveríamos a decir que casi siempre, hay un altísimo porcentaje digno de rescatar. Por otra parte, casi siempre es más económico, y genera menor resistencia, conservar, por lo menos lo que en líneas generales, podamos afirmar que estaba bien cuando llegamos.
Acabamos de mencionar la resistencia: es cierto, el cambio, por necesario y saludable que sea, tiende a generar resistencia porque amenaza nuestras seguridades, porque nos obliga a abandonar aquello que quizás repetíamos mecánicamente, quien sabe desde cuando… El cambio obliga 1) al desaprendizaje y 2) al re-aprendizaje y eso desacomoda. Para las mentalidades  superconservadoras, conviene decir que siempre hay que estar abierto al cambio y que el cambio no es una amenaza sino una oportunidad. Pero para las mentalidades super-progresistas, hemos escritos los renglones anteriores, recomendándoles saber discernir y saber que el cambio requiere, no solamente que usted sepa lo que está corrigiendo y sepa que usted lo está haciendo dentro de los cánones de la justicia y la bondad, cambiando para mejorar, para favorecer, para avanzar, para ayudar a “construir el Reino”; sino que además requiere que los demás lo puedan aceptar, puedan encajar dentro de la propuesta, puedan –en fin- aclimatarse al cambio.

En conclusión: “Todo maestro de la Ley que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos se parece a un padre de familia que, de sus reservas, va sacando cosas nuevas y cosas antiguas” Mt 13, 52. Esa es la dialéctica del cambio. (No ignoramos que existen personas cuy idea del cambio consiste en barrer con todo y empezar desde cero, y que para ellos en cualquier rescoldo de tradición se agazapa la semilla del Malo. Para ellos también, con todo respeto y cariño, exponemos la dialéctica del cambio. Un cambio que desecha todo obliga a la dictadura del solipsismo: “Yo y solamente yo” y eso, nada tiene que ver con el Reino, es sólo la ruta hacia el Infierno, inclusive para el solipsista que va a parar al séptimo infierno del cambio, la soledad total, él solo sin Dios y sin prójimo. ¡Valiente cambio! Se cambio para peor, estaba mejor antes.)



Dios y Su Hijo Encarnado, escogieron otra ruta, otra pedagogía. Ellos escogieron buscar un marco cultural adecuado y allí, fueron sembrando las semillas de su Revelación en un proceso paulatino, que pudiera ser asimilado por la gente. Fueron descubriendo su Rostro, poco a poco, porque saben que nadie puede ver el Rostro de Dios y seguir vivo; es decir, Dios y Jesús su Hijo-Humanado, saben que no somos capaces de captar Toda la Revelación de un solo golpe, así que se nos reveLó procesualmente.

Jesús nace en el marco de la cultura y la tradición judía y, por ejemplo en el evangelio de San Juan, se evidencia cómo parte de esa tradición, de ese pensamiento, para llevar la Revelación a su plenitud y corregir lo que aún era imperfecto en la captación del Rostro Revelado de YHWH. Inclusive, algunos notables estudiosos para mejor entender el evangelio joánico, han parcelado y desentrañado que su estructura se mueve en torno a las fiestas judías, valga decirlo, Jesús empieza exactamente allí donde ha llegado una magnifica y hermosa continuidad de la Amistad de Dios y el hombre desde Adán, pasando por Abrahán, Moisés y los profetas, por nombrar tan sólo algunos de los hitos de esa continuidad. Esas fiestas que tuvieron su origen en celebraciones naturistas, conectadas con el ciclo agrario, se fueron convirtiendo en expresiones de la religión y en celebraciones de la manifestación de YHWH en la historia del pueblo judío. Viene Jesús, aplicando su dialéctica del cambio, que no barre con todo, sino que usa como plataforma de despegue, precisamente lo que su Padre y Él nos han legado a través de los patriarcas, los jueces, los profetas.

Habremos oído que según los evangelios sinópticos Jesús vivió en un solo año su vida pública; en cambio, según el San Juan, Jesús vivió tres pascuas. Huelga reiterar que la Pascua es una fiesta judía, y los estudiosos han visto en esas tres pascuas la clave de la estructura del evangelio joánico:
1ª Pascua Capítulos 1-5
2ª Pascua Capítulo 6
3º Fiesta de las Tiendas denominada Sukkot y que al principio era llamada Hag ha-Asif (jag jaasif) o sea Fiesta de la Recolección; o también Zeman Simhatenu, es decir, Tiempo de nuestro Regocijo. En el Evangelio de San Juan 7, 2 – 10, 21

4º Fiesta de la Dedicación o Hannukkah, La fiesta conmemoraba la consagración del Templo y del altar después de la profanación de Antíoco Epifanes dos siglos antes. Este rey sirio había instalado en el altar un ídolo pagano, lo que se sentía como la abominación de la desolación y llenaba de horror a los israelitas. Los Macabeos vencieron al impío rey, y, después de destruir el altar profanado, construyeron uno nuevo, similar al viejo, como mandaba la ley, y santificaron la Casa y los atrios. Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del Templo el candelabro, el altar del incienso y la mesa. Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro, que iluminaron el Templo. Pusieron panes sobre la mesa, colgaron cortinas y dieron fin a la obra que habían comenzado. Dios tenía otra vez una morada digna para habitarla con su presencia. En las casas se encendían cirios todos los días que dura el festejo. Esto, en el evangelio de San Juan corresponde a 10, 22-11, 54.

5ª Tercera Pascua de Jesús, en el evangelio de San Juan corresponde a la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jn 11, 55 – 19,42. «Es muy interesante encontrar… en Juan, en el cuerpo mismo de su Evangelio, la mención de importantes fiestas judías en relación con el ministerio de Cristo…. ¿Será exagerado ver en estas peculiares referencias a las fiestas judías, una sugerencia de que la liturgia del templo antiguo iba dejando paso a la presente dispensación cristiana con su culminación en la propia pascua de Cristo»[1]

3

Como ya les habíamos anunciado, seguiremos leyendo en la Segunda Lectura, apartes de la Carta a los Efesios hasta el domingo XXI de este ciclo. Hoy –Domingo XVIII del tiempo Ordinario- nos ocupará el Capítulo 4, los versículo 17. 20-24. Un llamado a la conversión. Si hay conversión, si nos hemos vuelto a Jesucristo, estamos llamados a despojarnos de las seducciones de la concupiscencia. Allí leemos: [17]  Les digo, pues, y con insistencia les advierto en el  Señor,  que no imiten a los paganos, ματαιότητι τοῦ νοὸς αὐτῶν, que se mueven por cosas inútiles. 



[20] Pero ustedes no aprendieron así a Cristo, [21] si es que de veras fueron enseñados y formados según él, sabiendo que la verdad está en Jesús. [22]  Se les pidió despojarse del hombre viejo al que
τὰς ἐπιθυμίας τῆς ἀπάτης, sus pasiones (deseos engañosos),  van destruyendo, pues así fue su conducta anterior, [23] y  ἀνανεοῦσθαι renovarse por el espíritu desde dentro. [24] ἐνδύσασθαι Revístanse, pues, del καινὸν ἄνθρωπον hombre nuevo, el hombre κατὰ θεὸν κτισθέντα ἐν δικαιοσύνῃ καὶ ὁσιότητι τῆς ἀληθείας. según  Dios  lo creó a Su Semejanza en la verdadera justicia y santidad que proceden de la Verdad.

¡Qué catequesis tan hermosa! Si de verdad hemos conocido a Jesús, no puede ser que lo saludemos con la mano diciéndole adiós, y ya, pasó, lo vimos, y eso es todo. No. Si Jesús pasa de verdad por nuestra vida, ahí mismo sobreviene el Cambio en ese preciso momento queda partida nuestra vida en un antes y un después. Deberemos, pues, en lo sucesivo, esmerarnos por dejar atrás el “hombre viejo”, para dar paso en nosotros al “Hombre Nuevo”, otra vez nos topamos con esta idea Paulina, καινὸν ἄνθρωπον que San Pablo, a renglón seguido nos explica de qué se trata: el hombre viviendo en la santidad, en la justicia que dimanan de Dios, tal como fuimos creados, tal como éramos antes de la caída: perfectos, a imagen y semejanza de Dios.

Aquí está expresado el antes y el después: Antes, la concupiscencia de las pasiones; después, el Hombre Nuevo, el discípulo fiel según Jesús, trasparencia de las enseñanzas que provienen del Cristo.

4

Todo el discurso de Pan de Vida nos remite a las tentaciones de Jesús, cuando el mismo Espíritu lo llevó al Desierto y Él ayunó. Muy especialmente a la primera: Jesús tuvo hambre, fue acosado por esta “sensación”, quien haya tenido hambre sabe qu es una tentación angustiosa, deprimente, acosante, desesperante… y ¿qué era el hambre para Dios que podía perfectamente transformar las piedras en panes?



Así, como en su peregrinaje de cuarenta años a través del desierto el Pueblo de Israel fue acosado por el hambre; así Jesús, en su ayuno de cuarenta días enfrenta el mismo acoso. Pero el pueblo, según leemos hoy en la Primera Lectura, tomada del Éxodo, protesta; en cambio Jesús, no se revela, Él durante el ayuno se ha nutrido del Diálogo con su Padre y su maná ha sido el Delicioso Manjar de la Palabra del Padre; puede pues exclamar: No sólo de pan vive el hombre, sin de toda Palabra que sale de la boca de Dios Mt 4, 4. Otra vez y con otras palabras, Jesús nos recomienda trabajar no por lo perecedero, el pan que hoy nos satisface el hambre, sino por lo perdurable: la Palabra que sale de la boca de Dios.

El Pan de Vida es el Pan Perdurable, es la Palabra de Salvación que ha salido de la Boca de Dios, es el manjar que nos sacia de una vez para siempre, que nos regenera a la vida de la gracia, es decir a esa manera de ser del Hombre Nuevo, acorde con la perfección con la que fuimos creados a imagen y semejanza del Creador. Hablamos de la Eucaristía como viático para la persona agonizante y no nos acordamos que en verdad es viático siempre, porque es la “lonchera” espiritual de todo el camino mientras estamos aquí, en el peregrinaje por esta tierra, donde llevamos los nutrientes de la bondad, las vitaminas de la rectitud, las viandas de la vida en Jesucristo, y el Vino de la Gracia.

La Eucaristía es el Pan de Vida, así que por hoy cerraremos diciendo con Averardo Dini:

Hemos creído en el dinero, Señor, y tenemos siempre más hambre.
Hemos creído en el poder, y nos volvemos cada vez más frágiles.
Hemos creído en lo efímero, y nos quedamos con las manos vacías.
Hemos creído en los máquinas, y nos estamos destruyendo.
Hemos creído en los paraísos artificiales, y nos estamos suicidando con la droga.
Hemos creído poder deshacernos de tus leyes, y estamos caminando en el lodo.
Hemos construido casas siempre mejores, y ensuciamos horriblemente el cielo.
Lo tenemos todo, pero nos encontramos desnudos.



Ven a nuestro encuentro, Señor, porque nuestro corazón seguirá inquieto hasta que te vuelva a encontrar.
Tú sólo eres el Pan que sacia nuestros deseos,
Tú sólo eres la fuente del agua viva que satisface nuestra sed de infinito.
Amén.[2]


[1] Fannon, Patrick. LOS CUATRO EVANGELIO BREVE INTRODUCCIÓN A SU ESTRUCTURA Y MENSAJE .Ed. Herder Barcelona España 1970 p. 126
[2] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMO II-CICLO B. Ed. Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá – Colombia p. 71

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