sábado, 18 de agosto de 2012

LA PROMESA DEL JESÚS


y por tu savia divina
estoy plasmado y modelado

Averardo Dini

1

La perícopa del Evangelio para este Domingo XX del tiempo ordinario ciclo (B), proviene del Capítulo 6 de San Juan, versículos 51-58. Aquí, vamos a trascribir, además, los versículos previos, del 48 al 50, para observar cómo está organizada la “cebollita” de esta perícopa.



[48]  Yo soy el pan de vida.  [49]  Sus antepasados ἔφαγον comieron el maná en el desierto, pero murieron: [50]  aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo φάγῃ coman y ya no mueran.

[51]  Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que φάγῃ coma de este pan vivirá para siempre.

[51c]  El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.»

[52]  Los judíos discutían entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a
φαγεῖν comer carne?»  [53]  Jesús les dijo: «En verdad les digo que si no φάγητε comen la carne del   Hijo  del hombre  y no πίητε beben su sangre, no tienen vida en ustedes. [54]  El que τρώγων come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna,

[54b] y yo lo ἀναστήσω resucitaré el último día.
 
[55]  Mi
σάρξ carne es verdadera βρῶσις comida y mi αἷμά sangre es verdadera πόσις bebida. 

[56]  El que τρώγων come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.  [57]  Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me τρώγων come vivirá por mí. 

[58]  Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que ἔφαγον comieron y después murieron. El que τρώγων coma este pan vivirá para siempre.



Consideramos que la capa más externa está formada por los versos 51a,b y el verso 58. La siguiente capa, debajo de la anterior, estaría formada por el verso 51c y los versos 56-57. La última capa, la que envuelve al núcleo, formada por los versos 52-54 y por el verso 55. Y el núcleo está formado por el verso 54b. Este verso es el corazón de esta perícopa. Los versos 48-50, que no se leen hoy (los leímos el Domingo pasado) constituyen una glosa explicativa al “núcleo de la cebolla” de hoy; estableciendo un paralelo entre Moisés y Jesús, como diciendo “Jesús es superior porque Él da el Pan de la inmortalidad, el pan resucitador. Estas “cebollitas”, que permean e invaden todo el Evangelio joanico, señalan siempre, en el corazón de la “cebolla” cual es la afirmación “central” que allí se nos quiere comunicar.

Por otra parte, hemos resaltado con cursivas, las varias repeticiones del verbo comer que se presentan en esta perícopa. Pero en griego aparecen dos verbos distintos: por una parte está φάγω que es propiamente el que traducimos por comer; de otro lado está τρώγω que se traduciría más exactamente por roer, masticar, mascar, morder algo (hacienda ruido). En verdad, uno puede comer algo, pasándolo entero, pero si uno lo mastica, lo roe, lo masca, entonces lo “digiere” mejor, por que lo ha reducido a pedacitos más fáciles de incorporarlos al propio ser. Aquello que no se mastica bien puede pasar de largo sin aportar sus nutrientes al cuerpo.



Comer a Jesús, y más si es masticándolo, consiste en incorporarlo a nuestro propio ser, viviendo Jesús-mente (adverbio que significa a la manera de Jesús), trasparentándolo, observando con detalle cómo procede Él en cada situación y tratando de reaccionar de la misma manera. De hacerlo así, ¿cuál será la presea? Jesús lo dice hoy en el núcleo de la cebollita: “Él mismo nos resucitará en el último día”. No nos hará multimillonarios, no nos resolverá todos nuestros problemas terrenales, no hará por nosotros lo que a nosotros nos compete, respetará el criterio de subsidiariedad, y esperará de nosotros respuesta comprometida y solidaría, reacción fraterna y compasiva, amorosa y –cuando toque- esperará que sepamos perdonar. Pero, en el último día, ahí si actuará el Mesías, ese Día, Él nos resucitará.

Digámoslo una vez más, ahí es donde Moisés se queda corto, Moisés entregó el Maná que Dios Padre envió a su pueblo en el Éxodo por el desierto, pero sólo era un alimento para saciar el hambre terrena. El mismo Jesús llenó la barriguita de 5000 hombres y 12 canastos se llenaron, así como en Caná también sobre-abundó en su generosidad al convertir el agua en vino. Pero, la promesa mesiánica es de alcances insospechados, es una vida sin término; la carne de Jesús, es para que ya no haya muerte: Jesús derrotó a la muerte.

Así pues, este discurso del Pan de Vida nos ha llevado a entender que lo que Jesús ofrece, su mesianismo, excede con creces nuestras expectativas. Nosotros nos apozamos en la espera de la “barriguita llena”, del ejército victorioso, del trono y el reinado de terciopelo y oro, de palacio y destello. Eso, desde la perspectiva terrena puede sonar fascinante; desde la perspectiva Celestial es –seguramente- deleznable. Con ojos terrenos ¿qué más podríamos codiciar?, pero Jesús lo que quiere es enseñarnos a volar con las alas del Espíritu… del Espíritu Santo.

Para poder entender en que consiste comer su carne y beber su sangre, tenemos que anhelar y ambicionar con los ojos de Jesús; pero sólo se tiene esa mirada si se vive Jesús-mente.

2

La primera lectura de la liturgia de hoy está tomada del Libro de los Proverbios, esta palabra se ha usado como traducción de la palabra מָשַׁל que viene a significar como semejanza, parecido, comparación, equivale a parábola corta, apotegma, alegoría, proceso de ejemplificación, proverbio, dicho popular, refrán, moraleja. Se ha dicho que, hasta que Salomón inventó el “mashal” nadie podía entender la Torá. Se ha escogido de esas varías traducciones posibles, la de Proverbios, para titular este libro de la Biblia, adscrito al grupo de los textos sapienciales.



Este refranero, que contiene una guía práctica de comportamiento, está enriquecida con consejos útiles para la vida e indican al creyente cuál debe ser su manera de vivir. (O sea, le dicen, cómo vivir Jesús-mente). Por lo general se ha clasificado en cinco segmentos: 1) Encomio de la Sabiduría 1-9; 2) 1ª Colección de Proverbios de Salomón, 10-22; 3) Otros sabios nos dan sus proverbios 22-24; 4) 2da Colección de Proverbios salomónicos 25-29; y 5) Adendos 30-31. La perícopa que se lee hoy concluye el Encomio de la Sabiduría.

Para vivir Jesús-mente, hay que vivir con Sabiduría, es más, muchos han pensado que aquí la Sabiduría es la personificación de Jesús, y es cierto que las razones para pensarlo están dadas, observemos:
a) Ha preparado un Banquete (Eucaristico)
b) Mezclado el Vino y puesto la Mesa (el Altar)
c) Ha encargado a sus mensajeros para invitar a todo el mundo, sistematizando el Envío (Iglesia-Evangelización) para que “desde los puntos que dominan la ciudad” lo proclamen.

3

Lo contrario de vivir con prudencia, de obrar con sabiduría –que se nos propone en la Primera Lectura- es lo simétrico: Portarse como insensatos. Lo que denuncia la Carta a los Efesios. ¿Cómo es un insensato? La Carta nos lo dice, lo describe, en este caso con dos rasgos:

a) Es un irreflexivo que no procura entender la voluntad de Dios
b) Se emborracha cayendo en el libertinaje.

La invitación que hace la Carta a los Efesios es a la prudencia, para lo cual se debe

a) Aprovechar el momento presente (porque los tiempos son malos; lo entendemos como el medio en que nos movemos es corrupto, está lleno de concupiscencia, de incitaciones al mal camino, al extravío).

b) Uno, lo que  debe hacer es llenarse de “Espíritu Santo”.

c) Construirse una vida de espiritualidad, lo que se alcanza orando, leyendo los salmos, con himnos y con cantos, y con gratitud hacía Dios.

d) Corona la prudencia una Acción de Gracias constante, al Padre y en el Nombre de Jesucristo.


Los exegetas han visto en estos textos, catequesis bautismales de las primeras comunidades cristianas…”… tienen sabor sapiencial,, es decir, apuntan hacia el buen sentido que debería regir la vida de las personas. Las relaciones sociales serían mejores si todos nos dejáramos guiar por esa sabiduría que produce la luz para nosotros mismos y también para los demás.”[1]

4


En el Salmo nos encontramos cuatro fórmulas más para vivir con sabiduría, para ser prudentes:

a) Guardar la lengua del mal (Que tu palabra sea siempre algo mejor que el silencio)
b) Alejar del nuestros labios el engaño (En plata blanca: “No mientas”)
c) Apartarse del mal y hacer el bien
d) Procurar por todos los medios la Paz.

Estas cuatro pautas demostraran si amamos al Señor.








[1] Bortolini, José. CÓMO LEER LA CARTA A LOS EFESIOS. TODO EL UNIVERSO REUNIDO EN CRISTO. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia. 2005. p. 60

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