sábado, 25 de agosto de 2012

FIDELIDAD AL SEGUIMIENTO


κύριε, πρὸς τίνα ἀπελευσόμεθα; ῥήματα ζωῆς αἰωνίου ἔχεις,
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna;
Jn 6, 69
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Se pone en escena la fidelidad del seguimiento. Muchos adherimos a Jesús y nos interesamos en seguirlo, pero el tema de fondo no es comenzar a seguirle, lo verdaderamente valioso es continuar, permanecer, no abandonarlo ya, sino asumir la constancia en el discipulado. Si recapitulamos lo que hemos leído en estos  cinco domingos consecutivos, en los que hemos visitado el evangelio según San Juan, ocupándonos del capítulo 6: [El pan de vida]; vimos a Jesús multiplicando el pan y los peces para alimentar a 5.000 hombres, pero no como propaganda demagógica y proselitista, que con gesto populista reparte mercados o tamales para captar votantes, para allegar simpatizantes, para uncir borregos. No, lo que hace Jesús es efectuar un “signo” que establece una analogía con Moisés y el maná que Dios les dio en el desierto; no se trata de que Jesús va a montar una cadena de restaurantes gratuitos donde la gente seguirá comiendo sin preocuparse de tener que pagar lo consumido… “vengan, les daremos camisetas, boletos gratis para el gran show, habrá cerveza en abundancia y si nos dan su voto tendrán un puesto garantizado en las dependencias del estado.”; eso es lo que muchos leen de la multiplicación de los panes. Jesús con toda paciencia y con lujo de detalles los baja de la nube: Estoy hablando de otra cosa. Estoy hablándoles de una vida que no termina, de alimentarse de mi cuerpo y mi sangre, como una especie de canibalismo;… pero si no pueden participar de este canibalismo, no habrá verdadero seguimiento, nuestra amistad no será real, nuestra incorporación sería pura farsa.




Todos sabemos que la religión judía aborrecía toda forma de canibalismo, incluso estaba prohibido comer carne de muchos animales, especialmente si estos habían sido ofrendados a deidades paganas; mucho peor comer carne humana, y beber su sangre. Es de dominio público que para la cultura judía de la época, la sangre era portadora del alma, mejor dicho, era el alma misma. Entonces, ¿cómo incurrir en esta comida impura de carne y sangre humana? Pongamos en el lugar del auditorio de Jesús y comprendamos su reacción: σκληρός ἐστιν ὁ λόγος οὗτος· τίς δύναται αὐτοῦ ἀκούειν; “Este modo de hablar es intolerable (muy duro), ¿Quién puede admitir eso? (¿Quién puede sufrirlo, o mejor, soportarlo?)”  Jn 6, 60c.

Tomamos una frase de Mateo, 10, 22 b ὁ δὲ ὑπομείνας εἰς τέλος οὗτος σωθήσεται. “Pero el que se mantenga firme hasta el fin, se salvará.”, que nos parece que compendia la idea con la que se cierra este capitulo en San Juan. Creemos que lo que San Juan nos trasmite es esa idea, ὑπομείνας εἰς τέλος mantenerse hasta el fin; o sea, perseverar en el discipulado. Nos lo ratifica la pregunta que a continuación formula Jesús a los Doce: τοῦτο ὑμᾶς σκανδαλίζει; “¿Les desconcierta lo que les he dicho?” Aparece aquí esta palabrita, de la que se deriva la nuestra “escandalizar”, Σκανδαλίζει , del verbo  σκανδαλίζω causa de tropiezo, que conduce al pecado, que produce indignación, algo espantoso (en el sentido de producir espanto), espeluznante,  ofensivo, desconcertante, perturbador; aquí la hemos traducido “desconcierta”, pero de pronto podríamos traducir “¿les parece espeluznante que les proponga que coman de mi carne y beban de mi sangre?”; quizás así atraparíamos mejor el sentido de la pregunta de Jesús.

Jesús los desencantó, no les garantizaba “barriga llena y corazón contento”; en cambio, les proponía “beber de su sangre y comer de su carne”; para ellos eso era antropofagia; hoy en día, cuando la Iglesia nos ha aclarado el significado eucarístico de este “Banquete” sacramental, podemos entender a qué nos invita Jesús: a alimentar nuestra vida con los valores y virtudes cristianas, a tejer nuestros huesos y nuestra carne con la manera de ser de Jesús –como tanto hemos insistido- con esa palabra neo-adverbial, a vivir Jesús-mente. Comer su carne y beber su sangre no es antropofagia, es vivir coherentemente el seguimiento del ejemplo de Jesús, vivir con coherencia el Evangelio; hacer nuestras todas las ideas que Jesús nos enseñó, vivir –no a nuestro acomodo y según nuestro arbitrio, sino según la Voluntad del Padre. Y eso es lo que significa que en la forma consagrada está Su Presencia real, Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo: significa que al comulgar asumimos vivir como Jesús, aceptarlo como Señor de nuestra vida, darnos a la tarea –no de Ser-Él, sino de ser-nosotros-mismos-empeñados-en-construir-el-mismo-Reino-que-Él-propone. O sea, comulgar significa aceptar concientemente ser parte de su Cuerpo Místico. Ser parte del Cuerpo Místico es lo que la Carta a los Efesios dice hoy: τὸ μυστήριον τοῦτο μέγα ἐστίν· ἐγὼ δὲ λέγω εἰς Χριστὸν καὶ [εἰς] τὴν ἐκκλησίαν.   “Este es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y  la Iglesia”. Ef 5, 32

2

Hay una tradición profética que compara la relación de Dios con su pueblo con la relación que tiene el esposo y su esposa. La esposa no es otro cuerpo, sino –como lo dice en Efesios 5, 28, "amar a sus esposas como cuerpo suyo que son".  Esto nos da la clave para entender el misterio del Cuerpo Místico de Cristo, nosotros no somos otro cuerpo distinto, sino que somos Su-Mismo-Cuerpo. Inventemos una palabra para decirlo «somos co-corpóreos» con Cristo.

Pero este milagro de Unidad ¿cómo se ha logrado? También nos lo dice la carta a los Efesios: ὁ ἀγαπῶν τὴν ἑαυτοῦ γυναῖκα ἑαυτὸν ἀγαπᾷ· “el que ama a su esposa se ama a sí mismo”. Así sabemos es el Amor de Dios por nosotros. Ahora bien, el amor del esposo por su esposa lo lleva a abandonar la casa del Padre y de la Madre, y así obró Jesús, dejó a su padre en el Cielo y se vino a la tierra, y nos amó, porque somos su esposa, hasta el fin. Y, nos lo dio todo, y no escatimó nada para Sí.

Una hermosísima expresión de Adán y a la vez un piropo conmovedor es cuando dice “Esta si que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”; hoy, en la carta a los Efesios leemos lo que hace Cristo con nosotros, como nos siente, como nos experimenta: ὅτι μέλη ἐσμὲν τοῦ σώματος αὐτοῦ, ἐκ τῆς σαρκὸς αὐτοῦ καὶ ἐκ τῶν ὀστέων αὐτοῦ· “…miembros de su Cuerpo, Carne de su Carne y huesos de sus Huesos” Ef 5, 30 b (en este caso traducimos de la versión de la Iglesia Ortodoxa Griega).

Ha causado mucho revuelo esta perícopa de Efesios que leemos hoy, les revuelve el estómago a progresistas y feministas que acostumbran a convulsionar ante su lectura. Creemos que esta lectura que permite captar cómo somos parte del Cuerpo Místico de Cristo lo explica casi todo; pero no podemos ignorar que este documento data del siglo I, por allá por los años 80. Podemos revisar las tres frases cruciales, a ver qué tienen de alarmante o de “escandalizador”



1) Respétense unos a otros… que las mujeres respeten a sus maridos. El verbo original era ὑποτασσόμενοι que se podría traducir por sométanse pero, no es mujeres sométanse, ni hombres sométanse, sino sométanse unos a otros. Ef 5, 21
2) El marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia. Observese que aquí aparece la palabra ἐκκλησίας. Ef 5, 23.
3) Así los maridos deben amar sus esposas, como cuerpos suyos que son Οἱ ἄνδρες, ἀγαπᾶτε τὰς γυναῖκας, καθὼς καὶ ὁ Χριστὸς ἠγάπησεν τὴν ἐκκλησίαν καὶ ἑαυτὸν παρέδωκεν ὑπὲρ αὐτῆς, y recalca que se debe entregar completamente como Cristo se entregó por Ella, o sea, por la Iglesia.

Reflexionemos un poco: ¿por qué me producen tanta rasquiña estas palabras? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo captar las resonancias de la Voz Divina que resuenan armóniosamente detrás de la lectura superficial?

3.

Tomamos el capítulo final del Libro de Josué como texto para la Primera Lectura: Estas palabras se nos dirigen directamente a nosotros el día de hoy. No tomemos las cosas con evasivas, no digamos que son palabras pretéritas que en tiempos remotos יְהוֹשֻׁעַ "Yeshua" habría pronunciado en Siquem. No. Estas palabras nos son dirigidas a nosotros en este domingo XXI del tiempo ordinario del año de Gracia 2012. “ Digan aquí y ahora a quien quieren servir” Jos 24, 15a

Podemos servir a todo tipo de deidades paganas, al dinero, al placer, a la vida fácil y desordenada que no tiene vínculos con los valores y –más grave todavía-que no tiene principios irrenunciables, principios no-negociables. O, podemos servir al Señor.

Jesús, en el evangelio de San Juan cap. 6 verso 67 pregunta a los Doce: εἶπεν οὖν ὁ Ἰησοῦς τοῖς δώδεκα· μὴ καὶ ὑμεῖς θέλετε ὑπάγειν; “Entonces Jesús les dijo a los Doce: ‘ También ustedes quieren dejarme?’



Este es el tema de hoy, somos verdaderos católicos, discípulos fieles, comprometidos en el seguimiento de Jesús. O ¿somos infieles, seguidores del pan y el pescado fácilmente adquirido, discípulos de tamalito y cerveza? De los que están dispuestos a dar el voto (lo que podría verse como un discipulado de un ratito, por motivos interesados, lo que hemos llamado de la “barriguita llena”) podemos ser discípulos del hedonismo, del dinero, del sexo, de la vida desordenada, de la cultura de la muerte, del egoísmo, del “yo perdono pero no olvido”, en cuyo caso no somos del Señor, sino idólatras, servidores de los dioses de los amorreos.

¿Somos justos o malvados? Por los justos vela el Señor (véase el Salmo 34 (33) 18-20. 16 que leemos hoy como Salmo Responsorial), en cambio, el Señor está contra los malvados; ciertamente estos últimos no comen del Pan de Vida, esa Carne que es verdadera comida y esa Sangre que es verdadera Bebida.



No haya lugar a duda que estos interrogantes nos emplazan hoy y nos retan a darnos una respuesta y a asumir conforme a lo que contestemos, un discipulado coherente o, si preferimos la otra bifurcación, el compromiso con las deidades paganas.


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