sábado, 2 de mayo de 2015

ASUNTO DE PERMANENCIA


 Hch 9,26-31; Sal 22(21), 26b-27. 28 y 30. 31-32; 1Jn3, 18-24; Jn 15,1-8

Permanecer en su amor para nosotros significa concretamente amar como Él ama… La fe es inseparable del amor, aún más, tiene como objeto el amor…
Silvano Fausti

Oh Señor Jesús..., sin ti no podemos hacer nada, porque tú eres el verdadero jardinero, creador, cultivador y custodio de tu jardín, que plantas con tu palabra, riegas con tu espíritu y haces crecer con tu fuerza
Guerrico d'Igny

En la médula de la celebración de este quinto Domingo de Pascua está el verbo μένωpermanecer”.

Dirijamos nuestra primera mirada hacia el Salmo. Se trata del Salmo 22(21) un salmo de Acción de Gracias: Es el Salmo del  אֵלִ֣י אֵ֭לִי לָמָ֣ה עֲזַבְתָּ֑נִי Elí, Eli, Lemá Sabactaní. Aquí llegamos directamente a una paradoja, ¿cómo le podemos hablar a alguien que ha abandonado? Si ha abandonado no está, entonces, no se le puede dirigir algún reproche porque ya se ha ido. Recíprocamente, si le hablamos, es porque no se ha ido; y, si no se ha ido “no nos ha abandonado”. Si no nos ha abandonado le podemos dar las gracias por su lealtad fiel y de allí brota la Acción de Gracias. ¡Muy pronto se hizo urgente introducir en la liturgia este momento! Si el Señor había escuchado nuestra súplica íbamos directo al Altar a agradecerle, entonces se requirió un momento cultual para ofrecer la ofrenda de agradecimiento.

En la Liturgia Eucarística (aquí hay que volver a decir que Eucaristía en griego precisamente significa “Acción de Gracias”) porque –y de esto se trata el Salmo 22(21)- Jesús habría sido abandonado durante toda su Pasión, el Señor, Dios-Padre aparentemente no habría permanecido con Él durante su sacrificio; pero no, ¡es todo lo contrario! No sólo permaneció sino que estuvo a su lado hasta el Tercer Día para resucitarlo, para no dejar a su carne “conocer la corrupción”. En la Liturgia, se repite de manera incruenta el Sacrificio, pero “la sangre” –simbolizada por el Vino- y la carne –simbolizada por el Pan- no permanecen muertos, sino que cobran vida, particularmente en las venas de cada uno de nosotros al comulgar. Y como hay resurrección, pues hay un gran motivo para la Acción de Gracias.


Si vamos al Evangelio de este Domingo, nos adentraremos en el capítulo 15 del Evangelio de San Juan, donde Jesús se presenta  a Sí mismo como la Vid-Verdadera a la cual deben estar adheridos los sarmientos, como pasa en general con cualquier planta, si se arrancan las ramas de la planta, las ramas estarán muertas; la única manera de que la rama siga viva es que esta siga unida a la planta. Si la rama está unida a la planta le llegará la savia que es el fluido vital que nutre toda la mata. Nos encontramos ante una figura parabólica de comparación con raigambre en una cultura agrícola donde se cultiva la uva, y se compara la relación de los “discípulos” respecto de Jesús con esta de las ramas respecto de una planta.

En la perícopa que leemos en este V Domingo de Pascua (B), versos 1 al 8, contamos 7 veces el verbo “permanecer”. Las primeras tres veces aparecen para establecer la necesidad de mantenerse unidos a Jesús para poder dar fruto. La cuarta vez es para revelarnos que nada podemos hacer sin Él. La quinta vez nos dice que se hace con el sarmiento que se despega de su planta: “lo recogen, la echan al fuego y arde”. La sexta vez nos exhorta a mantener la unión con Jesús y su Palabra es la adhesión a la Persona y a su Mensaje-Misión. Por último, la séptima vez nos profetiza que por Él podemos pedir lo que queramos y se nos concederá. Todo esto conduce a la Gloria del Padre, que consiste en que nosotros fructifiquemos.


En la Primera Lectura encontramos a Pablo que ha vivido su conversión, por lo tanto empieza a dar fruto abundante y su vida se convierte en una vida de testimonio y glorificación de Dios. Ahora San Pablo “permanece” adherido a Jesús, es rama pegada a la planta, la Vid es ahora Jesús hecho Primera Comunidad. Por eso es que cuando Saulo (el nombre anterior de Pablo) perseguía a las Primeras Comunidades Jesús lo interrogaba, no “¿por qué los persigues?", sino “¿Por qué me persigues?”.

En la Segunda Lectura encontramos el verbo “permanecer” tres veces. Pero con una función muy clara y significativa. Ni más ni menos lo que nos explica es cómo se permanece y cómo se nos da la capacidad “intelectiva” para percibir la importancia vital de mantenernos en la Vid: “Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el espíritu que Él nos ha dado, que Él permanece en nosotros”. (1Jn 3, 24)

Esto nos conduce de la mano a los versos 9 y 10 del capítulo 15 del Evangelio según San Juan, que no se leen en nuestra liturgia de hoy (sino en la del Domingo siguiente) pero que nos brindan una aclaración fundamental. ¿Cuáles son esos mandamientos que se deben cumplir para mantenerse unidos a la vid? ¡Veámoslos! “Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí. Permanezcan en mi amor, así como yo permanezco en el amor de mi Padre, guardando sus mandatos” Mejor dicho y en breves palabras: ¡Otra vez el Mandamiento del Amor!








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