sábado, 9 de mayo de 2015

¡DIOS NOS AMÓ PRIMERO!


Hech 10, 25-26.34-35.44-48; Sal 98(97), 1. 2-3ab. 3cd-4; 1Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17


Sólo cuando existe el deber de amar, sólo entonces el amor está garantizado para siempre contra cualquier alteración; eternamente liberado en feliz independencia; asegurado en eterna bienaventuranza contra cualquier desesperación.

Søren Kierkegaard


Vivimos enfocando mal, desde diversas perspectivas no reveladas (o sea, rechazando el Evangelio, aun cuando decimos aceptarlo). Nos empecinamos en entender a nuestro modo y –consecuencia de los errores adámicos- siempre caemos en alguna ideología y las ideologías no son otra cosa que paganismos. Si tan sólo fuéramos capaces de equilibrarnos en un justo medio, en el centro del Cristocentrismo. Hay que luchar contra las dos tendencias extremas: Creer que podemos arreglar el mundo de espaldas a Dios o pensar que Dios, en Jesús, fracasó.

¡Quizás debiéramos iniciar por esto último! No es que Jesús haya fracasado, lo que pasa es que el “permanece”, su manera natural de ser es la “permanencia” y Él nos ganó esa perdurabilidad con su Victoria sobre el mal y la muerte. Pero nosotros hablamos de Resurrección con un lenguaje frio, triste, hueco. Festejamos la Resurrección pero no vivimos con la consciencia de compartir los frutos de la Resurrección, no vivimos en coherencia de resucitados. En general, nuestra perspectiva es la de vida-muerte y no la de vida-Pascua-Vida (observemos que esta segunda Vida está escrita con mayúscula, para significar la Vida en Plenitud). Y este sí que es un gran cambio de perspectiva. Cuando vivimos con el temor de la muerte, el miedo nos gana, y entonces queremos apelar a las soluciones rápidas, las soluciones mortales, las de la cultura de la muerte: las armas, las bombas, los ejércitos, el sojuzgamiento, el robo, el enriquecimiento rápido así sea ilícito. Detrás de todas estas soluciones “inmediatistas” esta nuestra desconfianza frente a la Resurrección, está nuestro convencimiento que esto no dura mucho, que “la vida es un abrir y cerrar de ojos”. Si ven que del segundo extremismo brota automáticamente el primero. Si somos incapaces de reconocer la Victoria del Resucitado, entonces todo lo queremos hacer a nuestra torpe manera, la manera de los cortos plazos, de las soluciones para mañana mismo. Se incluyen disparates como matar a todo el que discrepe, a todo contradictor, acallar cualquier oposición, silenciar toda divergencia. Afán de imponencia y afán de uniformidad, tiranías y despotismos para que la cuestión funciones ya, sin dilaciones, porque “para mañana es tarde”.

En cambio vemos a los Santos y a los mártires, ellos no viven sumidos en la cultura de la muerte sino en la seguridad de la “Vida Perdurable”, dan la vida como si nada porque ya tienen entre sus manos la seguridad de la Vida. Hoy, VI Domingo de Pascua, cuando avanzamos raudamente hacía la Ascensión del Señor y Pentecostés, nos encontramos por segundo Domingo consecutivo la “consigna de la permanencia”:


-Permanezcan en mi amor
-Si cumplen mis mandamientos permanecen en mi amor (ojo, no en cualquier clase de amor, sino en el Amor Suyo).
-Yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en Su Amor.
-Yo-Soy quien los ha elegido y los he destinado para vayan y den fruto y su fruto permanezca.

Si nosotros podemos introyectar esta conciencia de no-ser-pasajeros, si podemos confiar plena y ciegamente en ser herederos y coparticipes de la Gracia de la Resurrección, entonces podremos ver las cosas con otra Luz, la Luz de Jesucristo. (Dicho sea de paso, curar nuestra ceguera requiere que Jesús haga barro con Tierra-adámica nos embarre los ojos; y no nos curaremos de inmediato, tendremos que vivir un tiempo de “éxodo” en que aún caminaremos y veremos a la gente como árboles, que no caminan, que están ahí, enclavados en su quietismo, sin avanzar, sin “moverse”, como cosas, más que como personas.

Nosotros somos “sus amigos” no porque el ande calle arriba y calle abajo con nosotros (que si anda, porque nunca nos abandona y hasta nos lleva en sus brazos cuando nos sentimos débiles, heridos o vencidos; pero el próximo Domingo va a Ascender, no para abandonarnos sino para forzarnos a la autonomía, porque Él no es un Mesías para recostados, sino un Mesías para los que se levantan, toman su cruz y lo siguen), sino que Él es nuestro Amigo porque no ha escatimado trasmitirnos ningún detalle de todo lo que su Padre amorosamente le ha heredado. Todo, todo nos lo ha compartido. Todo lo que recibió lo ha dado, no ha tenido ni una pizca de egoísmo, no se queda con nada, ni su túnica, ni una gotita de su sangre, todo lo consuma, todo lo dona, todo lo participa. Es el Hermano que no acapara nada para Sí, lo da todo y es feliz dándolo a sus hermanos. Dando la propia vida, no sólo en la cruz, sino entregando todo su tiempo, sus fuerzas, sus capacidades para servir al que lo necesita. Porque μείζονα ταύτης ἀγάπην οὐδεὶς ἔχει, ἵνα τις τὴν ψυχὴν αὐτοῦ θῇ ὑπὲρ τῶν φίλων αὐτοῦ. “Nadie tiene amor más grande por sus amigos que el que da la vida por ellos”. Aquí la palabra que traducimos por “da” es la palabra θῇ, del verbo τίθημι que es darla, ponerla, dedicarla, consagrarla. Como se suele decir en el argot popular “se saca el bocado que ya ha mordido para darlo”; no sufre de avaricias, ni de premuras, su Paciencia dura por siempre, y no faltará a su Palabra jamás.

¡Él nos ha ganado y nos ha aventajado de tal manera que ya nadie podrá adelantársele! «El Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1Jn 4, 10); y por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir a buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos.»[1] En la Segunda Lectura se nos enseña que “El amor consiste en esto, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo”. Así que la raíz profunda del amor está en que él nos haya “primereado”. Y nadie, por mucho que lo intente podrá primerear otra vez; Él ya ganó siendo primero en el Amor, y nosotros podemos estar jubilosos del Primero, Él es la Primicia, la Primera Espiga y el Primer Pan.


Esto es lo que nos enseña la Primera Lectura, llevar el Evangelio más allá de las fronteras más férreas, de las exclusiones más marginalizantes. En aquel entonces era traspasar las fronteras exclusivistas del judaísmo, las de un Dios judío sólo para judíos, y los rigores de la circuncisión, para llegar a los paganos. Y, aprendamos bien, Quien vencerá nuestras miopías será el Espíritu Santo. Y cada vez que comulgamos, cada vez que comulguemos, estaremos poniendo el “Primereante” en el Trono de nuestro propio corazón. Ven Rey de reyes Señor de Señores a primerear en el Trono que tenemos en nuestro pecho para Ti.

En el verso 12 y luego, otra vez en el 17, Jesús es muy explícito, (no podía serlo más) “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos permanecen en mi amor.” “Esto es lo que les mando, que se amen los unos a los otros”.






[1] Papa Francisco. EVANGELII GAUDIUM Exhortación Apostólica. 24 de noviembre de 2013 #24

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