sábado, 4 de octubre de 2014

CONSTRUIR COMUNIDAD CON CULTURA DE FRATERNIDAD


Is 5, 1-7; Sal 80 (79), 9-12. 16. 19-20; Flp 4, 6-9; Mt 21, 33-43

Se trata de conocer al Señor que seguimos “contemplativamente”, con todo nuestro ser, particularmente con el corazón. Como un discípulo, no como un estudioso. Como un seguidor y no como un investigador.

Segundo Galilea

Cómo acercarnos a la Sagrada Escritura

Tal vez convendría decir una primera palabra sencilla y muy lógica para iniciar nuestra aproximación a las lecturas de la liturgia de este Domingo, el XXVII del tiempo ordinario del ciclo A. Está relacionada con el enfoque que tiene nuestra lectura. Y es que indudablemente hay muchas formas de leer, podemos por ejemplo, leer para informarnos, es decir para allegar información, es el caso del historiador, que lee para  juntar las piezas y así hilvanar una visión del pasado, un poco –con todo respeto hacia los amantes del modelismo- como el modelista que arma ya sea un tren, un avión o un barco, figuras que a veces agrupan cientos y cientos de piezas, y las pone en su orden estructural para armar el “modelo” .  ¡Así no leemos nosotros la Sagrada Escritura!


Nuestra lectura de la Biblia es mucho más una comunicación epistolar con un Amigo. Nos interesa saber de Él, conocerlo, pero sobre todo acrecentar nuestra amistad, y claro, también queremos saber si podemos hacer algo por ese Amigo, de pronto conocer sus gustos para poderle ofrecer algo, un regalo –por ejemplo- o, si ese amigo tiene un Proyecto en el que nosotros le podemos colaborar, de alguna manera, si quizás tiene Él un Jardín, un Huerto o una Viña en la cual podemos dar una mano, y ayudarle a velar por sus cultivos.

“Los amigos de mis amigos, son mis amigos también”, este adagio popular da que pensar frente a la amistad con Dios. Y es que con grande frecuencia pensamos que el tema del amor de Dios es un tema individualista perdiendo de vista que no podemos construir una relación fuertemente fundamentada, a menos que logremos aceptar a las personas que el otro (en este caso; el “Otro”) tiene como amigos. En su ofrecimiento de amistad, Dios no nos ha ocultado quienes son sus favoritos, entre los cuales tenemos a los pobres, los enfermos, los despreciados, los huérfanos, las viudas, los niños, las mujeres, los extranjeros, los adultos mayores; para sólo citar una parte de la lista, teniendo cuidado en citar los principales. ¿Aceptamos a los amigos de Dios prodigándoles la amistad como si fueran Él mismo? Aquí regresa ese texto medular del Evangelio según San Mateo, en el capítulo 25: «Vengan, ustedes benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedaste, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme».


Entonces los justos le contestarán:
«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?»

Y el rey les dirá:
«Les aseguro que cada vez que lo hiciste ὅσον ἐποιήσατε ἑνὶ τούτων τῶν ἀδελφῶν μου τῶν ἐλαχίστων, con uno de éstos mis humildes (más pequeños, ínfimos, los tenidos por menos) hermanos, conmigo lo hiciste».

Y entonces dirá a los de su izquierda: «Apártense de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, fui forastero y no me hospedaste, estuve desnudo y no me vestiste, enfermo y en la cárcel y no me visitaste».
Entonces, también éstos contestarán:
«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?»
Y él replicará: «Les aseguro que cada vez que no lo hiciste con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hiciste conmigo». Mt 25, 34b-45

Para decirlo con unas palabras ingenuas, la Sagrada Escritura se constituye en una “Cartilla”, en un “Manual” de la amistad con Dios y con sus amigos. No hay lugar para leerla de otra manera, con otro tipo de espiritualidad, por muy espiritual que suene. Son las dos caras de la misma moneda: ¡Amar a Dios y al prójimo!


Debemos decir que leer la Biblia no es el todo, (recordemos que también el diablo se la sabe de memoria, como pudimos constatar en el episodio de las Tentaciones), la revelación es mucho más que memorizar textos. Tomemos el caso de quienes visitan la Biblia como quien visita un arsenal para adquirir una dotación de municiones. ¿De qué nos vale decir que son “municiones santas”? ¡Munición es munición, todas las municiones conllevan un potencial de muerte! Y de vuelta, traemos las cananas repletas de citas para disparar en ráfaga, y nos anexamos el rótulo: “Preparados para el combate”. ¿Cómo se puede dar un combate de “amor”? Las dos ideas se excluyen.


¿Quiénes somos la viña?

כִּ֣י כֶ֜רֶם יְהוָ֤ה צְבָאֹות֙ בֵּ֣ית יִשְׂרָאֵ֔ל
Sí, la viña del Señor omnipotente es el pueblo de Israel…

En la Primera Lectura, inicia el profeta Isaías diciendo que quiere cantar una canción sobre la viña de Su Amado. Eso ya nos sitúa plenamente. La designación de Dios –expresada por boca del profeta, recordando que el profeta no dice los suyo sino que es la Voz de Dios que habla para su pueblo, y que el profeta está “iluminado” por el Espíritu Santo para no desvirtuar el mensaje que se le entrega. Ya en este primer verso entendemos que Dios es Amor. Que el dueño de la viña es un Amado, que con Él nos relacionamos en términos de Amor. ¡Qué punto de despegue! Sólo partiendo de ese arranque podremos penetrar la perícopa de Isaías.


Empieza la parábola que compara el “todo” que Dios nos ha entregado con una viña. Una viña requiere mucho cuidado, quien planta una viña sabe que puede no obtener frutos el primer año, que la “inversión” puede ser muy alta, que se requieren innumerables fatigas para que “cargue”. El texto nos señala algunas:
a)    Cavar
b)    Quitar las piedras (descantarla, escarbarla)
c)    Seleccionar las cepas
d)    Plantar
e)    Construir una atalaya, una torre, desde la que se divisen los peligros que la puedan amenazar: ciervos, conejos, roedores, mapaches, jabalíes…
f)     Excavar un lagar, donde se pisará la uva.

Como se puede notar en esta enumeración, es un cultivo que requiere mucho cuidado, tiempo y esfuerzo, estar vigilante, cuidar del regadío, atenderla con suma solicitud. Así ha sido Dios con su Viña. Y Él mismo la plantó, no uso de empleados, no se la encargó a jornaleros, Él se encargó de todo, porque ningún “agricultor” ama tanto su cultivo como Aquel que lo ha sembrado con sus propias manos, y la ha regado con su propio sudor. Atención a la pregunta que nos dirige YHWH:  מַה־לַּעֲשֹׂ֥ות עֹוד֙ לְכַרְמִ֔י וְלֹ֥א עָשִׂ֖יתִי בֹּ֑ו¿Qué más se puede hacer por una viña que no lo haya hecho Yo? Pregunta típica del que ama y se ha desvivido por el destinatario de su amor.


Pero aquí sobreviene la decepción expresada: debería haber cosechado uvas, pero lo que da son agrazones, es decir, purgante o tóxico. ¡Qué desconsuelo! Tanto afán para nada. ¿Qué se habrá de hacer con una viña tan desilusionante? Algún agricultor querrá empezar de nuevo, desde cero: quitar la cerca, derribar el muro de protección, quitar los arbustos que permiten sostener las plantas tiernas, dejar que la pisoteen, hasta que quede reducida a cardos y abrojos, (si se le quita la lluvia) será seca, sin agua, será como un desierto, sólo desolación.

Se concluye la perícopa resumiendo la decepción del Señor:
a)    Esperaba respeto por la ley, y ¿qué ha obtenido?, ¡sangre derramada!
b)    Esperaba justicia, y a cambio, sólo se cosechan gritos de dolor.

Le suplicamos que le de vida a la viña

El Salmo es otra súplica. Clama a Dios para que restituya a la Viña su esplendor, para escapar de la muerte merecida y expresada en la sentencia que divulgó por medio del profeta Isaías; para que Dios no le retire sus cuidados eleva el Salmo, para que siga amándola con todo su corazón: אֱלֹהִ֥ים  הֲשִׁיבֵ֑נוּ וְהָאֵ֥ר פָּ֝נֶ֗יךָ וְנִוָּשֵֽׁעָה׃ ¡Haz que volvamos a ser lo que fuimos! Sal 80(79), 3(4)b, míranos con buenos ojos y estaremos a salvo. Este estribillo se repite por tres veces a lo largo del salmo.


La súplica va más allá. Pide a Dios que se ponga de su parte y contra los enemigos. Así que en el verso 16 pide que destruya con el furor divino a quienes cortan y queman la viña.

Para concluir la perícopa de este Domingo leemos los versos conclusivos del salmo, prometiendo que si nos da su ayuda nunca nos apartaremos de Él y sólo a Él invocaremos en nuestras plegarias.

Nunca abatidos sino siempre alegres en Jesús

Desde el XXV hasta el XXVIII (el próximo) Domingo ordinario hemos venido leyendo en la Segunda Lectura perícopas tomadas de la carta a los Filipenses.

Para empezar, en esta oportunidad, nos recomienda: ¡No se aflijan por nada! Y esta es una directriz hermosísima. En el contexto de este mundo, donde el adversario nos inocula el desaliento y el pesimismo, donde no hay una sola “noticia” alentadora, el malo viene y nos siembre su fárrago de desolación. Quien duda que el maligno hace su obra por medio de la desesperación, que él es feliz robándonos la paz, que nuestra vulnerabilidad se acrecienta cuando nos hace mella la desconfianza y la desilusión. Parece que todo y todos se empecinan en una campaña de abatimiento y desamparo. ¡claro que nos coge postrados cuando logra convencernos que estamos solos, que Dios se ha ido o que se ha dormido! Esas son sus sucias estrategias. Pero nosotros, no debemos afligirnos por nada. Sé que es fácil decirlo aun cuando sea duro aplicarlo, pero esa es nuestra consigna: ¡No afligirnos por nada! Y, ¿qué vamos a lograr con eso? Dios nos dará su paz, y esa paz es una paz “protectiva” (vamos a inventar esa palabra para usarla en este caso), es una paz que cuida nuestros corazones y nuestros pensamientos ἐν (este “en” significa apoyado en la dimensión de) Cristo Jesús. (Flp 4, 7)


En la segunda parte, verso 8, nos indica lo que debe ocupar nuestros pensamientos, sigamos la enumeración de San Pablo:
a)    Todo lo ἀληθῆ verdadero
b)    Lo que es σεμνά digno de respeto
c)    Lo δίκαια recto
d)    Lo ἁγνά puro
e)    Lo ἁγνά agradable, lo amable
f)     Lo que tiene εὔφημα buena fama
g)    En toda clase ἀρετὴ de virtudes
h)    En todo lo que ἔπαινος merece alabanza

Eso debe llenar nuestro pensamiento, todo lo que es distinto debe ser erradicado de la mente. Debe procurar todo lo noble y puro, todo lo virtuoso, no nos exige perfección pero si el esfuerzo por superarnos y evitar la tentación de la depresión, del desánimo. Siempre arriba y adelante apuntando nuestra mirada hacia Jesucristo, nuestro Salvador.

La parábola de los viñadores asesinos

Lo bonito de la parábola es esto,: ella suministra un espejo para que las personas se vean en él , reconozcan y digan lo que ellas mismas merecen.

Ivo Storniolo

La viña es cultivada en vista de aquel fruto que alegra a Dios y al hombre: es el amor a los hermanos, del cual tienen hambre tanto el Hijo como el Padre.

Silvano Fausti

Estamos atravesando esa zona del Evangelio de San Mateo que procura mostrarnos que la Comunidad cristiana es una comunidad inclusiva, que no se apuntala sobre racismos y discriminaciones, que no exige una cultura específica o la pertenencia a una pueblo determinado. Ese es el contexto de la perícopa del Evangelio, donde además, Jesús le está hablando a los Jefes de los sacerdotes y a los ancianos de lo9s judíos, es decir a las autoridades.


Quizás pensemos que está dirigiéndose exclusivamente a los alcaldes y los presidentes, y no es así. Ya hemos señalado como todos somos autoridad, quizás de un grupo de trabajo, tal vez  de un grupo de sembradores, o posiblemente comandamos un piquete de obreros, quizás somos líderes en la universidad, o con un equipo de investigadores, puede que nuestra autoridad se extienda a los compañeros de clase, en otro aspecto, nuestra autoridad puede ejercerse sobre nuestra familia, aun cuando compartamos esa autoridad con nuestro cónyuge, ahora, será más amplia y de mayor compromiso si nuestra autoridad se desenvuelve en la esfera de lo espiritual, en el grupo de oración o en una pequeña comunidad de base. Todos nos miran, todos nos juzgan, ven el ejemplo, eso es autoridad.

Así que está dirigida a los políticos, pero también a los demás, a todos nosotros, cualquiera sea nuestro oficio o nuestro rango en cualquier jerarquía. Todos podemos ser llamados, todos estamos invitados. A todos se nos puede entregar la viña en arriendo, y de hecho se nos ha entregado, ya somos sus responsables. Ninguno de nosotros es el Dueño, el Único Dueño de la Viña es el Señor; y, aunque fue Él quien la plantó, Él no la quiere para Él, Él la plantó para compartírnosla, para dárnosla en administración, para que fuera “el lote de nuestra heredad”.


Pero claro está que nos la da confiando en nuestra respuesta, en nuestro sentido de responsabilidad. Él espera que le demos los “frutos a tiempo”.

Y, ¿cuáles son esos frutos? Justicia, solidaridad, fraternidad. Velar por nuestros hermanos, interesarnos en ellos, preocuparnos por ellos, hacer, como Dios con su Viña… “todo lo que esté en sus manos”. No está como una tarea para la salvación “mía” sino para la salvación nuestra.

Eso ¿qué significa? Amar, dar, no retener sino sabernos desprender, no temer, confiar, así como Dios Padre que siempre crea, también nosotros debemos “crear”. Crear sociedades más humanas, más comprensivas, más tolerantes. Trabajar arduamente contra la indiferencia. Ayudarnos, colaborarnos, tenernos paciencia, cultivar la generosidad, la amistad. Construir comunidad, ¿cómo? Construyendo unidad.


La viña representaba a Israel, pero, así como lo expresa la parábola, fue entregada a unos nuevos arrendatarios, distintos de aquellos que mataron al “propio Hijo”. ¿Será esa nueva nación Santa la Iglesia?

Veamos sobre ese asunto lo que dice un teólogo protestante: «Dios reúne un nuevo pueblo y lo pone a su servicio. Pero esta reunión se lleva a cabo con un criterio preciso: la fidelidad ética (el “reino de Dios” se le dará a un pueblo que dé frutos”).


…Por su endurecimiento culpable, Israel pierde la vocación que le destinaba a la salvación; hace caduca su elección. Este es por lo menos el pensamiento de Mateo, pero no el de Pablo (Rom 11, 29). La vocación que se le retira a Israel se le confía ahora  a un pueblo que se reúne sobre la base de una tarea que realizar. La afiliación a este nuevo pueblo no puede constatarse o demostrarse; tan sólo el juicio revelará quien es el que ha dado fruto y por tanto, quien forma parte del nuevo pueblo… La iglesia no es ni un nuevo Israel, ni el verdadero Israel. Recibe una vocación que la determina por completo. Ella no es el pueblo del reino más que en la medida en que permanece fiel a esta vocación, es decir, a la voluntad de Dios.  Y solamente el juicio dirá si la iglesia, a lo largo de la historia, ha sido precisamente el pueblo que ha dado fruto.»[1]




[1] Zumstein, Jean. MATEO EL TEÓLOGO.  Ed. Verbo Divino Estella – Navarra 1999 p. 57

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