sábado, 18 de octubre de 2014

POBREZA RICA O RIQUEZA ESCLAVA


“El Señor que ya llega, ya llega a regir el orbe: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad”.
Sal 96(95), 13.

Jesús es el Hijo de Dios, eso lo sabemos, si  Él es el Hijo entonces es Dios mismo, Dios es el Dueño de todo, todo lo creado le pertenece puesto que todo viene de sus manos de Padre. Y sin embargo, el Hijo de Dueño-de-todo no tiene ni siquiera un denario; para poder ilustrar su respuesta tiene que pedir uno prestado, para poder mostrar que tiene impreso en cada una de sus caras. Nos parece que en este caso su riqueza se muestra precisamente en su “no poseer ni siquiera la moneda que representaba la paga de una jornada de trabajo”, no posee ni siquiera “la moneda del tributo”.

En cambio, sus contradictores, los que quieren enredarlo con preguntas, atrapándolo en sus propias palabras: ἐν λόγῳ. A Él que es el verbo de Dios, quieren atraparlo en el verbo. La liturgia de este Domingo XXIX Ordinario (A) nos muestra que YHWH es el Único Señor y que fuera de Él no hay otro; nos muestra que obra por amor, que ama a su pueblo escogido y que obra –aunque por caminos insospechados- en favor de su pueblo elegido, valiéndose hasta de los que no son conscientes de servir a su Altísima Majestad, Nuestro Dios y Señor. Hasta los que no lo conocen pueden ser vía para servir a sus designios.


Pero fariseos y Herodianos –que curiosa mezcla, el agua y el aceite juntos para servir los intereses del Malo- ellos si tienen a mano la “Moneda del Impuesto”, la presentan de inmediato; en tal caso, tener la moneda es sinónimo de dependencia, de esclavitud, están en condiciones de pagar tributo a un rey extranjero que los ha avasallado, que los guarda bajo sometimiento, que les enajena la libertad. Pero pese a ello, andan con las fichas de su juego entre el bolsillo. Jugando con las fichas del juego enemigo. Este detalle de la moneda del tributo pone en evidencia su hipocresía. Esa aparente paradoja de tener o no la moneda para pagar los impuestos al Imperio, desvela quienes están con Dios y quienes dispuestos a traicionarlo, a venderlo, a hacerle el juego al César que siempre se ha pretendido hijo de dios. Del otro lado, el verdadero Hijo de Dios, que no tiene moneda para pagar el impuesto (pero que la puede crear en las entrañas de un pez, para pagar el impuesto de Jesús y el de Pedro), sabe qué imágenes tienen plasmadas y por lo tanto a qué juego pertenecen tales fichas.

La riqueza de Jesús no estriba en el manejo de monedas sino en su libertad. Esta libertad de Jesús está expresada por los labios del adversario, es la libertad que:
·         Le permite ser siempre sincero
·         Enseñar de verdad el camino de Dios
·         No importarle el qué dirán
·         No vivir ni depender de respetos humanos
·         No está esclavizado de las apariencias de los hombres.



Ahí dichas contundentemente las pautas de quien es y cómo obra Jesús, para que sepamos quienes somos y como obramos sus discípulos, cómo es la justicia cristiforme. Sólo moviéndonos en el espacio ilimitado de la libertad que nos enseña Jesús seremos obreros del reino y podremos aportar cada uno un ladrillo, cada cual su propio baldosín. En cambio, el juego de las monedas, siempre nos encadenará a la ambición de tener otras y ser esclavo de las efigies en ellas gravadas, sean escudos de armas, águilas imperiales o serpientes venenosas. Con razón el dilema de las monedas es el de cara o cruz.

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