sábado, 28 de septiembre de 2013

HAY QUE ESCUCHAR A MOISÉS Y LOS PROFETAS


Am 6, 1a. 4-7; Sal 145; 1 Tm 6, 11-16; Lc 16, 19-31


¿De qué sirve mi comunión contigo, Señor,
si no comulgo con el pobre que encuentro?

Averardo Dini

Hay Uno que los ve a ambos

Fray Nelson Medina o.p.

Hay tal encadenamiento entre el domingo XXV y este Domingo XXVI que uno podría pensar o decir: ¡Se trata de la misma “película”, parte 2! Ese encadenamiento también se da en el Evangelio de San Lucas. El Domingo pasado llegamos hasta el verso 13 del capítulo 16. El último verso que leímos rezaba: “Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dios dinero”. Se han saltado 5 versículos para continuar este Domingo XXVI con el resto del capítulo 16.




De este salto queremos recobrar dos sentencias fundamentales que –como un tensor- tienden secuela entre lo dicho y lo por decir:
1)    “Dios conoce los corazones de los hombres, y lo que los hombres tienen por grande, Dios lo aborrece” Lc 16, 15b
2)    “Es más fácil suprimir el cielo y la tierra que dejar a un lado una sola letra de la ley” Lc 16, 17

En el Domingo XXV leímos en el Evangelio: Καὶ ἐγὼ ὑμῖν λέγω, ἑαυτοῖς ποιήσατε φίλους ἐκ τοῦ μαμωνᾶ τῆς ἀδικίας, ἵνα ὅταν ἐκλίπῃ δέξωνται ὑμᾶς εἰς τὰς αἰωνίους σκηνάς. “Con el dinero tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo.” Lc 16, 9. No dice cielo, estrictamente dice αἰωνίους σκηνάς “moradas eternas”



En este Domingo XXVI leemos: ἐγένετο δὲ ἀποθανεῖν τὸν πτωχὸν καὶ ἀπενεχθῆναι αὐτὸν ὑπὸ τῶν ἀγγέλων εἰς τὸν κόλπον Ἀβραάμ· ἀπέθανεν δὲ καὶ ὁ πλούσιος καὶ ἐτάφη.  “murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al Seno de Abrahán. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba este en el lugar de castigo, en medio de tormentos,…” Lc 16, 22 ambos textos nos quieren dar a conocer una realidad que de otra manera nos sería inalcanzable: ¡nadie ha vuelto de la muerte para contárnoslo!

Motivo de profundo regocijo tenemos al darnos cuenta de la Bondad Divina manifestada a través de Nuestro Señor Jesucristo, el Único que podía contarnos como es la realidad escatológica, el Único que podía decirnos qué hay y cómo es el “otro toldo”: Él nos lo da a conocer, claro que haciendo uso de comparaciones con la realidad terrena pues la realidad “celestial” escapa a todo referente previo, lo que Él nos da son “alusiones” comprensibles a nuestro pensamiento desde nuestro conocimiento de esta realidad.

Durante mucho tiempo se adelantó una teología que desconectaba como dos “realidades” independientes la vida terrenal de la vida después de la muerte física. Lo que pasa aquí –según esa teología- no tiene absolutamente nada que ver con lo que pasa en “el otro toldo”. Y, leyendo atentamente estos evangelios (buenas noticias) venimos a darnos cuenta que están estricta y poderosamente conectadas (¡Buenas noticias!, pero como casi siempre sucede, las que son buenas para unos, son no tan buenas para otros; y eso depende, no del color del cristal con el que se miren, sino de la perspectiva en la que uno se encuentre).



El Domingo anterior se nos indicaba ganar puntos con “el dinero tan lleno de injusticias” aquí (lógico, no podemos llevarnos el dinero para el “otro lado”) y así granjearnos “intercesores” allá; mejor todavía, “anfitriones” que nos reciban. ¡Cual no será la “importancia” que tiene los pobres allá que pueden entrar a decidir a quienes se recibe y a quienes no.

Por el otro ladito, Lázaro “es llevado” por los Ángeles al “Seno de Abrahán” (el Seno de Abrahán es el mismísimo cielo llamado así con un giro por demás comprensible y muy claro para los judíos puesto que Abrahán es el Patriarca por excelencia, el iniciador de la cadena de la fe, el Siervo Fiel de YHWH, que dejó todo y partió basándose tan sólo en la promesa de Dios. ¡Donde esté Abrahán esa será la Morada del Dios Eterno!



¿Qué hacía de bueno Lázaro para merecer la vida eterna? Leyendo con toda atención la perícopa descubrimos que aparentemente ha recibido un premio in-causado, porque él hace absolutamente nada más que existir, mendigar, estar allí, tirado, llagado, dejándose lamer las llagas de lo perros, viendo caer las sobras de la mesa. Pero, un momento, ¡atención! ¿Cómo vive Lázaro? ¡Sumido en su pobreza! La única razón de recibir como premio el Seno de Abrahán es “ser pobre”. El propio Evangelio lo explicita enseguida: εἶπεν δὲ Ἀβραάμ Τέκνον, μνήσθητι ὅτι ἀπέλαβες τὰ ἀγαθά σου ἐν τῇ ζωῇ σου, καὶ Λάζαρος ὁμοίως τὰ κακά· νῦν δὲ ὧδε παρακαλεῖται σὺ δὲ ὀδυνᾶσαι. “Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos” Lc 16, 25.

No queremos pretender penetrar las verdades teológicas con sociologismos pero comprendemos que toda riqueza tiene un correlato de pobreza: unos son ricos porque otros son pobres, o mejor aún, si no fuera porque hay pobres, no habrían ricos. A renglón seguido cabe la pregunta: ¿Cuántos pobres se necesitan para poder fabricar un rico? «El pobre no existe como fatalidad; su existencia no es políticamente neutra, ni éticamente inocente. El pobre es subproducto del sistema en el que vivimos y del cual somos responsables. En verdad el pobre es un empobrecido, es decir, un despojado, robado y defraudado del fruto de su trabajo y de su dignidad. Este empobrecimiento suscita un llamamiento al amor cristiano, no s´´olo para aliviar la carga humillante de la pobreza pobre sino para crear condiciones de superación de esta situación.»[1]


Para evitar ese enfoque queremos proceder con otro muy diverso: El “rico epulón” motivó su castigo en “el otro toldo” porque procedió como el sacerdote y el levita de la historia del “Buen Samaritano”, fue indiferente con el mendigo que yacía a la entrada de su casa. Si, evidentemente su pecado es el de la indiferencia, el de la que tantas veces denunciamos, la indolencia, la falta de solidaridad. Este “rico epulón” fue un verdadero Caín: Cuando escucho la voz de Dios preguntándole por su hermano, él contestó: “No lo sé, ¿acaso es mi obligación cuidar de él?” Gen 4, 9d.

Así como el “Economista”, “Administrador” (οἰκονόμον) del Domingo anterior, debía gastarse su dinero mal-habido, impío, para pavimentarse una vía de acceso a las moradas eternas, así también el “hombre rico que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día” debió haber dado no sólo las migajas que caían de la mesa a Lázaro, sino un buen y suculento plato de sopa, y no sopa para un día, sino –ya que estaba dentro de la medida de sus posibilidades- sopa diaria, honrando al pobre mendigo, su hermano, ese hijo de Dios que tenía como único enfermero a los perros que lamían sus heridas.


Nos hace recordar al Padre Pio de Pietrelcina (a San Pío), que no se conformaba con confesar y prodigar los milagros que Dios le permitía, sino que además se interesó en construir un hospital para suplir aquellas necesidades que en el marco de una guerra (la Segunda Mundial) iban a empezar a aparecer por todas partes, porque no se requiere la bilocación o el don de vaticinio que el padre Pio recibió de Dios para inferir que una guerra acarrea heridos, mutilados y sufrimiento a diestra y siniestra. Este ejemplo de San Pio nos muestra cómo granjearse intercesores en el cielo. Uno puede decir, “¡yo no soy rico! Lo que tengo no alcanzaría para construir ni un solo cuarto de hospital…”; pero el Padre Pio no tenía nada… pero lo tenía todo porque tenía confianza en la Divina Providencia. Confianza inamovible, férrea, a toda prueba.

Pero, si se quiere, no nos exijamos tanto, lo que podamos, no tenemos que salvar el mundo solos. Estamos convencidos que cualquier gesto de solidaridad, de caridad fraterna, (no paternalista, no arrogante, no humillante sino dignificadora) se amplía en círculos concéntricos y puede llegar hasta la orilla más remota.



Tampoco podemos ejecutar el gesto y sentarnos a esperar los resultados para ver la resonancia que tiene ese acto generoso. Lo que menos debe preocuparnos es visualizar el resultado, lo que nos debe mover es la energía de semejanza entre nuestro gesto y los de Jesús, aun cuando, guardadas las proporciones nuestro gesto sea milimétrico al lado de las acciones de Jesús. Queremos significar que nuestras acciones deben llevar el aroma de Jesús aun cuando ese aroma se perciba muy tenue, muy mínimo.

Hay realidades que se enlazan en una relación de causa y efecto como lo que obramos en esta vida respecto de lo que “viviremos” en la patria celestial; en cambio, hay otras realidades que no se tocan, como la realidad de la morada celestial respecto del ᾅδῃ Hades (el Infierno). El evangelio nos lo afirma: …μεταξὺ ἡμῶν καὶ ὑμῶν χάσμα μέγα ἐστήρικται, ὅπως οἱ θέλοντες διαβῆναι ἔνθεν πρὸς ὑμᾶς μὴ δύνωνται, μηδὲ ἐκεῖθεν πρὸς ἡμᾶς διαπερῶσιν. “Entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá”. Lc 16, 26bcd.

¡Atención! No siempre hay que esperar hasta el otro toldo para recibir justicia. Muchas veces la justicia se hace o empieza a cumplirse ya en esta “vida”, sin tener que trasportarse a la otra. A ese tipo de justicia “pronta” alude la Primera Lectura: Algunos de estos “ricos” gozones, que banquetean, parrandean, viven en “borracheras” y “orgías”, glotones y desconsiderados que “no se preocupan por las desgracias de sus hermanos”; esos reciben su castigo de una, aquí en la tierra, “irán al destierro a la cabeza de los cautivos” Am 6, 7. Más arriba, antes de iniciar la perícopa que leemos en la liturgia de este XXVI Domingo Ordinario (C), se les advierte a estos derrochadores de lujos, perfumes y de ingeniosos instrumentos musicales para animar sus orgías, que ellos son los que “atraen el imperio de la violencia”, y claro está que a los pobres les envenena la sangre pasar dificultades mientras los otros despilfarran, desperdician, derrochan, hacen gala de ser botaratas, malversan, financian la corrupción y promocionan el escándalo y la vida disoluta. No que creamos en la violencia como vía de solución, pero, ¿qué se puede esperar de un mendigo que ve rodar el pan a los pies de la mesa mientras él pasa hambre?: eso es atraer el “imperio de la violencia” Am 6, 3b.

Tarde o temprano, en la otra vida o ya en esta, nos lo advierte el Salmo: “El Señor… es quien hace justicia al oprimido” Sal 146(145), 7a. Y si seguimos leyendo el Salmo vemos que Dios se ocupa de deshacer entuertos y todo lo endereza puesto que Dios es Justicia y Justiciero; y, una vez más, nombra a sus “clientes”, a sus “ahijados”, más aún, a sus “hijos”, sus protegidos, sus favoritos, los nombra enumerándolos: los hambrientos, los  presos, los ciegos, los caídos, los hombres honrados, los extranjeros, los huérfanos, las viudas. Otra vez están condensados, en los que se mencionan, todos los anawin.

Toda esta enseñanza nos compromete a una tarea y esa nos la explicita la Carta a Timoteo de donde se toma la Segunda Lectura: τηρῆσαί σε τὴν ἐντολὴν ἄσπιλον ἀνεπίλημπτον “cumplir fiel e irreprochablemente, todo lo mandado….” 1Tim 6, 14ª.

¿Cómo se cumple todo lo mandado? El mismo texto nos lo dice:

a)    Llevando una vida de rectitud
b)    Piedad
c)    Fe
d)    Amor
e)    Paciencia
f)     Mansedumbre
g)    Luchando el noble combate para conquistar la vida eterna.

Y el evangelio, ya lo dijimos, abundó en cómo se la conquista, favoreciendo a los que son los favoritos del Padre Eterno.

«La celebración de la Eucaristía no puede hacerse en el espíritu de Jesús si junto con ella no están el hambre y la sed de justicia. Traicionamos la memoria del Señor, si por ella ocultamos o hacemos insignificante la presencia de relaciones injustas en la comunidad de los fieles que celebran y asisten a la eucaristía.»[2]




[1] Boff, Leonardo. TEOLOGÍA DEL CAUTIVERIO Y DE LA LIBERACIÓN. Tomado de TEXTOS SELECTOS ediciones paulinas Santafé de Bogotá. – Colombia 1992 p. 119.
[2] Boff, Leonardo. DEL LADO DEL POBRE. Op Cit. p. 118

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