viernes, 12 de septiembre de 2025

Sábado de la Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario


1Tim 1, 15-17

 

«Timoteo nació en Listra, Licaonia, hijo de padre griego y madre judeo-cristiana… La importancia de 1Tm está en su testimonio histórico sobre la organización eclesiástica. Pablo insiste en que Timoteo desempeñe con firmeza y con valor la función que recibió de Cristo sobre el rito de imposición de manos (“ordenación”)». (Ivo Storniolo; Euclides Martins Balancin). La Carta va poniendo puntales firmes que orienten la labor pastoralista de Timoteo. Lo primero, como punto de partida, es que Jesús vino como Salvador: “Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores…” Esa Misión salvadora tenía un “para quien”, para los pecadores.

 

Esta declaración, dice en la carta que, es πιστός [pistos] que significa “plenitud de la fe”. ¿Cómo sería esto, entonces? Que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, esa es la “plenitud de la fe”. Nosotros, lo que aceptamos, de todo corazón, es que Jesús vino, no a mandar a los pecadores al Hades, la Tiniebla Sombría. ¡No! Ese no es el Dios de nuestra religión, esa no es nuestra fe. Ese es el dios punitivo, que creó para castigar, para torturar, para hacer sufrir. Ese es un dios que segrega, que busca cómo tener por fuera a los pecadores, y sólo admite a los “santitos”. Y, ahí lo grave, es que, no se hace nada por salvarlos y por cooperar en el proyecto de Dios, de compadecerse y acudir en socorro de la oveja extraviada. Todo queda reducido a que yo sea santito, y que los demás se pudran. ¡Coma yo y coma mi macho, y que se reviente el muchacho!

 

Ahora viene un segundo punto: La escogencia de “delegatarios” que ejercieran como Apóstoles llevando el mensaje. ¿Sería que para ese encargo buscó algunos santitos? ¡Pues no! Y, él mismo se pone como ejemplo, mejor dicho, prácticamente como contra ejemplo, al decir que Dios mismo ha hecho gala de Maravillosa Paciencia eligiendo como Apóstol de los Gentiles, a quien -eso lo reconoce San Pablo- uno de los grandes pecadores, como sabemos, un perseguidor redomado de la Fe.

 

Es una especie de ironía, que hubiera dirigido su Mirada hacia aquel que se había dado como tarea farisaica, perseguir a los del “Camino” y conducirlos al martirio, por infieles al judaísmo.

 

Lo que hizo Jesús con Pablo fue, precisamente, tomarlo a él como contra-ejemplo: Como vino a salvar a los pecadores, empezó por el que se había ganado la fama de peor pecador: el que había elegido como oficio ser asesino de cristianos. Dios dejó al descubierto su infinita paciencia para que todos pudiéramos ver en Pablo, que el Dios que se apiada es el Dios que es Jesús y que en su Carne se muestra.

 

Pero, ahí está el “Milagro”, ahí se manifiesta la grandeza de Dios, ahí muestra Dios que Él no está tan afanado por los “sanos”, sino por los “enfermos” que son los que de verdad tienen urgencia de Médico. De un “Perseguidor” sacó un “Predicador incansable”, regalándole a Saulo, su maravillosa trasformación.

 

Mira su corazón, y asombrado de lo que era, y del salto descomunal que dio para llegar a ser ὑποτύπωσιν [hipotuposin] “modelo” de los que habrían de creer en Él y llegar a tener Vida Eterna” (Cfr. 1Tim 1, 16).

 

Este Dios que Pablo reconoce en sí mismo, que actúa en su corazón y en su vida, es el que le trata de reavivar a Timoteo. Timoteo necesitaba tener claro este punto, todo el trabajo misionero y pastoral que se le encomendaba dependía de esta intelección. No otra podía ser su plataforma de despegue.

 

Uno puede hablar de honor, gloria y majestad, hasta para referirse a un producto que se quiere comercializar y que produzca magnifica ganancias. En cambio, aquí al Dios que se le encomienda a Timoteo, para que Lo anuncie, es verdaderamente digno de toda Honra, porque es Rey Eterno, Inmortal, no accesible a nuestros sentidos, pero Único, -como lo venía declarando siempre el judaísmo- pero que no ha preparado sus Insuperables regalos como premio para los “juiciosos de siempre”, “los que no necesitan ningún médico”, sino que Él vino a cuidar y rescatar a los que estaban perdidamente enfermos y desahuciados.


 “A Él, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”

 

Sal 113(112), 1b-2. 3-4. 5a y 6-7

Este salmo es un Himno. Es el primero del Hallel egipcio -conformado por los salmos 113(112) – 118(117)-. Tiene 9 versos, de ellos se tomaron 5 y medio para organizar la perícopa que se proclama. El salmo tiene tres estrofas: En la primera, los levitas hacen la convocatoria para acudir con Alabanzas. En la Segunda estrofa se señala que Dios se acrece en su Gloria y Majestad, y Sube, Sube, y su Trono está en las Alturas de su Soberanía, pero, a pesar de eso, se “abaja” para atendernos, oírnos y cuidarnos. En la estrofa conclusiva, muestra que Dios ha bajado para “levantar”, y nos recoge para llevarnos al Principado -que Su Hijo ha querido compartirnos- y, a la que llamaban “la infecunda”, le ha dado hijos de todas las naciones de la tierra. Ella se felicita por su maternidad universal.


Concibió a Jacob, que llegó a ser padre de las doce tribus, recogiendo el cumplimiento de la Promesa que le había entregado a Abrahán.

 

ARRAIGADOS EN LA MISERICORDIA ALCANZAREMOS LA BIENAVENTURANZA

Lc 6,43-49

No todos los que me dicen “Señor, Señor”, entraran en el Reino de los Cielos, estos hablan, hacen, pero les falta otra actitud, que es precisamente la base, el fundamento del hablar, del actuar: falta escuchar. Por eso Jesús continúa: “Quien escucha mis palabras y las pone en práctica”.

Papa Francisco

Escuchar es muy diferente de oír. Oír simplemente significa que unas ondas sonoras impacten el tímpano, con la suficiente energía para hacerlo vibrar. En cambio, “escuchar”, significa alcanzar la “consciencia”, valga decir, pasar del oído a la mente, para a) entender, b) acoger y c) asimilar en el propio ser, el “mensaje”. Escuchar requiere quitarle la gabardina al cerebro -ruta directa al corazón, puente de paso a la aplicación en la vida-, y dejar que nos “mojen” y que, nos empapen las palabras con toda su significación (lo que no quiere decir, una asimilación acrítica).


Esa es -otra pata que le nace al cojo- pretender que asimilemos como autómatas los mensajes que, en vez de procurar acercarnos a Dios, produzcan sólo, destellos pasajeros, por ejemplo, de admiración, pero sean sólo edificios endebles que no dan otra cosa que la ilusión de la solidez. Cuando venga el lobo y sople, tirará la casita de inmediato, porque está cimentada en la arena. La estructura sólida de la “casa” de nuestra fe, tiene que apoyarse en bases de cables y barras de acero -no nos deje suponer la pereza- que, podemos superar su endeblez, pegándola con babitas (Cfr. 1Pe 3, 15). 

 

¿Podría alguien dar algo que no tiene? ¿Puede el palo de cerezas cargar naranjas? El hombre que tiene perversión y maldad en su pecho, ¿puede esparcir una cosecha pía? ¿Podrá el sordo -que ni siquiera sabe leer los labios, mucho menos, los libros- recibir las predicaciones de los Doctores de la Iglesia? ¿Puede -y esta condición es mucho más grave- recibir en su pecho la “Buena Nueva”, el hombre que, en vez de corazón, tiene una piedra?

 

«Cuando Jesús advierte a la gente sobre los ‘pseudoprofetas’ dice: ‘por sus frutos los conoceréis’. Y de aquí, su actitud: muchas palabras hablan, hacen prodigios, hacen cosas grandes, pero no tienen el corazón abierto para escuchar la Palabra de Dios, tienen miedo de la Palabra de Dios y estos son ‘pseudocristianos’. Es verdad, hacen cosas buenas, es verdad, pero les falta la roca». (Papa Francisco)

 

Vamos saltando así a condiciones cada vez más inalcanzables: ¿Podrá una persona a la cual se le han destilado galones y galones de rencor, acíbar y veneno en el alma, comprender y darse a la tarea de ser un fervoroso cristiano? Y, sin embargo, ¡para Dios nada hay imposible! (Cfr. Lc 1, 37)

 

Vivimos en un “medio ambiente” que le gusta enseñorearse para dominar y humillar, entonces nos enseña y nos inocula la palabra “Señor”; pero a estos tales, como les fascina la prepotencia y la dictadura, les resulta imposible reconocer el Señorío de Jesús que no quiere dominar, ni someter, sino amar.

 

¿Queremos construir una casa que resista el embate del peor huracán? ¿Quisiéramos que nuestra casa tuviera la estructura del acero más firme? Tenemos que consagrarnos a la tarea de eliminar toda ambición de requerir a nuestro prójimo sumisión y sometimiento. Y estar en la comunidad, en la sinodalidad, atentos a la mutua escucha, prontos a prestar nuestros brazos y manos y todas nuestras fuerzas a la construcción del Reino. (Y no a la elevación de Altares personales).


 O, ¿quizás te ilusiona más que tu casa se derrumbe ante el suspiro de una mariposa?

jueves, 11 de septiembre de 2025

Viernes de la Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


1Tm 1, 1-2. 12-14

Dejamos atrás la Carta a los Colosenses y pasamos a estudiar la 1ª Carta a Timoteo; es decir, que dejamos atrás una carta -supuestamente escrita desde la prisión- y pasamos a otra carta, esta vez, Pastoral. Este nombre de Cartas Pastorales, se les dio hace ya mucho tiempo, por allá en la edad media, ya se las comenzó a llamar así, porque no estaban destinadas a una comunidad o a algún grupo de comunidades, que las iban llevando de ciudad en ciudad y releyéndola. Aquí la carta se dirige a un líder, uno del equipo de evangelización que se fue generando en torno a San Pablo, y que fueron sus colaboradores en la difusión del Evangelio, en este caso se trata de Timoteo.

 

Los historiadores de la Iglesia nos hablan de una primera etapa, básicamente con líderes carismáticos, que no le daban mayor trascendencia a la estructuración de las Comunidades, parece que en esa etapa el foco estaba puesto en el crecimiento numérico; pero algunos de los dirigentes, empezaron a reflexionar sobre la pervivencia de la Iglesia y se dieron a la tarea de crear las condiciones para que, una vez desaparecidos los de la primera línea “carismática”, quedara fijado un eje de continuidad.

 

Es interesante ver que San Pablo no se pone a imaginarse una estructura tal o cual; él, lo que trabaja en sus cartas Pastorales, parte de las dificultades y rasgos de las Comunidades existentes, y de los problemas y trabas que tenían que sortear.

 

Para establecer esa veta de continuidad se instituyeron Obispos y Diáconos y se introdujo la Ordenación, como Sacramento de esa continuidad; inspirados en la institución de los Apóstoles que había establecido Jesús; y a su vez, mirando al pasado mosaico y, en mayor o menor medida a la trasmisión del Sacerdocio Aarónico, aun cuando en este caso no se diera por parentela ni por pertenencia a una tribu.

 

Nuestro estudio de la Primera Carta a Timoteo, abarcará desde hoy hasta el sábado 20 de septiembre, 8 días, ya que, el 15 de septiembre, tendremos la Memoria Obligatoria de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, con Lecturas propias- e interrumpiremos, con motivo de esa Celebración el flujo de nuestro estudio.

 

Tengamos presente al estudiarla, que se trata de una Carta Pastoral, y la especificidad de su género- para comprender el Mensaje global y entender su propósito. San Pablo inicia presentándose como Apóstol de Jesucristo. A Jesús lo señala como a) Salvador y b) Esperanza. Y luego, nombra al destinatario de la Carta. Timoteo, su hijo, pero no engendrado en la carne sino engendrado en la fe. Le manda, junto con la Carta, un “paquetito” con tres “regalos” muy espirituales: 1) Gracia, 2) Misericordia, y c) Paz. ¿De dónde sacó San Pablo estos tres regalos? ¿son regalos propios? ¡No! Son, verdaderamente, encomiendas de Dios-Padre y de Su Hijo Jesucristo.

 

Nos saltamos la denuncia de los “falsos maestros” (vv. 3-11) y vamos directamente sobre la relación existente entre el remitente y el destinatario: El remitente bendice al Señor que lo ha elegido, muy a pesar de todos sus defectos, de sus limitaciones y de su pasado. Pasa a afirmar, como ley transitiva, que sí él, Pablo, ha sido elegido -a pesar de todos los pesares- la Carta y su Mensaje serán válidos y han sido autenticados por ser un documento brotado de la pluma del “Elegido”: por eso, es un mensaje de fiar y de ser aceptado sin reservas.

 

Cristo, vino a salvar a los pecadores, Él es digno de honor y Gloria eternamente. E, instruye a Timoteo por vía de esta Carta, para que se sienta firmemente establecido y respaldado, porque su labor y su predicación fueron bendecidas por profecías que lo anunciaban. Tómese en cuenta que, en esta época, la trasmisión de autoridad, era todavía sostenida por anuncios proféticos que indicaban quienes estaban “designados” por el Altísimo, para llegar a convertirse en keryx (portadores del mensaje, del “kerigma”). ¿Qué puede premunirlo para no llegar a naufragar en la fe? ¡Tener Fe y Buena consciencia!

 


Tenemos pues que al lado del Evangelio está la parangélia, y es que toda buena noticia, hace necesario al emisario, al anunciador, al comunicador: San Pablo le dice que le da esta παραγγελία [parangelia] “Encargo”, “Misión”, “comando”, “envío con plena autorización”, “también el conjunto de órdenes, parámetros y credenciales que se entregan para cumplir la comisión”.

 

Sal 16(15), 1-2a y 5. 7-8. 11

Salmo del Huésped de YHWH. Aún tenemos memoria de los casos en que una persona perseguida, buscaba refugio en el Templo, y se resguardaba allí, donde el brazo del perseguidor estaba vedado de alcanzarlo. Los guardianes llegaban hasta la puerta del Templo y la “Casa de Dios” lo resguardaba; los poderes humanos no osaban traspasar sus umbrales.

 

Sólo los “justos”, los que respetan al Señor, podían entrar, y sólo los justos buscaban defensa bajo su Techo, porque es la Morada de Dios. El salmo nos señala todas las virtudes que deben adornar al fiel: ha de practicar la Justicia, no calumniar, proceder honradamente, tener intenciones puras, no le hace mal al prójimo ni de hecho ni de palabra, no presta para ganar intereses, y no acepta soborno, mucho menos de los poderosos cuando quieren dañar al indefenso.


Le pide a Dios que lo refugie en Su Santo Templo porque él se ha fiado del Señor, a YHWH lo ha llamado Dios, su porción de la Herencia, la Copa que prueba cual es el “terreno que la ha asignado su Padre.

 

En sus sueños se le presenta YHWH y le da Consejos y le infunde sus Mensajes en las entrañas.

 

Le permitirá conocer previamente el mapa de su propia vida y avanzar en conformidad con él y así gozar ante el Trono Divino de la Lealtad de Dios que cumple su Alianza.

 

Lc 6, 39-42

Si no nos libramos de nuestro propio veneno seremos predicadores ponzoñosos. ¿Queremos trasmitir las enseñanzas de nuestro Dios y Maestro? ¡Atentos! No propaguemos ninguna clase de odio, ni siquiera el que nos parece el “odio más justiciero”.


Volvemos sobre Lucas, capítulo 4, verso 18d, y, en el corazón del quiasmo, la Misión que le dio a su Hijo: dar vista a los Ciegos. El asunto está en que nuestra naturaleza de pecadores, hijos de pecadores, consiste en que todos somos ciegos. Ahora bien, esta perícopa nos plantea un callejón que no tiene salida: Un ciego no puede guiar a otro que también es ciego, ambos irán de cabeza al abismo. Y, si todos somos ciegos ¿Qué vamos a hacer?

 

¡La receta es fácil! Antes de pretender guiar a alguien, antes de meternos de oftalmólogos a sacarle a alguien una basurita del ojo, viene la fase de auto-cuidado. Primero que todo, ¡auscultemos nuestros propios ojos!

 

En aquellos tiempos, originalmente la palabra ὑποκριτά [hupocrita] “hipócrita”, “el que responde con una máscara”, (los actores, usaban una máscara llamada “prosopón”, de donde se deriva la palabra “persona”), hipócrita sería la respuesta que no es de la propia persona sino de otra. Quien tendría que dar consejo, no la persona que también es “ciega”, sino alguien que no sea ciego; pero, si todos somos ciegos, ¿quién podrá responder? Sólo está llamado a guiarnos Dios, en la “Persona” de Su Hijo Jesucristo, Único que está libre de pecado, sólo Él puede enseñarnos, corregirnos, guiarnos.

 

¡Que no nos eduquen pensando que debemos ser mejores! “Mejor” es el adjetivo comparativo irregular de “bueno”. Es el adjetivo de los arrogantes (“aristócrata” es un modelo de gobierno que propone poner al mando a “los mejores”), esta idea de “los mejores” socaba las bases de un modelo social que declara “la igualdad”, en particular, ante los ojos de Dios. Que miremos a Jesús (su pedagogía no consistía en “ser” por comparación a otro, sino en ser conforme Dios nos llama a ser); que nos eduquen aprendiendo de Él. Que por fin sepamos con docilidad y alegría quien es la Verdad, el Camino y la Vida (Cfr. Jn 14, 6). Que abandonemos las predicas que quieran imponer la verdad a rajatabla, que no vivamos enseñándonos la cultura del rencor y del ojo por ojo. ¡Estamos hasta aquí del Talión! ¡Entristecidos hasta el límite con los que todavía anhelan la era del garrote y el fuete!

 

Releamos un fragmento del Evangelio de ayer (Lc 6, 27-30): «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames».

 

Y si es necesario, releámoslo mañana, y pasado, y si nos ponen una cita para la relectura, gustosos iremos, porque ¡cuánta falta nos hace compenetrarnos hasta el tuétano de esta Enseñanza!, y salir de nuestra lamentable condición de ciegos.

 

Hay, sin embargo, una idea de “mejor” que para nosotros los que queremos caminar por el Camino que Jesús propone, nos ilusiona, y nos estimula. Es cuando uno se compara -no con otro- sino consigo mismo. Porque “yo” puedo superarme, y ser mejor que lo que era ayer. Puedo descollar sobre aquel que “yo mismo” era en mi pasado, y alcanzar la cima, rumbo al paradigma que es Jesús.

 

Es por esto que la propuesta de Jesús no le apuesta a ser por comparación a otros; Jesús lo que nos propone, es que logremos “ser perfectos como mi Padre es perfecto. Así como su Padre, que está en el Cielo, lo es”. (Mt 5, 48)


Una perfección así no se conforma con amar profundamente a los amigos, va hasta el ideal del cristianismo de amar inclusive a los enemigos y ser capaces de hacerle el bien a los que nos odian”.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Jueves de la Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


Col 3, 12-17

Vivir a la manera de Cristo

Donde dejamos ayer, retomamos hoy, exactamente ahí, como si se tratara de una Lectura continuada.

 

Es una carta escrita desde la prisión. En ella se hace patente una preocupación pastoral que a cualquier pastoralista desvela- el cuidado de la Comunidad en construcción, la salvaguarda de su integridad ante las amenazas que puedan cernirse sobre ella. Algo que pueden hacer ellos es blindarse, porque es natural que la sinodalidad requiera paciencia, fraternidad, comprensión, tolerancia -pero no esa tolerancia vestida de indiferencia y desdén- sino una tolerancia comprensiva, que mira hacia las etapas diversas que van recorriendo los diversos miembros de acuerdo a su progreso y su maduración espiritual. Un impedimento se deriva de las marcas y heridas que los hermanos puedan haber padecido y que hayan quedado mal cicatrizadas o sanadas en falso.

 

Hay que añadir una taza completa de compasión entrañable, tres cucharadas de bondad, de dos a cinco onzas de humildad, mansedumbre a granel y paciencia, toda la que se tenga al alcance. En este aspecto, mejor pecar por exceso.

 

El perdón es un ingrediente que ha de estar siempre presente. Aprender a disolver las quejas para traducirlas en sentimientos de sincera fraternidad. Recordar lo mucho que el Señor nos perdona en cada jornada de nuestra existencia y, estar en consecuencia, dispuestos a emularlo.

 

Estas cosas no se pueden exigir, tiene que brotar espontáneamente de cada quien. No se puede comparar porque está más allá de nuestras limitaciones humanas, alcanzar la disponibilidad que proviene del Dulce Espíritu de mansedumbre que el Señor nos socorre. Pensamos que en la medida en que nos arraigamos en Jesucristo, nuestro corazón alcanza esa tonalidad de serenidad y paz tan conveniente e indispensable a los procesos de construcción del Reino.

 

La gratitud se ha de cultivar y se debe proponer -por parte de los pastores- como un bien que hay que desyerbar, abonar y cuidar con gran atención.

 

La Palabra de Dios será la semilla fértil que -en corazones disponibles- se podrá cosechar con generosidad. Compartir la Palabra va más allá de la repetición recortada e insustancial; tenemos que esforzarnos por subir a los altozanos de su riqueza y procurar extractar los principios nutricios que contiene. Penetrar su Sabiduría y poderla llevar fraternalmente exige método, dedicación y arduo estudio. Las citas memorísticas no funcionan porque nuestra cultura ha obliterado las palabras con las que se propuso, haciendo que hoy en día sean oscuras y mudas a nuestra cotidianidad. Sabemos la mecánica de la lectura, pero su exégesis nos está imposibilitada. Sabemos leer, sólo a medias, porque nos está vetada la decodificación. En nuestra mente suena como un ruido incomprensible.

 

Llamarnos unos a otros al buen camino, supone la derrota de nuestros propios prejuicios. Suponemos que nuestro edificio personal es sólido, pero a veces es “pura fachada”. Por eso San Pablo puso como tercer requisito la humildad. Cuántas veces no se nos ha dicho que tenemos que ponernos al nivel del interlocutor, pero eso -no siempre significa abajarlo hasta la puerilidad simplista- en vez de eso, por lo general, se necesita elevarlo un poco, y apelar a un esfuerzo moderado y a un nivel ligeramente superior y -a veces- muy superior. No tan arriba como para águilas, pero tampoco tan abajo como para lombrices.

 

La oración debe brotar del corazón, y de corazones agradecidos. Esto tiene dos requisitos: Deben ser plegarias verdaderamente inspiradas; y, segundo, preferiblemente con rezos probados por su calidad textual y su nivel literario; allí están para nuestro auxilio, los salmos y los himnos que los hagiógrafos han incorporado a la Sagrada Escritura.

 

Podemos -identificar un gozne de tres piedras

i)              Darle cabida y honda resonancia a la Palabra de Dios en nuestros corazones y en nuestras vidas. Haciendo un esfuerzo sincero por cotidianizar su Lectura.

ii)             Practicar con empeño la corrección fraterna.

iii)           Superar el criterio de vernos como desconocidos y procurar articularnos a la vida eclesial por medio de nuestra participación comprometida adhiriendo a alguno de los grupos de pastoral, para hacer operante nuestra vida de fe acreciendo nuestro sentido de pertenencia.

 

Concluye esta perícopa, exhortándonos a hablar y actuar siempre movidos por el Santísimo Nombre, para acrecer sin tregua Su Glorificación. “Esta carta la finalizo, como es costumbre mía, insistiendo en la vida del amor, del mutuo perdón y de la oración practicada unos por otros”. (Santos Benetti)

 

La Carta a los Colosenses tiene una estructura tripartita:

1)    Presentar la obra Salvadora de Dios (Soteriología) (1,9-23)

2)    Señalar cuál es la misión de Pablo respecto de esa comunidad y presentar su tarea general

3)    Hacer una propuesta de Lex vivendi, para la comunidad cristiana.


Hoy tenemos un evidente encadenamiento de rasgos cristianos: Amor (Agape) – Perdón – Paz -Gratitud. Con la perícopa vista, llegamos al final de nuestro estudio de esta Carta. Los tres días siguientes viernes – Domingo, trabajaremos un asomo a la Primera a Timoteo.

 

Sal 150, 1b-2. 3-4. 5-6a

Este salmo -es un himno- con él concluye el Libro de תְּהִילִים [tehillin] “las Alabanzas”, que así se llama el Salterio en el Tanaj (Biblia Hebrea). Cada verso empieza pidiendo que הַ֥לְלוּ יָ֨הּ [hallu’ El] “alabemos a Yah”; El es la abreviatura de Eloim, que era el Nombre primitivo de Dios Cósmico.

 

El salmo se dirige al pueblo de Dios, valga decir a nosotros. Es una exhortación, una convocatoria para todos nosotros. Nosotros somos el pueblo del tránsito, de la peregrinación, de la tierra peregrinamos hacia el Cielo. Al ser el último salmo, la última alabanza, indirecta y tácitamente se remite a la muerte.


Cuando estemos acercándonos vertiginosamente a la muerte, tendremos que -como el arquero, tensar la cuerda, para asegurarnos de pasar de este lado hasta la Eternidad. Ese tensar de la cuerda se ha de hacer con gratitud: Siempre nos ha llamado la atención, comparar nuestro peregrinaje por la vida, como una estadía en los campos de entrenamiento. Aquí no entrenamos para llegar Allá. Aquí nos ponemos a prueba, y aprendemos los rudimentos para la estadía ante el Rostro.

 

Aquí hemos conocido y entrenado, nos hemos preparado para … Y, pasa a darnos 10 recomendaciones o razones de Alabanza. ¡Que todo ser que respira sobre la tierra, exhale su alabanza a YHWH!

1)    Vamos a estar alabando continua y constantemente al Señor en su בְּקָדְשׁ֑וֹ [qodesh] "Santuario", “lugar Sagrado”.

2)    En el בִּרְקִ֥יעַ [raquia] “firmamento”.

3)    Por sus Magníficas obras

4)    Por su Grandeza de Hechos, Hechos Poderosos

5)    ¿Cómo lo alabaremos? Tocando las שׁוֹפָ֑ר [Shofar] Trompetas

6)    Tocando las arpas y las cítaras (la lira y el arpa, dice en hebreo)

7)    Tocando tambores y danzando

8)    Tocando la pandereta y las gaitas

9)    Tocando con címbalos sonoros

10) Tocándole con címbalos vibrantes

 

El último versículo convoca a toda criatura que respire sobre la tierra: ¡Que todo ser que respira sobre la tierra, exhale su alabanza a YHWH!

 

Lc 6, 27-38

… no digo que la mansedumbre, la bondad y la dulzura permitan obtenerlo todo. Pero si me parece evidente que lo que puede obtenerse mediante la dulzura, la bondad y la mansedumbre no puede obtenerse mediante la violencia.

Hélder Câmara

 

Hay una lógica, que se han esforzado tanto en mostrarnos como la lógica-Lógica, que, todo un proyecto educativo se ha montado sobre este esquema: “sean los mejores, usted -cada uno- debe ser el mejor”. Pues, claro, ¡cada uno ve en todos los demás un “rival”! ¿Cómo podemos construir sinodalidad sobre este esquema tan férreamente implantado por generaciones? ¡Necesitamos una metanoia, un cambio rotundo de perspectiva! Ese foco tan diverso del tradicional está dado en las Bienaventuranzas y los Ayes.


Después de mostrarnos el clima más proclive al desarrollo de la plena felicidad para llegar a contemplar Su Rostro, y de mostrarnos -también- la atmosfera más adversa. Ahora sí, pasa a exhortarnos a las actitudes que nos asimilan y nos revisten de Cristo. Nos da los lineamientos que nos cristifican. ¿Cómo vivir Jesús-mente? (este “mente” que añadimos es para formar el adverbio, Jesús-mente = a la manera de Jesús).

 

En la fe tenemos escaleras breves de tres o cuatro pasos, que pese a eso, nos llevan muy alto. La de hoy es una escala de cuatro peldaños:

i)              Amar a los enemigos

ii)             Hacer el bien a los que nos odian

iii)           Bendecir a los que nos maldicen

iv)           Orar por los que calumnian

 

Como creyentes y discípulos de Jesucristo tendremos algo que nos caracteriza: ¿Cuál es el quid de nuestra fe? ¿qué es eso tan hermoso y tan impactante que nos hace ir tras las Huellas de Jesús?

 

Que no vaya a ser la situación como la de una amiga mía que coronaba su predicación diciendo: ¡Créame, se lo digo yo, que he estudiado mucho! Cuando era niño, muchos de mis compañeritos, pretendían -cada uno-, tener el balón más bonito, respecto de los balones de todos los de mi clase. Claro, ¡eso es muy respetable, pero no convence a nadie! Uno de ellos se tiraba al suelo, pataleaba y gritaba entre lágrimas: ¡El mío es el mejor, el más lindo! Pero la hermosura del balón cuenta poco, excepto si uno odia la hermosura y le da la patada más fuerte, por ser tan bonito el balón.

 

A lo que Jesús nos exhorta es a…

 

1)    Amar a los enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames.

2)    Tratar a los demás como queremos que ellos nos traten. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los malos aman a los que los aman. Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los pecadores obran así. Y si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué gracia tiene? También los pecadores prestan a pecadores para que estos correspondan con algo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande, y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos y los pecadores.

3)    Ser compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan, serán medidos también.

 

¡Juzgar a nadie, pero examinarlo todo, con detenimiento! No aceptemos tantas veces que nos ofrecen, diciendo que, es carne de liebre y -en realidad- es carne de gato.

 

No nos vayan a decir que propagamos una ideología, o que somos -nada más que víctimas del engaño. A los promotores de la violencia y a los traficantes de armas hay que decirles, de nuevo, una y mil veces que “quien siembre vientos cosechará tempestades” (Cfr. Os 8,7); nadie que siembre frijoles cosechará aguacates, salvo que en otra plantación tenga aguacateros. Quien siembre violencia cosechará sed de venganza.

 

Ante los afanados, los que no comen otra cosa que comidas rápidas y que toda su vida está escrita en el pentagrama de la premura, Hay una mitología que dice -y las guerras que tenemos hoy en día: en todos los rincones del mundo se han montado sobre esa premisa- “Todo se puede lograr con la violencia, no hay nadie que se pueda resistir a una tortura eficaz. Siempre podremos ganar cualquier guerra haciéndoles gritar a sus mamás, a sus esposas, a sus hijos e hijas. Hay universidades que perfeccionan esas “artes”: allí se forman las Einsatzgruppen, se trata de la producción en serie de sicarios, la industrialización de la muerte. Hoy los alumnos han pasado a ocupar el lugar de sus maestros.


 Pero es muy cierto, esta ruta que propone nuestro discipulado en Jesucristo les ha de sonar, cuanto menos, absurda. Pero, ¡Es el Único Camino! El Camino de Jesucristo es la Paz (aun cuando tarde un poco la cosecha, sólo hay que esperar que los que aprendieron viendo la televisión, a arreglar el mundo a balazos, por fin se den cuanta).

martes, 9 de septiembre de 2025

Miércoles de la Vigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


Col 3, 1-11

Pero sobreviven y se fomentan las discriminaciones

Tomemos como punto referencial para penetrar en la perícopa de hoy, una cita del capítulo 2: “No dejen que los condenen esos que se hacen pasar por muy humildes y que dan culto a los ángeles, que pretenden tener visiones y que se hinchan de orgullo a causa de sus pensamientos humanos”. (Col 2, 18). Había -como también sucede hay día- gente dispuesta a revolverle a su fe cristiana una buena dosis de celebraciones paganas, temas de lunas llenas, de asuntos astrológicos, de supersticiones, brujerías, brebajes, cuestiones alimenticias -tocantes a prejuicios de puro/impuro-, y relacionando esos perendengues dietarios al calendario de fechas que lo permiten/o lo prohíben.

 

Primero, en esta Carta de San Pablo procura dimensionar la Centralidad de Jesús, lo saca de la concepción sincretista que lo hace un ángel o una deidad entre otras, y les aclara que no es uno más; no se trata de escoger lo que más les gusta y les llama la atención; y aceptar sólo lo que les agrade y les atraiga, desdeñando la Verdad y la Unicidad del Dios de la Fe, Jesucristo.

 

Los primeros cuatro versículos de la perícopa que nos ocupa hoy: “Este conocido texto de la Misa de Pascua nos muestra un nuevo grado de espiritualización en el concepto de la resurrección, que ya obra en el interior de cada cristiano y que debe manifestarse en una conducta nueva”. (Santos Benetti)

 

Ahora, supuesta la comprensión de que Él es el Resucitado, pasa a señalarles las implicaciones, consecuencias y responsabilidades que esto conlleva. Si lo aceptamos, tenemos que identificar los Valores que Él nos propone, para adherirnos a ellos. No podemos quedarnos circunscritos a los valores mundanos, a la terrenalidad de los criterios porque lo que antes apreciábamos, ha quedado atrás, ahora somos “Criaturas Nuevas”, y empezamos a crecer en el proceso de revestirnos de Cristo, que -llegado el momento”, nos desvelará radiantes con la Gloria que Él nos comunica. Esta perícopa nos presenta una trasfiguración del creyente cristiano que pasa a tener una “nueva naturaleza”, de “hombre nuevo”, a Imagen de Dios-Creador.

 

«Hoy está de moda hablar del hombre nuevo, pero ¿hemos reflexionado sobre todo el alcance universalista, fraterno e igualitario de esta expresión de San Pablo? No hay hombre nuevo mientras algunos hermanos nuestros no sean tratados como auténticos hermanos, eliminando todo motivo de discriminación». (Santos Benetti)

 

Se nos van a presentar Aparecen -con toda especificidad- dos elencos de contra-Valores que tenemos que “sepultar”, para que ya no nos encadenen y nos vivan halando hacia el fondo del abismo. Tenemos que sacudirnos de estas “cargas de muerte”, para -entonces sí- zambullirnos a plenitud en la Gloria del discipulado.

 

Primera lista de contra-valores: fornicación, impureza, pasión, codicia, avaricia, esto está marcado por dos notas de absoluta fealdad:

1)    Son elementos idolátricos

2)    Atraen la Ira de Dios

 

Tenemos que lograr que todas esas “terrenalidades”, hoy en día diríamos “mundanidades”, desaparezcan de nuestra vida. Quienes no acaten esta línea iluminadora de la existencia, recibirán de parte de Dios, “el terrible castigo”.

 

Viene luego, la segunda lista, que sí logramos arrancarnos estas cosas, estaremos habilitados para despojarnos del “Hombre viejo” y avanzar a la “Nueva Condición”, recuperar la Imagen Divina- que perdimos por el pecado: La ira, la rabia, la maldad, las calumnias y las groserías, ¡fuera de su boca! No se mientan unos a otros.


Los antiguos criterios clasificatorios quedan obsoletos, ya no se cataloga a la gente por ser griego, judío, circunciso, o incircunciso, por ser extranjero, o inculto, o esclavo, o libre. ¡Eso ya no tiene importancia!

Sólo así -dejando atrás toda esta prejuicialidad- alcanzaremos el perfil de Jesucristo que nos enseñó una fe con su doctrina que nos llama a la “catolicidad”: sin distingos entre griegos y judíos, entre circuncisos e incircuncisos, entre bárbaros y escitas, entre esclavos y libres. Todo esto quedará superado, porque la Gloria de Cristo, es una Unción sin fronteras, es un Reinado Universal.

 

Sal 145(144), 2-3. 10-11. 12-13ab

El salmo, nos da unas notas definitivas de la “catolicidad”. Es un Salmo de la Alianza, tiene 22 versos, cada verso comienza con una letra del Alefato. Hemos insistido que ese recurso acróstico al Alefato, quiere significar que es un Salmo-Compendio, que quiere abarcar totalmente, con mirada globalizante; quiere -por así decirlo- incluir todos los aspectos todas las diversas perspectivas desde las que se puede mirar, en este caso, la Alianza.

 

Muy importante es tener presente al Aliado, saber co0n quien se ha pactado la Alianza nos permite, dimensionar lo que nos corresponde en ese Tratado, a nosotros- como respuesta a nuestro compromiso. Nuestra Aliado es El Rey, Rey por antonomasia, rey de Reyes, Señor de señores; entonces, es una Alianza con la Suprema Soberanía, además con .la Omnipotencia. Qué nos corresponde, ¡Ensalzar al אֱלֹוהַ֣י הַמֶּ֑לֶךְ [Elouhey-hamMelek] Dios-Rey!


De sus 22 versos, se seleccionaron 5 y 2/3 para obtener la perícopa que se proclama hoy. Con ellas se han compuesto 3 estrofas.

1ª estrofa: Bendecir y alabar, es -llamémosla- una “tarea cotidiana para el “fiel”. Ante Su Descomunal Munificencia sólo tenemos Alabanzas.

 

2ª. Estrofa: No se limita a los seres humanos, la Creación entera está llamado a transmutarse en Gratitud, porque su Reinado se gesta y Él nos llena las manos y los corazones de Bondad: Démosle Gracias.

 

3ª estrofa: El Reinado de Dios es Eternamente-Perenne; es un reinado donde el Resplandor dimana de su Justicia. Él gobierna por todas las edades, de Eón en Eón.

 

¿Qué predomina en todas las eras? ¡Su Bondad, su Infinita Misericordia!

 

Lc 6, 20-26

Mateo, más espiritualizante, sitúa el discurso arriba, sobre la montaña; Lucas, más atento a lo que ocurre en la tierra, lo sitúa abajo, en la llanura (Lc 6, 17).

Raniero Cantalamessa

Este Evangelio va por otra línea, no nos dice lo que debemos hacer, no tiene un sentido moralista. No nos habla de los vicios a evitar, ni de los valores a procurar. Nos hallamos aquí ante el “Manifiesto” del reino de Dios. Nos dice cómo puede ser el marco circunstancial de nuestra vida, y señala ciertas “circunstancias” como favorables, a la vez que desenmascara otras “situaciones” que peligrosamente se vuelven bloqueantes, impedientes. Marca 4 que son propicias y 4 que son impeditivas. Las primeras nos ayudan a encontrar la dicha verdadera, las segundas, tristemente, nos conducen al abismo. A las primeras se las llama en el Evangelio “Bienaventuranzas”; a las segundas “Ayes”.


La pobreza no es una virtud, es una situación; pero, a partir de esa situación es fácil acceder al Reino, no hay “pesas de plomo” que lo hundan a uno, por el contrario, hay cierta “liviandad”, cierta “ligereza” que propende a lo Celestial, a lo Divino; desde esa óptica, ¡qué bueno ser pobre! Del otro lado, que difícil “elevarse” cuando los bienes materiales nos atan, y nos “sumergen”, nos hacen contrapeso, ¡no hay grúa que levante semejantes plomos!

 

Dichosos los que han pasado hambre, recibirán modestos alimentos y sabrán apreciarlos, no tendrán necesidad de banquetear, porque su paladar podrá saborear con delicia el alimento más sabroso, el Pan de Vida; en cambio, para los epulones, los que a fuerza de comer siempre hasta el hartazgo tiene que comer a toneladas porque han ensanchado el estómago con esas comilonas, a esos ¡no los llena nadie!, para ellos, el Alimento Espiritual no significa nada, se han condenada a ser gastro-exigentes (con el alias de “gourmets”); ¡que no les hablen de Banquetes Eucarísticos!

 

Los que hoy en día lloran, recibirán como consuelo un gracejo -una pudorosa sonrisa los reconfortará- y para ellos la santidad será motivo de “paz en el corazón”; en cambio, ¡lástima por los que hoy se ríen! ellos tendrán la mandíbula fatigada de tanto batirla a carcajadas; a estos últimos, ya nada les hará reír, tienen exhaustos todos los músculos risorios y cigomáticos, se aburrirán a muerte, y seguramente el Cielo les parecerá un fastidio.

 

¡Ay, ayayay! Qué duro para los que se han habituado a la adulación, los que pueden exigir la pleitesía, aquellos a los que hay que entregarles halagos y lisonjas porque el protocolo obliga; porque, ante el Señor -en su Reino- todo el Honor, toda Alabanza y Toda Gloria tendrán por fin su Legítimo Dueño. La perícopa nos enumera cuatro ayes:

1)    Y de los ricos

2)    Ay de los que están en la hartura

3)    Ay de los que ahora ríen

4)    Ay de quienes gozan de elogios y encomios.

 

En cambio, toda la dicha, el máximo jolgorio para los que siempre ponen al Señor en su Sitial, porque ellos -nunca Lo envidiaran- siempre han soñado y soñaran que Él reciba todo loor, y a Él laudemos todas las naciones de la tierra.

 

De la misma manera, el perícopa trae 4 bienaventuranzas:

1)    Bienaventurados los pobres. La palabra que aparece aquí, en griego es πτωχοί [ptochoi] que no sólo es pobre, sino que lo poco que tiene, no le alcanza para sus necesidades más elementales, es un “menesteroso” porque le falta hasta lo que le es “menester”; en consecuencia, tiene que mendigar, la palabra significa eso, “mendigo”. Además, esta palabra connota que está ahí, encogido, acurrucado, doblado, replegado sobre sí mismo, en un lugar donde no se vaya a llevar una patada por estar estorbando.

2)    Bienaventurados los que ahora pasan hambre.

3)    Bienaventurados los que hoy tienen como pan nuestro, de cada día, las lágrimas.

4)    Cuando sean odiados, excluidos, insultados y se llegue a no pronunciar sus nombres por tenerlos como nombres infames.

 

Y esto no se debe a que la pobreza, el hambre, el llanto o la maledicencia de la gente sean, de por sí, cualidades; se convierte, cada una en una meta a alcanzar, si se dan ciertas “circunstancias”:

1)    Para la pobreza, que nos lleve a trabajar por el Reino de Dios

2)    Para el hambre, cuando esta es anuncio de futuras abundancias y prodigalidades

3)    Para el llanto, que uno esté abierto a un mañana risueño, que no se junte a la amargura o al rencor.

4)    Y para la maledicencia, sólo cuando a ella la gatille -no uno mismo con sus aristas hirientes-, sino el Santísimo Nombre del Hijo del hombre, y todo cuanto este Nombre conlleva.

 

No nos habla de tareas que tenemos para asumir en nuestra vida, en cambio nos da las pautas contextuales con las que Dios forja su Justicia. Por eso nos ha sido revelada, porque sabemos desde que perspectiva se leerá -en el Cielo- nuestra vida.

 «En el Nuevo Testamento, a la luz de la cruz, la pobreza asume un significado totalmente positivo».  (Silvano Fausti)