sábado, 10 de julio de 2021

NO ES CUESTIÓN DE MEDIOS

 


Am 6, 7-13; Sal 85(84) 9-14; Ef 1, 3-14; Mc 6, 7-13

 

El ministerio apostólico aparece como una fusión de la misión sacerdotal y la misión profética.

André Feuillet

 

En los evangelios de estos Domingos del ciclo B, al reanudar después de la Pascua, vamos recorriendo un interesantísimo periplo. San Marcos nos mostró primero a Jesús que llamaba, inclusive nos dio una primerísima instrucción sobre el desprecio, el rechazo y la persecución que, no sólo Él sufriría, sino de las que también sus apóstoles serían víctimas. Nos mostró que, aquellos de los que menos podríamos esperar rechazo, desconfianza y vilipendio como son nuestros paisanos, nuestros vecinos y nuestros propios parientes, serían de los primeros en la fila de nuestros agresores y detractores.  Ahora –llegado al XV Domingo ordinario de este ciclo B- estamos en la zona del Evangelio -según San Marcos- donde Jesús envía e instruye para ese envío.



¿Qué es lo que andamos buscando? Que Dios manifieste su Gloria y resplandezca. Nos acercamos al Altar con una doble petición: Que Dios nos conceda rechazar todo lo que no corresponda al ser de cristianos y –en cambio- poder cumplir con todo lo que significa ese título. Nos ha llamado para seguirlo, nuestra vocación de cristianos nos lleva a querer cumplir esto que –sin la Gracia- no podríamos lograr. Por eso nuestra respuesta al llamado nos lleva a formular estas peticiones: algo así como pedirle al Patrón que nos proporcione la dotación indispensable.

El Señor llama, y no llama a personas especialísimas; Él llama al comerciante, al profesionista, al agente de policía, a la niña y al niño, al joven y a la joven estudiantes, llama al adulto tanto como al adulto mayor, llama a los sanos y a los enfermos, llama a los ocupados y a los vacantes, llama a los desempleados y a los ocupadísimos, ¿a quién no llama el Señor? Llama a los virtuosos y a los pecadores, a los que creen con devoción y llama a los que no creen y a los que han abandonado o están a punto de abandonar su fe. Llama a los ganaderos, a los que cuidan ovejas, a los agricultores y a los recolectores de higos, llamó a Amós como llama a cualquiera de nosotros (Cfr. Am 7, 14b). Llama a los que están dispuestos a aceptar el llamado y a los que se niegan y rehúsan el envío:


 

Nos envías…

a los edificios bien protegidos

y a los tugurios más miserables,

a los hospitales y a los colegios,

a los talleres y a los paraderos de buses.[1]

 

En la Segunda Lectura, entramos hoy en la Carta a los Efesios que se ocupa y tiene por leitmotiv -desde una perspectiva cristológica- a la Iglesia: Recordemos que el tema de esta Carta eminentemente Cristológica, es la Iglesia, particularmente, la Iglesia entendida como Cuerpo de Cristo: «No anda equivocado quien ve en la Carta a los efesios una “mística de la Iglesia”»[2]: «…la razón de ser; la primera y esencial vocación de la Iglesia es la de evangelizar. Es decir, hablar de Dios con las palabras y el ejemplo que nos ha dejado Jesucristo, gran profeta en obras y en palabras. La Iglesia existe para evangelizar, para ser profeta, para anunciar la buena noticia, para predicar el evangelio… La verdadera y autentica profecía no es otra que la palabra de Dios que el mismo Cristo ha confiado guardar y predicar a la Iglesia.»[3] Así, el profeta tiene una doble finalidad, no solamente en positivo, anunciar el Reino de Dios y promoverlo; también en negativo, una misión destructora: denunciar, desenmascarar la injusticia, como anti-reino. También, en ambos sentidos, el apóstol comparte la misión profética.

a) Cristo es la cabeza de todas las cosas, y todas ellas se orientan hacia Él, son parte de Él, que es la cabeza de un Único Cuerpo. Este tema será desarrollado ampliamente a lo largo de la carta, apareciendo en cada momento. Podemos afirmar que es el eje o motor de toda la carta a los Efesios…

b) …el himno pretende decir que el primer proyecto de Dios Padre fue el ser humano. La creación es consecuencia de la elección, y no viceversa. Este himno es una enciclopedia para el Apóstol. Es el mensaje resumido, es el contenido del Anuncio, la Buena Noticia. Contesta a la pregunta ¿Cuál es el mensaje del cual es portador el discípulo “enviado”?.

Miremos ahora la Primera Lectura, tomada del profeta Amos: «Frente a lo que podríamos llamar una visión “turística”, él ofrece la visión “profética”. Unos espectadores invitados a visitar Samaria habrían escrito algo muy distinto. Se sentirían admirados por el lujo, sus esplendidos palacios construidos con piedras sillares. Amós no descubre una ciudad prospera y en paz, sino sumida en el terror. El turista admiraría el lujo de las grandes familias, su habilidad financiera, su sabiduría humana, sus espléndidos edificios repletos de objetos caros y lujosos. Amós desvela el trasfondo de mentira, de violencia criminal que los rodea. No son dignos de admiración sino de desprecio y de castigo»[4] Y es que el profeta sabe ir más allá de la apariencia y sabe leer los signos que Dios inscribe en la historia, porque es Dios mismo quien lo enseña a “mirar”.



¿Qué hace allí Amós, en el mismísimo nido de los sacerdotes, en el núcleo del avispero, enfrentado con el sacerdote y con el rey? Todo se comprende al leer el verso 15: ויקחני יהוה מאחרי הצאן ויאמר אלי יהוה לך הנבא אל־עמי ישראל׃ “pero YHWH me sustrajo de andar cuidando ovejas y YHWH me dijo: ‘Ve y habla en mi Nombre (profetiza) a mi pueblo Israel’”. Schökel y Gutiérrez señalan que aquí se plantea un problema de competencias. El poder político estatal -en ese momento histórico fusionado con el poder clerical religioso- en abierto contubernio contra el profeta. Sólo que el profeta en este caso representa la «…instancia suprema, que está por encima de todo: el profeta, porque es la palabra de Dios, que no puede estar subordinada a nadie y tiene que ser libre e independiente… El profeta de Dios no se sirve de la palabra, sino que se hace servidor de ella: ni dispone de Dios a su antojo, sino que se deja manejar de Él… Esta es la función del carisma profético: desenmascarar, desengañar, iluminar la verdad.» [5] Si Amós no estuviera representando la instancia suprema, no se podría justificar su acción contra la teocracia Israelita, pero YHWH está por encima, y eso es lo que pone a Amós en la cima de las competencias.

«Expulsar demonios…es desalienar a las personas, es decir, librarlas de todas las ataduras que las hacen esclavas y objeto de explotación. En otras palabras, todo lo que impide a las personas ser libres, y no las deja pensar, sentir, andar, hablar, oír, actuar por sí mismas.»[6] Vemos aquí, de manera palpable el significado liberador de la Iglesia, de todos sus bautizados, porque todos ellos son “Sacerdotes-Profetas-y-Reyes”, o sea que estas competencias –permítannos cometer una redundancia por demás cacofónica- nos “competen” a todos nosotros los que nos confesamos cristianos. «Porque el Evangelio hace que salte por los aires el egoísmo. Si uno, con la gracia del Señor, se decide a vivir el evangelio –es decir, el anti-egoísmo-, forzosamente encontrará dificultades. Dificultades consigo mismo y con los demás, y no sólo por parte de los gobiernos y de los poderosos, sino también por parte de los eclesiásticos. Y ni siquiera únicamente por parte de los hombres, sino también por parte de las estructuras…»[7]

Los envía dotados de un sentido de desprendimiento, con una mentalidad austera que los hace independientes de comodidades y lujos, adversarios de la mentalidad consumista, “ligeros  de equipaje”, con la felicidad y la paz espiritual que les permitirá gozar con las pobrezas de quienes los reciban con amable cordialidad y les brinden hospedaje y acogida. Ni ropas ni calzados especiales, «Hasta el vestir debe ser simple… pues ropas diferentes generalmente indican “status” social más que disponibilidad.»[8] μὴ ἐνδύσασθαι δύο χιτῶνας Dice que “no se pongan doble túnica” «El no ponerse dos túnicas significa no aparecer como los ricos que solían ponérselas»[9]

Permanecer en una casa es que esa “casa” que los acogió, se habría de convertir en un centro de “operaciones”, un “hogar” que congregaría a la comunidad naciente «un lugar, donde a su partida, la comunidad pueda seguir reuniéndose y proseguir la realización de la Buena Nueva del Reino»[10]



Desconfiamos –y con mucha razón- de todos aquellos que depositan toda su seguridad en los medios y los recursos humanos. Enriquecerá nuestro enfoque del tipo de Iglesia que necesitamos construir leer la siguiente anécdota que debemos al Padre Lorenzo Milani:

 

«Pasó por aquí un fraile limosnero, con una motocicleta. Hasta ahora iba en bicicleta. “No hay que extrañarse –dice el frailecito dinámico- también San Francisco, si viviera hoy, viajaría así”

No es verdad.

San Francisco, si viviera en otro siglo haría lo que hizo en su siglo, es decir, habría determinado el nivel de “comodidad franciscana” al estudiar cuales son las mayores posibilidades de la renuncia del hombre de un siglo determinado (…)

(Por consiguiente) un San Francisco párroco no habría considerado “necesario” un objeto que el 89% de sus frailes no posee y del cual sus predecesores han prescindió durante siglos sin un daño excesivo.

Si responde que un motor puede llegar antes y a un mayor número de sitios; luego con un motor se hace mayor bien.

Esta es una herejía. Ninguno puede dar más de lo que tiene. Si es un tonto, el motor hará llegar antes y a muchos lugares un tonto; y si tiene poca gracia, el motor multiplicará un sacerdote con poca gracia. Si, en cambio, es un sacerdote santo, no tendrá la soberbia de creer que la propia multiplicación pueda ser útil al reino de Dios. Por consiguiente, buscará más bien reducirse.»[11]

 

Transcribo, ahora, las recomendaciones que un director espiritual daba a una religiosa, porque nos orientaran para reconocer nuestro norte y, además, identificar nuestro propio ritmo, nuestra propia premura, para regular nuestro afán y medir nuestros descansos, ‘para saber cuándo pararnos y cuándo levantarnos: «todos los días… le (diremos) a Cristo… “Oh Cristo, mi Maestro, hablad y estoy pronta… lo que Vos queráis, cuando queráis, de la manera que queráis, donde queráis, hasta que queráis…” Eso es todo… Lo importante es estar allí donde Dios nos quiere…Que podamos decir “sí” a nuestro Cristo… sabe que Cristo no está en una ocupación más que en otra que no está en la oración más que en la acción. Está allí donde nos ha colocado su divina voluntad: allí lo encontramos y allí se da a nosotros. Y no se da siempre en lo que nos agrada, ni siempre en lo que nos parece más grande.»[12]

 

 

 

 



[1] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMO II-CICLO B. Ed. Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá – Colombia p. 67

[2] Fabris, Rinaldo. PARA LEER A SAN PABLO. Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2000 p. 150

[3] Amigó Vallejo, Carlos. CIEN PREGUNTAS PARA TENER FE. Ed. Planeta .Barcelona-España 2003. pp. 30-31

 [4] Sicre, José L. LOS PROFETAS DE ISRAEL 2da PARTE “PARA ARRANCAR Y ARRASAR” LA DENUNCIA Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito – Ecuador 2000 p.25

[5] Schökel, Luis Alonso y Gutiérrez, Guillermo. MENSAJES DE PROFETAS. MEDITACIONES BÍBLICAS Ed. Sal Terrae Santander España. 1991pp. 148, 151

[6] Balancin, Euclides M. Op. Cit. p. 89

[7] Câmara, Dom Helder. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España 1985  pp. 90-91

[8] Ibid p. 88

[9] Mateos, Juan. Sj. COMENTARIO AL EVANGELIO DE SAN MARCOS Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” 5a ed. Quito-Ecuador 2000 p. 91

[10] Balancin, Euclides M. Loc. Cit.

[11] Beck, T. Benedetti, U. Brambillesca, G. Clerici. Fausti. S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 1ª re-imp. 2009 p. 201

[12] Peyriguè, Albert. DEJAD QUE CRISTO OS CONDUZCA. Ed. Nova Terra Barcelona- España 1965 pp.34-38

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