sábado, 8 de septiembre de 2018

SANAR ES CREAR SALUD



Is. 35, 4-7; Sal 145, 7. 8-9. 9bc-10; Stg. 2, 1-5; Mc 7, 31-37.
SANAR TAMBIÉN ES RECREAR
Esta actitud de cercanía con un ser humano sufriente, que había perdido, o tal vez nunca había tenido la posibilidad de la comunicarse o escuchar a los demás, debió resultar sorprendente para los que acompañaban al Señor en su recorrido por territorios extranjeros.
Hermann Rodríguez, s.j.


Dios no ha cesado de crear, Dios crea siempre,
hoy por hoy sigue creando,
su creacionalidad no cesará jamás.

Dios creo al hombre; ahora, está creando al Hombre-Nuevo.
Con este Hombre-Nuevo se propone darse un pueblo.
¿En qué consiste el Hombre-Nuevo?
Es aquel que tiene entrañas de Misericordia.

Vivimos emparedados,
paredes por todos nuestros lados,
también por encima y por debajo, son muros de soledad
e incomunicación.
Religión es romper ese aislamiento,
es restituirnos  al interior del entramado social,
recuperar la unidad perdida,
sentir y experimentar hondamente la fraternidad.
Superar desconfianza y resquemores,
Tomarnos de la mano como verdaderos hermanos
-hijos del mismo Padre-
y caminar como pueblo de Dios,
como Cuerpo Místico.

Jesús, al sordomudo, se dirige de otra manera,
él está bloqueado, no puede oír a Dios,
si alguien tratara de predicárselo,
el mensaje de la Buena Noticia no le llegaría.
Nos hallamos frente a un “doble” o “triple” milagro
porque a este “hombre” lo aquejan dos males:
no puede oír y no puede hablar,
(quizás se pueda decir, y sea más exacto,
que no puede hablar porque no puede oír).
Jesús no se dirige a él con palabras,
puesto que no puede oír, le habla con signos.
Crea un conducto y un puente de contacto,
genera una nueva semiótica adecuada.


Jesús no es un taumaturgo exhibicionista,
ni espectáculo, ni farándula.
Por eso lo lleva a parte, al lado discreto,
lo llevó aparte, donde la sanación no fuera “show”.
Jesús introduce sus dedos en los oídos del sordo-tartamudo.
Son los dedos de Dios, los dedos que reparan, que sanan,
que crean de nuevo los oídos del enfermo, ya no tienen ningún daño,
ninguna imperfección, todos sus tejidos se re-ordenan.
Los de Jesús son dedos que abren paso al sonido,
a la palabra
                   y a la Palabra.

Son los dedos de Jesús que perforan tapones y rompen las “barreras” de incomunicación. Son los dedos que siguen creando porque Dios no detiene nunca su creacionalidad,
porque Dios siempre está creando y no cesa de mejorar, de perfeccionar, de sanar.
Dios está haciendo todos los días “avances”
hacía el cumplimiento del dictatum en cada uno de nosotros
y ese efecto se da en tanto, en cuanto nos abrimos a su aceptación.
Hay algo que la fe nos permite hacer:
creer y abrirnos.

El núcleo del mensaje: Necesitamos “abrirnos” y “ayudar a abrir”;
se requiere una dinámica de apertura,
apertura a la fe, apertura a Dios.
Esta apertura es “acogida” del mensaje,
“aceptación” de la “Noticia”.
Apertura que es un abrir nuestro propio corazón
para aceptar y re-conocer que Él, Jesús, es nuestro Sanador,
nuestro Salvador, nuestro Re-Creador.
Hay que darle “asilo” en nuestro pecho a la Palabra de Dios
para que Dios pueda plantar su “Tienda” en-medio-de-nosotros,
lo que significa morar en nosotros,
                                                       vivir en nuestro ser,
inhabitar nuestros pensamientos,
      nuestras palabras,
                                                                                   nuestras acciones.


Esta Liturgia de la Palabra –como siempre- nos comisiona,
constituye un envío, un sentido para nuestra vida,
que se hace sentido para los que la aceptan y reciban.
Nosotros estamos llamados a proponerlo:
Tenemos que colaborar, eso nos compete como cristianos:
el discipulado consiste en generar apertura
y frente a esa responsabilidad hemos de actuar creativamente:
la pregunta permanente que tenemos que hacernos es
¿cómo puedo lograr que la Palabra sea aceptada?,
¿cómo dar la “Buena Noticia” de manera que la gente que la recibe
capte las resonancias que esa noticia tendrá en sus vidas?,
¿cómo potenciar nuestro estilo noticioso
para que los destinatarios del Noticiero entiendan
que no es un Mensaje personalista, individualista
sino un Hecho que nos atañe como a pueblo,
como comunidad de Dios?


¿Cómo pronunciar más claro el Effatá?
¡Guardando siempre en nuestro pecho la consciencia
que Jesús significa “Dios salva”!


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