sábado, 6 de mayo de 2017

CON CAYADO DE AMOR



Hch 2,14a.36-41; Sal 22, 1-6; 1 Pedro 2,20b-25; Jn 10,1-10

¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz y tu voz me dé la vida eterna»

San Gregorio de Niza

“… esperar la potencia de este Dios que viene a consolarnos, que viene con poder, pero su poder es la ternura, las caricias que han nacido de su corazón, su corazón que es tan bueno que ha dado su vida por nosotros”
Papa Francisco

Nuestro Pastor vela

Uno de los primeros elementos que nos entrega el kerigma es el encuentro con un Dios que cuida, protege, defiende, vela, ampara. Esas son las funciones de un pastor; así que nos encontramos con Dios-Buen-Pastor. Reflexionando en otro momento sobre el Buen Pastor descubríamos en Él, en su Presencia protectora, el antídoto contra toda zozobra: ¡No temáis!  Ese es el Dios que nos acompaña a nosotros en nuestro caminar, (el que con tanto esfuerzo el enemigo se empeña en robarnos, porque ya sabemos que a ese le gusta nuestra intranquilidad, nuestra preocupación, nuestro nerviosismo; ese hace buenas migas con nuestro corazón desgarrado por los afanes y las angustias; nos volvemos sus presas fáciles, es feliz cuando nos debilita con la intranquilidad de lo que sobrevendrá  …);  cuando –en realidad- todo eso debe dejarse en las manos de Dios. Si no somos dueños ni de la caída o permanencia de nuestros cabellos pegados al cuero cabelludo, ¿qué podremos prevenir con afanarnos? ¡Insensatos!

En cambio, si logramos aquietarnos en la paz que nos regala el Señor, ¡qué solaz!, ¡qué infinita dulzura de paz y serenidad! Comparable a la grey cuando sabe que su Pastor la cuida, que está a cargo, que vigila al lobo y sus acechanzas, que no lo dejará atacarnos. Y no, no es inconciencia, no es irresponsabilidad; por el contrario, es comprensión clara de nuestros alcances, de nuestra fragilidad, de nuestros límites. Es, también, conciencia humilde y justiprecio de Quien-es-el-Todopoderoso. Él nos da la paz que el mundo no puede darnos y que, por el contrario, se empeña en conculcarnos.

En cambio, nuestro Pastor nos conduce hacia prados tranquilos, su vara y su cayado nos dan seguridad. Y no nos sirve una copa mezquina, por el contrario, nos sirve la copa rebosante que es la copa de la plenitud de vida, como lo afirma en la última frase de la perícopa del Evangelio de este día.


«Como un pastor guía a su grey, Así Dios guía a su pueblo, le da confianza en el camino, por cuanto conoce sus requerimientos y sus necesidades. Él sostiene nuestros pasos en el andar del tiempo, hasta que nos reúna en su reino, y entonces será una sola grey y un solo pastor (cf. Jn 10, 16), en la casa de Dios.»[1]

Sin coerción alguna, bajo la más completa libertad.

Se puede intentar construir el reino a la fuerza, por imposición, a sangre y fuego, obligando por decreto a que se le acepte; pero ese no es el reino que Jesús nos propone. Jesús en el Evangelio se auto-designa como “Puerta”:  “En verdad os digo, que soy la Puerta por donde pasan las ovejas”. Jn 10, 7b; y más adelante dice que “…quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir…”(Jn 10, 9 b) y queremos enfatizar esta posibilidad de “salir” porque nos recuerda la libertad bajo la cual se construye el reino que Él nos propone. Si, podemos entrar, pero también si queremos, podemos salir; como el “hijo prodigo”, podemos si queremos ir a pasar fatigas, hambre e incomodidades, y podemos malgastar la herencia, y entregarnos a la vida licenciosa, porque en la casa del Padre se vive por gusto, no porque estemos amarrados a la pata de la cama.

Muchos han visto la lentitud con la que los corazones maduran hacía la aceptación de la propuesta de Jesucristo, muchos querrían el Reino para mañana (y nos dicen que “para mañana es tarde”) y entonces, buscan como solución a su premura, las vías impositivas dejando de lado la libertad del hombre. Nos argumentan con tenacidad que cada minuto de tardanza es ventaja para el enemigo que no se detiene, que aprovecha esa demora para fortalecerse y nos reprochan precisamente eso: que “a cada instante el enemigo se hace más fuerte”, y que el enemigo jamás estará dispuesto a renunciar a sus prebendas sino es por las vías de fuerza.

No pensamos así, lo primero que responderemos es que ¡“para Dios no hay imposibles”, recordémoslo bien, recordémoslo siempre! Después repetiremos, que el reino no se puede construir a la brava y que no se puede imponer por vías de hecho, tiene necesidad de tomar en cuenta el albedrio del ser humano, tiene que conquistar el corazón y seducirlo; ha de ser aceptado, de otra manera siempre será como un gusano que corroe, insatisfecho por las cadenas, estará codiciando el pasado, reclamando las cebollas que comía en la esclavitud, cuando en Egipto arrastraba las pesadas cadenas. Meditemos en aquello de la “jaula de oro”, pese a que sea de oro, nada cambia respecto a ser una prisión que nos detiene el vuelo.


Dios nos creó con esa cualidad, (cualidad que para los impacientes es un despreciable defecto) ¡ser libres! y la construcción del Reino (del Reino verdadero) tiene que tomar en cuenta esa variable de nuestra personalidad, no nos podemos extirpar la libertad, no la podemos amputar para poder vivir en “la jaula de oro”, que por otra parte no tiene nada que ver con el Reinado de Dios. Si Dios es el Dios del amor, ¿cómo podríamos gozar de un reino donde el amor es por la fuerza? Sería como un Pastor que trata a su rebaño a palazos como ruta de su “cuidado”, pero ¿qué cuidado es ese? ¿Bajo qué óptica puede verse la golpiza como Paraíso? Sólo cuando tus ojos descubren qué es el paraíso, tendrás deseos de entrar, y habitar en él, por años sin término.



En esta perícopa del Evangelio según San Juan, Jesús nos habla del Buen Pastor, pero también denuncia a todos los que, amparados en su autoridad religiosa o política han obrado como “malos pastores” y se han cuidado de engordar ellos, sus arcas y sus panzas, descuidando al rebaño: “Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; ...El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago”; los denuncia como ladrones que han entrado sólo a saquear para su propio beneficio. Por otra parte, también tiene en cuenta al otro grupo de ovejas, a las ovejas díscolas, las que hacen oídos sordos y simulan que la cosa no es con ellas, las que se niegan a entrar, pero en ningún momento se insinúa que debamos hacerlas entrar a las malas. ¡Todo tendrá que ser con la fuerza del amor!



[1] De Capitani, Giorgio; Ambrosi, Olga. SALMOS DE LA TERNURA. Ed. San Pablo. Caracas- Venezuela 1993. p. 15.

No hay comentarios:

Publicar un comentario