domingo, 9 de abril de 2017

HECHOS POLÍTICOS


Mt 21, 1-11; Is 50, 4-7; Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24; Fil 2, 6-11; Mat 26, 14-27, 66

… en la noche del sepulcro, germina el alba de la Resurrección.
Etienne Charpentier

Jesús… muestra a Dios como Aquel que ama, y a su poder como la fuerza del amor.
Benedicto XVI

Tomemos como punto de partida los versos 7 y 8 del capítulo 2 de la Carta a los Filipenses: “tomando la condición de servidor, llegó a ser semejante a los hombres. Habiéndose comportado como hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte-y muerte en una cruz.” Esta acción-decisión está expresada en el texto por un verbo que la rige: “despojarse”, que implica desproveerse, enajenarse, renuncia voluntaria,  abajamiento, renuncia a la autoridad propia. Vaciarse que significa desacomodarse, privarse.

Y, sin embargo, esta renuncia no es capricho, tampoco es rebeldía gratuita; es obediencia respecto del Padre Celestial, en quien se puede confiar sin límites; pero rebelión contra la esclavitud, contra el imperialismo romano, contra toda injusticia. Todo menos callar: Jesús se opone, se posiciona, cuestiona y es capaz de correr todo riesgo sin hacer nada que rompa con su obediencia al Padre. Por eso leemos: “se hizo obediente hasta la muerte-y muerte en una cruz”.


Esta obediencia que le implica “rebelarse contra” se convierte en la clave de todo el comportamiento de Jesús. Sabemos que Él es el Camino, la Verdad y la Vida: pues esta incondicionalidad que muestra es Camino, Verdad y Vida. Esta es la manera de ser vida, viviendo su incondicionalidad con coherencia, con consecuentalismo. Un consecuentalismo radical. Su radicalidad nos evoca a Sadrac, Mesac y Abednegó que desobedecen a Nabucodonosor antes que desobedecer a su Dios aun cuando la condena es perder la vida muriendo en el horno: “Si el Dios a quien adoramos puede librarnos del horno ardiente y de tu mano, seguro que nos librará, majestad. Pero, aunque no lo hiciera, puedes estar seguro, majestad, que no daremos culto a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.” Dn 3, 1-30.

Muchas veces decimos que la crucifixión no fue un evento político y nos equivocamos al afirmarlo. Toda la historia de Jesús desde su mismo nacimiento está enmarcada en la politicidad. Desde el mismo momento en que nace y su elección de contexto de nacimiento, todo en su vida reside en un contexto político. La obediencia a Dios desemboca en una exigencia política puesto que exige coherencia con la justicia, y coherencia con los pobres. Es decir, se espera de nosotros un “ser consecuentes” a la manera de Jesús.

Se dice que Jesús bien podría haberse callado, bien podría haber huido; pero quizás donde quiera hubiese ido su consecuentalidad le habría llevado al mismo obediente desenlace.

¿Quiere decir que, la exigencia de ser coherente con Dios, de permanecer incondicionalmente fiel implica llegar a la cruz? ¿Quiere decir que todos los caminos llevan al Calvario? Diremos que no. ¡No de todos se espera el martirio! Pero de todos se espera la coherencia, la incondicionalidad hacía Dios, la fidelidad en el disiculado con Jesús, Camino, Verdad y Vida, Camino que conduce a Quien es nuestra Verdad, a quien es Fuente de Vida.

Esa incondicionalidad para con Dios, para con el proyecto de construcción del Reino es lo que nos da referente existencial. Ninguna fe verdadera puede ser puro ritualismo, aun cuando esté impregnada de ritos que llenan el 100% del tiempo y de la vida. No son los ritos, ni los holocaustos lo que Dios espera –ya nos lo dijo el profeta: “Lo que quiero de ustedes es que me amen, y no que me hagan sacrificios; que me reconozcan como Dios y no que me ofrezcan holocaustos (Os 6, 6)- sino la coherencia con la Justicia que es la manera de demostrarle el amor a Dios. Algunos serán llamados a la gracia del martirio, pero todos estamos invitados a la gracia de la fidelidad, de la coherencia, de la obediencia.

Al celebrar el Domingo de Ramos –nos gusta volver sobre este cuadro, Jesús montado en un borrego-, nada más humilde, rayando en lo ridículo, las piernas colgando y los pies prácticamente tocando el suelo. Los reyes y los poderosos iban de a caballo. Nos informan los historiadores que las autoridades judías, en el antiguo Israel, iban montando en una mula, pero en burro…

«”¡Hosanna!”. Originalmente, ésta era una expresión de súplica, como “¡Ayúdanos!”… la súplica se convirtió cada vez más en una aclamación de júbilo (cf. Lohse, Th WNT, IX p. 682). … se saluda como al que viene en nombre de Dios, como el Esperado y el Anunciado por todas las promesas.»[1]

Estamos frente al cumplimiento de una profecía. El caballo es –por antonomasia- una cabalgadura bélica. El burrito no, el burrito simboliza un tipo de pacifismo, es la renuncia a la violencia, es el anti-poder en esencia, o mejor, es el signo de otra manera de ejercer el verdadero poder, el poder que en vez de subyugar, encanta, seduce, que gana el corazón. Este signo del burrito, re-contextualiza toda la perícopa, explica la clase de política que Jesús practica: la Obediencia, la Humildad y el Amor.


Además, ¡Recordemos que Él siempre está; nunca abandona!

En el Salmo nos encontramos con esa paradoja: Jesús –si ponemos el salmo en labios de Jesús, y el evangelio nos informa que Jesús antes de morir pronuncio el versículo 1º, Elí, Eli lemá Sabactaní Mt 27, 46- reclama al Padre porque aparentemente lo ha abandonado; y, sin embargo, si le reclama es porque tiene conciencia que está allí presente con Él. Como nos lo dice Carlos Vallés s.j. «Mi queja ante ti era en sí misma un acto de fe en Ti, Señor. Me quejaba a ti de que me habías abandonado, precisamente porque sabía que estabas allí.»[2]

No nos dejemos deslumbrar, ni ensordecer por las bandas de música… ya es sabido que detrás del estruendo está el silencio y desde el silencio (de la cruz) nos habla Dios… que nunca nos desampara, que siempre está allí, aun cuando no lo sabemos ver o no lo podemos descubrir; es entonces cuando está más presente!



[1] Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET. SEGUNDA PARTE. Ed. Planeta. Madrid-España 2011. P. 17.18.
[2] Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae. Santander-España 1989 p.45

No hay comentarios:

Publicar un comentario