sábado, 25 de abril de 2015

APRENDER LA TERNURA DE “BUEN PASTOR”


Hch 4, 8-12; Sal 117,  1. 8-9. 21-23. 26. 28-29; 1Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18

¿Qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer?... Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie………………………………………………………

Permitir que Él nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera.
Papa Francisco

Antíoco IV Epífanes, rey Sirio de la dinastía Seléucida invadió Jerusalén y procuró erradicar el culto a YHWH, para helenizar –de esta forma- el pueblo de Israel. Puso en el Templo una estatua de Zeus e hizo sacrificar allí cerdos, mientras  prohibió ofrecer los sacrificios normales que prescribe la fe judía consistentes en toros, ovejas, cabras, palomas y tórtolas; de la misma forma -y para más reprimir la practica de la fe judía- leer la Escritura se volvió causal de muerte. Así, con el Templo profanado surge la acción del Sacerdote  Matatías  y sus hijos los Macabeos con Judas Macabeo a la cabeza que se enfrentaron a diversos generales sirios hasta reducirlos y expulsarlos; y luego, Judas Macabeo procedió a purificar el Templo y a re- consagrarlo, Ordenó hacer vasos para el templo e introdujo en él el altar del incienso, la mesa del pan de la proposición y el candelabro. Fue así como surgió la fiesta judía de חֲנֻכָּה Janucá (del verbo hebreo חֲנֻכָּה inaugurar, dedicar), la fiesta de las luces, para celebrar la re-dedicación del Templo. Esta celebración va del 25 de Kislev al 2 ó 3 de Tevet, o sea que esta fiesta dura ocho días. Es una fiesta de independencia porque conmemora la derrota de los invasores y la victoria de los Macabeos. Es la fiesta de las luces porque en ella se enciende la Menorah de ocho candelas y, una bujía adicional, flama “piloto” denominada Shamash o sea “siervo” que proporciona el fuego para encender las otras.

En el capítulo 8 de San Juan, Jesús declara que Él es la Luz del Mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Jn 8, 12. Dios ha sido Fuego y Luz conductora cuando, en el desierto los iba guiando: “El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche”. Ex 13, 21. Insistimos enfáticamente  en la teofanía de la Zarza Ardiente, donde Dios se revela como Dios-liberador: “Y el Señor dijo: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos. Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel” Ex 3, 7-8a. Pero en el Nuevo Testamento, es Jesús definitivamente la Luz del Mundo, Dios-Humanado guiando a su pueblo. La Zarza Ardiente cede el puesto a la cruz con el crucificado, llama ardiente de Amor que conduce al pueblo de Dios. La Cruz-Ardiente-de-Amor es la columna de Fuego que lidera al pueblo. Su mejor imagen litúrgica es el Cirio Pascual (Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega, Suyo es el tiempo, Y la eternidad, A Él la gloria y el poder, Por los siglos de los siglos. Amén.) Este Cirio es nuestro Shamash cristiano. En la vigilia Pascual, la completa oscuridad es rasgada y vencida por la llama del Cirio Pascual del cual toman todos fuego para encender sus “pascualitos”,  simbolizando con este gesto el ánimo discipular que los asiste, como si dijeran: “Nos confesamos y nos comprometemos en la fidelidad del seguimiento”.


«En el Evangelio de Juan, Jesús usa muchas metáforas y similitudes para hablar, en el fondo, de sí mismo: el agua (cap.4 y cap. 7), el pan (cap.6), la luz (cap. 9), la vida (cap. 11), la vid (cap.15). Sin embargo, estas son imágenes de cosas…. Pero en la imagen personal del pastor, Jesús es para cada uno de nosotros el responsable afectuoso, el que nos está cerca con atención, paciencia, devoción incansable y suprema hasta la entrega total de sí.»[1]

Para entender y aprender esta tarea-misión, para poder asumir el discipulado y ser “pascualitos” del Buen Pastor, nos viene muy bien recordar algunos apartes de la Evangelii Gaudium de S.S. el Papa Francisco: «266… No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo…. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie.

267 Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre… Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia… Si somos misioneros, es ante todo porque Jesús nos ha dicho: «La gloria de mi Padre consiste en que deis fruto abundante» (Jn 15,8)… evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama.

268 … Reconocer que somos pueblo: «Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios» (1 Pe 2,10… también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, [desarrollar el gusto por oler a oveja, nos dijo en otra oportunidad] hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo… redescubrimos que Él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado. Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia.


269… deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás…. 270… Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo… 271… se nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan. Se nos advierte muy claramente: «Hacedlo con dulzura y respeto» (1 Pe 3,16), y «en lo posible y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres» (Rm 12,18). También se nos exhorta a tratar de vencer «el mal con el bien» (Rm 12,21), sin cansarnos «de hacer el bien» (Ga 6,9) y sin pretender aparecer como superiores, sino «considerando a los demás como superiores a uno mismo» (Flp 2,3)… Queda claro que Jesucristo no nos quiere príncipes que miran despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo… 272 Benedicto XVI ha dicho que «cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios», y que el amor es en el fondo la única luz que «ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar»… Por lo tanto, cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor. Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios…. La tarea evangelizadora enriquece la mente y el corazón, nos abre horizontes espirituales, nos hace más sensibles para reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros esquemas espirituales limitados…. Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros. 273…Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás…274… cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria. Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona… cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres!

275… “¿Para qué me voy a privar de mis comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?”. Con esa actitud se vuelve imposible ser misioneros… 276 Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable… Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo. 277… no es lo mismo cuando uno, por cansancio, baja momentáneamente los brazos que cuando los baja definitivamente dominado por un descontento crónico, por una acedia que le seca el alma. Puede suceder que el corazón se canse de luchar porque en definitiva se busca a sí mismo en un carrerismo sediento de reconocimientos, aplausos, premios, puestos; entonces, uno no baja los brazos, pero ya no tiene garra, le falta resurrección… 278 La fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso en la historia «en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles» (Ap 17,14). Creámosle al Evangelio que dice que el Reino de Dios ya está presente en el mundo, y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras: como la semilla pequeña que puede llegar a convertirse en un gran árbol (cf. Mt 13,31-32), como el puñado de levadura, que fermenta una gran masa (cf. Mt 13,33), y como la buena semilla que crece en medio de la cizaña (cf. Mt 13,24-30), y siempre puede sorprendernos gratamente.»



[1] Martini, Carlo María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1995 p. 176-177

sábado, 18 de abril de 2015

TOQUÉNME Y CONVÉNZANSE


Hech 3, 13-15.17.19; Sal 4, 2. 7. 9; 2Jn 2, 1-5a; Lc 24, 35-48


El Resucitado es el Señor del Tiempo y de la Historia. Y la liturgia de este Tercer Domingo de Pascua (ciclo B) está tejida de tal manera que nos lo recuerda, clarificándonos. Al escuchar las Lecturas correspondientes parecería que la Escritura es el eje de este Domingo, y si afirmamos tal, no estamos descaminados. En esta tónica, quisiéramos reflexionar ¿cómo se enseñorea el Señor del Tiempo y la Historia? La respuesta que más pronto aflora a nuestro pensamiento –como lo hemos venido señalando- es que Jesús tiene un modo muy especial, muy particular de enseñorearse porque su manera de ejercer la soberanía no se parece para nada al paradigma al cual estamos habituados. También hemos insistido que Él se adueña, se enseñorea con el paradigma antípoda del habitual: sus vías son las contrarias, las opuestas. Dios no piensa como pensamos los hombres: “Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar está por encima de la de ustedes. El Señor lo afirma.” (Is 55, 9). Jesús no necesitó resucitar para ser Señor y Dueño del tiempo y de la historia. Lo ha sido desde siempre, es sólo que ahora, que ha sido exaltado “a la derecha del Padre”, ha sido glorificado.


Es el Señor del Principio porque ya al Principio “el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas” (Ge 1, 2d). Es Señor del pasado porque Dios-Padre, el Señor de los antepasados (Lucas cita en esta perícopa de Hechos a Abraham, Isaac y Jacob porque de entre los antepasados había que mencionar a los Patriarcas fundacionales) ἐδόξασεν τὸν Παῖδα αὐτοῦ porque recibió de entre todos ellos por decisión-elección de YHWH el más alto honor He 3, 13b. [el verbo δοξάζω se refiere al reconocimiento de la calidad real, la frase tendría un sentido de “lo honró reconociéndole su calidad de Príncipe-Heredero”; además Παῖδα, más que “siervo” es “niño” o “Hijo” con tintes de mesianismo]. En este episodio de los Hechos de los Apóstoles el señorío de Jesús se expone en el poder sanador comunicado a sus Apóstoles; además del haber sido resucitado, o sea, restablecido por sobre la violencia humana que se hizo recaer en Él. Pero esta prerrogativa de recibir poderes sanadores y restaurativos en depósito -de manos del Hijo a manos de los hijos-adoptivos- proviene de nuestro compromiso “testimonial”; serán los testigos quienes adquirirán tal  franquicia. Jesús fue victimizado y esto, en el contexto señorial significa que aceptó cargar con ultrajes y vejaciones hasta la muerte porque la obediencia significa ni el más leve apartamiento de los designios expresados en el proyecto salvífico y ese proyecto fue manifestado para nosotros “por medio de todos sus profetas” Cfr. Hch 3, 18a. Pero el compromiso-misión de testimoniar nos lleva a una praxis en el “hoy”, entonces, en el corazón de los “testigos” se dinamiza la Soberanía del Señor del Tiempo y de la Historia en el presente.

El Señorío no se limita al pasado (donde era un Señorío en potencia) sino que se proyecta hacía el futuro conminándonos a la conversión: “Vuélvanse al Señor y conviértanse” (Hch 3, 19a) la conversión es una praxis proyectiva hacía el futuro porque la conversión es la construcción del Reino, dimensión actualizante de la Soberanía de Dios.

La praxis testimonial nos conduce a otra vía de “revelación”, a otra forma “escritural”: la predicación, la transmisión boca-a-oído, aquello que sin estar consignado en la Sagradas Escrituras, sin embargo goza y ha gozado desde tiempos inmemoriales del reconocimiento de la comunidad creyente: la tradición oral: «La tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la trasmite integra a los sucesores para que ellos, iluminados por el Espíritu de la Verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación”(CEC #81)

La predicación por medio del ejemplo, del testimonio de vida es la tercera vía. Esta es la vía que nos insinuaba San Francisco: “Predica el evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras”.

Estas tres vías constituyen –por así decirlo- el sistema circulatorio de la fe que transporta la “sabia vital de la fe” a través del organismo eclesial garantizando la comunicación trans-generacional de las verdades que Dios nos ha descubierto por ser ellas indispensables al proceso soteriológico.


Todo eso no nos puede conducir a la apoteosis del individualismo. Creer en Jesús implica un “estar en comunidad”, desarrollar un sentido de pertenencia, saber que juntos recibimos la “Presencia del Resucitado” con mayor claridad y nitidez que apartados de nuestros hermanos en la fe. Para ello no basta “ir a misa”, tampoco es suficiente “llevar el mercado para la comunicación cristiana de bienes” o “socorrer al necesitado”; todo eso está muy bien y es parte esencial de la comunidad creyente, sin esos elementos no hay fe, no somos discípulos en ningún sentido… y sin embargo, faltan dos puntales.

El Domingo pasado vimos que Tomás que no estaba con su comunidad se perdió la revelación del Resucitado y en consecuencia se quedó sin creer, lleno de dudas, de incredulidad. Sabemos que los discípulos de Emaús, que iban huyendo, desvinculándose de la Comunidad necesitaron que Jesús fuera corriendo a “rescatarlos” y sólo así se cargaron de la “fe” indispensable para no “desertar”, sólo así lo reconocieron. En el Evangelio de hoy, los de Emaús unidos a los ἕνδεκα “Once”, así al calor de la “comunidad” reciben “la segunda dosis” y ven nuevamente al Resucitado y se les instruye: “no se trata de un fantasma”.

Aquí viene la ratificación de lo que venimos argumentando: Se hace comunidad asistiendo a misa, ejercitando las obras corporales y espirituales de misericordia pero hay dos cositas claves: a) Leer la Sagrada Escritura, y para que sea con espíritu comunitario, no leamos donde caiga, en la página que abramos. ¡No! Lo preferible es seguir la lectura que propone la Liturgia de la lglesia, leamos lo que señala la Santa Madre Iglesia para la Liturgia del Día, así aun leyendo a solas, estaremos vinculados a la catolicidad de la comunidad creyente. b) La santa Madre Iglesia nos propone otra fórmula orante de ser comunidad: La liturgia de las horas, que es un acercamiento al salterio que nos conduce a orar en comunidad con toda la Iglesia.

El Señor del Tiempo y de la Historia lo es porque nos une, partiendo de pequeñas comunidades, en una Comunidad Universal Transhistórica donde unos peregrinan en la tierra, otros difuntos se purifican y otros glorificados disfrutan de la contemplación del Rostro de Dios (CEC #954). Esa Iglesia va –paulatinamente- construyendo la Soberanía de Dios haciéndose Pueblo de Dios, (mejor aún, Nuevo pueblo de Dios), formado por “ciudadanos” que son “Hombres Nuevos”, renovados en Jesús Resucitado. Esa Transhistoricidad Universal es el significado de “Católica”.



El discipulado que nos hace Hombres Nuevos en el Resucitado bebe en esa fuente escrituristica y “precisamente en esto conocemos que estamos unidos a Él”. 

sábado, 11 de abril de 2015

CUERPO MÍSTICO-CUERPO UNÁNIME


Hech 4,32-35; Sal 117,2-4.16ab-18.22-24; 1Jn 5,1-6; Jn 20,19-31

Tomás vuelve a ver a Jesús, cuando se reúne con los “suyos”, con los otros apóstoles; cuando acepta humildemente estar con los otros aunque no los entienda a fondo.
Carlo María Martini

Esta escena del Evangelio de Juan es un Nuevo Génesis: ¿Qué dice el Resucitado? Hay una frase que repite tres veces: Εἰρήνη ὑμῖν. “La paz esté con ustedes”. A partir de esta Paz se irradia el resplandor que ilumina hasta a los más recalcitrantes. Aquí los recalcitrantes están representados en la persona de Tomás. Se trata de Tomás, uno de los Doce, al que apodaban “El Gemelo”, ¿qué nos comunica este apodo”? (Ya sabemos que en esa cultura el nombre era supremamente significativo). «Tomás es “gemelo” de cada uno de nosotros, incrédulos como él, llamados a llegar a ser “gemelos” de Jesús mediante la fe… llamado el gemelo, Dídimo en griego, así como Tomás en hebreo, significa Gemelo. Tomás es gemelo de muchos hermanos. Ante todo de Judas: al igual que corre el riesgo de perderse en la noche de la incredulidad, separado de la comunidad, en cuyo centro está Cristo resucitado. Además es gemelo de nosotros: está en la situación de todos nosotros que no estaban con los que han visto al Señor y estamos llamados a la fe por el testimonio de ellos.»[1]

Pero Jesús, quien ha hecho todo nuevo (Cfr Ap 21, 5), va a crear un Hombre Nuevo, del cual la primicia es Él mismo. Así como en Génesis 2, 7 Dios crea al ser humano y le “soplo” la vida; así en este cuadro, Jesús crea al Hombre Nuevo, soplando sobre ellos infundiéndoles el Espíritu Santo. Y ¿Qué harán con esa efusión de Espíritu Santo que han recibido? Liberar, perdonando los pecados, puesto que la liberación más profunda, la esencial es la liberación del pecado, la desalienación de la voluntad, que nos permite optar en la libertad de los hijos de Dios. Regresamos al tema de la libertad: Se puede aceptar el perdón pero si uno se niega, la liberación no se puede alcanzar, sencillamente los pecados les quedaran sin perdonar. La paz fundamental que puede cimentar la personalidad desalienada del Hombre Nuevo, es la tranquilidad de conciencia, que suprime toda agresividad, toda arrogancia, todo afán de prepotencia y dominación, toda esclavitud del vicio, del egoísmo, de la avaricia.


Pues bien, ¿en qué consiste esta efusión del Espíritu Santo, causada por el Soplo de Jesús sobre los Apóstoles? Jesús los cristifica. Ya no serán aquellos amedrentados que vivían a puerta cerrada, por miedo de los “judíos”, si leemos atentamente en los Hechos de los Apóstoles, nos va a sorprender el cambio tan rotundo. Hasta ayer no más, eran unos pusilánimes, víctimas del temor, aprensivos, presas de toda preocupación. Después, los vemos proclamar abiertamente, delante de todos, inclusive cuando son llevados ante el Sanedrín, o cuando son encarcelados, o cuando son azotados o apedreados, aun cuando esta pedrea fuera llevada hasta la lapidación, como en el caso de San Esteban,  protomártir.

Especialmente nos asombra escuchar a San Pedro, el mismo que ayer negó a Jesús tres veces, delante de la comunidad judía, en el Pórtico de Salomón, arrostrarles el asesinato de Jesús: “Y así mataron ustedes al que nos lleva a la vida. Pero Dios lo resucitó y de eso nosotros somos testigos” Hch 3, 15. Si los Discípulos no reconocían a Jesús después de resucitado, nosotros tampoco podemos reconocer a los Discípulos que ahora son tan valientes y decididos, como antes veíamos a Jesús ser atractivo por su firmeza, su resolución, su disposición a entregarlo todo por nosotros, llegando a amarnos hasta el límite. Por eso decimos que Jesús-resucitado ha “creado” Hombres Nuevos, desalienados, firmes y decididos. Resueltos a defender la verdad, cueste lo que cueste.

Hay un cambio no sólo en los apóstoles sino en toda la comunidad, lo vemos en la Primera Lectura, que es una perícopa tomada de Hechos de los Apóstoles, se caracterizan por ἦν καρδία καὶ ψυχὴ μία “tener un solo corazón y una sola alma”. ¡Eso es ser verdadera comunidad! No estar divididos por nimiedades, por pequeñas diferencias, por mi afán de diferencia. Eso se nos ha alimentado en grado sumo en nuestra sociedad, se nos enfatiza “poner el toque de diferencia” que vemos que no es nada diferente: por ejemplo, ser diferentes, mandándonos hacer todos el mismo tatuaje, o usando la misma cachucha, o conduciendo el mismo coche; para hacernos sentir diferentes, aparte, separados, aislados, fariseos (de hecho, la palabra fariseo proviene del verbo פרושים "separar”). Rápidamente esta tendencia a ser diferente, condujo a los “separados” a una forma de hipocresía religiosa que precisamente consiste en aparentar con la “pureza ritual”, con las muchas abluciones, con las largas filacterias, (o como pasó con Ananías y Safira que quisieron mostrar un falso “desprendimiento” quedándose con la mitad del dinero de la venta de una de sus posesiones), con prolongados rezos, o como les criticaba Jesús, juntando muchas palabras porque se imaginan que alargando Dios les hará más caso (Cfr. Mt 6, 7). Al contrario, lo que se nos pide es la capacidad de concertar, de ponernos de acuerdo, de solucionar las diferencias por el camino antes de llevarnos ante tribunales. Lo que se nos pide es “comunión” de voluntades en procura de construir el Reino, lo cual implica, discernimiento de los valores evangélicos, conocimiento y ejercicio de las “virtudes” cristianas.


«La comunidad en la que todos tienen y mantienen un mismo espíritu constituye la prueba más excelente de que Jesús está vivo en medio de ella, Jesús ha dado la vida, poniendo así un sello de garantía al proyecto de Dios, que consistía en proporcionar a todos libertad y vida. Cuando tal cosa se hace real y efectiva en la comunidad, ésta puede ser reconocida  como el gran anuncio de que Jesús efectivamente ha resucitado en ella, y por medio y en medio de ella está vivo y en acción.»[2]

La perícopa de Hechos recalca la generosidad y el desprendimiento además de la solidaridad. No que vender y regalar lo que tengamos en legitima propiedad sea un mandamiento; es más bien, una sugerencia, un ejemplo, una de las posibilidades. No es que se haya originado el nuevo mandamiento de vender lo que se tiene para darlo a los pobres. Aquí lo que tenemos es un caso límite en el que, algunas personas optan por esta generosidad, por la vía del desprendimiento, como Jesús cuando le aconsejó a aquel joven que le preguntaba qué más debía hacer para alcanzar la perfección (Cfr. Mt 19, 21). Esta generosidad-límite es un síntoma de cristificación, por ejemplo en los “consagrados” que hacen voto de pobreza -como consejo evangélico- en procura de una desalienación más libre, de encontrar vías ascéticas más expeditas. En todo caso, el más vivo ejemplo de cristificación está en οὐδὲ γὰρ ἐνδεής τις ἦν ἐν αὐτοῖς· evitar que “alguien pase necesidades” (Hch 4, 34). «La pobreza del mundo es un escándalo. En un mundo donde hay tantas riquezas, tantos recursos para dar de comer a todos, es imposible entender qué haya tantos niños que pasan hambre, tantos niños sin educación, tantos pobres. La pobreza hoy es un grito. Todos tenemos que pensar en volvernos un poco más pobres: todos tendríamos que hacerlo. Habría que preguntarse: ¿Cómo puedo yo hacerme un poco más pobre para parecerme más a Jesús que era el Maestro pobre?…»[3]

No en vano muchos hablan  del Libro de los Hechos como de un Quinto Evangelio, y otros se refieren a él como el Evangelio del Espíritu Santo. No en vano tenemos en este Libro la mejor fuente sobre la estructura de las Primeras Comunidades y el ejemplo de vida de la cristiandad primitiva. Pero debemos mirar en este escrito Lucano (el que otros ven como el segundo tomo de su Evangelio) la imagen de estas personas que tanto cambiaron, que pasaron de una fe amedrentada y tibia, sino fría; a una fe ardiente, sólida, comprometida. El Libro de los Hechos de los Apóstoles es una guía de Cristificación, aprender el seguimiento, cómo ellos se convirtieron en discípulos cumplidos, partiendo de su realidad de fragilidad “evolucionaron” hacia el compromiso y llenos del Espíritu de Jesús vivieron según la manera de Jesucristo. Al cristificarse permitieron la acción del Espíritu que Jesús les había insuflado y –en consecuencia- así vivieron y murieron. Se capacitaron entregándose al compromiso de construcción del reino. Pero no como individuos aislados sino construyendo comunidad, haciendo y haciéndose Cuerpo Místico de Cristo.


Pero eso, además, implica también unos “Ojos Nuevos” para leer la realidad desde una nueva Perspectiva: saber leer los “signos de los tiempos” y en ese tiempo concreto, leer la acción y la Presencia constante del Dios que no nos abandona y de Jesús que –Nuestro Hermano- camina con nosotros, siempre a nuestro lado.  «… no es fácil ver los signos de la presencia de Dios en el mundo: algunos los ven antes y tal vez son los tipos afectivos; luego llegan los intuitivos, después las personas lentas y sólidas. Pero también están los escépticos que llegan de últimos, pero que también pueden llegar. Nadie está excluido, con tal que se tenga una seriedad y una firme voluntad. Jesús se revela a todos amablemente, a cada uno según su propio modo. Por otra parte, nuestro episodio hace resaltar la bondad de Jesús que busca el modo apto para Tomás, que es distinto del de la Magdalena, de Juan y de Pedro. Todos tienen la posibilidad de abrirse a la presencia del Señor. No todos los medios son aptos para todos, pero para todos hay un modo y un tiempo que el Señor conoce. Es cierto que el Señor quiere revelarse a todos, aún a aquellos que parecen más refractarios y que más lo rechazan. El mansaje evangélico nos  educa para esta confianza…»[4]







[1] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Bogotá- Colombia 2008 pp. 620. 622
[2] Storniolo, Ivo. CÓMO LEER LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES. EL CAMINO DEL EVANGELIO. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1998. p.66
[3] Papa Francisco. LA POBREZA DEL MUNDO ES UN ESCANDALO
[4] Martini, Carlo María. EL EVANGELIO DE SAN JUAN. EJERCICIOS ESPIRITUALES SOBRE SAN JUAN. Ed. Paulinas. Bogotá-Colombia 1986. p. 145.

sábado, 4 de abril de 2015

RESURRECCIÓN: Nueva manera de ser


Jesús no ha retornado a la existencia empírica, sometida a la ley de la muerte, sino que vive de modo nuevo en la comunión con Dios, sustraído para siempre a la muerte.
Benedicto XVI

Así vale la pena vivir y morir. En realidad, no vivimos para morir. Morimos para resucitar. Para vivir más y mejor.
Leonardo Boff

La resurrección es para nosotros
el signo absoluto de que la cruz es el pasaje obligado para ir hacia la luz.
Dios te ha creado para la eternidad.
Encerrado sobre la tierra
dentro de tu carcasa humana,
tú debes servirte de ella para construir
un mundo de amor.
Guy Gilbert


«Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente… La reanimación de un muerto no nos ayudaría para nada y, desde el punto de vista existencial, sería irrelevante. Efectivamente, si la resurrección de Jesús no hubiera sido más que el milagro  de un muerto redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno. No tendría más importancia que la reanimación, por la pericia de los médicos, de alguien clínicamente muerto.»[1]

«Entendieron la resurrección no como la reanimación de un cadáver, como el de Lázaro, que después acabó muriendo nuevamente, sino como la emergencia del ser humano nuevo, el “novíssimus Adam” (1Cor 15,45), el “novísimo Adán”, como realización plena de todas las virtualidades presentes en lo humano.»[2]


1. “Al llegar vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande.” Mc 16, 4
2. “Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho y se llenaron de miedo.” Mc 16, 5.
3. No está aquí. Ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Mc 16, 6
4. “’Él ira delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán como Él les dijo’”. Mc 16.7

Quisiéramos examinar comparativamente estas cuatro frases –entresacadas de la perícopa de Marcos que constituye el Evangelio de la Solemne Vigilia Pascual que tienen en común verbos de percepción ocular (que hemos destacado con negrillas-cursivas).

Veamos a qué verbos griegos corresponden y cuál es su significado. Primero presentemos la tesis que pretendemos sustentar con esta argumentación: La fe –que es un tipo de conocimiento supra sensorial- surge de la atenta lectura de ciertos “indicios” que pueden ser sensorialmente percibidos. O sea que, surge de una “gracia” que adorna al intelecto, que le permite “ver” más allá de lo puramente sensible.

En 1. El verbo es θεωροῦσιν es el verbo θεωρέω, en presente indicativo activo “mirar con fijeza”, “clavar la mirada”, “ver para analizar”, de esta palabra deriva “teatro” (medio de contemplación) donde se mira para captar el “significado”; también emparentada con la palabra teoría algo así como “capacidad para comprender la realidad”.

En 2. El verbo es εἶδον está en aoristo indicativo activo, es el verbo  οἶδα saber, recordar, algo “visto con la mirada física” pero tiene un valor por así decirlo metafórico que lo lleva a significar “algo así captado”, “que fue así percibido mentalmente”, o sea que la mente lo tomó de esa manera, “lo vio y así lo interpretó”. Entonces se usa para “captación de una realidad espiritual a partir de un dato físico”.

En el caso de 3. Se trata de ἴδε otra vez εἶδον pero esta vez en la segunda persona del aoristo imperativo activo.

Finalmente en 4. Tenemos ὄψεσθε es el verbo ὀπτάνομαι en futuro indicativo medio que sería “aparecerse”, “dejarse ver”.

En los tres primeros está expresado claramente que fue lo que “leyeron” en el “signo” que vieron, mientras en el cuarto se expresa el “don, la “gracia”, el “regalo”, la “entrega”.


La perícopa nos da unos “detalles” que constituyen como los datos sobre los que se fundamenta la “conciencia” de que Jesús había resucitado.

a.    La piedra “ya estaba quitada”. «Marcos obtiene el efecto dramático al referir la preocupación de las mujeres por la piedra grande que cerraba la tumba y luego su sorpresa al comprobar que el sepulcro ya estaba abierto»[3]
b.    Un joven vestido con una túnica blanca (sentado a la derecha). Lo más importante de “este joven” es que él les da la interpretación global de los hechos: ἠγέρθη ¡Ha resucitado! ¡Ha sido levantado! «La forma pasiva del aoristo griego (exactamente “ha sido despertado”»[4]
c.    La ausencia del cuerpo. Pero, como lo dice Hans Küng, «la fe en la nueva vida junto a Dios, del Resucitado, no depende de la tumba vacía… La fe cristiana no llama a una tumba vacía sino al encuentro con el Cristo viviente, como dice el Evangelio: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24,5)… si se observa bien, en el centro del relato sobre la tumba no está la tumba vacía sino el mensaje breve, como una profesión de fe, de la resurrección (por boca del ángel): “¡Ha resucitado!” (Mc 16,6)»[5]

Ahora bien, tengamos en cuanta, como nos lo explica nuestro Papa Emérito «si bien el sepulcro vacío no puede probar la resurrección, sigue siendo un presupuesto necesario para la fe en la resurrección, puesto que esta se refiere precisamente al cuerpo y, por él, a la persona en su totalidad… “No conocer la corrupción”: ésta es precisamente la definición de resurrección. Sólo la corrupción era considerada como la fase en la que la muerte era definitiva… un anuncio de la resurrección habría sido imposible si el cuerpo de Jesús hubiera permanecido en el sepulcro»[6]

d.    La cita que Él les había puesto en Galilea. Cuando le cumplan la cita, lo verán resucitado. «La fe en la resurrección no tuvo su origen en el descubrimiento del sepulcro vacío y en el testimonio de las mujeres sino en las apariciones a los apóstoles.»[7]

Así las cosas, las mujeres que fueron a ungir a Jesús tendrían que dar “fe” a lo que les dijo el joven de las vestiduras blancas, y nosotros a lo que nos contó San Marcos (y los otros evangelistas) porque «La resurrección no puede ser demostrada científicamente, porque es algo que escapa a los sentidos. Es un hecho ocurrido fuera de la historia, más allá de nuestra dimensión, y que no dejó ninguna huella material en este mundo.»[8]

Es esencial a nuestra fe tener una concepción correcta de la resurrección (de ninguna manera se trata de una re-encarnación) «Ser resucitado no significa que el hombre recibe otra personalidad, sino significa que el ser humano total, por la acción de Dios, entra en una nueva manera de ser. Su apariencia cambia, pero su personalidad sigue siendo la misma, pero ampliada y en plenitud.»[9]

«La materia misma es trasformada en un nuevo género de realidad… con la resurrección de Jesús… se ha producido un salto ontológico que afecta al ser como tal, se ha inaugurado una dimensión que nos afecta a todos y que ha creado para todos nosotros un nuevo ámbito de vida del ser con Dios… la resurrección… inaugura una dimensión que llamamos comúnmente la dimensión escatológica… la resurrección no es un acontecimiento histórico del mismo tipo que el nacimiento o la crucifixión de Jesús. Es algo nuevo, un género nuevo de acontecimiento.»[10]

«He aquí el punto central de la fiesta de Pascua: en la muerte de Jesús, nuestra muerte, aunque conserve su realidad biológica, ya no es un final oscuro ni un término desesperado, ni una salida de la seguridad hacia la nada. Es una realidad vencida, domada en su ferocidad, de tal modo que ya no puede dominar más los pensamientos y las previsiones del hombre… A la luz de la Pascua todo puede tener un sentido y un tono distintos, todo puede ser susceptible de ser redimido por la esperanza.»[11]


La Resurrección es un elemento que tiene enormes implicaciones en nuestra vida, y debe repercutir en acciones, en un estilo de vida verdaderamente a la manera de Jesús. Implica, no sólo una creencia sino un compromiso: Se trata de la VIDA ETERNA. «Pero esta vida que culmina en su plenitud en una situación de vida eterna, ya comienza aquí y ahora, en las situaciones histórica de la convivencia social… todos aquellos que profesan su fe en una vida eterna, son llamados y desafiados a obrar, para que su esperanza en la vida futura repercuta ya en el presente. Su lucha contra todos los mecanismos que causan muerte comprueba y manifiesta su fe en la vida eterna… En nombre de su fe en la vida eterna hay que denunciar las estructuras injustas, los mecanismos de exclusión y los sistemas que generan muerte, en vez de vida… se convierte en incentivo, para empezar ya aquí en la tierra, con la realización de aquellos valores que Dios llevará a plenitud para nosotros en escala infinita en aquella nueva manera de ser, que llamamos VIDA ETERNA.»[12]


¡FELICES PASCUAS!

[1] S.S. Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET 2da. PARTE Ed. Planeta. Colombiana Bogotá-Colombia 2011 p. 284.
[2] Boff, Leonardo. UNA REVOLUCIÓN EN LA EVOLUCIÓN. boffsemanal@servicioskoinonia.org 2015-04-04
[3] Beck, T. Benedetti, U. Brambillesca, G. Clerici, F. Fausti, S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo 1ª re-imp. 2009 p. 718
[4] Ibid p. 719
[5] Küng, Hans. CREDO.  Madrid-España Trotta, 1994, pp 99-120.
[6] S.S. Benedicto XVI. Op. Cit. p. 297. 299.
[7] Boff, Leonardo. LA RESURRECCIÓN EN CRISTO NUESTRA RESURRECCIÓN EN LA MUERTE. p. 72
[8] Álvarez Valdés, Ariel (Pbro.) QUÉ SABEMOS DE LA BIBLIA II Ed. Centro Carismático “Minuto de Dios” Bogotá –Colombia  p. 111
[9] Blank, Renold. CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Ed San Pablo Bogotá- Colombia 2010 p. 40
[10] S.S. Benedicto XVI Op. Cit. p. 319
[11]  Martini. Carlo María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1995 pp. 151-152
[12] Blank, Renold CREO EN LA VIDA ETERNA. Ed San Pablo Bogotá- Colombia 2010 p. 52

viernes, 3 de abril de 2015

CÓMO ASUMIR LA PASIÓN


Is 52, 13-53,12; Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25; Hb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19,42

Hemos llegado a la cumbre del Año de la fe y a su momento decisivo. ¡Esta es la fe que salva, «la fe que vence al mundo!» (1 Jn 5, 5). La fe, apropiación por la cual hacemos nuestra la salvación obrada por Cristo, y nos revestimos con el manto de su justicia. Por un lado está la mano extendida de Dios que ofrece su gracia al hombre; por otro lado, la mano del hombre que se alarga para acogerla mediante la fe. La «nueva y eterna alianza» está sellada con un apretón de manos entre Dios y el hombre.
Raniero Cantalamessa


Primero, como mapa-guía para la Lectura de la Pasión según San Juan ofrecemos la parcelación propuesta por Carlo María Martini: «… como la narración de la Pasión es bastante larga (son dos capítulos) y muchas veces uno se distrae por lo mucho que en ella se encuentra, he creído útil ayudar su lectura, sugiriéndoles una posible subdivisión del texto en varios episodios. Les señalo siete,…

1.    El arresto de Jesús (18, 1-12)
2.    Jesús ante los sumos sacerdotes y Pedro que lo niega (18, 13-27)
3.    Jesús ante Pilatos (18,28 – 19,16)
4.    La crucifixión (19, 17-22)
5.    El cumplimiento (19, 23-30)
6.    El Nuevo Templo (19, 31-37)
7.    La valentía de los amigos (19, 38-42)»[1].


En el episodio del prendimiento Jesús profiere una expresión por tres veces, vv. 5.6.8. Ἐγώ εἰμι “Yo soy”. Esta repetición triple está en el núcleo de esta parcela (perícopa) (18, 1-12). Nos remite a la Teofanía de Moisés, cuando Dios se le manifestó en la Zarza Ardiente, le dice Moisés que cuando le pidan el Nombre de Dios para saber de qué Dios se trata, no bastará decirles que es el Dios de sus antepasados. En Éxodo 3, 14: “Dios le contestó: -YO SOY EL QUE SOY. Y dirás a los israelitas: YO SOY me ha enviado a ustedes”. Así Dios le entregó a Moisés su Nombre. Ahora Jesús al contestar así se declara -no sólo Rey- sino Dios. En este caso la Zarza ardiente es la mismísima Cruz:

«Contemplar la cruz es hacer la experiencia de la zarza ardiente.

Una experiencia similar a la que hace Moisés en el desierto ante una misteriosa aparición de Dios en una zarza, que arde sin consumirse mínimamente. Y es doble: es la experiencia del fuego que quema, repele, devora; del fuego que calienta, arde, atrae, es amable y acogedor. Un nudo que se hace misterioso.

Un segundo momento de la zarza ardiente es la experiencia de la llamada, del mensaje: Dios habla desde el fuego, Dios explica, amonesta, da el significado dela visión misteriosa.

Nosotros vivimos la experiencia de la zarza ardiente delante de la cruz de Jesús. La lectura de la Pasión nos da el fuego, el nudo de los hechos , los acontecimientos en su cruda realidad: es una narración que quema, devora, calienta y atrae. Son hechos solemnes, dolorosos, dramáticos, trágicos, aterradores, cuyo significado no se comprende.»[2]


De la Cruz dos, hasta ese momento cobardes, discípulos sólo de noche, en lo oscuro, cobran ánimo y se presentó a Pilato el uno y el otro aporta la mortaja, y desprenden del crucifijo (cruz-clavado) al Hijo, el Hijo va a caer en tierra. Allí llegará envuelto en una sábana de fino lino y en λίτρας ἑκατόν “cien libras” de una mezcla de σμύρνης καὶ ἀλόης mirra y áloe (cf. Jn 19, 39c).  Ahora, el grano de trigo va a caer en tierra -el grano de trigo tenía que caer en tierra y morir para dar Nuevo Fruto-  y dará el Nuevo Fruto de una Nueva Creación, de una Nueva Humanidad.  Raniero Cantalamessa nos decía sobre el grano de trigo que cae: “Acuérdate del grano de trigo y espera. Nuestros mejores proyectos y afectos… deben pasar por esta fase de aparente oscuridad y de gélido invierno para renacer purificados y llenos de frutos”[3]. Así como Jesús pacientemente aguardaba “la Hora” que el Padre tuviera señalada, respetando los “ritmos” Divinos que es acogida de la Voluntad de Dios, cumplimiento de la oración γενηθήτω τὸ θέλημά σου, ὡς ἐν οὐρανῷ καὶ ἐπὶ γῆς· “hágase tu Voluntad en la tierra como en el Cielo”(Mt 6, 10bc); que es pedir que el Reino de Dios se imponga también en el orden de lo terrenal y no exclusivamente en el Cielo.

Pero al levantar los ojos hacia el Crucificado y descubrir en Él la Semilla Fecunda se conjugan diversas revelaciones. Está la imagen “atractiva”; está también la Semilla que requiere tiempo para germinar y dar su cosecha; pero, también está la Espiga Cargada, Fructífera, cuyos granos están a la mano y aguardan que les echen mano los refrieguen enérgicamente para desprenderles la cascarilla, se los lleven a la boca y los mastiquen (cf. Mt 12, 1). Y es que en el Crucificado ya hay una Cosecha Madura que nos reclama hacernos “obreros de la mies”. ¡Cuán peligrosa puede ser la actitud del llorón empedernido, especialmente si hoy, Viernes Santo, lloriquea frente a la Cruz y mañana, como si nada, vuelve a lo mismo, a la indiferencia, a la inservicialidad, a la insolidaridad, a la falta de fraternidad, a la ausencia de compromiso en la construcción del Reino, a las entrañas de pedernal y al corazón de piedra!

Este crucifijo que hoy contemplamos “habitado”, trono donde se ha “acomodado” su “Real Majestad” nos exige un compromiso, una implicación porque «…la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión, como si fuese un pastel que se le decora con nata [betún]. No, la fe no es esto. La fe comporta elegir a Dios como criterio- base de la vida, y Dios no es vacío, Dios no es neutro, Dios es siempre positivo, Dios es amor, y el amor es positivo. Después de que Jesús vino al mundo no se puede actuar como si no conociéramos a Dios. Como si fuese una cosa abstracta, vacía, de referencia puramente nominal; no, Dios tiene un rostro concreto, tiene un nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a todos nosotros…. Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y elegir el bien, la verdad, la justicia, incluso cuando esto requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto sí, divide; lo sabemos, divide incluso las relaciones más cercanas. Pero atención: no es Jesús quien divide. Él pone el criterio: vivir para sí mismos, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo, u obedecer a Dios… seguir a Jesús significa implicarse, porque la fe no es una cosa decorativa, es fuerza del alma.»[4]

Uno puede usar la Semana Santa como si fuera la crema decorativa del ponqué con una dosis de dramatismo, cari-acontecimiento, devotas procesiones, ritos (porque no liturgias), y luego dar la espalda y desechar todo lo demás. Eso no es cristianismo, eso no es discipulado, eso no es seguimiento.

Bien es cierto que en la Cruz se juntan todos los males que los noticieros se empeñan en exhibirnos. Bien es cierto que la maldad campea a sus anchas y que hay mucho dolor esparcido a lo largo y a lo ancho del mundo, tampoco podemos negar, ni ocultar, ni tratar de eclipsar los problemas, el oprobio y el pecado que el Malo sigue –en su cuarto de hora- aventando sobre todos los campos, sin respetar ni siquiera los que se le han consagrado. Pero es que ¿acaso eso significa que Jesús no ha triunfado? ¿En eso malinterpretamos nosotros la derrota de Jesús? ¿Nos da eso derecho a pensar que Dios fracasó? Más aun, nos sentimos animados hasta con las tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5, 1-15).

Al leer la Pasión, vemos un primer momento en el que los discípulos, particularmente Pedro, cree encontrar la vía del seguimiento sacando la espada y agrediendo a Malco. Jesús es plenamente consciente que ese no es el Camino, y perentoriamente le ordena “Mete la espada en la vaina” y lo encara con la Voluntad de Dios: “¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre? (Jn 18, 11). La ruta para el discipulado es diversa. Pasa por la acogida del dolor como parte de la vida, del sufrimiento como solidaridad con los que sufren, de  la traición de los más cercanos, como reconocimiento de la libertad que es la médula de la dignidad del otro y el otro que ab-usa de su libertad nos puede propinar su maltrato. Sin embargo, «La Pasión del Señor nos enseña… a salir de la lógica de la violencia que parece perpetuarse en el corazón  del hombre, en la historia de la humanidad. Un gesto de perdón y de oración como el de Cristo moribundo y que otros en nuestros días, tratan de hacer vivo y operante, es una buena noticia que nos ayuda a creer que el misterio del Viernes Santo conoce todavía y siempre el alba del día de Pascua y que Cristo no quiere tener hoy otras manos sino las nuestras para ayudar a nuestros hermanos.»[5]


Hay otra cara del asunto y otra perspectiva, es el ángulo desde el que mira Pilatos. Durante toda la lectura de la presentación de Jesús ante Pilato lo que domina es la sensación de que él quiere liberarlo, que para él es un inocente, que todo quiere menos manchar sus propias manos con la sangre de un “justo”. Pero hay otras fuerzas, otros respetos humanos, intereses sociales y políticos que lo comprometen, chantajes más o menos tácitos (tomemos por caso la expresión que le gritan los “judíos”: “¡Si sueltas a ese no eres amigo del César!”(Jn 19, 12c) que lo constriñen a ir contra-conciencia. Es más, la sensación general que nos produce la lectura es que él lo reconoce Rey, especialmente cuando ἤγαγεν ἔξω τὸν Ἰησοῦν, καὶ ἐκάθισεν ἐπὶ βήματος εἰς τόπον λεγόμενον Λιθόστρωτον, Ἑβραϊστὶ δὲ Γαββαθα. lo saca y lo hace sentar en el tribunal llamado “el Enlosado”, prácticamente lo está entronizando. «Pilato era un hombre honrado, pero con esa honradez con la que solemos topar frecuentemente a lo largo de los siglos y que es una de las plagas más dolorosas de la humanidad: una honradez mezclada de debilidad y sin valor para proclamar y defender la justicia… Yo no juzgo a Pilato, pero no puedo dejar de pensar en la numerosísima familia de Pilato, en el pilatismo, en esa honradez que se calla, que no tiene valor… hay muchas personas que no se encuentran en las condiciones necesarias para tener un cierto valor, para adoptar determinadas posturas.»[6]

Rey de reyes, Jesús en su agonía y en su muerte muestra un sobreponerse, una superación del dolor, una victoria sobre la pasión. Jesús llega al tope, Él mismo pronuncia: Τετέλεσται (Jn 19, 30c) que  quiere decir cumplimiento total, consumación, finalización de un proceso necesario. ¡Es su última palabra! Se ha satisfecho el Plan completo, añade San Juan en 19, 36 que todo esto acaeció para que se cumpliera la Escritura. «A pesar de todas las miserias, las injusticias y la monstruosidad existentes sobre la tierra, en Él se ha inaugurado ya el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos lo contrario, pero el mal y la muerte están realmente derrotados para siempre. Sus fuentes se han secado; la realidad es que Jesús es el Señor del mundo. El mal ha sido radicalmente vencido por la redención que Él obra. El mundo nuevo ya ha comenzado.»[7]

«La Iglesia puede hacer esta reunión ideal de todas las miserias del género humano sin dejarse aterrorizar o sumergir, porque sabe que la cruz de Cristo, colocada en el centro de la liturgia, es capaz de cargar sobre sí todo el drama, el dolor y el pecado del hombre. Porque en la cruz de Jesús, Dios mismo nos asegura que ni siquiera la muerte es capaz de detener su amor, y que no hay situación humana, por dramática y oscura que pueda quedar extraña al inmenso abrazo de la cruz.»[8]



[1] Martini, Carlo María. EL EVANGELIO DE SAN JUAN. EJERCICIOS ESPIRITUALES SOBRE SAN JUAN. Ed. Paulinas. Bogotá-Colombia 1986. Pp. 120-123.
[2] Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia. p. 134
[3] Cantalamessa, Raniero. V DOMINGO DE CUARESMA Ciclo B.
[4] Papa Francisco. ÁNGELUS, Plaza de San Pedro, 18 de agosto de 2013.
[5] Martini, Carlos María. Op. Cit. p. 149
[6] Câmara, Dom Helder. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España. 1987.  pp. 177-178
[7] Cantalamessa, Raniero. O.F.M. Cap. LA PASIÓN DEL SEÑOR. Homilía en la Basílica de San Pedro. Viernes Santo, 29 de marzo de 2013.
[8] Martini, Carlos María. Op Cit. p. 148