sábado, 12 de abril de 2014

COHERENTE DE PRINCIPIO A FIN


Mt 21, 1-11; Is 50, 4-7; Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24(R.:2a); Fil 2, 6-11; Mat 26, 14-27, 66

… en la noche del sepulcro, germina el alba de la resurrección.

Etienne Charpentier


A propósito hemos querido dejar grandes hiatos entre glosa y glosa para invitarlos a profundizar la propia reflexión. Hay tanto que decir y que sólo lo puede pronunciar nuestro propio corazón. Vivamos esta Semana Santa de tal manera que acompañemos a Jesús en su subida al Calvario y en cada paso desgranemos con Él el dolor de la cruz hilvanado con su inexplicable Amor por cada uno de nosotros, que si sólo tú existieras, Él volvería a subir al Gólgota solo por ti.

«Jesús entra en Jerusalén con banda de música (Mateo 21, 1-11)

¡Pobre Jesús! Le hicieron toda una “puesta en escena” para que ingresara triunfante en Jerusalén, como la selección nacional después de haber ganado la Copa del mundo, o como una estrella aclamada por sus “fans” adolescentes, o como uno de los tantos “ídolos” que conocemos. Como en este entonces no había “limousines” plateadas y largas, montó sobre una burra. Como no había alfombras largas, sus simpatizantes extendieron sus mantos sobre el camino. A modo de flores, cortaban ramas de los árboles, para cubrir el lugar por donde pasaría este tipo importante.



¿Qué cantaban los que bordeaban el camino? Nos dice el evangelio que entonaban con entusiasmo: -¡Hosana el hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas! Hoy, los muchachos gritarían: -Y ya lo ve, y ya lo ve, este es el hi-jo de Jo-sé! O también (no lo puedo asegurar pero tampoco hay quien pueda desmentirlo):

-¡Y dale Cristo, dáledále Cristo, y dále Cristo, dáledále Cristo! Es un poco más difícil, pero hay evangelios apócrifos que afirman haber oído esta frase: -¡El que no salta es un fariseo! A lo mejor, las viejitas de la parroquia, con voz densa y sentida entonarían: ¡Oh, buen Jesús, yo creo firmemente...! o, tal vez, elogiando a la mamá del Señor:

-¡Oh , María, madre mía, oh consuelo del mortal...!

Lo que si importa es que el pueblo lo aclamó como mesías, entre trompetas y maracas, charangos y aplausos, bombas de estruendo, cañitas voladoras, serpentinas y papel picado, panfleteada a granel y brazos en alto. Un megáfono, sobre un auto destartalado, atronaba los aires incitando a la multitud a gritar: -¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo los roñosos romanos!, y lindezas por estilo, mientras el Señor entraba en la ciudad santa y asesina, para sufrir su pasión dolorosa.



 Aprovechando la ocasión, porque la mano venía dura y porque “la malaria” no es cosa sólo de ahora, alguien vendía salchichas con mostaza, gritando a los cuatro vientos: -¡A lo rico pancho, muchacho, a lo rico panchitoooo!, mientras otros ofrecían gorritos, chombas que decían I love Jesus y postales y banderines... Una Travel agency promocionaba un tour de Jerusalem by night, que sería la delicia de cualquier turista actual, para poder contar a los amigos, al regreso a casa, lo bien conservados que están los monumentos y la buena organización que tienen los judíos.

Todo era alegría desbordante y exteriorización de la farra corrida que la pascua prometía.

Sin embargo, otra cosa bullía en el corazón de Jesús, en ese corazón loca y dolorosamente enamorado. Él no venía a hacer “turismo”. No compraría souvenirs ni enviaría tarjetas postales a Nazaret. No aceptaría el reinado de opereta(o de guerrilla) que se le ofrecía en bandeja: -Yo he venido para otra cosa. Este domingo será un día de pasión y de dolor. La cruz del próximo viernes ya está, hondamente clavada en mi alma. Casi no puedo ver el camino, pues las lágrimas inundan mis ojos.

Mientras Jesús cavilaba sobre estos temas, más de uno de los que gritaban, más locos que barrasbravas, “¡Viva Cristo Rey!..., ¡Cristo, la barra de la parroquia de Santa Rita te saluda!, sería de los que, unos días más tarde, reclamaría (¡también a grito pelado!) la libertad de Barrabas y la muerte de Jesús.

¡Cuántas vueltas tiene la vida, calesita veterana y cuán caprichosos son nuestros corazones, veletas sacudidas por todo viento...! Hoy matamos a quien ayer vivábamos y por quien íbamos a dar la vida.

Poco más tarde, los vendedores de panchos y banderines, los organizadores de excursiones, el groncho que atronaba con el megáfono, las viejitas que cantaban “al amor de los amores”, enmudecieron y corrieron a esconderse en cuevas cercanas...

ttt

Cuando Jesús ingresó en Jerusalén, con la Banda de la Policía, era un héroe, “ciudadano ilustre de Nazaret y de Belén”, socio honorario y a perpetuidad del Rotary Club y de Boca y de la Academia de Ciencias Religiosas local. Pero... cuando la gente vio que la mano venía pesada, se abrió de piernas y lo dejó sólo.


La banda calló sus vientos. Se acabaron “los lustres”, porque dejó de ser ilustre...

¿Moraleja...? Las bandas de música son mentirosas: ¡”puro viento”!»[1]

La Pasión según San Mateo, estructura

Nos gustaría examinar la estructura de la Pasión en el Evangelio de San Mateo:

Decisión de los Sumos Sacerdotes y de los fariseos de arrestar a Jesús 26, 5
Unción en Betania 26,6-13
Decisión de Judas de entregar a Jesús 26, 14-16
La última cena 26, 17-35
La oración en el Huerto de Getsemaní 26, 36-46
Prendimiento de Jesús 26, 47-56
Jesús es presentado ante el sanedrín 26, 57-68.
Negación de Pedro 26, 69-75
Reunión (conspirativa contra Jesús) del Sanedrín, al amanecer 27, 1-2
Remordimiento y muerte de Judas 27, 3-10
Jesús es presentado ente Poncio Pilato 27, 11-26
Jesús víctima de ultrajes, burlas y flagelación 27, 27-31
Camino del Calvario 27, 32-34
Crucifixión 27, 35-44
Muerte de Jesús 27, 45-50
Confesión del Centurión de la filiación directa de Jesús de Dios-Padre 27, 54


Son en total 16 fragmentos que conforman esta unidad narrativa.

Un mesías que cambia el paradigma

Entra montando una burrita. Nada más humilde, rayando en los ridículo, las piernas colgando y los pies prácticamente tocando el suelo. Los reyes y los poderosos iban de a caballo. Nos informan los historiadores que las autoridades judías, en el antiguo Israel, iban montando en una mula, pero en burro…

Estamos frente al cumplimiento de una profecía. El caballo es –por antonomasia- una cabalgadura bélica. El burrito no, el burrito simboliza un tipo de pacifismo, es la renuncia a la violencia, es el anti-poder en esencia.

Tal vez en el tipo de cabalgadura ya está contenido el germen del cambio de opinión de este pueblo que, primero aclama y vitorea y luego reclama la crucifixión: Se espera un mesías poderoso, un mesías capaz de darle esplendor a Judea. Varias veces hemos indicado que se trata de la espera de otro David que trajera prosperidad, que sacudiera el yugo opresor y oprobioso del imperio Romano… y ¿Qué tenemos? Un rey en burrito…

«”¡Hosanna!” Eso que pensamos sea un grito de alabanza es, en verdad, una súplica: ¿Sálvanos por favor!”. El pueblo se reconoce perdido y percibe que es a través de la intervención de Jesús como él será salvo… la ciudad se agita y se estremece, como en un terremoto- ¿Por qué? La ciudad aquí son ciertamente los poderosos que perciben que Jesús es una amenaza peligrosa para lo que ellos hacen.»[2]

El tema de la obediencia

Partiremos de la Carta a los Filipenses. Y escogeremos como núcleo la perícopa 2, 7-8: δούλου λαβών, ἐν ὁμοιώματι ἀνθρώπων γενόμενος· καὶ σχήματι εὑρεθεὶς ὡς ἄνθρωπος ἐταπείνωσεν ἑαυτὸν γενόμενος ὑπήκοος μέχρι θανάτου, θανάτου δὲ σταυροῦ. “tomando la condición de servidor, llegó a ser semejante a los hombres. Habiéndose comportado como hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte-y muerte en una cruz.” Esta acción decisión está signada en el texto por un verbo que la rige: ἐκένωσενse despojó”, que implica –así lo hemos glosado varias veces- un desproveerse, un enajenarse, una renuncia voluntaria, un abajamiento, una renuncia a las autoridades que le son propias. Es un vaciarse que significa, desacomodarse, vaciarse, deprivarse.

Se es obediente respecto del Padre Celestial, en quien se puede confiar sin límites; pero rebelión contra la esclavitud, contra el imperialismo romano, contra toda injusticia. Todo menos callar: Jesús se opone, se posiciona, cuestiona y es capaz de correr todo riesgo pero no hace nada que rompa con sus obediencia al Padre. Por eso leemos: “se hizo obediente hasta la muerte-y muerte en una cruz”.



Y esta obediencia que le implica “rebelarse contra” se convierte en la clave de todo el comportamiento de Jesús. Sabemos que Él es el camino, la verdad y la vida: pues esta incondicionalidad que muestra es camino, verdad y vida. Esta es la manera de ser vida, viviendo su incondicionalidad con coherencia, con consecuentalismo. Un consecuentalismo radical. Su radicalidad nos evoca a Sadrac, Mesac y Abednegó que desobedece a Nabuconodosor antes que desobedecer a su Dios aun cuando la condena es perder la vida muriendo en el horno: “Si el Dios a quien adoramos puede librarnos del horno ardiente y de tu mano, seguro que nos librará, majestad. Pero, aunque no lo hiciera, puedes estar seguro, majestad, que no daremos culto a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.” Dn 3, 1-30.

Muchas veces decimos que la crucifixión no fue un evento político y nos equivocamos al afirmarlo. Toda la historia de Jesús desde su mismo nacimiento está enmarcada en la politicidad. Desde el mismo momento en que nace y su elección de contexto de nacimiento, todo en su vida reside en un contexto político. La obediencia a Dios desemboca en una exigencia política puesto que exige coherencia con la justicia, y coherencia con los pobres. Es decir, se espera de nosotros un “ser consecuentes” a la manera de Jesús.

Se dice que Jesús bien podría haberse callado, bien podría haber huido; pero quizás donde quiera hubiese ido su consecuentalidad le habría llevado al mismo desenlace.



Quiere decir que ¿la exigencia de ser coherente con Dios, de permanecer incondicionalmente fiel implica llegar a la cruz? ¿quiere decir que todos los caminos llevan al Calvario? Diremos que no. ¡No de todos se espera el martirio! Pero de todos se espera la coherencia, la incondicionalidad hacía Dios, la fidelidad con Jesús, Camino, Verdad y Vida.

Esa incondicionalidad para con Dios, para con el proyecto de construcción del reino es lo que nos da referente existencial. Ninguna fe verdadera puede ser puro ritualismo, aun cuando esté impregnada de ritos que llenan el 100% del tiempo y de la vida. No son los ritos, ni los holocaustos lo que Dios espera –ya nos lo dijo el profeta: “Lo que quiero de ustedes es que me amen, y no que me hagan sacrificios; que me reconozcan como Dios y no que me ofrezcan holocaustos (Os 6, 6)- sino la justicia que es la manera de demostrarle el amor a Dios. Algunos serán llamados a la gracia del martirio, pero todos estamos invitados a la gracia de la fidelidad, de la coherencia, de la obediencia.

Recordemos que Él siempre está

En el Salmo nos encontramos con esa paradoja: Jesús –si ponemos el salmo en labios de Jesús, y el evangelio nos informa que Jesús antes de morir pronuncio el versículo 1º, Elí, Eli lemá Sabactaní Mt 27, 46- reclama al Padre porque aparentemente lo ha abandonado; y, sin embargo, si le reclama es porque tiene conciencia que está allí presente con Él. Como nos lo dice Carlos Vallés s.j. «Mi queja ante ti era en sí misma un acto de fe en Ti, Señor. Me quejaba a ti de que me habías abandonado, precisamente porque sabía que estabas allí.»[3]


No nos dejemos deslumbrar, ni ensordecer por las bandas de música… ya es sabido que detrás del estruendo está el silencio y desde el silencio (de la cruz) nos habla Dios… que nunca nos desampara, que siempre está allí, aun cuando no lo sabemos ver o no lo podemos descubrir; es entonces cuando está más presente!




[1] Muñoz, Hector. CUENTOS BÍBLICOS CORTITOS. Ed. San Pablo Bs As. Argentina 2004 pp. 124-126
[2] Storniolo, Ivo. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE MATEO. EL CAMINO DE LA JUSTICIA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999. p. 179
[3] Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae. Santander-España 1989 p.45

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