sábado, 2 de noviembre de 2013

HUMILDAD, VÍA DE CONVERSIÓN


Sab 11, 22-12, 2; Sal 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14 (R.: cf. 1); 2Tes 1, 11-2, 2; Lc 19, 1-10

“Porque todo hombre que se hace grande será humillado y el que se humilla será hecho grande” Lc 18, 14b.

Nos ama y nos da ocasión de convertirnos

Sentimos que el corazón de la Primera Lectura radica en el Infinito Amor de Dios  expresado en el verso 11, 24a: “Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho”, que siendo el meollo, de todas maneras se aclara con otras frases que están alrededor:
a)    ”Tú de todos tienes compasión, porque lo puedes todo” 11, 23b
b)    “Si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado” 11, 24b
c)    “¿Cómo podrían existir los seres, si Tú no los hubieras querido?” 11, 25a
d)    “¿Cómo podrían conservarse si Tú no lo ordenaras?” 11, 25b
e)    “Tú tienes compasión de todos, porque todos, Señor, te pertenecen” 11, 26a
f)     “y Tú amas todo lo que tiene vida” 11; 26b
g)    “porque en todos los seres está tu espíritu inmortal.” 12, 1.

Este Amor abarcador, que todo lo compendia, que a todos alcanza y para todos está; que no es un amor voluble que en un momento ama y entonces crea y después –tiempo más tarde- muta en odio y en su corazón se torna deseo de destrucción o arrepentimiento por haberlo creado. Este amor es un Amor Misericordioso, que brota de las Entrañas de Dios, en Quien Jesús nos enseñó a ver, a tratar, a relacionarnos con Él como Padre.



En varias oportunidades y en diversos ambientes se habla de un Dios Padre-Madre, refiriéndose a sus entrañas como asiento de su Amor, de su Corazón como sede del Amor que perdona, y que perdona siempre, (ese es otro aspecto tratado en la perícopa, que estamos comentando, del Libro de la Sabiduría):

a)    ”Tú de todos tienes compasión, porque lo puedes todo” 11, 23b
b)    “Aparentas no ver los pecados de los hombres, para que se arrepientan” 11, 23c.
c)    “Tú tienes compasión de todos, porque todos, Señor, te pertenecen” 11, 26a
d)    “Por eso a los que pecan los corriges y reprendes poco a poco y haces que reconozcan sus faltas, para que, apartándose del mal crean en Ti, Señor. 12, 2.



Ama, porque ama perdona e impulsa al arrepentimiento, llamándonos a la conversión; así es el Amor verdadero, el que nos da pie a rectificar, el que nos aguarda pacientemente (no que sea alcahueta), porque sabe lo mucho que nos cuesta, porque sabe que nuestro amor si es voluble e inconstante, y sabe que estamos hechos de “barro” y que nuestra única grandeza es haber salido de sus manos y habitar el Amor de su Corazón que para todos tiene cabido y a todos cobija.

La victoria no es la meta sino la carrera entera

No se trata de una de esas carreras cortas, sino de una de largo aliento. No es que la Parusía esté “a la vuelta de la esquina”. Este tema ha sido –como bien sabemos- caballo de maniobra de muchas sectas milenaristas. Parece ser que, así fue también en los tiempos de San Pablo. «La carta invita a la comunidad a no preocuparse por el cuándo sucederá la gloriosa venida del señor (parusía) sino por el cómo actuar hasta cuando él se manifieste al final de los tiempos. Y sólo hay un modo de resistir, puesta la confianza en la victoria final de la justicia y de la verdad»



Una parte esencial de la fe consiste en saber dejar de lado los interrogantes sobre el momento de la Segunda Venida. En ese caso, la información relevante, la que debe inquietarnos es la que apunta hacía las “técnicas” para aplicar durante la carrera. No ha de inquietarnos, pues, conocer el día y la hora –los cuales, nos enseñó Jesús, son un conocimiento exclusivo del Señor- en cambio si nos urge saber, qué hacer, como cooperar en el proyecto de construcción del reino, cómo profundizar la amistad que Dios nos ofrece correspondiéndole con nuestra sincera amistad prodigada a sus ahijados, a sus favoritos, a los que hemos señalado que son sus “clientes”, porque Él se los ha escogido para apadrinarlos.

Queda claro, entonces, con qué mira enfocar el objetivo. Cierto que “corremos” apuntando a llegar a la meta, pero mientras corremos observemos la adecuación de nuestra “técnica”, si mentalizados en la “llegada” pero para mejor lograrla. Cuando hablamos de “técnica” estamos dando continuidad a la metáfora paulina que compara la vida y la perseverancia en la fe, por parte de los cristianos, con una carrera olímpica en el estadio; y los corredores usan “técnicas” para correr bien y hacer más efectiva cada zancada, etc. Nosotros podemos “contemplar” viva e intensamente las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y toda la revelación para mejor vivir la fidelidad a Dios padre, a Dios humnando y a su Santo Espíritu.



La parusía, y de esto no cabe ninguna duda a los fieles discípulos del Señor, será la instauración del Reinado de Nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra; y, este Reiando no será sin Jesucristo. Pero, nosotros, el Cuerpo Místico de Cristo estamos aquí para trabajar en pro de ese Reinado y de su pronta llegada (aun cuando llegará cuando Dios quiera y hasta que su Divina Voluntad así lo disponga “en vano se afanan los albañiles”).

En conclusión: No se puede descoyuntar el Reino de Dios, por una parte, como una realidad “espiritualista” exclusiva de una realidad del “más allá”, que no tiene nada que ver con esta “tierra” (la que para esos espiritualistas es demasiado tierra, demasiado polvo, demasiada bajeza; pero que ya leímos en el Libro de la Sabiduría es totalmente amada por Dios, Quien ama todo lo creado, es decir, toda su obra) de, por otra parte, la Parusía, en la que Dios viene por Segunda Vez a Reinar. Aquí cobran enorme interés conceptos como el de guardianía, que alude a la responsabilidad que tiene el hombre sobre toda la creación: Por esa razón queremos recordar de la Encíclica Populorum Progressio los numerales 80 y 86.

«80. En esta marcha, todos somos solidarios. A todos hemos querido Nos, recordar la amplitud del drama y la urgencia de la obra que hay que llevar a cabo. La hora de la acción ha sonado ya: la supervivencia de tantos niños inocentes, el acceso a una condición humana de tantas familias desgraciadas, la paz del mundo, el porvenir de la civilización, están en juego. Todos los hombres y todos los pueblos deben asumir sus responsabilidades.

86. Vosotros todos los que habéis oído la llamada de los pueblos que sufren, vosotros los que trabajáis para darles una respuesta, vosotros sois los apóstoles del desarrollo auténtico y verdadero que no consiste en la riqueza egoísta y deseada por sí misma, sino en la economía al servicio del hombre, el pan de cada día distribuido a todos, como fuente de fraternidad y signo de la Providencia.»

No nos profesionalicemos en el anuncio de cataclismos para mañana, aun cuando anhelemos ver pronto la Llegada de su reinado. No en vano nos recordaba el Sumo Pontífice Pablo VI “la amplitud del drama y la urgencia de la obra que hay que llevar a cabo” porque esta obra se lleva a cabo, no de espaldas a Jesús, sino precisamente como un abrir los brazos y preparar el corazón. Una vez más clamamos μαρὰν ἀθά. Maran atha.

Una generación pondera tus obras a la otra



Para no dejar de mencionar el Salmo, se presenta en este Canto un salmo alfabético, como si dijéramos “de la ‘a’ a la ‘z’”, “Bendeciré Tu Nombre por siempre jamás”; y luego, empieza a enumerar los dones y los atributos de Dios reincidiendo en los que nombramos arriba, cuando hablábamos del capítulo 11 y el inicio del 12 del Libro de la Sabiduría, y, aun añade otros: a) Grande, b) Poderoso c)realiza hazañas, d) Obra maravillas e) Ejecuta temibles proezas f) Las suyas son “Grandes acciones” g)Su Bondad es inmensa h) Alcanza Victorias i) Es clemente y misericordioso j) Lento a la cólera y rico en clemencia k) Es bueno con todos l) Cariñosos con todas sus criaturas m) Su reinado es eterno n) Su gobierno dura de edad en edad ñ) Fiel a su palabra o) Bueno en todas sus acciones p) Sostiene a los que van a caer q) Endereza a los que ya se doblan r) Los alimentas a tiempo s) sacia de favores a todos los vivientes t) Justo en todo sus caminos u) Torna a decir que es bondadoso en todas sus acciones v) Esta cerca de los que lo invocan con un corazón sincero. w) satisface los deseos de sus fieles x) Escucha los gritos de los fieles y los salva y) Guarda a los que lo aman z) Destruye al malvado.



Cabe subrayar que este salmo no pide nada, se concentra y se limita a gloriar el Santo Nombre de Dios y da ejemplo a las generaciones en la tarea de adorar y cantar la Acción Gracias ante un Dios tan Maravilloso.

Búsqueda desinteresada de Dios



En la perícopa anterior a la que leemos este Domingo XXXI del Ciclo C, nos encontramos al ciego que clama “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí” Lc 18, 39c, este ciego quería recobrar la visión y eso fue lo que le pidió a Jesús. Arturo Paoli nos señala que Zaqueo «Es la única persona en los Cuatro Evangelios, que toma la iniciativa de encontrarse con el Maestro gratuitamente: no tiene nada que decir y nada que pedir». Y verdaderamente que nos asombra todo lo que hace Zaqueo, pero nos asombra aún más esa gratuidad con la que busca el encuentro.



Todo parece indicar que entre los orientales comerse los frutos del Sicomoro equivale a comer bazofia, a comer desperdicios alimenticios, residuos de restaurante. Nadie se subiría a un Sicomoro porque se prestaría a pensar que la persona ha tenido que resignarse a comer lo que todos desechan. Y Zaqueo, pese a que “es rico”, no tiene óbice alguno en treparse al susodicho συκομορέαν . Es claro que el Sicomoro, que empieza a ramificarse y expandir su arborescencia muy abajo, lo hace fácil de trepar para una persona de baja estatura, pero hay que ser verdaderamente muy, pero muy humilde para –en el marco de esa cultura- encaramarse en un sicomoro. La semana pasada vimos a un fariseo arrogante y a un publicano humilde, capaz de reconocerse pecador; este domingo XXXI nos topamos con otro publicano, esta vez con nombre propio Ζακχαῖος Zaqueo (del hebreo Zakkai, significa "ser puro"), capaz de la máxima humildad, que no se entiende si no se sabe cuánto se despreciaban en el contexto judío los frutos de este árbol (aún quisiéramos anotar dos cosas más sobre el Sicomoro: es un árbol de frondosas raíces que lo traban con el suelo haciéndolo prácticamente in-arrancable; de otra parte, su madera es por así decirlo “incorruptible”, muy difícilmente entra en el ciclo de descomposición, por lo cual pasó a ser madera de ataúd, especialmente en Egipto donde se usó para los entierros de las momias de Faraones y por esta vía devino signo de la Resurrección).



Observemos que Jesús, que conoce las intenciones del corazón y lee en lo más profundo de cada uno de nosotros, sabe que Zaqueo se está humillando, y el que se humilla será ensalzado, así que, lo único que le pide Jesús es que se baje para que lo invite a cenar en su casa, Zaqueo feliz baja para acogerlo en su morada. Si Jesús no fuera Dios, si fuera sólo hombre, tal vez habría visto solo la superficie, lo exterior, y no habría reparado en la sencillez de aquel hombre.



Zaqueo va más lejos aún en su gratuidad. Sin que nadie se lo esté pidiendo, ofrece dar la mitad de lo suyo a los pobres. Su corazón puro y arrepentido, sabe desprenderse y, sabe desprenderse en favor de los más necesitados, o sea, sabe reconocer los “clientes” de Dios y sabe que “cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”.

Jesús nos presenta paralelos muy frecuentes: Está, por ejemplo, el paralelo implícito de Zaqueo con aquel joven a quien le pidió alcanzar la perfección vendiéndolo todo para darlo a los pobres, y se fue con cara triste porque estaba amarrado, atado a sus pertenencias, a sus posesiones. Zaqueo por su parte, es desprendido, humilde y desprendido: «El evangelio no aconseja vender y dar a los pobres para que juguemos al personaje, dándonos como motivos el temor a una revolución, el deber de evangelizar y ni siquiera la imitación; sino porque sólo en la medida en que el hombre se despoja de cuanto lo enajena busca la identidad consigo mismo y puede descubrir a Dios.» Nos dice Arturo Paoli en su DIALOGO DE LA LIBERACIÓN.



Y lo hermoso es que le valió la pena porque lo encontró, lo conoció, lo tuvo en su casa, le brindo alimento y le prometió que resarciría si había defraudado a alguien con el cuádruplo. Jesús no le pidió nada, simplemente premio su humildad, su Búsqueda de Dios, sus ganas de verlo por verlo, por pura gratuidad como lo hemos dicho ya. Y descubrió que Zaqueo era un hijo de Abrahán y que aquella generosidad de su gratuidad le había ganado con creces la Salvación que aquella tarde entró en casa de Zaqueo en la persona de quien no vio en Zaqueo un estereotipo sino una persona de carne y hueso, no un recaudador de impuestos sino un hombre humilde que quería conocer el Rostro mismo de la Verdad y la Fuente de la Vida.










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