sábado, 2 de marzo de 2013

¡BENDITO AMOR!




La noticia más extraordinaria de todos los tiempos y que permanecerá de actualidad por toda la eternidad es el amor personal de Dios por cada uno de los seres humanos.
Héctor Guerra, L.C.
Juan Pablo Ledesma, L.C.

YHWH es un Dios que no admite la indolencia

Dios le sale al encuentro a Moisés mientras apacentaba las ovejas de su suegro  Jetró. ¿Quién es este Moisés? ¿Por qué lo elige Dios para manifestársele? Hay muchos que quieren creer que Dios escoge uno entre cada millón de millones de habitantes del planeta. Otros suben y otros bajan las estadísticas, dicen que los “Mesías” se repiten con mayor o menor frecuencia. Nosotros creemos que todos somos llamados, que todos somos enviados. Lo que pasa, es que nos hacemos los de las gafas y decimos: “Yo no soy enviado, qué voy a ser yo, si hay otros más fuertes, más preparados, con mejores títulos, con mayor facilidad de palabra, con mayor valentía y decisión…” y así, cientos de miles de pretextos para poder argüir que “la cosa no es conmigo sino con otro.



Pensamos también, que la “elección” de Moisés tiene su raíz en el episodio registrado en Ex 2, 11-12. Allí vemos que Moisés no está dispuesto a cohonestar con los atropellos que se cometen contra los de su pueblo. Él ha sido criado en cuna faraónica, los designios misteriosos de Dios, lo han llevado al seno de la familia faraónica; ahora es hijo adoptivo de la hija de faraón. Pero Moisés no se encierra en sus privilegios, su corazón solidario se mueve por misericordia, no puede pasar indiferente, como cierto levita y cierto sacerdote, sino que –con un corazón emparentado con el del samaritano- re-acciona justiciero y liberador. No que digamos que estuvo bien el matar al egipcio, bien sabemos que el único Dueño y señor de la vida es Dios; pero Dios mismo identifica, en este gesto violento, el reflejo de su Corazón Indignado.

Para mejor entender las razones de la elección deletreemos los rasgos del Dios que se revela a Moisés en la Zarza que ardía sin consumirse, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; el Dios cuyo Nombre es “Yo-soy-el-que-soy”:

a)    “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto
b)    He oído sus quejas contra los opresores y conozco bien sus sufrimientos
c)    He descendido para librar a m i pueblo de la opresión de los egipcios,
d)    Para sacarlos de aquellas tierras y llevarlo a una tierra buena y espaciosa una leche que mana leche y miel. Ex 3, 7-8



Al escuchar estas Palabras de Dios, vemos los rasgos revelados de YHWH en ellas:
a)    Un Dios que se da cuenta, que mira paternalmente al pueblo para darse cuenta cómo le está yendo
b)    Un Dios que escucha, que está con su oído atento al clamor de su pueblo; todo lo contrario de un dios indiferente,
c)    Ante la opresión, actúa, baja y se pone al lado de los suyos, no los abandona, se les solidariza,
d)    Un Dios providente, cuyo proyecto consiste en mejorar las condiciones en las que vive su pueblo.

Estos son los rasgos distintivos de YHWH. La teofanía no consiste en que la Zarza arda sin consumirse, esa es la escenografía, ese es un truco para llamar la atención de Moisés, para que este voltee a mirar, para que se sienta interpelado. El Horeb, el Monte Santo del Señor, la tierra Sagrada escogida por Dios para su manifestación, es el contexto ambiental de la teofanía, pero no es el contenido de la teofanía.

La zarza ardiente es un poco como la pirotecnia, pero nosotros tenemos que mirar más a fondo. Nosotros tenemos que reparar en la clase de Dios que es YHWH, ¡nuestro Dios! Si no sabemos identificar la Personalidad de YHWH podemos terminar honrando un dios que no es nuestro Dios. Esta teofanía es un verdadero hito en la revelación porque vemos su Rostro y el Rostro de YHWH es el rostro de un Dios-Liberador.



Y ¿el corazón nuestro?

En el relato que leemos en Éxodo vemos cómo es el Corazón de Dios. San Pablo, en la perícopa que leemos en este Tercer Domingo de Cuaresma, tomada de la Primera Carta a los Corintios, vemos cómo es el corazón humano.



La revelación continúa, nos explica Moisés que esta desobediencia del pueblo hebreo es espejo anticipado para que nosotros no incurramos en la misma clase de faltas que desagradan a Dios. La maledicencia contra Dios, contra el espíritu Santo, llevó a la gran mayoría de aquel pueblo a perecer en el desierto, perdiendo –de esta manera- la oportunidad de entrar en la Tierra de Promisión.

Dios aprovecha estas acciones malas de su pueblo para darnos lecciones, para enseñarnos el camino que nos conduce a la entrada al Paraíso. Si cumplimos, si agradecemos el alimento material, la bebida espiritual, el bautismo de Dios que se aparece en la “nube” o sea, de manera misteriosa, no directa, no “táctil” sino “sacramental”, podremos entrar, se nos franqueará la “puerta” del Reino de Dios.


No endurezcamos el corazón como en Meribá, como en Masá. El propio Moisés, tantas y tantas veces asistido directamente por Dios, dudó. Golpeó la roca no una sino dos veces… porque dudó. Por tanto, no sometamos a Dios a pruebas, no pretendamos tirarnos desde la torre del templo a ver si Dios envía a sus ángeles a recogernos antes de estrellarnos contra el suelo.

Ese es nuestro corazón: rebelde, ingrato, desafiante, que reta a Dios, que le pide que nos permita transformar piedras en panes. Nuestro tema ¡no es el milagrerismo! No queramos convertir a Dios en un parque de atracciones. Nuestro tema es el de la fe.



Muchos, rebeldes ingratos en esta temporada, espetan a Benedicto XVI porque “traicionó” el papado, por qué “desertó”. Piden la trasformación de piedras en panes, piden al Pontífice tirarse de lo alto del Templo… para qué? Para aplaudir y después darse media vuelta… ellos no se sienten Iglesia, sólo se siente jueces de la Iglesia. Y cuando la Iglesia esté congregada, venir y tirar la antorcha… y que todos nos quememos. Pero, lo triste y lo doloroso para ellos es que el Malo está maniatado, porque los poderes del Hades no prevalecerán contra Ella.

Pero ese es el corazón del pueblo, no se asimila gustoso a la imagen de su Creador, reniega de su parecido con YHWH, y sólo quiere parecerse al padre de la mentira. Eso es lo que denuncia San Pablo en la 1ª a Corintios.
Digamos con San Pablo en su carta a los Filipenses: “Ustedes hermanos míos amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor”.

Jesús intercede siempre para darnos otra oportunidad

Hemos crecido en el seno de una cultura castigadora. No fue hecho de mala fe. Estamos profundamente convencidos que el malo los engañó y les hizo creer que era la vía única y también la vía maestra. Creyeron y nos hicieron creer que sólo el miedo nos mantendría alejados del pecado, máxime cuando advirtieron que el malo suele revestir la tentación con sus más vistosos y seductores trajes. Como mantener ese pueblo “ignorante” –se decían ellos- alejados de la manipulación del Patas que los engaña con suma facilidad y caen redonditos. Y recurrieron a la intimidación: El fuego del infierno. Muy gráfico, después de haber “asado” vivos a muchos en la hoguera, de hacerles oír sus gritos aterrados y dolientes; después de haber olido el espantoso olor de la carne humana chamuscada. Qué mejor argumento que mostrar el Infierno como el lugar de la chamuscadura. Vino el siguiente paso: Dios castigador. Dios torturador. Dios cruel.



Y eso es lo que precisamente este Domingo Jesús quiere corregir: Qué pedirá el Viñador (el Hijo de Dios) al Dueño del viñedo (Dios Padre) otra oportunidad. ¡Una ampliación del plazo!

Jesús explica que las cosas que pasan no se le pueden achacar a Dios. Unas crímenes los cometió Pilatos, el accidente de la torre, fue eso, un accidente. Pero, la vida espiritual no reposa sobre un Dios castigador, sino sobre un Dios Misericordioso que año tras año no brinda una  nueva oportunidad. De no ser así, hace años que el planeta no giraría más. Pero sigue girando porque nuestro Dios es un Dios compasivo y Misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia.



Dios que es el Mismísimo Amor no puede ser superado en clemencia y misericordia. Por eso no ha llegado el fin, porque una y otra vez atiende al Hijo que clama: “voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para vder si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré”.

No perdamos la oportunidad por la que ha intercedido Jesús: ¡Demos fruto! Frutos de Amor.

 ¿Y el Salmo?

El salmista lo que hace hoy es dar gracias. Gracias por un Dios tan Bueno. Gracias por cada nueva oportunidad. Porque Dios es solo Misericordia. Gracias porque Dios es Amor.
Gracias por darnos a Su Hijo. Gracias porque el Sacerdocio de Jesús se ejerce en su intercesión único mediador ante YHWH. Gracias por hacerse Eucaristía, porque su Cuerpo y su Sangre, su Alma y su Divinidad nos nutre y, poco a poco, así como el agricultor no se da cuenta cómo la semilla mientras él duerme, y pasa el día y la noche, se trasforma en planta que da frutos, así también nosotros permanecemos ignorantes de cómo su Reino va creciendo y va arraigándose, hasta que las aves (nosotros mismos) podamos anidar en sus ramas.



La vida no nos alcanza para dar gracias; a menos, que la dediquemos a la construcción del Reino: Bendito y alabado sea el Amor de Dios que florece entre nuestras propias e indignas manos; y se nos da, Eucaristía tras Eucaristía, hasta que sin darnos cuenta se trasforme hasta el último átomo del Universo y todo, todo lo que existe se haya Cristificado.



Por tu Eterna Caridad, no podes la Viña, hasta que nuestros corazones de piedra se trasformen en corazones blandos y tiernos y compasivos de Carne, como la Carne del Corazón de Jesús. Amén.

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