sábado, 1 de diciembre de 2012

PERMANECER VIGILANTES


Al iniciar el Año Nuevo Litúrgico, las lecturas de este Primer Domingo de Adviento, ciclo C, nos proponen una primera actitud en el contexto del sentido de preparación que anima el Adviento. ¿Cuál es el eje preparativo de esta primer paso del ADVIENTO? Estar dispuestos, estar “despiertos”, en el sentido ético-teológico de la palabra. Porque podemos prepararnos de muchas maneras.  ¿Será que esta preparación está relacionada con llevar la ropa a la lavandería, o comprar una muda nueva, o hacernos la manicura, o hacer las compras navideñas cuanto antes, tan pronto recibamos la “prima”? ¿Tendrá que ver con los preparativos de la Cena de Nochebuena, con los preparativos para rezar la novena, con vestir el Pesebre y el árbol Navideños, con la decoración de nuestros hogares? Otra manera de prepararnos consiste en disfrazarnos de Papá Noel o Mamá Noelia, para lo cual es preciso apresurarnos a alquilar los correspondientes disfraces. Aún otro estilo preparativo tiene que ver con la contratación del Pollo Relleno, o el Pavo, o la preparación de los Tamales, la Natilla y los Buñuelos y con la adquisición de las materias primas necesarias para su preparación, antes de que todo empiece a escasear en el mercado como resultado de la demanda exhaustiva de estos productos.

Todos estos elementos folclóricos, entreverados de elementos comerciales, de las Fiestas Navideñas, amenazan hacernos perder de vista lo esencial del Adviento y la Navidad. ¿Qué es lo esencial? Evidentemente, el nacimiento de Jesús, nuestro Dios, Hijo del padre Eterno que se humanó, conforme lo predicho por los profetas (El profeta Jeremías, lo vaticinó, conforme lo leemos en la Primera Lectura de hoy)) , y –como lo hemos repetido con gran frecuencia- se abajó, se anonadó, descendió de los Cielos y, tomando Carne del Seno de su Santísima Madre, la Siempre Virgen María, se hizo Hombre, exactamente como nosotros, en todo sentido, menos en el pecado. Puso su Tienda entre nosotros, equiparándose en todo, excepto en el pecado, puesto que Él, junto a su Santísima Madre, no conocieron el pecado. Así vino Dios-Hombre por primera vez; nació en Belén, en una pesebrera, porque no hubo lugar en la Casa para atender un parto en la “habitación” común.



Pero, Jesús habría pasado en aquel tiempo histórico, ¿vino –como un inspector o un supervisor- visitó, observó, comentó, criticó y se fue? ¿Qué clase de Dios Humanado ese ese? ¿Qué clase de Emmanuel -Dios con nosotros- sería Jesús? Pasó, nos visitó y luego pasó a la historia. ¡No! Jesús nos ha anunciado una segunda venida: La Parusía: Sería una Segunda Venida, triunfal, llena de poderío, ἐν ἁγιωσύνῃ ἔμπροσθεν τοῦ θεοῦ καὶ πατρὸς ἡμῶν ἐν τῇ παρουσίᾳ τοῦ κυρίου ἡμῶν Ἰησοῦ μετὰ πάντων τῶν ἁγίων αὐτοῦ .en compañía de todos sus santos (Cfr. 1Tes 3, 13c) de lo cual tenemos noticia en la Segunda Lectura, tomada de la Primera  Carta a los Tesalonicenses, donde  se nos habla de esa segunda venida.



Aún es más duradera y permanente la Presencia de Jesús entre nosotros: Él está siempre con nosotros. Se nos hace presente muchas veces a través de nuestro prójimo, a través de la persona menos imaginable. Allí, cuando no estamos pensando en Jesús, irrumpe Él, se acerca, camina a nuestro lado, o, espera algo, a veces una palabra que levante el ánimo, una voz de aliento o de consuelo, tal vez, una plegaria, un servicio, un gesto caritativo, fraternal, solidario. Jesús se hace presente en un Sacerdote, en un religioso, en un laico… su Misteriosa Compañía es constante. Siempre, siempre, camina a nuestro lado.

Sabemos, además, que se hace presente de forma plena en el Sacramento Eucarístico. Así que Jesús no es un Dios que vino, o un Dios que volverá. ¡Está aquí! Con sus vestiduras y su presencia más humilde, en el harapiento, en Alguien de apariencia normal o…en un mínimo bocado con apariencia de Pan.


«Adviento es el tiempo de preparación de la Navidad, que forma una unidad dinámica con la misma Navidad y la Epifanía, celebrando así la manifestación del Señor en nuestra historia. La fiesta de Navidad se celebra no tanto como un aniversario histórico entrañable, sino sobre todo como la presencia viva del misterio de este nacimiento en Belén: el Dios-con-nosotros, ahora resucitado y glorioso, sigue estando en medio de su pueblo y le comunica la gracia específica de su nacimiento.»[1]

2

Sabemos que el Adviento es esta época. Sabemos que las cuatro semanas previas a la Navidad reciben este nombre; pero, ¿de dónde proviene esta expresión? El Santo Padre explica lo que es el Adviento «…el significado de esta palabra, que puede traducirse como “presencia”, “llegada”, “venida”. En el lenguaje del mundo antiguo era un término técnico utilizado para indicar la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la venida de la divinidad, que sale de su ocultación para manifestarse con poder, o que es celebrada presente en el culto. Los cristianos adoptaron la palabra “adviento” para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre “provincia” llamada tierra para visitarnos a todos; hace participar en la fiesta de su adviento a cuantos creen en Él, a cuantos creen en su presencia en la asamblea litúrgica. Con la palabra adventus se pretendía sustancialmente decir: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no lo podemos ver y tocar como sucede con las realidades sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras.».[2]

Un signo hermosísimo a una vez que litúrgicamente pedagógico es la Corona de Adviento. Sus cuatro velas de colores: verde, morada, blanca y roja nos van llevando de la mano y expresando el significado de cada Domingo de Adviento. La verde la esperanza; la morada, la penitencia, la conversión; la blanca, la alegría; y, finalmente, la roja, el amor de Dios por nosotros.

« Con la palabra adventus se pretendía sustancialmente decir: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no lo podemos ver y tocar como sucede con las realidades sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras. »[3]

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«Dios es un Dios de la vida, y lo que Él quiere es “que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Pero, esta vida que culmina en su plenitud en una situación de vida eterna, ya comienza aquí y ahora, en las situaciones históricas de la convivencia social… todos aquellos que profesan su fe en una vida eterna, son llamados y desafiados a obrar, para que su esperanza en la vida futura repercuta ya en el presente. Su lucha contra todos los mecanismos que causan muerte comprueba y manifiesta su fe en la vida eterna.. En nombre de su fe en la vida eterna hay que denunciar las estructuras injustas, los mecanismos de exclusión y los sistemas que generan muerte, en vez de vida. Y es en nombre de su fe en la vida eterna como hay que obrar , para que los grandes valores de la vida formulados en las revelaciones sobre el reino de Dios comiencen desde ya a ser realizados. Esta fe, así, no se convierte en alienación que desvía la atención de la vida y de la historia humana concreta…, se convierte en incentivo para comenzar ya, aquí en la tierra, con la realización de aquellos valores que Dios llevará a plenitud para nosotros en escala infinita en aquella manera de ser, que llamamos VIDA ETERNA.»[4] Este es el significado de “estar despierto”, de “permanecer vigilante”. No se trata de mantener simplemente los ojos abiertos, se trata de pasar a la acción, hay que ir adelantando, ir dando las puntadas que se pueden, empezar desde ya la práctica de la justicia, de la solidaridad. Hay que empezar desde ya a vivir en función de la paz, y no a vivir en función de la guerra so pretexto de que ella algún día nos traerá la paz, esto es sólo propaganda de los que usufructúan del “negocio” de la guerra. «Seremos capaces de volver a empezar cada día en el aprendizaje del amor fraterno, no por la realización afectiva que nos aporta, sino por el servicio de Jesús que vive en el hermano»[5] Estar despierto y vigilante es trabajar por la cultura de la vida, creyendo en ella. La cultura de la vida es capaz de ver en cada hermano el Rostro de Jesús, muchas veces, el Rostro del Siervo Sufriente.



«El teólogo de Munich Wolfhart Pannenberg ha acuñado un concepto técnico…: el “derecho proléptico” de Jesús. En un intento de “suavizar” o de hacer mas inteligible la expresión, Bruce Vawter la ha traducido como “retroactividad resurreccional”. ¡No se sabe cual es peor…! Pero la importancia del tema justifica el neologismo.  “Proléptico” proviene del griego “pro” (“de antemano”) y “lambano” (“coger” o “tomar”). Es decir, algo “tomado de antemano”, algo que va a venir después, que todavía no es realidad, pero respecto de lo cual, y en la seguridad y la confianza de que ha de venir, se pueden ya tomar medidas y adoptar actitudes.»[6] Así se debe vivir la fe, con tal seguridad, con tal convencimiento, que uno sea capaz desde este mismo instante de obrar contando con ello. La fe nos obliga a ser prolépticos con relación al Reinado de Dios, “ya es, pero todavía no” y, sin embargo, como contamos que será, debemos vivir con toda la coherencia como si ya se hubiera implantado a plenitud y ya se hubiera llevado a realidad.

4


Quiero andar, Señor, en este Adviento de gracia,
para ir corriendo a Tu encuentro
porque se y siento que en el mundo
no hay nadie fuera de ti
por quien valga la pena gastar mi vida, para poder comparecer un día
delante de ti con el corazón en fiesta.
Amén.[7]







[1] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN Tomo III- Ciclo C Ed.  Comunicaciones sin fronteras Bogotá Colombia. p. 12
[2] Benedicto XVI. Homilía de las Primeras Vísperas del I Domingo de Adviento. 30 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).
[3] Ibid.
[4] Blank, Renold. CREO EN LA VIDA ETERNA. Ed. San Pablo Bogotá Colombia 2010 p.52
[5] Galilea, segundo. EL SEGUIMIENTO DE CRISTO Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia. 1999 p. 18
[6] Vallés, Carlos G. s.j. CRECÍA EN SABIDURÍA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 2001 p. 106
[7] Dini, Averardo. Op. Cit. p. 13


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