sábado, 12 de mayo de 2012

ἀγάπῃ

[AGAPE]

Αὕτη ἐστὶν ἡ ἐντολὴ ἡ ἐμὴ
 ἵνα ἀγαπᾶτε ἀλλήλους
καθὼς ἠγάπησα ὑμᾶς.
Este es mi mandamiento:
Que se amen los unos a los otros
Como yo los he amado

Jn 15, 13

זַמְּר֣וּ יְהוָ֔ה כִּ֥י גֵא֖וּת עָשָׂ֑ה [מְיֻדַּעַת כ] (מוּדַ֥עַת ק) זֹ֖את בְּכָל־הָאָֽרֶץ׃
Cantad al Señor porque ha hecho maravillas
conocidas en toda la tierra
Is 12, 5

Proclamo la victoria con los labios
Y lucho con las manos para que venga

Carlos Vallés sj.

μείζονα ταύτης ἀγάπην οὐδεὶς ἔχει, ἵνα τις τὴν ψυχὴν αὐτοῦ θῇ ὑπὲρ τῶν φίλων αὐτοῦ. “Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos.” Jn 15, 13. Lo cual se puede entender en dos vertientes distintas –no excluyentes- de las cuales, la primera y más obvia, es hacer como Jesús, morir por los amigos, si fuera preciso entregar la vida para ratificar esa amistad con la obra máxima, la propia inmolación, para dar fe, sin lugar a dudas, que ese amor es verdadero, que esa amistad es a toda prueba. El segundo significado –insistimos que, tan válido como el anterior, aun cuando menos heroico y apoteósico, consiste en dedicarse, consagrarse al servicio y cuidado, al cultivo de esa amistad, y bien claro lo dice, no consagrarse diez minutos, ni un año, ni tres, ni cinco, sino “la vida” integra.

Una cosa así nos supera y nos abruma. Nuestra cultura estriba en actos puntuales, se basa en acciones instantáneas, caracterizadas en el mercado consumista por los productos desechables: Cuando éramos niños existía en el mercado un refresco que venía en una bolsita plástica; uno le mordía una esquina para “chupar” por ese pequeño orificio el refresco y luego desechar la bolsita, su slogan rezaba así “Rómpalo, chúpelo y bótelo”, lo mencionamos porque representa el epítome de esta cultura de lo desechable. Para nosotros, entonces, pedirnos algo que dura más allá de… digamos, un año, ya es hablar de eternidad. Inclusive los juristas hablan de lo efímero de las decisiones humanas alegando que ningún contrato se puede suscribir a perpetuidad. Esos mismos teóricos nos proponen casarnos por –digamos- cinco años y, tener la opción, de acuerdo a como nos vaya, refrendarlo cada cinco años. Y nos propone Jesús “dar la vida” y ni siquiera por la esposa o los hijos, sino ¡por un “amigo” cualquiera!

Nosotros no venimos a polemizar, simple y llanamente diremos que “si”: Esa es la propuesta de Jesús, Eso es construir el Reino: perdonar 70X7 veces y dar la vida por los amigos, casarse “hasta que la muerte nos separe” y todo lo demás que se rechaza a la ligera. Usted verá lo que hace, pero esta es la oferta del verdadero cristianismo. Oímos con frecuencia “si no me la rebajan, me salgo”, bueno, no sabemos como entrar en la sección de descuentos de la “tienda de Jesús”, Él lo puso así y ¿Quiénes somos nosotros para venírselo a cambiar, para disminuirlo a abaratarlo?


Me parece oportuno contar aquí la historia de San Maximiliano Kolbe, sacerdote polaco que fue llevado al campo de concentración; una noche después de un fallido intento de fuga de algunos de sus compañeros, el oficial encargado amenazó matar a un hombre para que revelara a los promotores de la fuga fracasada y además para escarmentar a los otros y –seguramente con la confianza puesta en desalentar cualquier nuevo intento de escapatoria. Aquel hombre, amenazado de muerte, rogaba que no lo mataran, que le perdonaran la vida porque era un hombre casado, con hijos. Sabemos que San Maximiliano Kolbe dio un paso al frente y dijo” soy sacerdote católico, me ofrezco para tomar el lugar de este hombre”. Queremos decir, esto es dar la vida por un amigo, que sepamos aquel hombre no era un amigo especial de San Maximiliano, su único vínculo era compartir la suerte de ser prisioneros en el mismo campo de concentración. Se sabe que san Maximiliano fue llevado a un calabozo donde se le aplicó la pena de muerte por inanición, para mayor y más vistoso escarmiento de otros prisioneros, sin embargo, el Santo Franciscano, no terminaba de morir, por lo que se decidió inyectarle, ácido carbónico. Así entregó su vida.

En este relato, contrasta la valentía del Sacerdote con la sevicia de los nazis. El episodio de la Alemania de Hitler ilustra de manera contundente, los límites insospechados de la maldad humana, hasta qué insospechadas fronteras podemos llevar nuestra crueldad. Pero la respuesta del sacerdote nos demuestra que hay algo mucho más poderoso que la muerte.

No sospechamos llegado el caso, hasta qué punto llegaría la dialéctica de nuestro valor-cobardía. Pero admiramos esta anécdota como muchas otras, en número incontable, que salpican la historia de la Iglesia con resplandores rutilantes que nos permiten convencernos de que Jesús sigue ahí, que es cierto que al irse nos ha dejado el Espíritu Santo. Que Él sigue obrando y que su victoria alumbra hoy aquí y mañana acullá, sin apagarse; así como en los Altares del mundo, en todo momento hay una Forma Consagrada que está siendo elevada, así también, en todos los tiempos de la Iglesia hay y habrá mártires que estarán dando testimonio de esta verdad: . “Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos.”

2

οὐκέτι λέγω ὑμᾶς δούλους, ὅτι ὁ δοῦλος οὐκ οἶδεν τί ποιεῖ αὐτοῦ ὁ κύριος· ὑμᾶς δὲ εἴρηκα φίλους, ὅτι πάντα ἃ ἤκουσα παρὰ τοῦ πατρός μου ἐγνώρισα ὑμῖν. “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.” Jn 15, 15 Jesús ha cambiado radialmente los términos de nuestra Alianza con Dios. Todos sabemos que entre Dios, en el Sancta Sanctorum” del Templo y el pueblo, estaba un velo separador, y nos cuenta el Evangelista que al momento de morir Jesús en la cruz, el velo se rasgo de parte a parte Cfr. Mc 15, 38.


Uno de los aspectos más radicales en este cambio relacional consiste en el trato. Hasta ese momento, el Nombre de Dios era impronunciable, a lo sumo se le invocaba como Adonai, nombre este que alude a su naturaleza real, como Gobernante y Señor, siendo esta última la traducción que por lo general recibe. Jesús, en cambio nos invita a dirigirnos a Él llamándolo “Papaíto”, ni siquiera “Papá” o “Padre” sino simplemente “Papaíto” con tonalidad infantil, con vocecita de bebé decirle algo así como “Taita”. La propuesta de Jesús suena “Abbá”. Esto cambia rotundamente la teología. Estamos, ahora dirigiéndonos a un Ser entrañablemente cercano, al cual no sólo nos acercamos en distancia, sino que, además nos relacionamos con familiaridad, aún más, con familiaridad consanguínea.
Esto se renueva y refuerza en las palabras de la oración que nos enseñó. Nos dijo que cuando oráramos habíamos de iniciar reconociéndonos parientes próximos en línea de filialidad, diciéndole “Padre Nuestro”. ¿Si somos concientes de lo que significa que el Velo del Templo se haya partido en dos, de arriba abajo?

Por todo esto, el Evangelio de hoy nos esclarece que para Jesús no tenemos el status de siervos, sino que el nos acerca a su círculo más próximo y nos tiene por “amigos”. Para lo cual hay una razón muy profunda y tremendamente bella: El siervo no sabe lo que hace el amo. Al siervo se le niega completamente acercarse a una proximidad mayor de su Señor, debe “guardar distancias”, expresión que todavía hoy se oye con frecuencia. Nosotros hemos sido “llamados” a las instancias más próximas al Padre, hemos sido invitados a sus “Moradas” y, cada domingo podemos sentarnos en su Banquete, acudir a su Fiesta.

Podemos llegar a ser más confianzudos, si queremos, podemos llegarnos a su Casa a diario, ser sus “comensales” cotidianos. Visitar “su Casa” cada vez que nos plazca, adentrarnos en sus Habitaciones Personales (lo llamamos “el Sagrario” de nuestras iglesias) para dialogar con Él, para intercambiar afectos, para expresarnos amores y fidelidades de amigos, para rogarle sus compañía y protección donde vayamos, y,, como si todo esto fuera poco, para –habiendo Comulgado con Él- llevarLo en nuestro Corazón como la más Fiel Compañía, el más-Cálido –y-Sincero-Amigo.



3

… ἐγὼ ἐξελεξάμην ὑμᾶς καὶ ἔθηκα ὑμᾶς ἵνα ὑμεῖς ὑπάγητε καὶ καρπὸν φέρητε καὶ ὁ καρπὸς ὑμῶν μένῃ, “…soy yo quien los ha escogido y los he destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca” Jn 15, 16 b. Esa relación ha nacido de la iniciativa Divina, ha sido el quien ha puesto los Ojos en nosotros, ha sido Él quien ha salido y se ha quedado a la vera del camino esperando que nosotros pasáramos. Y, humilde en su Divina Humildad característica, nos ha dejado seguir de largo si, en nuestra impenitente arrogancia Lo hemos querido ignorar. Pero Él –que para nada es rencoroso- ha seguido, redoblando su paciencia, aguardando a que nosotros, por fin, Lo quisiéramos escuchar.

Recordamos que –como lo enunciamos en el Credo_ “descendió a los infiernos y, al Tercer Día resucitó de entre los muertos” escuchemos en una homilía anónima a qué descendió a los mundos inferiores:

«Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque tú en Mí, y Yo en ti, formamos una sola e indivisible persona. Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; Por ti yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; Por ti yo, que estoy en los cielos, he venido a la tierra y he bajado al abismo; Por ti me he hecho hombre, semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado. Contempla los salivazos de mi cara, que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas que he soportado para reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada.; contempla los azotes en mis espaldas, que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados que habían sido cargados sobre tu espalda; contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero, pues los he aceptado por ti, que maliciosamente extendiste una mano al árbol prohibido. Dormí en la cruz, y la lanza atravesó mi costado, por ti, que en el Paraíso dormiste, y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el Paraíso. Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del Paraíso; yo te coloco, no ya en el Paraíso, sino en el Trono Celeste »


Algunos argumentan que la religión católica humilla al hombre. Aquí nos hemos dado cuenta que lo levanta, a niveles insospechados, aquí tenemos a Dios que, en Toda Su Majestad, ruega por nuestra amistad. Aquí tenemos a Jesús que nos levanta, que nos iguala, que subraya argumentos para elevar nuestra auto-estima, que nos hace concientes y nos responsabiliza de nuestra incomparable dignidad.



Ninguna religión y ningún ateismo, nos dignifica como lo hace esta fe en un Jesús que se ha interesado tanto por nosotros que nos ha venido a buscar, sin importarle si nuestros caprichos y nuestra ceguera nos ha conducido a revolcarnos entre miasmas. Así como un verdadero papá no reusa  ir al rescate de su hijo en un antro, así tampoco Dios, el Mejor-de-los-padres, el Padre Celestial, nada escatimó por rescatarnos.

No nos fuerza, pero insistente nos tiende su Tierna-Mano-Misericordiosa. Y nos llama, no para que demos frutos de estación, sino para que nuestros frutos sean perdurables, porque nuestros racimos cargan Uvas de Eternidad.

ἵνα ὁ τι ἂν αἰτήσητε τὸν πατέρα ἐν τῷ ὀνόματι μου δῷ ὑμῖν. “De modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre” Jn 15, 16 c No es que nuestra religión nos humille, es que Dios no es un dios de cañones, con múltiples coronas de oro, una encima de la otra, no es un dios de bochinche, de aplausos enloquecidos y ensordecedores, de reflectores y candilejas, de bombas atómicas, y capa de armiño. El nuestro, es un Dios del Amor:

Cantemos al Amor de los Amores
cantemos al Señor,
Dios está aquí, ¡venid adoradores,
adoremos, a Cristo Redentor!

¡Gloria a Cristo Jesús,
cielos y tierra, bendecid al señor
honor y gloria a Ti, Rey de la gloria
amor por siempre a Ti
Dios del Amor!

Unamos nuestra voz a los cantares
del Coro Celestial,
Dios está aquí, al Dios de los Altares
alabemos con gozo angelical.

ταῦτα ἐντέλλομαι ὑμῖν, ἵνα ἀγαπᾶτε ἀλλήλους. “Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”. Jn 15, 17 Recordémoslo claramente con las palabras de San Pablo en la primera a los Corintios: «Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el amor, no sería más que bronce que resuena y campana que toca» 1Cor 13, 1 Pongamos todo en proporción, sin amor verdadero, una persona no es más que un chéchere[1] ruidoso. En cambio, con amor, es un Ser-Celestial (sólo poco menos que un Ángel).

Podías llamar a un conocido,
a uno menos sucio que yo,
a uno menos equivocado.

En cambio, me quisiste exactamente a mí.
¡No sé lo que encontraste en mí!
Ni te lo pregunto,
pues sé que no valgo nada.

Sin embargo, me escogiste a mí,
último entre los últimos,
para hacer de mí tu obra maestra.

………………………………………

Ahora…de hombre insignificante e inútil
he pasado a ser célula viva de tu Cuerpo,
lleno de misterio fascinante,
¿cómo dejar de cantar tu alabanza?
¿cómo dejar de adorarte presente
y operante en mí?
Amén[2]



[1] Según el diccionario de la Real Academia Española: trasto inútil
[2] Dini, Averardo EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN Tomo II – Ciclo B Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá- Quito pp. 42-43

No hay comentarios:

Publicar un comentario