sábado, 21 de abril de 2012

EL RESUCITADO NOS INFUNDE SEGURIDAD Y CONFIANZA

He 3,13-15,17-19; Sal 4; 1Jn 2:1-5 Lc 24, 35-48

Todas las miserias y angustias de la vida serían incomprensibles y sin sentido, si, detrás del tiempo terreno, no nos esperara la definitiva libertad.
Gerhard Kukofka

                Levántate, Señor, no olvides a los oprimidos y no dejes a los tiranos en la fe
     de que ellos escaparán incólumes. Tú ves lo que pasa, tú conoces nuestras cárceles, Tú miras a los perseguidos, a Ti ha sido confiado el huérfano, los hijos de los asesinados.

Ernesto Cardenal

Siempre que pretendemos fundamentar la fe en el Resucitado
con nuestras elucubraciones, lo convertimos en un fantasma.

José Antonio Pagola



1

La liturgia del tiempo de Pascua nos propone lecturas que entablan una dialéctica, una especie de dialogo comparativo entre dos caras –por así decirlo- de la misma moneda. La primera Lectura se toma del Libro de los Hechos de los Apóstoles; el Evangelio, donde predomina San Juan y comparte con Lucas y con Marcos. En esta oportunidad le corresponde el turno a San Lucas. Esa dialéctica confronta y yuxtapone la historia de la Iglesia Primitiva, de las primeras Comunidades Cristianas, con el tema de los Evangelios: La Resurrección.

Decimos que son como las dos caras de la moneda, en tanto y cuanto, fue la Resurrección lo que “trasformó” a los discípulos de pusilánimes en decididos y valientes promotores del Anuncio. Fue a raíz de la comprobación de que Jesús había Resucitado que los Discípulos llegaron a ser “testigos” y entendieron el significado trans-histórico de Jesús. Una mirada a la rotunda cobardía y a la deserción de los Apóstoles y el correspondiente cotejo con la actitud, por ejemplo de Pedro, quien pasa de la negación y el escondite –que no otra cosa era el aposento alto- donde, prácticamente diríamos que en su susto estaban “debajo de las naguas de María Santísima”. De este escondite sale Pedro, decidido e inicia la predicación sin temer azotes, encarcelamientos y otras modalidades de persecución que se desataron y que impulsaron los Saduceos y los mismos fariseos, detentadores del poder, afincados en el Sanedrín.

Dos elementos fundamentales de la Presencia de Jesús Resucitado -hasta nuestros días- nos hacen tangible su Resurrección y han animado, generación tras generación de creyentes: La primera es “El partir del Pan” τῇ κλάσει τοῦ ἄρτου. Al partir el pan Lc 24, 35 los discípulos lo reconocen, es decir, trascienden su incapacidad de reconocerlo, la ceguera que les impide verlo. Es este gesto eucarístico (que el Sacerdote repite en cada consagración) la que se vuelve señal de su Presencia y a partir de la cual, todos se hacen concientes de que Él está allí.



Hay otro elemento que dinamiza la captación y aceptación de la Resurrección: Que el Propio Dios ya lo había vaticinado, que La Palabra de Dios en la Escritura
ὅτι δεῖ πληρωθῆναι πάντα τὰ γεγραμμένα ἐν τῷ νόμῳ Μωϋσέως καὶ τοῖς προφήταις καὶ ψαλμοῖς περὶ ἐμοῦ. Lo anunciara. Tal vez jamás habrían entendido y aceptado la Resurrección si Dios no hubiera dejado como pistas por el camino para que, una vez el Hecho consumado, fueran capaces de acceder a este saber. Tenemos que aceptar que este es un tipo de conocimiento trascendente al que no se puede llegar si el Propio Dios no lo revela. Es algo inimaginable desde el pensamiento puramente humano; todavía hoy en día, muchas personas renuncian a este dogma de nuestra fe, porque excede los límites de su imaginación; quizás no alcanzan a vislumbrar que los caminos de Dios no son iguales a nuestros caminos y … que para Dios no hay nada imposible. Que tenía que cumplirse todo cuanto dicen de mí la Ley de Moisés, los Salmos y los profetas 24, 44b esta clave que Jesús les manifiesta en algunas de sus presentaciones,  les viabiliza aceptarlo, simplemente como el cumplimiento de una Promesa, de una Oferta que Yahwe –en su Misericordia Infinita- les había entregado.

Bien dice el Evangelio, para que pudieran alcanzar semejantes alturas místicas fue preciso que  τότε διήνοιξεν αὐτῶν τὸν νοῦν τοῦ συνιέναι τὰς γραφάς “Entonces, Él les abrió la mente para que entendieran las Escrituras” 24,45. Este abrir de la mente es totalmente análogo a la caída de las escamas de los ojos de San Pablo.  Valga aclarar que la Misericordia Infinita, que por eso es Infinita, no ha cesado – a través de la historia, de entregar prodigios asombrosos, y Apariciones y Portentos para facilitarnos el Acceso. Pero no solamente con destellos deslumbrantes, y rutilantes sucesos, sino también, en la sencillez y en la cotidianidad de un trozo de Pan y de un sorbo de Vino.



Dios no se cierra, no es un Dios Hermético, es un Dios –que como hemos insistido- nos sale al encuentro, se nos cruza al paso y se nos hace el Encontradizo. Gloria sea dada a un Dios tan Bueno, al Dios-del-Amor.


2
Jesús se manifiesta a la Comunidad. No se presenta a personas individuales sino que se manifiesta donde están dos o más de ellos reunidos. No se le apareció a Tomás para sacarlo de su incredulidad sino que el siguiente domingo (primer día de la semana, o sea el día siguiente al Sábado Judío) se le aparece cuando se encuentra reunido con los otros discípulos.

La importancia de la Eucaristía: ¿Por qué deberíamos asistir? Pues precisamente por eso, porque allí estamos reunidos en comunidad y allí se nos manifiesta el Resucitado.

ἐπὶ τῷ ὀνόματι αὐτοῦ μετάνοιαν εἰς ἄφεσιν ἁμαρτιῶν εἰς πάντα τὰ ἔθνη “…en su Nombre se anunciaría la Conversión y el Perdón de los pecados a todas las naciones 24, 47ª; eso es lo que nos relata San Lucas en los Hechos de los Apóstoles. El plan de esta obra lucana va, como en irradiación, primero se anuncia en Jerusalén, luego en Judea y Samaria y, finalmente, hasta los confines del orbe. Así el relato sobre las primeras comunidades cristianas va, como por decirlo de alguna manera, avanzando en círculos concéntricos, alcanzando fronteras cada vez más amplias.



ὑμεῖς μάρτυρες τούτων. “Ustedes son testigos de esto. 24,48 “viene a definir, entonces, la misión que nos corresponde, al ser sus discípulos, debemos testimoniarlo. Debemos, igualmente, llevar el Mensaje de Jesucristo, en círculos cada vez más amplios. Irradiando la Buena Nueva.



En la Primera Lectura, Pedro, en su discurso, insiste en reconocer que esa es nuestra calidad, la de ser testigos οὗ ἡμεῖς μάρτυρες ἐσμεν He 3, 15b, vayamos a la Primera Lectura y observemos de qué es que somos μάρτυρες [martires] palabra griega que significa “testigos”. θεὸς ἤγειρεν ἐκ νεκρῶν [teos egeiren ek nekron] exacto, de que “Dios lo resucitó de entre los muertos”. Ese es el “testimonio” que nosotros damos sobre este τὸν ἅγιον καὶ δίκαιον … τὸν δὲ ἀρχηγὸν τῆς ζωῆς Santo, Justo, Autor de la vida He 3, 14 a,15ª. Este testimonio, en mayor profundidad, significa el reconocimiento de Dios-Padre de la naturaleza de este Santo y Justo: «si toda su obra hubiera terminado definitivamente en el patíbulo de la cruz, la muerte habría sido el fracaso de su persona, de su buena nueva, de su mensaje y la desaprobación de Dios»[1]. Pero fue el propio Dios de ellos, al que ellos siempre declararon adorar, El Dios de Abraham, Iasaak y Jakob  ὁ θεὸς Ἀβραὰμ καὶ Ἰσαὰκ καὶ Ἰακώβ, ὁ θεὸς τῶν πατέρων ἡμῶν, ἐδόξασεν τὸν παῖδα αὐτοῦ Ἰησοῦν El que dio a su propio Hijo que ellos traicionaron y se lo entregaron ὑμεῖς μὲν παρεδώκατε καὶ ἠρνήσασθε a la presencia de Pilatos πρόσωπον Πιλάτου.

¿Cómo será ese testimonio? En el capítulo 2 de la primera Carta de San Juan, que es la perícopa que hoy leemos en la Segunda Lectura, viene la respuesta. Se trata de ser coherentes con sus Mandamientos ἐὰν τὰς ἐντολὰς αὐτοῦ τηρῶμεν (aquí nos parece que la mejor traducción para ἐντολὰς es mandamientos bueno, también podría traducirse por Mandatos, que más o menos son sinónimos... “En eso tenemos una prueba de que conocemos a Dios: en que cumplimos sus mandamientos … en esto conocemos que estamos unidos a Él ” Καὶ ἐν τούτῳ γινώσκομεν ὅτι ἐγνώκαμεν αὐτὸν ἐὰν τὰς ἐντολὰς αὐτοῦ τηρῶμεν… ἀληθῶς ἐν τούτῳ ἡ ἀγάπη τοῦ θεοῦ τετελείωται 1Jn 2, 3. 5a (Verdaderamente se ha perfeccionado en el Amor de Dios, o de otra manera, lo ha llevado a su plenitud).

Observemos que el testimoniar nuestra fe en la Resurrección no consiste solamente en una declaración, no basta afirmarlo de palabra, hay una consecuencia, una implicación que acarrea un compromiso, y este compromiso significa nuestra vida coherente con sus Mandamientos. «El ‘creyente ordinario’, llamado así a divulgar y explicitar el arraigo teologal y evangélico del tipo de existencia que lleva …La proclamación verbal “a tiempo y a destiempo” se ve sustituida por una “proclamación solicitad”,  provocada por un compromiso existencial y un largo período de compañerismo. Se recogen de este modo las exhortaciones de la primera carta de Pedro y algunos acentos del Sermón de la Montaña: ‘Alumbre vuestra luz a los hombres; que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo’ (Mt 5, 16). ‘Portaos honradamente entre los paganos; así, ya que os tachen de malhechores, las buenas acciones de que son testigos los obligaran a rectificar el día que Dios los visite’ (1Pe 2,12). ‘Estad dispuestos siempre a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida una explicación’ (1Pe 3, 15)»[2]

3
No resulta nada fácil relacionarse con alguien que supuestamente está muerto. En muchas culturas y desde tiempos antiquísimos ha aparecido la concepción del fantasma; y relacionarnos con ellos es motivo de espanto. En las películas siempre se ve al “fantasma” como motivo de aterrorizamiento, cuando alguien piensa en verlos no puede menos que espantarse aún cuando no faltan los que recurren a los espiritistas para contactar con ellos.

Tenemos que recalcar, una vez más que Jesús Resucitado no es un πνεῦμα  un fantasma 24, 37c (pneuma significa espíritu, también viento; pero en este contexto tiene que traducirse como fantasma). Jesús no proviene de la realidad de los muertos; precisamente Resucitado significa que ha retomado su naturaleza Viva. Digamos rotundamente que no es un ente ectoplasmático (a la manera como se ha acuñado el término en el lenguaje parapsicológico). En la perícopa que leemos hoy, Jesús manifiesta su ser totalmente vivo, mostrándoles que es alguien de Carne y Hueso, inclusive, que es alguien tan vivo que come, y, evidentemente, los fantasmas carecen de corporeidad real y no comen.

Jesús resucitado los acosa con demostraciones de su naturaleza rediviva. Acaba de aparecerse a los dos que iban rumbo a Emaús. Se acaba de dejar reconocer al partir el Pan, y, recién llegan estos dos testigos felices a compartirlo con los otros discípulos, y Jesús, no dándoles ninguna tregua, como urgido de que por fin se den por enterados, de que no permanezcan “llenos de dudas en su corazón” τί διαλογισμοὶ ἀναβαίνουσιν ἐν τῇ καρδίᾳ ὑμῶν sino que entiendan que Él es el cumplimiento de las Escrituras. Y ahí, entramos en la dialéctica de la que hemos hablado arriba.



4
τῇ τρίτῇ ἡμέρᾳ, al Tercer Día 24, 46d, es decir, cumplido el plazo necesario para iniciar el proceso Salvífico, Jesús los apacienta, los saluda con la cálida expresión propia de la cultura semita y al reconfortarlos los llena –como afirmamos- de valentía, firmeza y decisión, suficientes para entregar la vida.  Lo que queremos enfatizar es que, tres días no es un tiempo calendario, sino un plazo teológico, una expresión “Bíblica” que señala una duración de Gracia, no un cronos, sino un kairós.



Esto nos conduce al Salmo que se proclama con la liturgia de hoy.

En paz, Señor, me acuesto
y duermo en paz,
pues sólo Tú, Señor,
eres mi tranquilidad.

«Conozco los temores del hombre del desierto al echarse a dormir…el hombre que sacó estos salmos de su experiencia y de su vida. El miedo del animal salvaje que ataca de noche, del rival sangriento que busca venganza en la oscuridad, de la tribu enemiga que asalta por sorpresa mientras los hombres duermen.»[3] Que bien retratado está el rostro de nuestros enemigos, de nuestros perseguidores, en estas frases. Efectivamente son como lobos y coyotes, siempre al acecho, son los enemigos de nuestra fe, de nuestra coherencia con sus Mandamientos. Son los aliados del Malo a quienes les fastidian las enseñanzas de Dios, el Mensaje de Jesucristo.

Pero la Paz que nos comunica Jesús, nos da toda la seguridad, saberlo resucitado nos permite dormir siempre tranquilos:

En paz me acuesto y enseguida me duermo,
Porque Tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.

No sólo dormir tranquilos, sino vivir tranquilos «Tú velas mi sueño y tu guías mis pasos»[4]


[1] Zea, Virgilio sj. JESÚS, EL HIJO DE DIOS Ed. Facultad de Filosofía Universidad santo Tomás de Aquino. 1989 p. 155
[2] Gourgues, Michel MISIÓN Y COMUNIDAD Hch 1-12 Ed. Verbo Divino Navarra-España 1995 p. 11
[3] Vallés. Carlos G. sj. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS Ed. Sal Terrae Santander –España 1989. p. 16
[4] Ibid. P. 17

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