miércoles, 12 de abril de 2023

Miércoles de la Octava de Pascua


             

Hch 3,1-10

Los doce primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles los llamamos “el ciclo de Pedro”. Los versos 1-2 del capítulo I, nos dan una suerte de prólogo, los verso 3-5 en una de las presentaciones del Resucitado, les ofrece -recordándoles que se los había prometido- que van a ser bautizados con Espíritu Santo. Luego, en los versos 6-7, encontramos la Ascensión de Jesús. Los versos 12-14, nos relatan el regreso de los discípulos a Jerusalén y su permanencia en oración en el ὑπερῷον [uper-oom] “aposento alto”, el “piso de arriba”, “la sala en el segundo piso”.

 

En el capítulo II, tenemos el Pentecostés y el solemne testimonio kerigmático de Pedro y los Once, conforme lo hemos leído anteayer y ayer. Con el paso al capítulo III -y hasta el capítulo VII (miércoles de la III Semana de Pascua), estaremos reflexionando la Misión de los discípulos en Jerusalén, que es el primer círculo de la “expansión” misionera que está destinada a dilatarse paulatinamente hasta alcanzar los confines del mundo.

 

Pedro y Juan van al templo, para la oración de la hora ἐνάτην [enaten] “nona”, como las 3 de la tarde, para nosotros. Ven que vienen cargando a un lisiado de nacimiento -se nos informa en el texto que lo ponían a mendigar en la Puerta Hermosa- (su hermosura no consiste en que sea muy bien hecha, o decorada con finos detalles o forjada con arte; ¡no!, la palabra que se usa es Ὡραίαν [Oraian] que alude a la ὥρα [ora] “hora”; su hermosura consiste en lo “oportuna” que es, en el “tiempo”, en el “momento adecuado y oportuno”, en “la justa ocasión”, como cuando Jesús dice que “ha llegado la hora”, como quien dice “por fin el tiempo humano concuerda con el tiempo Divino”); era la puerta que comunicaba el patio de los gentiles con el patio de los judíos, o sea que mendigaba a los judíos y no a los gentiles, que podían darle monedas de la gentilidad -que eran impuras y comunicaban la impureza a quienes las tocaran-; les pide limosna esperando recibir algo en “metálico”, Pedro -en cambio- no pretende darle dinero, puesto que eso lo deshonraba más, agravando su condición de “invalido” que se suponía ya, era resultado de algún pecado suyo o de sus mayores y su condición era leída como fruto del enojo del Cielo.

 

Muchas veces pasamos por alto el valor tan inmensamente significativo de acciones que construyen la comunicación interpersonal. Todos sabemos lo que implica “no mirar” a alguien, lo que llamamos “ignorar” a esa persona, hoy se aplica mucho en la comunicación con teléfonos móviles, cuando “nos dejan en visto”. ¡Pedro fijó su mirada intensamente en él y le conmino para que le correspondiera! Está estableciendo el nexo de la comunicación con el propósito de que él se dignifique, que entre en el proceso de autovaloración, que sea consciente de que “es alguien”.

 

El Segundo paso consiste en πιάσας [piasas] el “con-tacto”, la palabra supone un contacto con mano firme, no es un roce, ni un simple tocar, es un sostener, sujetar, obrar con mano firme que trasparente el poder que conlleva. Inmediatamente evocamos a Jesús y su contacto con el “leproso”, sin reparar en posibles contagios, sin cuidarse de pureza-impureza; desvalorando toda la prejuicialidad que se venía tejiendo para “aislar”, “alejar”, “separar”; no hay alternativa, tenemos que conectar aquí con la palabra “fariseo” del arameo pĕrīšayyā, y este del hebreo pĕrūšīm 'separados [de los demás]'. Se rompe la fraternidad, se destroza la solidaridad, se arruma al “despreciado”, se le hiere en el alma. Tocar -por el contrario- sana, restaña el desangramiento, masajea, acaricia, acerca, projimiza y evidencia la projimidad (proximidad), incorpora, hermana. Este lenguaje lo aprendió Pedro de Jesús.

 

Aún hay otro “acto”: ἤγειρεν [egeiren] “levantarlo”, “resucitarlo”, “despertarlo”, sacar de su postración”. Aquí más que una actuación que cambia la relación espacial, un desplazar “hacia arriba”, nos encontramos con un gesto “prodigioso”, de un daño físico permanente e incurable, a la persona le sobrevienen unos efectos que sólo venidos de Dios se pueden producir, a saber, a) fortalecérsele los tobillos y los pies, b) ponerse de pie ¡de un salto!, echar a andar y entrar al Templo por propio pie con brincos: todo esto tiene una “música de fondo”, “dando brincos y alabando a Dios”.

 

Nuevamente hemos de declarar: nada de esto viene de Pedro y Juan, todo se da y tiene su fuente en el “Nombre de Jesús Nazareno”. En el Nombre significa “por su Autoridad, Potestad y Soberanía”.

 

Todos los que pudieron verlo quedaron θάμβους [thambous] “estupefactos” y κστάσεως [ekstaseos] “estado que hace comprensible aquello que de otra manera no se podría entender”.

 

Sal 105(104), 1-2. 3-4.6-7. 8-9.

“Yo soy hoy lo que soy, porque Tu Palabra ha ido delante de mi despejando el camino y quitando peligros. Tu palabra es mi biografía”.

Carlos González Vallés, s.j.

 

Este Salmo tiene su anclaje, precisamente en el Santo Nombre. Inicia convocando a un ejercicio invocatorio. Es una Salmo de Renovación de la Alianza. Toma ciertos personajes de la historia de Israel y los emplaza, como llamando a rendir testimonio a las figuras cimeras del pueblo elegido. Vocaciona ante el jurado a Abraham, a José, a Moisés, y -remite al Éxodo como evento que jalonó su historia, cuando bajo Su Liderazgo los condujo a la Tierra Prometida.

 

¿Cuál es la Alianza que se refrenda? La orden de respetar a sus Ungidos por el camino que ellos tendrán que recorrer. La Palabra que conjurará a los adversarios y contendrá a los atacantes es “Su Santo Nombre”.

 

No se gloriarán en nada diferente al Santo Nombre de Dios que ha hecho Alianza con ellos. Habrán de recurrir al Señor y su Poder, porque a otro auxilio que recurran los llevará a equivocar el camino y a errar el blanco. Confianzas diferentes los hará frágiles y los conducirá a la debilidad y la derrota.

 

La Alianza que se está rememorando y renovando es la Alianza que YHWH hizo con Abraham, juramento de Dios a Isaac. Es la Alianza casada con el linaje de Abraham, con la estirpe de Jacob, su elegido. Esa Alianza permanece en la Mente y el Corazón de Dios, que no olvida nunca la Palabra empeñada.

 

Lc 24, 13-35

Camino de Emaús

Καὶ ἀναστάντες αὐτῇ τῇ ὥρᾳ ὑπέστρεψαν εἰς Ἱερουσαλήμ, καὶ εὗρον ἠθροισμένους τοὺς ἕνδεκα καὶ τοὺς σὺν αὐτοῖς

Lc 24, 33

Vamos a acompañar la Eucaristía apoyándonos en esta perícopa de San Lucas:

 

¿Cuándo se celebra la Eucaristía?: “Aquel mismo Día, el primero de la semana” (v. 13).

El inicio de la Eucaristía es la procesión que lleva al Sacerdote hasta el presbiterio, justo hasta la “Sede”: (vv. 13-18).

Suceden ahora, las Lecturas: (vv. 19-24)

Viene, luego, la homilía. (vv. 25-27).

En los versos 28-30 se da la presentación de ofrendas, la plegaria Eucarística y la Comunión con el Pan de Vida. Finalmente, (v.31) los ritos conclusivos que incluyen la bendición final.

¿Cómo ha de quedar nuestro corazón después de haber asistido a esta maravillosa celebración? Incendiado por las Palabras que son Palabras de Dios y Palabras del Señor, y además por la homilía, dónde el propio Señor nos ha explicado su Mensaje.

Ha sido el propio Resucitado quien ha Presidido la celebración de la Primera Eucaristía, después de que Esta fuera instituida en la Última Cena.

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