sábado, 24 de diciembre de 2022

PALABRA Y LUZ

 


Is 52, 7-10; Sal 98(97), 1bcde.2-3ab. 3cd-4.5-6; Hb 1,1-6, Jn 1,1-18

 

En esta etapa final nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien nombró heredero de todo, y por quien creó el universo. Él es reflejo de su Gloria, la imagen misma de lo que Dios es, y mantiene el universo con su Palabra poderosa.

Hb 1, 2-3c

 

… somos conducidos a la Verdad inmutable, donde verdaderamente aprendemos cuando estamos en su presencia y le oímos y nos gozamos con grande alegría por la voz del esposo, tornando allí de donde somos. Y es Principio, porque si no permaneciese cuando erramos, no tendríamos adónde volver. Pero cuando retornamos de nuestro error, ciertamente volvemos conociendo; pero para que conozcamos, él nos enseña, porque es Principio y nos habla.

San Agustín

 

Es difícil hablar y celebrar la Navidad en el contexto histórico que atravesamos, mientras los belicistas siguen haciendo de las suyas, se derrama sangre, se destruyen hogares, se fomenta un fratricidio, los misiles silban por doquier, y los bombardeos se suceden -especialmente- durante las noches ucranianas.

 


Lo único que se nos ha ocurrido es entregar las fichas del rompecabezas y dejar a los lectores que las ordenen con la habilidad de sus inteligencias y la fuerza que les socorre el Niño-Dios, para que traten de obtener una imagen inteligible, donde puedan distinguirse las facciones del Recién-Nacido “Príncipe de la paz”, y sepamos qué tenemos que ver con todo esto.

 

I

«Se lee en una narración que un día Jesús regresó a la tierra: era Navidad y había muchos niños reunidos para una fiesta. Jesús se presentó en medio de ellos y todos lo reconocieron y lo aclamaron. Después, uno de ellos comenzó a preguntarle que regalo les había traído, y poco a poco todos los demás niños le preguntaron en dónde estaban los regalos. Jesús no contestaba y abría los brazos.

 


Finalmente, un niño dijo: “¿Ven que no nos trajo nada? Entonces es cierto lo que dice mi papá: que la religión no sirve para nada; no nos da nada, ¡no tiene ningún regalo para nosotros!”

 


Pero otro niño replicó: “Jesús, abriendo los brazos quiere decir que nos trae a sí mismo, que él es el regalo, es Él quien se dona como hermano, como Hijo de Dios, para hacernos a todos hijos de Dios como lo es Él”.»[1]

 

II

La palabra logos que aparece en el prólogo del Evangelio de San Juan, puede ser traducida de diversas maneras, es la razón, el pensamiento, la inteligencia ordenadora, la mente que rige el cosmos, la Voz que crea, la palabra, el habla, la lengua, un sermón y -según la traducción que se le dio al latín, “verbum”.

Le perícopa Jn 1, 1-18 es el prólogo. Y podríamos subdividirla en:

1-5 El Λόγος [logos]: la Luz de los hombres – la Vida.

6-8 El precursor: Juan el Bautista.

9-14 “Y el Verbo vino al mundo,” Καὶ ὁ Λόγος σὰρξ ἐγένετο καὶ ἐσκήνωσεν ἐν ἡμῖν, “se hizo carne y habitó entre nosotros”:

            No lo conocieron

            No lo recibieron

            A quienes lo recibieron se les dio el poder de ser “hijos”

15 Juan el Bautista señala a Jesús para entregarle el relevo

16-18 Dios no ha sido visto por nadie, Jesús lo trasparenta.

La palabra para habitó es ἐσκήνωσεν -estrictamente hablando- puso su carpa (tienda de campaña) entre nosotros.

 


En general, estamos ante una estructura de quiasmo una cebollita -como nos gusta llamarla-, con la medula en el centro, y en el centro se dice lo más importante: “puso su tienda de campaña y moró con/en/entre (ἐν)  nosotros”.

 

III

«El Evangelista Juan, que tantas veces evoca la pregunta sobre el origen de Jesús, no ha antepuesto en su Evangelio una genealogía, pero en el Prólogo con el que comienza ha presentado de manera explícita y grandiosa la respuesta a la pregunta sobre el “de dónde”. Al mismo tiempo, ha ampliado la respuesta a la pregunta sobre el origen de Jesús, haciendo de ella una definición de la existencia cristiana; a partir del “de donde” de Jesús ha definido la identidad de los suyos.

 

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Palabra en el principio estaba junto a Dios… Y la palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn 1, 1-14). El hombre Jesús es el “acampar” del verbo, del eterno Logos divino en este mundo. La “carne” de Jesús, su existencia humana, es la “tienda” del Verbo: la alusión a la tienda sagrada del Israel peregrino es inequívoca. Jesús es, por decirlo así, la tienda del encuentro: es de modo totalmente real aquello de lo que la tienda, como después el templo, sólo podía ser su prefiguración. El origen de Jesús, su “de dónde”, es el principio mismo, la causa primera de la que todo proviene; la “luz” que hace del mundo un cosmos. Él viene de Dios. Él es Dios. Este “principio “que ha venido a nosotros inaugura precisamente en cuanto principio- un nuevo modo de ser hombres. “A cuantos le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios” (Jn 1,12s)»[2]

 

IV

«… según la mejor definición que de la paz conozco. La que diera Santo Tomás al presentarla como “la tranquilidad activa del orden en libertad”. Hoy, es sabido, oscilamos entre el orden sin libertad y la libertad sin orden, con lo que nos quedamos sin tranquilidad y sin acción.

 

Habría que empezar, me parece, por curar las almas. Por descubrir que nadie puede traernos paz sino nosotros mismos. Y que cuando se dice que hay que preparar la guerra para conseguir la paz, eso es sólo verdadero si se refiere a la guerra interior contra nuestros propios desmelenamientos interiores.

 


Las únicas armas verdaderas contra la guerra son la sonrisa y el perdón, que juntos producen la ternura. De ahí que alguien que quiere a su mujer y a sus hijos sea mucho más antibelicista que quienes acuden a las manifestaciones. De ahí que un buen compañero de oficina que siempre tiene a punto un buen chiste sea más útil para el mundo que quienes escriben pancartas. O que quien sabe escuchar a un viejo y acompañar a un solitario sea mil veces más pacificador que quien protesta contra la carrera de armamentos. Porque el armamento que más abunda en este siglo XXI es el vinagre de las almas, que mata a diario sin declaraciones de guerras.

 


No puedo ahora recordar sin emoción a uno de los más grandes pacificadores… el querido Papa Juan XXIII. Hizo mucho, ciertamente, con su Pacem in terris, pero esta encíclica ¿qué otra cosa fue sino el desarrollo ideológico de lo que antes nos había explicado con su sonrisa? Con mil hombres serenos, sonrientes, abiertos, confiados y humanamente cristianos como él, el mundo estaría salvado. Pero no se salvará con pancartas y manifestaciones.»[3]

 

V

«El nacimiento o natividad de este Hombre, el más importante y grande de la historia, como que fue declarado por el Padre, Señor del Universo y de la Historia, causa de nuestra salvación, es lo que celebramos en esta Navidad que nos trae luz y felicidad.


 

No se pierde nada si al hablarle a sus hijos de este Niño les hace caer en la cuenta del contraste, buscado intencionalmente por el evangelista, entre su nacimiento, en medio de pajas y animales de una pesebrera de Belén, y la cuna rodeada de mármoles, cortinajes y arabescos, de los palacios romanos, con lujo importado de los imperios de oriente. Es la humildad de Dios que nos visita y nace como niño indefenso, para confundir a los grandes de todos los tiempos y enseñarles a doblegar la cerviz ante los niños campesinos y ciudadanos de nuestro país. Dejad a los niños que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. ¡Feliz Navidad!»[4]

 



[1] Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá D.C. Colombia 1995 p. 559

[2] Ratzinger Joseph -Benedicto XVI. LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta. Bogotá – Colombia. 2012. p. 19.

[3] Martín Descalzo, José Luis. RAZONES PARA LA ALEGRÍA (CUADERNOS DE APUNTES II) Sociedad de Educación Atenas. Madrid-España 1995 p. 73

[4] Llano Alfonso. s.j. 100 RAZONES PARA HACER UN ALTO EN EL CAMINO. Ed Intermedio Bogotá -Colombia 2011 p. 140

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