sábado, 23 de enero de 2021

EXPRESAR UN VALOR ECUMÉNICO

 



Jon 3,1-5.10; Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9; 1 Cor 7, 29-31; Mc 1, 14-20

 

Ser vocacionado es renunciar a algo por Alguien mejor, es decir un no a algo, por un si a Alguien, es tener una ocasión para optar por la mejor causa: Jesús y su Evangelio.

 

Emilio Mazariegos

 

La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo.

Papa Francisco: APERUIT ILLIS

 

 




Papa Francisco nos ha convocado –a través de su Aperuit Illis (Carta Apóstolica en forma de Motu proprio)- instituyendo en la Fiesta de San Jerónimo, durante el año 2019, la celebración del Día de la Sagrada Escritura, a llevarse a cabo en el Tercer Domingo Ordinario de cada año litúrgico, en lo sucesivo, estimulándonos a trabajar para familiarizarnos con Ella. Hay un aspecto particular que debemos enfocar en esta fecha y es la relación entre la Lectura de la Palabra de Dios y la Liturgia. 
Aperuit illis significa en latín “Les abrió”, porque la carta inicia con la cita de Lc 24, 45 que dice: “Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras”. Y, de verdad, Jesús Resucitado nos ha despertado y abierto un poderoso anhelo y la capacidad para entender su “Llamado”, su “Buena Nueva” y así poder evangelizar a otros y dar razones sólidas de nuestra fe. Una instancia fundamental de esta familiaridad se gesta en la Mesa de la Palabra, durante la Eucaristía, donde cada vez se nos brinda la oportunidad de acercarnos a otros textos Bíblicos y otorgándosenos con ello la oportunidad del crecimiento espiritual.

 

En esta tónica hay tres aspectos a tomar en cuenta.

.- No deberíamos llegar desapercibidos a la Eucaristía, sin saber de qué se van a tratar las Lecturas de esa Celebración. El ideal sería, poderlas leer, antes, cosa que ahora, gracias a la Internet es cada vez más fácil, pero también tenemos, no pocas publicaciones que nos permiten tener a la mano las correspondientes Lecturas y poderlas consultar por vía preparatoria.

.- Pasa con no escasa frecuencia- que durante las Lecturas y la Homilía, nos distraemos, conversando con los más cercanos, restando importancia a estos “Mensajes” que Dios mismo nos ha escrito con profundo Amor. A veces, preferimos gastar esos minutos chateando o mirando el e-mail.

.- Pero la otra circunstancia posible, es que después de las Lecturas, las dejemos en el cesto del olvido y dejen inmediatamente de resonar en nuestro ser, cuando debiera ser todo lo contrario, motivo de reflexión intensa y búsqueda de respuestas para nuestra existencia. Si existe el anhelo de oír a Dios, es por este conducto que Él nos está hablando siempre.

 

«Dedicar concretamente un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable. En este sentido, me vienen a la memoria las enseñanzas de san Efrén: “¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión” (Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).»[1]

 

Pasemos ahora a reflexionar las Lecturas de este Tercer Domingo Ordinario del ciclo B.

 


A Jonás –en la Primera Lectura- se le apremia

cumplir la tarea de ser profeta –valga decir- predicar el mensaje que Dios le da,

prestar sus labios y sus fuerzas al anuncio.

Jesús, en cambio, asume de suyo la labor

                                                                       y se da a proclamar.

¡A Él no hay que pedirle ni mandarle, es su Razón de Vida!

Revelar el Evangelio de Dios.

 

Jonás más que ser portador de una “profecía”, viene a promulgar una “sentencia”: “Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida”. Pero sucede que todos ayunaron y se vistieron de sayal. En consecuencia, Dios “cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles”. Estamos en presencia de un indultó, Dios vio que habían de ser castigados, que se lo habían buscado y el peso de la justicia los azotaría. Y, sin embargo, revoca la sentencia; al leer entre líneas nos encontramos ante un indulto que lo alegra, se siente como que Él no quería castigarlos y que su Voluntad era, precisamente, alcanzar su “conversión”. Eso es lo que denominamos Misericordia, Él, como bien lo sabemos es “lento a la cólera y rico en Clemencia”(Sal 103(102),8).

 

Vamos –juntando nuestro clamor al del Salmista-

para implorarle a Dios tres cosas:

Señor enséñame tus caminos,

instrúyenos en tus sendas,

haznos caminar con lealtad.

 

Esa lealtad consiste en proclamar,

en anunciar la Noticia magnífica,

¡Tu Noticia Señor!

Que sin desfallecer,

        -por ninguna razón-

desistamos de promulgar que

                                                la Noticia es que Tú eres la verdadera felicidad,

el Feliz Término

la Paz Completa.

¡La verdadera!

 

El salmo se enfoca en una doble polaridad que tejen su eje,:

1.    Ser leales

2.    Pedir perdón por las deslealtades.

Es la dialéctica fidelidad-perdón.

 

Se presenta la palabra “esquema” en la Primera Carta a los Corintios,

(en la Segunda Lectura),

y la encontramos entendida como “representación”

                                                                                  de este mundo

-refiriéndose a su “ser como lo vemos”-

porque esa apariencia –dice San Pablo- ya termina.

Sobrevendrá una metamorfosis:

La forma provisional dará paso a la definitiva.

 

Urge,

            porque el tiempo que le resta a lo efímero,

se acorta  a marcha veloz

la forma actual de la “realidad” ha caducado

apremia hacerse a odres nuevos.

Se requiere, pues, cambiar el modo de vivir,

vivir lo contrario de como venimos viviendo

obrar de una manera sorprendente

tal que seamos al revés de lo que somos por ahora.

En otras palabras, “convertirnos”.

 

Miremos, ahora, hacia el Evangelio:

Si un portavoz de cierta causa es prendido, lo corriente es que se silencie la causa y que otros simpatizantes por “precaución” se escondan. ¡Esta no es la situación del Evangelio! Al contrario, el evangelio de este III Domingo Ordinario (B), según San Marcos, nos informa que Jesús, después del encarcelamiento de Juan Bautista, –en vez de amilanarse y silenciarse o esconderse- da inicio a su “práctica”. Este suceso del apresamiento de San Juan Bautista parece indicarle a Jesús que su “tiempo es llegado” y gatilla el inicio de su carrera, de su vida pública, de su entrada en la escena histórica puesto que “Se ha cumplido el plazo” Mc 1, 15b.

 


El segundo detalle que nos da San Marcos es el marco espacial para este inicio: Galilea. Tierra de pobres, de gente sencilla -podríamos clasificar este territorio tomando prestadas dos categorías de la geopolítica y la sociología wallersteiniana- y decir que, Jesús no habla desde el centro sino que inicia su labor en la periferia. «… los evangelios no ofrecen una geografía objetiva y neutra. Su geografía es ante todo teológica: cada lugar y cada desplazamiento tienen un significado teológico. En Mc, Galilea se opone a Jerusalén.

 

La Galilea de las naciones o de los paganos, como se decía entonces, había conocido muchas invasiones, y la fe no era allí tan pura a los ojos de los responsables judíos; no podía salir de allí nada bueno, y mucho menos un profeta (cf. Jn 1, 46; 7,52). Pero Isaías (8,23) había anunciado que un día Dios se manifestaría allí a los paganos; por tanto, era también símbolo de esperanza y de apertura. Fue allí donde Jesús vivió, predicó y donde las gentes lo acogieron con entusiasmo. Es una región abierta: de allí Jesús va a los paganos, a Tiro y a Sidón (7, 24.31).»[2]

 

Que delicia que allí en San Marcos se nos presenta

lo que Jesús entrega como “Buena Noticia”:

Ante todo, que “se ha cumplido el plazo”, no es para mañana

¡es ya!

(directamente emparentado con lo que hemos visto en Primera de Corintios)

que “está cerca el Reinado de Dios”,

luego –en tercer lugar- nos llama a convertirnos,

y para cerrar esa Buena Nueva,

-el cuarto elemento-

        creer esa Noticia.

 


Lo que deslumbra, de salida, es la señal de partida:

No lo podemos postergar,

                                          hay que asumirlo,

darnos cuenta que “la hora es llegada”.

El tiempo oportuno está aquí: llegó el kairos

¡El fruto está maduro!

                                    ¡Es la hora del Reino!

Es la hora de la Plenitud

Y que la oportunidad está dada

                                               Esa es la Buena Nueva.

La hora feliz, la ocasión de la chisga, la oportunidad muy favorable.

¿La dejaremos pasar?

 

Para beneficiarnos de ella

necesitamos tener en la mirada la Luz de Cristo.

 

Volvamos al asunto del Πεπλήρωται ὁ καιρὸς “plazo cumplido”, llegada del “momento idóneo”, “ocasión perfecta”, la “plenitud de los tiempos”. ¿Tenemos conciencia de lo que esto significa? El Reino de Dios no tiene más dilación, ¡ahí está! Simple y sencillamente ¡ya llegó! Luego, la perícopa evangélica nos presenta como una suerte de pre-requisitos: μετανοεῖτε o sea “conversión” y πιστεύετε ἐν τῷ εὐαγγελίῳ “creer en la Buena Nueva”. Mc 1, 15cd. ¿Y, quién es la Buena Nueva? ¡Jesús es el Evangelio, Él es la Buena Noticia!

 

El tema de la conversión nos lleva a una precisión. Conversión no es alguna clase de pequeño cambio, ni una sumatoria de ellos. La conversión es un cambio rotundo; un quiebre de costumbres y hábitos, una modificación sustantiva de paradigma. Descrito en términos geométricos sería algo así como un giro de 180º. Se trata de un cambio de verdad, en serio, profundo. Se trata de desacomodarnos de vicios y defectos, de pecados y agresiones, una modificación conductual que nos lleve a estar comprometidos al 100% con la construcción del Reino. «… es una comprobación incontrovertible que los cristianos normalmente son unos pesimistas nostálgicos, más dispuestos a recordar un pasado místico (tal vez fantasmal) que a comprometerse en esas anticipaciones del futuro en las que, sin embargo, decimos que creemos… “hablamos” más de la noche (que está siempre a las espaldas), para no “actuar” en el día que nos viene siempre adelante,… “convertirse” significa también, dejar un “pasado”, para aceptar activamente el “hoy” comoquiera y dondequiera se manifieste, creer que vive en nosotros hoy una posibilidad: ¡se ha quebrado el círculo mágico! ¡Se cambia algo y todo se puede hacer nuevo!»[3]

 

Vayamos a la siguiente parte de la perícopa. Se trata del llamado de los cuatro primeros discípulos: Simón, Andrés, Santiago y Juan. «El encuentro con Jesús marcó sus vidas. Les puso en movimiento, con rapidez, sin esperar a entender las cosas. Se pusieron a seguirle “ya”. Porque la llamada que Jesús les hizo en el encuentro es apremiante, es exigente, es con autoridad.»[4]

 

«… tendrían mucho que aprender de este “maestro de pesca”. Si bien sabían que para obtener buena calidad y cantidad de peces, hay que tener buenas barcas, buenas redes y buena carnada y, además, hay que conocer los vientos, las mareas y los mejores días o tiempos para la pesca, debían ahora adiestrarse en el más difícil arte: el de “pescar hombres”, y Jesús sería el instructor.

 


Esta pesca es mucho más compleja y ardua, porque al pez se lo pesca “contra su voluntad” mientras el hombre puede ser pescado “si se deja pescar”. De esto se dieron cuenta tanto Pedro como sus amigos del Sindicato.»[5]

 

«Este es el reto de la llamada. Este es el compromiso de la llamada. Dios llama al creyente para que siga realizando hoy en la historia lo que Jesús hizo hace 2000 años. Llama para que ayude al hombre a cambiar su corazón y así cambiar las estructuras de la sociedad. Llama porque la obra que inició en Jesús tiene que ser acabada con perfección. Y es el creyente quien continúa a Jesús en la historia, con la fuerza de su Espíritu.»[6]



[1] Papa Francisco. APERUIT ILLIS #2.

[2] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Estella Navarra 2004. p. 78

[3] Beck, T. Benedetti, U. Brambillasca, G. Clerici, F. Fausti, S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2009. p. 48

[4] Mazariegos, Emilio L. LAS HUELLAS DEL MAESTRO. Ed. San Pablo. 3ra ed. 2001 Bogotá D.C. –Colombia p. 20

[5] Muñoz, Héctor. CUENTOS BÍBLICOS CORTICOS. Ed. San Pablo Bs As. –Argentina. 2004 p. 56

[6] Mazariegos, Emilio L. Op. Cit. p. 42

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