sábado, 5 de mayo de 2018

ÉL NOS PRIMEREÓ



Hech 10, 25-26. 34-35. 44-48; Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4; 1Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17

“…soy yo quien los ha escogido
    y los he destinado para que vayan
 y den fruto
y su fruto permanezca”
Jn 15, 16 b.
Esa relación ha nacido de la iniciativa Divina,
ha sido Él quien ha puesto los Ojos en nosotros,
ha sido Él quien ha salido y se ha quedado a la vera del camino
esperando que nosotros pasáramos.

Humilde en su Divina Humildad característica,
nos ha dejado seguir de largo
sí, con nuestra impenitente arrogancia
Lo hemos querido ignorar.
Pero Él –que para nada es rencoroso-
ha seguido,
      redoblando su paciencia,
aguardando a que nosotros,
por fin,
Lo quisiéramos escuchar.

Recordamos que
    –como lo enunciamos en el Credo-
  “descendió a los infiernos
y, al Tercer Día resucitó de entre los muertos”
   descendió a los mundos inferiores:

«Levántate, obra de mis manos;
levántate, imagen mía, creado a mi semejanza.
Levántate, salgamos de aquí, porque tú en Mí, y Yo en ti,
formamos una sola e indivisible persona.


Por ti,
         Yo, tu Dios,
    me he hecho tu hijo;
Por ti
Yo, tu Señor,
         he revestido tu condición servil;
Por ti
Yo, que estoy en los cielos,
         he venido a la tierra
      y he bajado al abismo;
Por ti me he hecho hombre,
semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos;
por ti,
que fuiste expulsado del huerto,
    he sido entregado a los judíos en el huerto,
y en el huerto he sido crucificado.
Contempla los salivazos de mi cara,
que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida;
contempla los golpes de mis mejillas
que he soportado para reformar,
de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada;
contempla los azotes en mis espaldas,
que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados
que habían sido cargados sobre tu espalda;
contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero,
pues los he aceptado por ti,
         que maliciosamente extendiste una mano al árbol prohibido.


Dormí en la cruz, y la lanza atravesó mi costado,
por ti, que en el Paraíso dormiste, y de tu costado diste origen a Eva.
Mi costado ha curado el dolor del tuyo.
Mi sueño te saca del sueño del abismo.
Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el Paraíso.
Levántate,
     salgamos de aquí.
El enemigo te sacó del Paraíso;
    yo te coloco, no ya en el Paraíso,
sino en el Trono Celeste»



Algunos argumentan que la religión católica humilla al hombre.
Aquí nos hemos dado cuenta que lo levanta, a niveles insospechados,
aquí tenemos a Dios que,
      en Toda Su Majestad,
                                         ruega por nuestra amistad.
Aquí tenemos a Jesús que nos levanta,
que nos iguala,
que subraya argumentos para elevar nuestra auto-estima,
que nos hace concientes y nos responsabiliza de nuestra incomparable dignidad.

Ninguna religión y ningún ateismo,
nos dignifica como lo hace esta fe en un Jesús
que se ha interesado tanto por nosotros
que nos ha venido a buscar,
sin importarle si nuestros caprichos
y nuestra ceguera nos ha conducido a revolcarnos
entre miasmas.
Así como un verdadero papá no reúsa 
ir al rescate de su hijo en un antro,
así tampoco Dios,
      el Mejor-de-los-padres,
        el Padre Celestial,
nada escatimó por rescatarnos.

No nos fuerza,
pero insistente nos tiende su Tierna-Mano-Misericordiosa.
Y nos llama,
no para que demos frutos de estación,
sino para que nuestros frutos sean perdurables,
porque nuestros racimos –unidos a la vid-
         cargan Uvas de Eternidad.

De modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre
                                                                                        Jn 15, 16 c
No es que nuestra religión nos humille,
    es que Dios no es un dios de cañones,
    con múltiples coronas de oro,
    una encima de la otra,
    no es un dios de bochinche,
    de aplausos enloquecidos y ensordecedores,
    de reflectores y candilejas, de bombas atómicas,
    y capa de armiño.
    El nuestro, es un Dios del Amor:


Esto es lo que les mando:
       que se amen los unos a los otros”.
                                             Jn 15, 17
Recordémoslo claramente con las palabras de San Pablo
en la primera a los Corintios:
«Si yo hablara todas las lenguas de los hombres
        y de los ángeles,
y me faltara el amor,
         no sería más que bronce que resuena
         y campana que toca»
   1Cor 13, 1
Pongamos todo en proporción,
sin amor verdadero,
una persona no es más que un chéchere ruidoso.
En cambio, con amor, es un Ser-Celestial
(sólo poco menos que un Ángel).

«Podías llamar a un conocido,
a uno menos sucio que yo,
a uno menos equivocado.

En cambio, me quisiste exactamente a mí.
¡No sé lo que encontraste en mí!
Ni te lo pregunto,
pues sé que no valgo nada.

Sin embargo, me escogiste a mí,
último entre los últimos,
para hacer de mí tu obra maestra.

………………………………………

Ahora…de hombre insignificante e inútil
he pasado a ser célula viva de tu Cuerpo,
lleno de misterio fascinante,
¿cómo dejar de cantar tu alabanza?
¿cómo dejar de adorarte presente
y operante en mí?
Amén[1]






[1] Dini, Averardo EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN Tomo II – Ciclo B Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá- Quito pp. 42-43

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