jueves, 29 de marzo de 2018

NOS AMÓ HASTA EL EXTREMO



Éx 12, 1-8. 11-14; Sal 115, 12-13. 15-16be. 17-18; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15

… el amor de Dios es un amor misericordia. El amor de misericordia es el amor típico de Dios que se agacha a servir… ¿Qué significa el lavatorio de los pies de Jesús? Que si no es por el lado de los pies, humillándose uno no está amando. Amor que no es humilde no es verdadero.
Gustavo Baena, sj.


Cristo Amigo, consciente de que había llegado el momento de volver a su Padre, al celebrar la Ultima Cena, “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”.(Jn 13, 1-17)  El extremo, el  límite: les lavó los pies, les dejó el mandamiento del amor y se quedó para siempre con ellos y con nosotros por medio de la Eucaristía… se va pues al día siguiente morirá, pero en realidad en su ingenio divino se las ha arreglado para quedarse con nosotros…. Quedándose totalmente a mi disposición. Cada vez que participo en la Santa Misa o le visito en el sagrario tengo la oportunidad de percibir su amor a mí, porque se ha quedado para ser mi amigo, mi hermano, mi compañero fiel, en quien puedo confiar en todo momento y circunstancia.

Él encontró la fórmula. La Eucaristía. “En este don, Jesucristo entregaba a la Iglesia la actualización perenne del misterio pascual. Con él instituyó una misteriosa contemporaneidad entre aquel Triduum y el transcurrir de todos los siglos”»[1]

W. Froester comenta: Si hubo en el mundo una revolución, fue en este momento. Aquí fue donde el César pagano quedó destronado, el orgullo abatido, proscrita la explotación y condenado todo servicio que no sea recíproco. Aquí fue estigmatizado como el peor desorden todo orden que sostiene y santifica un estado de cosas en que falte esa reciprocidad de los servicios y el respeto a los demás. Únicamente esta mutua entrega y esta clara conciencia de nuestra igualdad ante Dios pueden santificar las relaciones entre los que sirven y los que se hacen servir. Esta revolución no atenta contra ninguna autoridad, no entorpece ninguna obediencia, no siembra ningún odio. Lo divino desciende a nosotros bajo la forma del servicio más humilde para mostrarnos que solamente sirviendo con toda humildad podemos alcanzar lo divino.[2]

Al entrar en el Capítulo 13 de San Juan se produce un “salto” (que explica la inusitada importancia del amor en este contexto): «El capítulo 13 abre la segunda parte del evangelio de Juan (13,1 – 20,29).»[3] «El tema de la vida y de la luz, que hasta aquí es dominante en el Evangelio, desemboca en el del amor. Y el amor que es la luz verdadera de la vida se realiza no en las palabras ni con la lengua, sino en la verdad de los hechos (cf. 1Jn 3, 18) en estar al servicio de los otros (Ga 5, 13) Llevar los unos las cargas de los otros es cumplir la ley de Cristo (Ga 6, 2), cumplir su mandamiento….de aquí en adelante la palabra “amor” sustituye las palabras “luz” y “vida”, que hasta ahora han sido dominantes. El verbo “amar” aparece 38 veces en el Evangelio de Juan: 7 veces en los capítulos 1-12 y 31 veces en los capítulos 13-21 con una concentración de 26 veces en los capítulos 13-17. A su vez, el sustantivo “amor” se repite 6 veces, con una concentración de 5 veces en los capítulos 13-17. El verbo, que indica acción, predomina sobre el sustantivo, porque el amor se manifiesta más en los hechos que en las palabras… La vida de Dios, de la cual el agua y el viento, la luz y el pan son signo, es el amor: el amor del Padre, que el Hijo comunica a los hermanos.»[4]


«El episodio se sitúa en la última cena, en el centro de la cual los otros Evangelio colocan la institución de la Eucaristía. Juan omite las palabras sobre el pan y sobre el vino; en cambio, narra el lavatorio de los pies.»[5] «La forma como Jesús sigue presente en el mundo es la comunidad formada por los que comparten su pan y viven en consecuencia.»[6] «En la Eucaristía no hay, pues, sólo comunión entre Cristo y nosotros, sino también asimilación; la comunión no es sólo unión de dos cuerpos, de dos mentes, de dos voluntades, sino que es asimilación al único cuerpo, a la única mente y voluntad de Cristo. “El que se une al Señor forma con él un solo Espíritu” (1 Co 6, 17)… según San Pablo, la consecuencia inmediata del matrimonio es que el cuerpo del marido es de la mujer y, viceversa, el cuerpo de la esposa es el del marido (cf. 1co 7, 4).

Aplicado a la Eucaristía esto significa que la carne incorruptible y dorada de vida del Verbo encarnado se vuelve mía, pero también mi carne, mi humanidad se vuelve de Cristo, la hace suya… Cuando Jacob se presentó al padre Isaac para recibir la bendición en vez del hermano Esaú, el padre notó que la voz no era la del primogénito, pero los vestidos que llevaba puestos lo hacían pasar por él y le dio su bendición (cf. Gn 27, 1ss). Una cosa semejante sucede cuando nos presentamos al Padre Celestial después de haber recibido la Eucaristía. Él nos cambia por su Hijo unigénito y nos bendice.»[7]


El amor que promueve Jesús tiene su expresión en el ministerio del servicio, como dice Dom Câmara, “ayudarnos mutuamente; para hacer por nuestros hermanos lo que les es verdaderamente necesario, aquello de lo que realmente tienen necesidad”, es por eso que en el Evangelio de San Lucas Jesús se autodefine “yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.”(Lc, 22, 27d). «Jesús recibe el título de Maestro y Señor. El título de Maestro está ligado a los fariseos, y el de Señor a los gobernantes de Roma. Jesús acepta los títulos, pero se pone en el mismo nivel de los discípulos y discípulas: “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque todo lo que escuche de mi Padre se los di a conocer” (15, 15)… Por tanto el lavatorio de pies muestra que todos son iguales y que el servicio nace de la capacidad de amar. En Juan 12, 1-11 la unción de los pies de Jesús por María es un gesto que presenta semejanza con la Última Cena de Jesús. María, la amada, unge los pies de Jesús con perfume y los enjuga con sus cabellos (12, 3). Jesús, tocado por este gesto de amor, hace lo mismo con sus discípulos: también Él lava los pies de sus amigos y amigas.»[8][11] «"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). Dios ama a su criatura, el hombre; lo ama también en su caída y no lo abandona a sí mismo. Él ama hasta el fin. Lleva su amor hasta el final, hasta el extremo: baja de su gloria divina. Se desprende de las vestiduras de su gloria divina y se viste con ropa de esclavo. Baja hasta la extrema miseria de nuestra caída. Se arrodilla ante nosotros y desempeña el servicio del esclavo; lava nuestros pies sucios, para que podamos ser admitidos a la mesa de Dios, para hacernos dignos de sentarnos a su mesa, algo que por nosotros mismos no podríamos ni deberíamos hacer jamás.»[9]

Aceptarlo a Él, que “lava los pies” nos da la capacidad de amar como Él nos ha amado, de tener parte en su vida como Hijo.
Silvano Fausti
Jacob se disfrazó de Esaú con la piel de los cabritos para remedar a su hermano que era muy velludo. Jesús se reviste como uno de nosotros, τίθησιν τὰ ἱμάτια, καὶ λαβὼν λέντιον διέζωσεν ἑαυτόν· (Jn 13, 4) quitándose el manto y “ciñéndose” una toalla a la cintura; (sabemos que se quitó el manto, San Juan lo dice, también dice que se ató la toalla a la cintura; lo que no dice es se haya quitado nunca la toalla… podríamos inferir que “permaneció” con λέντιον el paño al cinto, y subió a la cruz con su “disfraz” de servidor).

Para entender lo que todo esto implica para nosotros, para saber cómo incorporarnos a su Cuerpo Místico, los que recogemos el ejemplo después de 20 siglos; oigamos un comentario que hacía Dom Helder Câmara: «Cada Jueves Santo, antes de celebrar la Eucaristía, nosotros celebramos una hermosa ceremonia, a la que asiste gran cantidad de público, en la que el obispo o el sacerdote lava los pies a doce personas. De este modo recordamos lo que el propio Señor hizo. Pero en tal ocasión siempre me inquieta un tanto el ver que nuestros doce “apóstoles” se presentan con los pies cuidadosamente lavados de antemano. Y hay que hacerlo entender: “Hermanos, no estamos aquí para hacer como que lavamos unos pies que ya están perfectamente lavados. Nos encontramos aquí para decir que estamos dispuestos a tratarnos como hermanos, y hermanos de carne y sangre; para ayudarnos mutuamente; para hacer por nuestros hermanos lo que les es verdaderamente necesario, aquello de lo que realmente tienen necesidad.»[10] «Lavar pies es como un sociodrama que representa esa entrega total que Cristo ha hecho para redimirnos. ¿Y qué les toca a los discípulos? De parte de los discípulos, dejarse lavar los pies, representa su entrega total en ese proyecto de amor y renovación revelado por Cristo.»[11]



Concluyamos con las palabras del Papa Francisco al lavar los pies de los presos en la Cárcel de Menores, Casal del Marmo:Entre nosotros el que es más alto debe estar al servicio de los demás. Y éste es un signo: lavar los pies quiere decir: yo estoy a tu servicio. Debemos ayudarnos. Ayudarnos recíprocamente: esto es lo que Jesús nos enseña. Y esto es lo que yo hago. Y lo hago de corazón porque es mi deber como sacerdote y como obispo. Es un deber que me viene del corazón. Me gusta hacerlo porque el Señor así me lo ha enseñado”.




[1] Guerra, Héctor, LC. y Ledesma, Juan Pablo, LC. Ed. Planeta Barcelona –España 2009. pp. 109-110 La cita que hacen es de Juan Pablo II ECCLESIA DE EUCHARISTIA, 5.
[2] Javier Soteras Pbro. EL LAVATORIO DE LOS PIES. https://radiomaria.org.ar/programacion/lavatorio-los-pies/
[3] Bortolini, José. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE LA VIDA. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia 2002. p.140
[4] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2008. pp. 365.367
[5] Ibid. p. 364
[6] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO. Ed. Verbo Divino Navarra-España 2004  p. 140.
[7] Cantalamessa, Raniero. ESTO ES MI CUERPO Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2007. pp. 121.126
[8] Centro Bíblico Verbo LA NUEVA VIDA NACE DE LA COMUNIDAD. EL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 2010. pp. 61-62
[9] Benedicto XVI SANTA MISA "IN CENA DOMINI" Basílica de San Juan de Letrán. Jueves Santo 13 de abril 2006
[10] Câmara, Dom Helder. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España 1987 p. 170
[11] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999. p. 105

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