sábado, 14 de enero de 2017

RESISTENCIA


Is 49, 3. 5-6; Sal 39, 2. 4ab. 7-8a. Sb-9. 10; 1Cor 1, 1-3; Jn 1, 29-34

El siervo es Jesús, pero es también el pueblo, este pueblo sufriente, que imita a Jesucristo resistiendo contra el dolor.
Carlos Mesters

¿Cómo ha venido la liturgia? En primer término hemos celebrado la Epifanía, y con ella la universalidad del mensaje salvífico de Nuestro Señor Jesucristo. A continuación, dejando atrás el tiempo de Navidad y para entrar de lleno en el Tiempo Ordinario del ciclo A, hemos celebrado el Bautismo de Jesús. Para este II Domingo Ordinario, vamos a “repasar” estos dos factores, articulándolos.

La Primera Lectura nos viene del Deuteroisaías, se dio en el contexto del destierro, cuando el pueblo estaba desesperanzado, muchos habían claudicado y se habían entregado a los opresores, traicionando su fe se plegaron a las deidades babilónicas cayendo en el más abyecto politeísmo. Lo que nos brinda la historia consiste en que esta desazón no brotó de la noche a la mañana, sino que fue preparada durante un largo periodo en el cual  los líderes corruptos entre los que se contaban falsos profetas, miembros de la casta sacerdotal y hasta el propio rey abrieron paso a estas ideas «la fe en Dios quedó abatida, el pueblo perdió la confianza en sí mismo, olvidó las cosas grandes de su propio pasado, quedó sin memoria, perdido en medio de la historia…¿Cuál fue la idea errada sobre Dios que desequilibró la vida del pueblo?. Fue la idea de un Dios cuyo favor y protección pueden ser comprados por medio de promesas, ritos y sacrificios; un Dios que la gente sólo usa mientras sea útil y fácil. Una idea así es como un comején: va comiendo la fe por dentro. A la hora de la desgracia, lo que queda de ella en la cabeza del pueblo, es la imagen muerta y distorsionada de un Dios distante que se aparta del pueblo…»[1] Lo que nos propone el Deuteroisaías es la misión de liderar la recomposición y el retorno, no de la comunidad Israelita, sino “luz de las naciones… hasta el confín de la tierra”. «En la nueva situación en la que estaba el pueblo, allá en el cautiverio, el “Proyecto de Dios” ya no podía ser sólo para el pueblo de Israel. Tenía que alcanzar necesariamente a los otros pueblos.»[2]

¿Está dirigido este llamado a un gran personaje histórico? O, ¿está dirigido el llamado al pueblo? Observemos cómo inicia la perícopa para poder responder este cuestionamiento: “Tú eres mi siervo, Israel…”


La Segunda Lectura, nos viene de la Primera a los Corintios. La situación de Corinto no era menos grave, menos crítica que la de los israelitas en el exilio. Corinto era la cepa de la vida disoluta, la sexualidad desordenada y del politeísmo desenfrenado; con su templo principal consagrado a Afrodita, donde se practicaba la “prostitución sagrada” con un sinfín de mujeres dedicadas a este quehacer. «Los cristianos de Corinto eran pocos. Tal vez no pasaban de cien personas, y no tenían ni una misma raza, ni un mismo origen…desde el punto de vista social, la mayoría  de ellos estaban marginados: esclavos, mujeres, gente sin acceso al “saber” intelectual; como dice la misma Carta, gente considerada loca, débil, despreciable, vil y sin ningún valor (cf. 1, 27-28)… la comunidad de Corinto se vio luego rodeada de tensiones y conflictos. Fue ciertamente la comunidad que más problemas le trajo a Pablo»[3]

En este caso, ¿A quién se refiera la Carta? ¿A quién está dirigida? ¿Se trata de un mensaje a un cierto personaje histórico? Vayamos directamente a la perícopa: “… escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados a Cristo Jesús, a los santos que Él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. ¡Una vez más, resalta el universalismo abarcador del enunciado!

Hay en el Evangelio una triple mención del bautismo, a la vez que una contrastación entre el bautismo que prodiga Juan el que dará el “Cordero de Dios”: 1) “he salido a bautizar”, 2) … “el que me envió a bautizar con agua”,  3) “Ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Este “Cordero de Dios” recibe una designación clarificadora al cierre de la perícopa donde Juan lo testifica “Hijo de Dios”. El bautismo –cuya importancia y trascendentalidad en nuestra vida de fe estamos lejos de asumir- no solamente nos incorpora a la Iglesia, haciéndonos miembros de la Comunidad, sino que además nos in-corpora al Cuerpo Místico de Cristo, nos cristifica, nos hace co-corporeos con Jesús. «El bautismo que desde entonces administran los discípulos de Jesús es el ingreso en el bautismo de Jesús, el ingreso en la realidad que Él ha anticipado con su bautismo. Así se llega a ser cristiano.»[4]

Tratemos de examinar un poco más esta designación como “Cordero de Dios”: Joachim «Jeremias llama también la atención sobre el hecho de que la palabra hebrea talj significa tanto “cordero” como “mozo”, “siervo” (ThWNT I 343). Así, las palabras del Bautista pueden haber hecho referencia ante todo al siervo de Dios que, con sus penitencias vicarias, “carga” con los pecados del mundo; pero en ellas también se le podría reconocer como verdadero cordero pascual, que con su expiación borra los pecados del mundo»[5].

«Mucha gente se pregunta: ¿quién es el siervo? ¿Es el pueblo? ¿Es Jesucristo? ¿Es alguno de los profetas? ¿Somos nosotros?... al hacer los canticos, la preocupación mayor de Isaías Junior… era… presentar al pueblo del cautiverio un modelo que lo ayudara a descubrir en la figura del Siervo, su misión como pueblo de Dios.»[6]


El llamado está activo hoy para nosotros, somos comunidad creyente, Iglesia de Dios, miembros del Cuerpo Místico. La Universalidad de la convocación nos incluye. En medio de la crisis de increencia la fe nos llama a asumir nuestro triple compromiso bautismal: Sacerdotes, Profetas y Reyes. «El evangelio de Juan nos quiere decir que está por realizarse un nuevo éxodo y un nuevo paso de la esclavitud a la tierra de la libertad y de la vida. En el pasado, el pueblo había atravesado el Jordán y había entrado en la Tierra Prometida guido por Josué; ahora, con su práctica de vida, Jesús guiará al pueblo, conduciéndolo a la vida en plenitud.»[7]



[1] Mesters, Carlos O.C.D. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE. LOS CANTICOS DEL SIERVO DE DIOS EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS.  Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito-Ecuador 2ª ed. 1993 p. 39
[2] Ídem
[3] Bortolini, José. CÓMO LEER LA PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS. SUPERACIÓN DE LOS CONFLICTOS EN COMUNIDAD. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia. 1996. pp. 13-14
[4] Benedicto XVI. JESUS DE NAZARET. 1ª Parte. Ed. Planeta. Bogotá-Colombia  2007 p. 46
[5] Idem. p. 44.
[6] Mesters, Carlos O.C.D. Op. Cit. p.13
[7] Bortolini, José. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE VIDA. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia. 2002. p. 25 

No hay comentarios:

Publicar un comentario