sábado, 31 de mayo de 2014

βλεπόντων αὐτῶν ἐπήρθη


SE ELEVÓ EN SU PRESENCIA
Hch 1:1-11; Sal 46, 2-3.6-9. 8-9 (R.: 6); Ef 1:17-23; Mt 28:16-20

καὶ νεφέλη ὑπέλαβεν αὐτὸν ἀπὸ τῶν ὀφθαλμῶν αὐτῶν
…y una nube se los ocultó a su vista
Hch 1, 9b
Se quedó con nosotros o se fue al Cielo

Nosotros decimos “ante sus propios ojos”, es la manera como traducimos βλεπόντων o sea que ellos pueden dar fe porque lo vieron, porque ellos estaban ahí para atestiguarlo, porque fue algo que sucedió “en su presencia”. Pero, entonces, se fue, o cumplió la promesa, ¿no que se iba a quedar para siempre con nosotros?


Κύριε, εἰ ἐν τῷ χρόνῳ τούτῳ ἀποκαθιστάνεις τὴν βασιλείαν τῷ Ἰσραήλ; "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?" La palabra ἀποκαθιστάνεις deriva del verbo ἀποκαθίστημι y significa “devolver”, “renovar la antigua condición, estado o posición”. ¿Qué es lo que le preguntan los Discípulos a Jesús? ¿A qué condición o posición se refieren?

En varias ocasiones nos hemos referido al Mesianismo que el pueblo judío esperaba; o sea, que a pesar del tiempo que Jesús ha invertido antes de su pasión y después de la Resurrección, ellos siguen malinterpretando el tipo de reinado que Jesús detenta; ¿es que ellos siguen esperando al gobernante salvador que los conduzca a la prosperidad material? ¿Es que su único interés es hacer del suyo un pueblo poderoso y fuerte? ¿Su esperanza mesiánica es la de tener un líder que los haga inexpugnables y ya?

Ahora, observemos además que Jesús los había instruido ¡y de qué manera! En el verso 2 se nos informa que había dado instrucciones ἐντειλάμενος τοῖς ἀποστόλοις διὰ Πνεύματος Ἁγίου por medio del Espíritu Santo. ¿Cómo, entonces, es posible que ellos persistieran en su cerrazón y no hubieran captado el verdadero significado de su Mesianismo?


Hay algo que no se puede dejar de lado: Estos discípulos habían sido debidamente “preparados” para enseñar hasta los confines del orbe la Revelación que Jesús había traído. Su misión consistía en διδάσκοντες αὐτοὺς τηρεῖν πάντα ὅσα ἐνετειλάμην ὑμῖν· enseñar a τηρεῖν, (del verbo τηρέω “observar”, “guardar”, “conservar intactos”, “mantener”, “preservar”) el mensaje de Jesús, lo que Él ἐνετειλάμην había mandado, -viene del verbo ἐντέλλομαι sus  instrucciones, lo que Él había ordenado, había mandado, en otras palabras, sus mandamientos Mt 28, 20. En la Primera Lectura se enuncia la tarea-misión con estas palabras: ἀλλὰ λήμψεσθε δύναμιν ἐπελθόντος τοῦ Ἁγίου Πνεύματος ἐφ’ ὑμᾶς, καὶ ἔσεσθέ μου μάρτυρες ἔν τε Ἱερουσαλὴμ καὶ ἐν πάσῃ τῇ Ἰουδαίᾳ καὶ Σαμαρίᾳ καὶ ἕως ἐσχάτου τῆς γῆς. “cuando el espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra. Hch 1, 8.

Se percibe como un hiato entre la perícopa de la Primera Lectura y el Evangelio. Son visiones diferentes, ya lo sabemos: la una lucana y la otra mateana. Pero no ha de verse como contradicción. Supongamos una perforación circular en un caucho, y el corazón y el intelecto tratando de pasar por ella, pero el diámetro de la perforación se presenta insuficiente; es entonces cuando Mateo y Lucas (y también San Pablo y todos los hagiógrafos del Nuevo Testamento) se ponen a halar en torno al caucho de manera tal que, gracias precisamente a la tensión producida entre todos ellos, el diámetro de la perforación crece hasta hacerse posible que pasemos al otro lado, al lado de la comprensión. En tal caso, la hermenéutica se hace posible por el aporte que cada uno hizo y se genera por la sumatoria de todas las “diferencias”, allí radica la Revelación. Pensamos que en muchas disciplinas del conocimiento y a muchos saberes llegamos precisamente a través de este procedimiento intelectivo, por suma de aportes, pero erramos el camino cuando queremos particularizar y oponer las aparentes contradicciones, cuando cada seudo-contradicción sólo permite generar la tensión indispensable para la ampliación comprensiva.


La Pasión y Muerte, la Resurrección, la Ascensión y la Promesa de quedarse con nosotros están en el plano de esa seudo-contradicción (de hecho para los ojos de los discípulos el Mesías no podía morir de esa manera tan vil y mucho menos sin haber realizado su “proeza” y haber restaurado el reino de Israel) nosotros en la distancia (histórica) creemos entenderlo mejor (y tal vez si lo entendemos mejor, pero en el plano conceptual, de definiciones abstractas) pero ellos que lo fueron viviendo paso a paso fueron avanzando y ganando en una comprensión experiencial de la cual -la mayor parte de las veces- estamos lejos de alcanzar. Quizás eso explica porque ellos tuvieron las agallas de dar su vida y exponerse a toda clase de riesgos hasta alcanzar la corona del martirio.

El tema de la Resurrección pone a Jesús en el mismo nivel de la leyenda del “judío errante” en el sentido de andar vagando por la tierra a término indefinido (el mito establece que ese vagabundeo se prolongaría hasta la Segunda Venida), la Ascensión lo sustrae de ser otro ser humano cuasi-fantasmagórico que anda por ahí, para generar un quiebre (no epistemológico) ontológico que lo lleva al lugar propio, en su caso, a la dimensión Divina, para lo cual se acuñó la palabra Cielo. (Originalmente ese  lugar se concebía como la mayor altura, más alto que los más altos montes, pero la teología de ese entonces no tenía a la mano la opción de algo distinto de un “lugar”; así, todo cuanto existía debía estar en un lugar, abajo, en medio, arriba o más arriba pero en algún lugar. Todavía hoy, muchos ateísmos sobreviven apoyados en el requerimiento de que les sea mostrado ese “lugar” donde habita Dios).


Podemos pues poner la Ascensión como un “momento” teológico de exaltación que sigue a la Resurrección, “momento” de comprobación de que Jesús no había muerto y se había quedado así; luego resucitó pero tampoco se quedó así, simplemente resucitado, sino que “pasó” a la Gloria de Dios y fue exaltado y, como lo dice el Credo, “está sentado a la derecha de Dios Padre”, afirmación que ya leemos en Mc 16, 19. «… indica una diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El acontecimiento a la vez histórico y trascendente de la Ascensión marca la transición de una a otra.»[1]

El tema de la nube

Existen ciertos temas bíblicos que son índices, son una cosa pero “indican” otra. Pensemos en los “seísmos” que indican la Presencia  de Dios, o en el Viento Huracanado en Pentecostés. Hoy nos encontramos con νεφέλη “la Nube” que les oculta de la vista, a los Apóstoles, a Jesús que asciende, “mientras Él se marchaba” (cfr. Hch 1, 9-10).


Hay una realidad trascendente, de la cual tenemos noticia, pero que para nosotros es “misteriosa”, simple y sencillamente porque nuestros sentidos son físicos y esa realidad es “metafísica”; nuestras categorías son inútiles para describir, y mucho más para definir, esa “otra” realidad.

Pensemos ,no más, en el sueño profundo que antecede y acompaña la aparición de Eva; Eva fue creada, no a partir de la nada, sino a partir del costado de Adán, pero es una trascendencia “mística” que no podemos comprender. Que sea sacada de la humanidad de Adán podemos traducirlo como que es tan humana como él; que sea de la costilla y no de la cabeza, ni de alguna parte baja, nos ha explicitado que no es más ni menos que el hombre-masculino, es –simplemente- hombre-femenino, pero, otras implicaciones de la creación del ser-femenino del hombre nos permanecen misteriosas, no las comprendemos porque transcurrieron mientras Adán estaba sumido en “profundo sueño”Gn 2, 21.


Podemos, de igual manera, pensar en el paso de Dios ente la presencia de Elías, quien se tapó el rostro pensando –como creía este pueblo- que quien ve a Dios moriría al instante. Este pensamiento -otra vez- es índice de algo, no es el dato curioso que el hagiógrafo consignó de que el profeta se cubrió el rostro con la capa 1Re 19, 11 sino el índice de otra cosa, con él, se quiso significar la grandeza de Dios frente a la fragilidad y la limitación del ser humano, Dios no cabe en nuestra percepción.


Varias veces tenemos en la Sagrada Escritura la nube como “índice”, mencionemos sólo algunos ejemplos:

a)    Durante su vagar por el desierto, Dios los va guiando como una nube líder que los conduce mostrándoles el camino, indicándoles cuando acampar y cuando avanzar Ex 13, 21 ss. También, en la Tienda del Encuentro, donde bajaba la Nube para indicar que Dios estaba presente en ella Ex 40, 34ss
b)    En el episodio de la Anunciación, la presencia del Espíritu Santo cubre a María con su sombra Lc 1, 35.
c)    En la Transfiguración, la nube resplandeciente envuelve a Jesús ocultándolo a los ojos de Pedro, Santiago y Juan (Mt 17, 5; Mc 9,7; Lc 9, 34s).


Nuestro Papa emérito escribió a este respecto que «La observación sobre la nube tiene un carácter claramente teológico. Presenta la desaparición de Jesús no como un viaje hacia las estrellas, sino como un entrar en el misterio de Dios. Con eso se alude a un orden de magnitud completamente diferente, a otra dimensión del ser.»[2]

En el evangelio de San Lucas «Jesús llevó a los suyos cerca de Betania, se nos dice. “Levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos subiendo hacia el cielo” (24, 50s). Jesús se va bendiciendo, y permanece en la bendición. Sus manos quedan extendidas sobre este mundo. Las manos de Cristo que bendicen son como un techo que nos protege… Por la fe sabemos que Jesús bendiciendo tiene sus manos extendidas sobre nosotros. Esta es la razón permanente de la alegría cristiana.»[3]


El domingo anterior (6to de Pascua) hablábamos de una especie de “preparación pentecostal”, pues, es bastante lógico que esta preparación prosiga en este 7mo Domingo de Pascua, y la Primera Lectura nos lo recuerda: ὅτι Ἰωάνης μὲν ἐβάπτισεν ὕδατι, ὑμεῖς δὲ ἐν Πνεύματι βαπτισθήσεσθε Ἁγίῳ οὐ μετὰ πολλὰς ταύτας ἡμέρας. “Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo” Hch 1, 5.

Si en Hechos 1, 8 se nos habla de la fortaleza inmensa con la que nos dotará el Espíritu Santo, San Pablo dirigiéndose a los Efesios les explicita los dones que nos decoran por gracia del Espíritu Santo:

a)    Sabiduría y reflexión para conocerlo
b)    Iluminación para comprender la esperanza
c)    También la riqueza del llamado
d)    Comprensión del extraordinario poder (para con nosotros, los que confiamos en Él)


Esa exaltación, esa glorificación que Dios concedió a Jesús y que llamamos Ascensión, San Pablo la explica con estas palabras: καὶ πάντα ὑπέταξεν ὑπὸ τοὺς πόδας αὐτοῦ, καὶ αὐτὸν ἔδωκεν κεφαλὴν ὑπὲρ πάντα τῇ ἐκκλησίᾳ, ἥτις ἐστὶν τὸ σῶμα αὐτοῦ, τὸ πλήρωμα τοῦ τὰ πάντα ἐν πᾶσιν πληρουμένου. “todo lo puso bajo sus pies y al mismo tiempo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud de El-Único que lo consuma todo en todo”. Ef 1, 22-23.


Continuemos, pues, nuestra preparación hacia Pentecostés ejercitándonos en la caridad fraterna (trabajando por la construcción del Reino) que podrá llevarnos hacia esa “plenitud” prometida, hacia la cima de la consumación, el Punto Omega, el Cuerpo Místico de Cristo.



[1] CEC. #660
[2] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET. DESDE LA ENTRADA EN JERUSALEN HASTA LA RESURRECCIÓN. Ed. Planeta Madrid – España 2011 p. 328
[3] Ibid p. 339

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