sábado, 1 de junio de 2013

COMIERON TODOS Y SE SACIARON



…Fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte…

San Ignacio de Antioquía


Sistema inmune

El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, esta es la Gran Celebración que tenemos entre manos. Esta celebración Eclesial une en estrechísima conexión todos los elementos de la Iglesia. Siendo la “Forma Consagrada” algo así como el corazón de la celebración, existen unas nervaduras principales y densas que conectan con Ella: El Sacerdote, la Comunidad, la Liturgia, la Transustanciación y toda la Sacramentalidad en torno a ella, la Comunión y -un tema que nos es muy querido, casi obsesivo- el Cuerpo Místico de Cristo.

Mucho hemos insistido combatiendo el individualismo, nuestro mal cultural por excelencia. Se diría que en nuestra sociedad todos los vicios y todos los problemas y defectos provienen de ese aneurisma. Nacemos, crecemos y nos educamos  en el individualismo. Todos los sistemas legales y éticos se han hecho pasar por ahí. En cada recodo de nuestro cerebro se ha instalado un chip cuya función consiste en filtrar todo para verlo desde una óptica egoísta. Frente a cualquier análisis siempre anteponemos –casi inconscientemente- nuestros intereses personales –pero ahí no está el problema, eso prácticamente es natural, lógico, necesario- lo malo no es ponerse uno mismo en el primer lugar, lo cual es una herramienta auto-conservativa; lo malo está en que esos chips allí incrustados, nos inducen a ignorar a todos los demás, a verlo todo desde nuestra óptica excluyendo cualquier otro punto de vista, haciéndonos culturo-centristas: sólo lo que pensamos nosotros es válido, es correcto, es sano…



Claro que de esa visión del mundo ego-centrada se deriva la intolerancia. La intolerancia tiene varios disfraces: uno, quizá el más inofensivo es la indiferencia; pero existen otras máscaras mucho peores como la agresividad y la violencia, el autoritarismo y las dictaduras (que muchas veces se ejercen no sólo a nivel estatal –desde los gobiernos nacionales- sino que en muchas oportunidades se expresa a nivel empresarial, familiar, inclusive en un núcleo de amigos y –con elevada frecuencia- en las comunidades, en los grupos pastorales, en las parroquias).

Figúrense hasta donde pueden llegar las  secuelas de este mal. Pues por muy creativa que sea su imaginación, dudamos que pueda sospechar la cantidad de males que vive el mundo y todo proviene de ese individualismo exacerbado. Muchos analistas, usando sus herramientas “científicas” creen ver en el capitalismo, en esa concepción comercial que se cuela en todos los poros de la sociedad, el virus de ese cáncer. Uno se pone a preguntarse ¿quién, y con qué propósito, sintetizó este virus? (porque su rápida propagación tiene tintes de guerra biológica) y, más allá de los “modos de producción, distribución y consumo”, se encuentra la obra del Malo.

Ustedes nos dirán: ¡Un momento, alto ahí, ese ya es el colmo de querer satanizarlo todo! Nada más lejos de nuestro interés; de verdad que ese está descomunalmente lejos de ser ese nuestro propósito. No queremos pintar al “Enemigo” mucho más grande de lo que él es. No, queremos guardar nuestro análisis en justas proporciones. Ni más grande, ni más pequeño de lo que realmente es. Todos ustedes saben lo decisivo que resulta el conocimiento real del adversario. Es rotunda la importancia de no desconocer las dimensiones del rival al que nos estamos avocando, reconociendo también sus impotencia, sus limitaciones, sus debilidades, en fin, su justa talla.



Al buscar detectar el foco de contagio es preciso dimensionar los requisitos –si alcanzables o inalcanzables- que se exigen para extirpar el mal y “exterminar” el virus. Sabemos que el “Organismo” ya ha generado los anticuerpos (la Vida-Pasión y Muerte de la Segunda Persona de la Santa Trinidad lo hizo), nos resta establecer cómo potenciar la producción del anti-virus. Estamos pues muy interesados en el Sistema Inmunitario: ¿Cómo se defiende el Cuerpo Místico de Cristo? El interés de nuestra investigación se encauza pues hacia la producción de estos antígenos.

Muchos éxitos se deben reconocer a los estudiosos que han invertido ingentes esfuerzos así como horas y horas de estudios. A ellos hay que –no sólo felicitar- sino también apoyarlos en su afanosa búsqueda, de cuyos resultados todos no podremos beneficiar. Enumeremos algunos de sus hallazgos: La solidaridad, la tolerancia, la fraternidad, el perdón, la amistad sincera, el compañerismo, la escucha, el trabajo en equipo, la capacidad de construir comunidad, el compartir, la sana preocupación por el prójimo, la caridad, la compasión (no la lástima), por citar sólo algunos…



Pese al reconocimiento de estos antígenos, no basta haberlos identificado, es preciso que la gente “se vacune”, ponga en práctica las medidas profilácticas y todas las recomendaciones que los médicos vienen haciendo por siglos y que se pueden resumir en un breve slogan: “…para que sean uno como lo somos nosotros. Yo en ellos y Tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que Tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí” ἵνα ὦσιν ἓν καθὼς ἡμεῖς ἕν·ἐγὼ ἐν αὐτοῖς καὶ σὺ ἐν ἐμοί, ἵνα ὦσιν τετελειωμένοι εἰς ἕν, ἵνα γινώσκῃ ὁ κόσμος ὅτι σύ με ἀπέστειλας καὶ ἠγάπησας αὐτοὺς καθὼς ἐμὲ ἠγάπησας. (Jn 17, 22b-23) O si les gusta en dos palabras: LA UNIDAD EN EL AMOR.

La tensión escatológica suscitada por la Eucaristía

¿Cómo conceptualizar el rol de las Formas del pan y el Vino Consagrados?: Como una especie de lente. Presencia real de Jesucristo en su Cuerpo, Sangre, alma y Divinidad. Pan que es verdadera Comida y Sangre que es Verdadera Bebida. Queremos relacionar la Dimensión Ontica del pan y el Vino, porque todo Pan y todo Vino lo son con relación a un hambre y una sed, al cumplimiento de la función nutricia y refrescante de la comida y la bebida respectivamente. ¿Se había detenida a pensar en eso? El Pan, la Hostia lo es para un comulgante, la realización de su existencia consiste en “nutrir” a alguien, y es alguien que se alimenta queda “lleno” (ha saciado su hambre) y su Llenura es que quedó Cristificado. Pero –y este “pero” es una objeción de tamaño mayor: Veamos, hay personas que se alimentan, se acuestan a dormir la siesta y cuando se despiertan… simplemente otra vez tienen hambre, esa es una forma de llenura, de saciedad. Otras personas se nutren y se ponen a trabajar, trasforman el alimento en energía creadora, trasformadora, “consumen” para “producir”, definitivamente esta es otra forma de “quedar lleno”, es quedar lleno de fuerza dinamizadora, creadora.

Así nos pasa al Comulgar: Podemos meter a Jesús en nuestro ser, en nuestro corazón y tenerlo allí enjaulado en la prisión de nuestro individualismo o podemos “permitir” que esa Dynamis cree del verbo hebreo  בָּרָא, bara (crear) pero el hombre no crea propiamente, en el sentido del verbo bara que es Crear como Dios que crea de la nada, el hombre crea trasformando… pero, Dios crea todos los días por medio de su criatura, el hombre.

Vemos que Jesús dedicó su vida a predicar el Reino, es decir, a proponernos una tarea creativo-trasformativa, que no podemos ejecutar con nuestras solas fuerzas, requiere nuestra fuerza más un “plus” que la convierte en super-fuerza; y esa super-fuerza se alcanza con un suplemento vitamínico denominado “Comunión”. ¡Qué nombre tan raro para una vitamina!



La propiedad que tiene esta vitamina es la de derrotar el individualismo, hacernos capaces de la Unidad, de volvernos Cuerpo Místico, de integrarnos a un Organismo y ponernos enteramente al servicio de esa Voluntad Superior que dirige, que lidera y que muestra el Camino: por eso Él mismo es el Camino. «Es un aspecto de la Eucaristía que merece ser resaltado: mientras nosotros celebramos el sacrificio del Cordero, nos unimos a la liturgia celestial, asociándonos con la multitud inmensa que grita: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero» (Ap 7, 10). La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusalén celestial, que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro camino.»[1]



Y continuaba diciendo allí el beato Juan Pablo II: «Deseo recalcarlo con fuerza…, para que los cristianos se sientan más que nunca comprometidos a no descuidar los deberes de su ciudadanía terrenal. Es cometido suyo contribuir con la luz del Evangelio a la edificación de un mundo habitable y plenamente conforme al designio de Dios.

Muchos son los problemas que oscurecen el horizonte de nuestro tiempo. Baste pensar en la urgencia de trabajar por la paz, de poner premisas sólidas de justicia y solidaridad en las relaciones entre los pueblos, de defender la vida humana desde su concepción hasta su término natural. Y ¿qué decir, además, de las tantas contradicciones de un mundo «globalizado», donde los más débiles, los más pequeños y los más pobres parecen tener bien poco que esperar? En este mundo es donde tiene que brillar la esperanza cristiana. También por eso el Señor ha querido quedarse con nosotros en la Eucaristía, grabando en esta presencia sacrificial y convival la promesa de una humanidad renovada por su amor.»[2]







[1] Juan Pablo II ECCLESIA DE EUCHARISTIA 2003. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia #19 p. 28
[2] Ibid p. 29

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