sábado, 2 de junio de 2012

ENVIADOS A BAUTIZAR EN NOMBRE DE LA TRINIDAD


Ve tú también
como los enamorados de Dios
a empujar con fuerza la historia
hacía le Jerusalén celestial,
para que el mundo sea una sola cosa
como nosotros tres somos un solo Dios.
Averardo Dini


…cualquier exposición conceptual sobre su unidad esencial y su Trinidad de personas será siempre imperfecta, por ingeniosa u original que se la pretenda.
Aldo Stella


Los tres se inhabitan. Donde está el Padre están los otros Dos, y así con cada uno. A esto se lo llama “pericóresis” o “circumincesión”: Los Unos están en el Otro y viceversa con cada Uno.



1

El pivote en torno al cual gira nuestra reflexión es el verso 19 y 20a del capítulo 28 de San Mateo, entresacado de la perícopa del Evangelio que la liturgia nos propone para este Domingo, el Domingo de la Santísima Trinidad: “Por tanto, vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir cuanto les he mandado”. πορευθέντες οὖν μαθητεύσατε πάντα τὰ ἔθνη, βαπτίζοντες αὐτοὺς εἰς τὸ ὄνομα τοῦ πατρὸς καὶ τοῦ υἱοῦ καὶ τοῦ ἁγίου πνεύματος, διδάσκοντες αὐτοὺς τηρεῖν πάντα ὅσα ἐνετειλάμην ὑμῖν·


La Santísima Trinidad está justamente en el centro de nuestra fe como dogma fundante y –cabe recalcar, en el versículo que nos ocupa- tres elementos:

En primer término tenemos un envío: “Vayan”, no cabe otra interpretación sino que hemos recibido un “envío”, una “misión”.

Segundo, ¿a qué se nos envía? Está muy claro, la misión es bautizar.

Y, en tercer lugar, ¿de qué clase de bautismo se trata? Se trata de bautizar “En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Sobreviene, de inmediato, un interrogante: ¿No es, acaso, nuestra religión monoteísta? Entonces, ¿cómo es esto que adoramos Tres Dioses? Aquí saltó el primer peligro, la primera confusión que amenaza nuestra fe. No son tres dioses, recordemos la fórmula catequética: “Tres personas distintas, y un solo Dios verdadero”. Son tres Personas pero eso no es un triteísmo, puesto que los tres son “Un solo Dios”.

Verdaderamente que no es nada fácil esta verdad de nuestra fe, pero eso no nos puede conducir a una especie de derrotismo, de aceptarlo así no más. Tampoco podemos empobrecer nuestra fe sin esforzarnos en la contemplación del Misterio. Estamos llamados a tratar de adentrarnos, pese a las dificultades que puedan entorpecer el acceso. La Revelación no puso allí el Misterio porque sí, se ha revelado como reto, a la vez que como indicio, señalando una dirección, una práctica.

Claro está que en el terreno de lo espiritual, nuestra experiencia y nuestros saberes corrientes no pueden auxiliarnos de otra manera que por semejanzas y analogías. Nos acercamos como a tientas, pero el Espíritu Santo nos conducirá y la Luz de Jesucristo iluminará el Camino. Se deberá avanzar con cautela, con conciencia, que habrá períodos de estancamiento o de mínimo avance. ¡No importa! Nuestra vida espiritual logrará crecimiento con este ejercicio reflexivo-contemplativo, acompañado de un actuar en compromiso y consonancia con ese sentido de Comunidad solidaria que se deriva de la imagen Trinitaria de nuestro Dios.


Nuestra experiencia terrenal tiene, en todo caso, una poderosa analogía: La familia y el amor familiar que la sustenta.[1] Claro está que muchas familias son anti-ejemplo o anti-testimonio  de La Santísima Trinidad. Muchos papás, con su forma de conducirse, desfiguran horriblemente la imagen del Padre, y otro tanto acontece con otros miembros de la familia, dificultando y, a veces, haciendo imposible percibir en ellos, el Rostro de la Trinidad.

La “cultura” actual promueve un paradigma de familia donde, no se propone la unidad sino se refuerza el individualismo, promoviendo el egoísmo con bonitos eufemismos como “realización personal”, “respeto de la individualidad”, “plenificación del individuo”. En el amor ágape, el que nos propone Jesús, ninguno de los individuos de la familia, o de los intereses personales, es mayor que la unidad de la totalidad. Se ponen primero, valores como la oblatividad, la capacidad de sacrificio, la entrega, el perdón –en fin- todo aquello que propenda a que “todos estén bien” y no a que cada uno quiera estar bien por su cuenta, y el otro, bueno el otro.. a mí ¿qué me importa? Un modelo de familia desgarrada, donde cada uno va por su lado: “Cada loco con su tema”[2]

Hemos insistido impenitentemente en poner el énfasis en la metanoía, es decir ese cambio de óptica y de enfoque que nos conduce a cuestionar lo que se hace normal pero irreflexivamente. Cuestionemos, por ejemplo ese paradigma egoísta: ¿por qué he de ponerme en primer lugar y descuidar a los otros miembros de la familia? Cuándo encontramos al ser querido, y nos propusimos construir una familia y un hogar,  ¿no estaba en el foco de la propuesta la felicidad común? Y esa felicidad común tiene que postergarse para “darnos espacio”, para airear la relación? Si, necesitamos una metanoía, un enfoque diverso, donde se de a la defensa de la unidad la primacía sobre la defensa de los particulares. ¿Cómo puede ser constructivo que la plenificación de mi “yo” comprometa seriamente la de mi cónyuge, la de mis hij@s, o la de ambos? ¿Puede haber una plenificación mía que comprometa la de mi cónyuge y/o la de mis hij@s quienes son parte de mi mismidad (y es que jamás podré ignorar que ellos han pasado a formar parte de mi “yo” y que cualquier cosa que los dañe me dañará también a mí?).

Toda esta reflexión, con miles y miles de implicaciones, nos conducen a vislumbrar, cada vez mejor, la profunda esencia de la Santísima Trinidad. Habrá siempre un abismo, Ellos son Divinos, y nosotros somos humanos, el pecado original nubla el entendimiento. Si logramos aislar en nuestra reflexión los egoísmos que en el caso humano dificulta esa oblatividad, alcanzaremos una mejor intuición. La Santísima Trinidad se nos propone como de unidad, de solidaridad, de fraternidad. NingUno quiere ser más que el Otro, todo lo que opta el Uno es aceptado por los Otros, donde está el Uno, están los Tres, son pues, el epítome de la concordia, la armonía, el entendimiento, la Comunión.

El mismo hecho de que Dios Hijo, se haya encarnado, garantiza nuestra capacidad para alcanzar intuiciones profundas que nos instruyan en la Samaritanidad, en la Solidaridad, en la Caridad Fraterna, en el Amor al Prójimo. Es más, en esa expresión de humildad, de abajamiento, de servicialidad, de “cuidado del Otro”, que al maximizar el Amor, es capaz de ver en el otro, a alguien superior o mejor que nosotros mismos, como se nos recomienda en la Carta a los Filipenses (Flp 2, 3b): ἀλλὰ τῇ ταπεινοφροσύνῃ ἀλλήλους ἡγούμενοι ὑπερέχοντας ἑαυτῶν; también en la Carta a los Romanos encontramos una recomendación de kénosis: “El amor fraterno sea afectuoso, estimando en más a los otros” (Rm 12, 10): τῇ φιλαδελφίᾳ εἰς ἀλλήλους φιλόστοργοι, τῇ τιμῇ ἀλλήλους προηγούμενοι.

Es de esta manera que superamos la división que siembra el Malo (Diablo es el que divide) y construimos Unidad, Comunidad, superando la soledad. Esta es la razón por la que Dios, que es Uno, no es soledad, porque en su Divina Trinidad, Él es Comunidad.


Estas reflexiones no son para un ejercicio meramente intelectivo, nos convidan a una práctica; se profundizan en la misma medida en que seamos capaces de hacerlas vida, de incorporarlas a nuestro ser, procurando asimilarnos rescatando en nosotros esa imagen de la Divinidad con la que Dios nos forjó. El nos creó “a imagen y semejanza suya” (Gn 1, 26); la Caída difuminó  la nitidez de la Imagen, pero no la eliminó por completo; y, la Redención -que nos regaló el Verbo Encarnado- viabilizó el rescate de esa Imagen. Meditemos buscando el significado de la Trinidad Santa para nuestra vida, el Sentido que le imprime a la existencia este Misterio Revelado.

2

Con el Concilio de Florencia se alcanza una exposición clara y específica del misterio de la Santísima Trinidad, no que la defina –puesto que ella es inabarcable en mcuanto es un concepto espiritual-divino- pero se deja establecida porque no se puede hablar de Tres Dioses: "Estas tres Personas son un solo Dios, no tres dioses, porque una sola es la substancia de los tres, una la esencia, una la eternidad, y todas las cosas son una sola cosa, donde no obsta la oposición de relación. Por esta unidad el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (DS 1330-1331), lo que deja derrotado el Triteismo.



Del amor grandiosos de una pareja surge la personalización de ese amor cuando nace el hijo. Así mismo, del Amor inefable del Padre hacia el Hijo y su reciprocidad, surge la Tercera Persona. Que El Espíritu Santo provenga de esta Relación amorosa se le denomina filioque.

Hemos comentado y prevenido contra el peligro del Triteismo. Desenmascaremos otro error anti-trinitario que asoló nuestra fe; se trata del Modalismo: Según el modalismo, Dios es una sola persona que se muestra de diversos modos, como si tuviera tres “máscaras”, o, tres atuendos distintos, de esta manera, llegan a decir que es Dios Padre, quien murió en la Cruz, usando su máscara de Hijo, por este argumento se les ha denominado Patripassianismo, o sea “el Padre padece”.

«…aferrados tenazmente al principio de la monarquía absoluta de un Dios estrictamente unipersonal, que les había sido trasmitido ancestralmente con la tradición bíblica véterotestamentaria.  Buscaban conciliar la unidad esencial de la divinidad, tal  y como la mantuvo milenariamente el judaísmo, con la noción dogmática de una trinidad personal, enseñada por el cristianismo a partir de los escritos neotestamentarios. Incapaces de aceptar la verdad evangélica propuesta por el magisterio eclesiástico, endurecieron más su tendencia ideológica judaizante, dando origen a una particular corriente de pensamiento religioso conocida como monarquismo moralista denominada también como sabelianismo, por el nombre de su más destacado propulsar Sabelio, en la primera mitad del siglo III… Como desconocían la distinción de personas en la única divinidad, los sabelianos llegaron a afirmar, en medio de la imprecisión conceptual, Que se destaca como una constante caracteristica de ellos, que fue el Padre el que padeció por nosotros y murió en la cruz. A causa de su estrambótica imaginación, se les conoció como patripasianos. »[3]


Impulsaron esta herejía Noeto de Esmirna, contra el cual escribió Hipólito; Praxeas, de Asia Menor, combatido por Tertuliano; Sabelio aplicó también esta doctrina errónea al Espíritu Santo enseñando que en Dios hay una sola hipóstasis y tres <<prósopa>> (máscara de teatro, papel de una función), conforme a los tres modos distintos con que se ha manifestado la divinidad. Enseñaba Sabelio al respecto que las denominaciones trinitarias de Padre, Hijo y Espíritu Santo, que corrientemente empleamos, sólo son los nombres con los que designamos a las tres modalidades con las cuales el único Dios existente se nos ha revelado progresivamente. Siendo la esencia divina per se incompatible con cualquier mutación o trasformación, hay que afirmar que el hombre Jesús de Nazaret es únicamente una coyuntural modalidad instrumental, utilizada por el poder de Dios para el cumplimiento de sus designios salvíficos. La humanidad de Jesús de Nazaret fue el simple modo funcional, de un instrumento humano, que Dios escogió para redimir a la humanidad pecadora, condenada a la muerte eterna. El Papa San Calixto lo excomulgo.

Nosotros aceptamos, no nos cansaremos de repetirlo, repudiando la herejía modalista, a un solo Dios Verdadero, y por eso nuestro credo se enraíza con el judaísmo en la vertiente de los monoteísmos, pero aceptamos que en su interior, por hablar de alguna manera, se dan tres personas, de la misma naturaleza, es decir –todas Tres- de naturaleza divina, Tres distintas Personas, óigase bien distintas, no simuladas, no mascaras; por otra parte, que se nos manifiestan operativamente distintas, jugando cada Una un rol distinto en los tres momentos nodales de la historia y la economía salvíficas: En la creación se nos manifiesta el Padre, en la Redención, se nos revela el Hijo, y, en el decurso santificacionista es el Espíritu Santo quien cobra el protagonismo, regenerando, reconstruyendo al hombre caído, gracias al Rescate que el Verbo Encarnado pagó para que esta terapéutica espiritual pudiera aplicarse y fuéramos sanados y, así insertados en el Cuerpo Místico de Cristo.

Queremos concluir citando de la Gaudium et Spes el numeral 24 «El Señor, cuando ruega al Padre que "todos sean uno, como nosotros también somos uno" abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las Personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» A esta entrega sincera nos llama el Señor con el envío: “vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos en el nombre (τ νομα) del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo cuanto les he encomendado (πάντα σα νετειλάμην μν·)

3

Moniciones



ACOGIDA

Reunidos hoy para celebrar la Santísima Trinidad, es importante que nos sintamos comunidad; muchísimo más que una gente reunida en un mismo lugar; sino vecinos, amigos, unidos en una realidad espacial común, con unos ciertos elementos de historia común, unidos por la fe, hermanos todos en Jesucristo, Nuestro Señor, hijos de un mismo Padre, que nos alimentamos todos de la misma Mesa y que comemos todos del mismo Pan y bebemos todos del mismo Cáliz.

Estar abiertos y dispuestos para celebrar la Santísima Trinidad requiere, pues, esta clara conciencia, y esta disponibilidad de cariño fraterno, de querer ayudarnos, apoyarnos, de edificar y profundizar nuestra amistad, desechando toda injuria, todo rencor, todo lo que nos pueda separar, aunque sólo sea un poquito.

Con un corazón fraternal vivamos, entonces, esta Sagrada Eucaristía.

LITURGIA DE LA PALABRA

De verdad que nuestra comunidad pertenece a un Pueblo muy bendecido: es maravilloso que Dios nos haya venido a buscar, que nos haya mostrado su Divino Amor con tantos y tantos prodigios, con tantas y tantas bondades y maravillas. ¡Grande es su Amor y Maravillosas sus ternuras para con nosotros!

San Pablo, por su parte, nos recuerda que Dios nos ha hecho libres, y el Santo Espíritu nos ha insuflado un espíritu de libertad. Esa libertad –para ser fieles a nuestra fe- debemos defenderla, practicarla, robustecerla.

Jesús, nos garantiza su acompañamiento –a través de todas las edades- y nos dice que nuestra misión consiste en enseñar, cabalmente, a cumplir todo cuanto Él nos ha mandado.

Escuchemos con profunda atención las Lecturas y ¡atesorémoslas en nuestro corazón!



ORACIÓN UNIVERSAL DE FIELES



Presidente
Jesús nos garantiza su fiel acompañamiento y nos envía, como enamorados de Dios, a “empujar con fuerza la historia hacia la Jerusalén Celestial, para que el mundo sea una sola cosa, así como la Santísima Trinidad es un Solo Dios”. Digamos con voz clamorosa:
¡Santísima Trinidad: Un Solo Dios!

  • Te suplicamos por tu Santa Iglesia, para que manifieste tu Trinidad Santa en el ejemplo de ser comunidad de verdadera fraternidad, solidaridad y amor mutuo.
¡Santísima Trinidad: Un Solo Dios!
  • Por  los gobernantes y las autoridades civiles, para que no contribuyan a sembrar divisiones partidistas, insidias y sectarismos entre tu pueblo; sino que edifiquen la sociedad sobre cimientos de unidad, justicia y paz.
¡Santísima Trinidad: Un Solo Dios!
  • Por las familias para que cultiven el ser imagen de la Divina Familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Personas distintas, pero en perfecta armonía y plenitud de comunicación.
¡Santísima Trinidad: Un Solo Dios!
  • Por nuestra Comunidad Parroquial para que en ningún momento olvidemos el Envío que nos da Jesús y que nos corresponde ayudar a fomentar el diálogo, y que tenemos la tarea de construir la Ciudad de la Misericordia.
¡Santísima Trinidad: Un Solo Dios!
  • Para que vivamos jubilosos y agradecidos nuestra fe, y con todas nuestras acciones agradezcamos a Dios el habérsenos revelado por su Hijo Jesucristo, que sopló sobre nosotros su Santo Espíritu
¡Santísima Trinidad: Un Solo Dios!
  • Por el VII Encuentro de Familias en Milán, para que su labor redunde en familias más amorosas y más a la manera de La Santísima Trinidad
¡Santísima Trinidad: Un Solo Dios!



Presidente
La orden de predicar el Evangelio fue dada para cumplirla en nombre de la Santísima Trinidad: Nuestra tarea y nuestro envío, para honrar al Tres-Veces-Santo, es proclamar que Dios es Misericordioso y mira el corazón de los hombres y no su vestido; y que nuestro compromiso es –como lo hizo San Francisco- llamar hermano y hermana a todos los hombres y mujeres y a todas las criaturas que nos encontremos.







[1] Al momento de escribir estas líneas, nuestra Iglesia celebra en Milán el VII Encuentro Mundial de las Familias con el lema “El trabajo y la fiesta”. Sobre este hito la prensa calla, mientras promueve el escándalo en torno al robo de unos documentos por parte de un mayordomo de la Santa Sede.
[2] Y se promueven otros modelos de los que no se puede ni siquiera hablar como de una “familia”
[3] Stella, Aldo. JESUCRISTO. CINCO MEDITACIONES CRISTOLÓGICAS Ed. Rafael Gómez Betancur. 2004. p. 77-79

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