sábado, 25 de febrero de 2012

πειραζόμενος

(SOMETIDO A PRUEBA)
Gn 9, 8-15/ Sal 25(24), 4-10 / 1 P 3, 18-22/ Mc 1, 12-15



Una voz grita:
“preparen al Señor un camino en el desierto
tracen para nuestro Dios
una calzada recta en la región estéril.
……………………………………..
Entonces mostrará el Señor su Gloria,
y todos los hombres juntos la verán.
El Señor mismo lo ha dicho.”

Is 40, 3. 5

Hay que salir de la esclavitud
Que me ha vuelto triste y pobre
Y comenzar a atravesar el desierto
…………………………………
Donde el cielo es atravesado por el arco iris,
Signo de tu gran abrazo, Señor. Amén.

Averardo Dini
1

Empezando, queremos considerar un dicho del refranero pupilar que ser refiere a un individuo de personalidad mermada, o quizá, simplemente una persona con una billetera de modesta dimensión, entonces, se hace alusión, denominándolo “Pobre diablo”. Queremos detenernos en este giro del habla porque en su connotación despectiva trasluce un menosprecio por el Malo. A él se nombra en el Evangelio de hoy con la palabra Satanás [Σατανᾶς, ᾶ, ὁ] que podríamos traducir como “el enemigo” o “el adversario”, “el Malo”, “El Tentador”; y frente a él queremos indicar dos posiciones, a cual más de peligrosas:

a) Afirmar que no existe
b) Despreciarlo –como sucede en la expresión arriba reseñada- y considerarlo un ente inofensivo, “algo” a lo que no hay que atender y mucho menos cuidarnos de él.

Ninguna de las dos actitudes es recomendable. Es lógico que todos aspiremos a tenerlo lejos de nuestra existencia, y, que si nos conducimos con una vida virtuosa, una vida fortalecida por la práctica asidua de la sacramentalidad, nutrida con la Confesión frecuente y la Eucaristía –como mínimo- semanal, tendremos las defensas altas y, sin embargo, tampoco seremos invulnerables, porque, como muchas veces vemos, son precisamente los más virtuosos quienes más ataques reciben. Esto lo podemos constatar en la perícopa que nos ocupa en este Domingo, donde el mismísimo Jesús se ve sometido a prueba por “El Tentador”.



Procuremos recordar que Satanás es un Ángel, Ángel Caído, bien es cierto, pero Ángel al fin de cuentas, y como tal, cuenta con recursos muy poderosos de astucia y confusión, porque como lo manifestó Jesús, es el padre de la mentira. (cfr. Jn 8, 44).

Pretender que no existe es sumamente peligroso, es como tener una infección y dejarla desatendida, pretendiendo que no existe; ganará terreno y cuanto más tarde se le combata menores serán las probabilidades de poderla erradicar puesto que se habrá potenciado y aferrado hasta hacerse inmune a los antibióticos.

Por eso, conviene reconocer que a largo plazo está perdido, porque ya Jesús lo ha derrotado con su preciosísima Sangre y con su Maravilloso Sacrificio; pero a corto término, para cada uno de nosotros hay una prueba que librar y un combate que dar, combate que requerir –si queremos alcanzar la victoria- de todo nuestro empeño; tomémonos pues los medicamentos y las vitaminas espirituales con disciplina y regularidad, a fin de estar –si no inmunes- por lo menos vigorosos para resistir sus múltiples y, a veces, sofisticados acechos.


2

El Desierto [ἔρημος, ον]: es para todos nosotros sinónimo de soledad, de esterilidad, de enorme arenal y, nos resulta un poco absurdo o –por lo menos- paradójico que Jesús llega allí “conducido” [ἐκβάλλω]; y ¿quién lo conduce?, nada más y nada menos que el Espíritu πνεῦμα. Pero, ¿cómo así? ¿Qué clase de sadismo empuja al Espíritu a conducir a Jesús, la Persona de Dios encarnado, humanado, a semejante paisaje de desolación?



Nos ayudará a mejor entender esta situación si entendemos que el desierto que conoce este pueblo judío es un desierto que en cierta temporada se viste de verdor e interrumpe su sediento panorama para revestirse de vida, momentánea pero esperanzadora.

A esto debemos añadir que la historia bíblica visualiza el desierto como la mejor época de la relación entre Dios y su pueblo, comparable con la de los recién casados, cuando los amoríos son de la mayor intensidad. Fue en ese período de prueba que el pueblo alcanzó la humildad y reconoció que sólo fieles a su Dios podrían superar su fragilidad. Fue allí donde Dios los nutrió, los guío, les dio el Pan del Cielo y calmó su sed haciendo brotar agua de las piedras. Ya en otra parte, en un blog anterior, afirmábamos que fue el período durante el cual el pueblo limpió su mentalidad de “esclavos” para aprender a vivir en libertad, porque Dios Padre no quiere para sí un pueblo que se le someta servilmente, sino un pueblo que conciente y responsable asuma la construcción del Reino de Dios. Sólo un pueblo que piensa como libre puede construir una sociedad just donde prevalezca el amor, la solidaridad, la fraternidad.



Como si fuera poco, la promesa escriturística vaticinaba que el Mesías vendría del desierto.

Entonces, en primer lugar, tengamos claro que la prueba y verse sometido a la tentación no es crueldad del Espíritu, sino ejercicio espiritual. Bien lo entendieron los Padres Eremitas que establecieron sus comunidades en áreas desérticas, porque el desierto es para la vida espiritual lo que es el gimnasio para la vida del cuerpo, un campo de entrenamiento, de fortalecimiento, de reforzamiento. Es allí donde su templa la musculatura y se hacen todos los ejercicios para mejor responder en el torneo, y en este caso el torneo es el de resistir la tentación.

3

Hemos venido mostrando que después del prólogo en El Evangelio según San Marcos se nos viene ilustrando cómo es una “jornada típica” de Jesús. Entre las cosas típicas y corrientes de todos los días del Divino Maestro está la tentación. Muchas veces, por la forma como está narrado el Evangelio, creemos que la tentación es una etapa inicial en el camino hacía Dios, pero que una vez que se supera vienen grados superiores de “iniciación” libres de esta molestia. Tenemos que reconocer que el asunto no es tan etapista. La tentación permanece allí, rondando, atenta al menor desfallecimiento, el Malo muchas veces blande la paciencia de los seres eternos que no les afana nada porque cuentan con “todo el tiempo del mundo”.



Ciertamente el Malo parece retirarse definitivamente en diversas oportunidades, simplemente para regresar con otro disfraz remodelado que, lo oculta de nuestra alerta para que él pueda acercarse agazapado y procurar herirnos con su dardo. En ese juego tn peligroso podemos ir reuniendo una gran ventaja, la experiencia que vamos ganando al resistir –si bien, como dijimos antes, no nos hace invulnerables- si nos capacita para mejor discernir las tentaciones y mejor y mucho más rápido desenmascararlas.

Lo que pasa es que, cada ataque es más refinado, más avasallador, más poderoso. Muchas veces el patas nos afloja con su constancia en acecharnos, en repetir incansablemente sus seducciones. No nos dejemos amilanar, acudamos siempre a la protección de Dios, refugiémonos en las Llagas de Jesús e invoquemos a su Santísima Madre, nuestra intercesora, a quien Jesús nada niega, para que Dios nos asista con las fuerza necesaria. Y recordemos la vida de los santos que combatieron exitosamente a pesar del acoso imparable, no desfallezcamos, los Ángeles nos ayudaran cuando parezcamos ya quebrarnos: γγελοι διηκόνουν ατ “los Ángeles lo asistían” dice en el Evangelio de hoy (Mc 1, 13b).



Después que a Juan lo encarcelaron παραδοθῆναι (“fue entregado” sería la traducción más a la letra; sin embargo los traductores siempre han preferido “fue arrestado”) Jesús empezó la predicación en Galilea. Esto es muy interesante, en vez de amedrentarse, y como queriendo decir que el anuncio de la Buena Noticia no se iba a detener silenciando a Juan, viene Jesús a Galilea a iniciar la predicación. ¿Qué es lo que predica? μετανοετε κα πιστεύετε ν τ εαγγελί: Arrepiéntanse y crean en el Evangelio. Nos gusta, enlazarlo con Isaías 40 , 10-11:

Llega ya el Señor con poder,
Sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo.
Trae a su pueblo
Después de haberlo rescatado.
Viene como un pastor que cuida su rebaño;
Levanto los corderos en sus brazos,
Les lleva junto al pecho
Y atiende con cuidado a las recién paridas.

Así ha sido a través de los siglos, cuando un corredor cae, viene otro detrás que recoge el “testigo” y sigue adelante. La peor derrota es cuando calla el profeta y la injusticia sigue incólume. Aún cuando acallen la voz de los profetas la denuncia continua y el enemigo desenmascarado es más ineficaz que cuando transita y pasa desapercibido haciendo su maligna obra, campeando sin trabas.


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