sábado, 4 de febrero de 2012

ÉL SE LE ACERCÓ, Y TOMÁNDOLA DE LA MANO, LA LEVANTÓ

Job 7,1-4, 6-7; 1 Co 9,16-19,22-23; Mc 1,29-39



La mayor parte de tu tiempo
lo pasaste en las ciudades pequeñas,
en los pueblos perdidos,
donde la gente huele feo
y las casas rebosan de pobreza.

Averardo Dini



El domingo anterior (29 de enero de 2012) dejamos la lectura del Evangelio según San Marcos en el versículo 28 del capítulo primero, hoy, retomamos en el versículo 29 y avanzaremos hasta el 39, lo cual nos prepara para retomar dentro de ocho días, en el versículo 40; y así sucesivamente: lo que queremos subrayar es que venimos haciendo una lectura continuada del Evangelio de San Marcos correspondiente a este ciclo B del año litúrgico que estamos viviendo. También hemos querido resaltar que en estas lecturas se ha ido retratando el modo de vivir y las acciones comunes a la vida de Jesús configurando lo que se ha dado en llamar un “día tipo” o “jornada típica” de Jesús. Lo típico sería, entonces, que Él comparta siempre con sus discípulos, vaya por ahí, expulsando demonios, sanando a los enfermos de los más diversos males, des-alienando a las personas para que ellas puedan vivir una vida plena, visitando la sinagoga, orando y en algunos casos también, polemizando contra un enfoque tradicionalista de la religión que, en vez de liberar, se pone al servicio de la opresión. Finalmente, pero no menos importante, por el contrario, conducta clave en la vida de Jesús, encontramos la oración, su relación con el Padre, que dinamiza todo su actuar e inspira todas sus acciones.

Jesús sale de la sinagoga y se dirige a casa de Simón y Andrés, va acompañado, además, por Santiago y Juan. Cuentan los historiadores que era común tener una comida en la casa de algunos amigos después de visitar la sinagoga, si ese es el contexto cultural, podríamos decir que Jesús hace lo que cualquier judío normal haría.

“Allí cura la suegra de Simón Pedro de la fiebre. Esta señora se convierte también en prototipo de discipulado de Jesús, dado que después de ser curada se pone a servirlo en adelante. La forma verbal es diēkŏnĕi que está en imperfecto para expresar una acción continua y duradera en el pasado[1]

Algunas personas malintencionadas pretendiendo pervertir el mensaje evangélico re-interpretan la acción curativa de Jesús diciendo que Jesús le quita la fiebre a la suegra de Pedro para ponerla a su servicio, es decir, se falsifica el acto curativo para releerlo como una gestión de explotación. Otros, no menos despistados, creen ver en ello una acción “machista”, era una mujer, pues que se ponga a cocinar, lavar y planchar (cada cual juzga como procede”.

Si seguimos nuestra recomendación, siempre estamos convocando para relacionar cada perícopa con la totalidad del evangelio, la carta, o –en general- del libro que se lee. Además, leer siempre a la luz de toda le Escritura. Habrán oído ustedes acerca de la lectura de un texto, fuera de contexto, que se convierte en un pretexto para demostrar… falsedades. En este caso, por ejemplo, si se leen cualesquiera otros episodios de Marcos, se hecha de ver, inmediatamente, que Jesús ni siguiera acepta que lo sigan muchos de los que Él curó y que espontáneamente se ofrecen a seguirlo. De igual manera, se descubre en Jesús al menos machista de los judíos de su época. De verdad, ensayen ustedes a descubrir en alguna parte un texto que mostrara en Jesús a un explotador, todo el tiempo apela a nuestra libertad; a muchos los invita a seguirlo, a nadie presionó. Hoy día, ¿a cuántos nos llama? Y ¿cuántos desprecian su vocación y asumen otros rumbos? Ser su discípulo es lo mejor es lo mejor que nos puede pasar, pero es nuestra libre elección seguirlo o no.

1

La suegra de Simón tenía fiebre. Hoy en día decimos que la fiebre es un síntoma, no es una enfermedad en sí sino el indicio que nos permite saber que algo está fallando en el cuerpo, que una infección, está atacándolo. No así en el tiempo de Jesús, en ese momento la fiebre es una enfermedad, y esa enfermedad revela el pecado que recae en la persona y cuya cuota de cobro, Dios la traduce en esa “enfermedad”. Poco más o menos, cada enfermedad revelaba la presencia de un demonio que atacaba a la persona enfermándola ya que, al alejarse de Dios, podía ser presa fácil del ataque de las huestes del mal. ¡Eran otros tiempos! Sí, en otros tiempos las cosas se interpretaban distinto; probablemente en el futuro también se burlaran de algunas de nuestras interpretaciones actuales. La función que cumple la ciencia es precisamente descorrer estos velos y conquistar una, siempre más clara, comprensión de la realidad. Al llegar a este punto es bueno concluir diciendo que la ciencia y la fe no tienen porque divergir; como muchos científicos verdaderamente sabios lo dicen: “Cuánto mejor comprendemos la realidad y se desvelan los misterios del mundo, más cerca estamos de Dios”. Fe y ciencia convergen.


En ese contexto histórico en que ocurrió la curación de la suegra de Simón Pedro aquella mujer, si estaba enferma era porque había pecado. «El relato se organiza en torno a cinco verbos en modo personal: (Jesús) vió, toco. (La fiebre la) dejó. (Ella) se levantó (y le) servía.»[2]

Dice también Baudoz que el verbo principal ἤγειρεν (levantarla) está enmarcado por dos participios: προσελθὼν (acercarse) y κρατήσας (tomarla) de la mano. El verbo levantar que se usa es el mismo que e usa todo el tiempo para referirse a la resurrección, como en los dos casos 1) cuando Jesús le ordena a la hija de Jairo que se levante y todos habían afirmado que ya era inútil porque la niña estaba muerta (Mc 5, 41); o en una situación similar, cuando “resucita” al joven poseído (Mc 9, 27). El verbo ἐγείρω que se usa en este caso, que significa más exactamente “despertar” a alguien, establece una suerte de analogía entre el dormir y el estar muerto, entre el despertar y el resucitar.

«Corresponde al que es curado entrar en la comunidad eclesial para servir a los hermanos como si fueran el mismo Jesús»[3]

Dame a mí también, Señor, un corazón
que prefiera la vida pobre a la suntuosidad, el dinero ganado sudando a la riqueza robada.
Dame a mí también un corazón
que sepa vivir sin muchas exigencias,
que sepa contentarse con lo que tiene,
preocupado solamente de estar cerca
a los olvidados, a los marginados
y también a los que en lugar de guantes
lleven en sus manos los duros callos de la fatiga.

2

Con mucha frecuencia la Primera Lectura retoma el tema del Evangelio; a veces, desde otra óptica, a veces mostrando el avance desde los tiempos pretéritos hasta los tiempos de Jesús para señalarnos, lo que podríamos calificar de evolución histórica de los valores. En esta oportunidad nos encontramos con un parentesco temático por oposición, por contraste. ¡Y vaya contraste!

Mientras Jesús es todo entrega y total servicio; y la suegra de Pedro, como discípula suya que llega a ser, también se vuelca en el servicio a sus semejantes, no porque sea mujer se pone a servir, sino porque cualquier discípulo, cualquiera que se haga llamar cristiano, sirve; Job, va por lo contrario, su vida es tristeza y desolación, transcurre sin esperanza: de día aguarda impaciente la llegada de la noche y en la noche no consigue conciliar el sueño, inquieto esperando la hora de levantarse, para levantarse –también- sin sentido y así, en un ritornelo desesperado y descorazonante. Mientras la vida de Jesús está llena del deseo de servir y la suegra de Pedro se hace diaconisa, la vida de Job, defraudado por sus amigos, es el epítome de la sinrazón.

Nos gusta retornar –una vez más- sobre esa frase de San Agustín, tan cara a la Madre Teresa de Calcuta. “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Es urgente que sepamos donar nuestras fuerzas al servicio de la construcción del Reino. Si recibimos el milagro de recobrar la salud, contra todo pronostico clínico –por ejemplo- estaremos en presencia de un milagro, pero nuestra sanación será –vista a los Ojos de Dios- como un despropósito; a menos que nos curemos para comprometernos con el Reino de Dios.

El pecado se llama “mortal” porque es un estar muertos en vida. Aún que vamos por ahí con signos vitales, nuestra vida es falsa e ilusoria, como la de un zombie, porque estar vivo es servir, compartir, fraternizar, sabernos hermanos puesto que hijos de Dios somos, en fin, consolar, perdonar, amar. Si, el sacramento de la confesión nos libera del pecado, estamos en presencia de otro milagro, de pronto, menos espectacular, pero milagro al fin de cuentas. Entonces, tú también, ¡levántate y ponte a servir!

«El Reinado de Dios no son las curaciones. Estas son como los calmantes del dolor. El Reinado de Dios será la solución total del problema. Pero para ello hay que liberar, por la enseñanza, de la esclavitud interna, suscitando el espíritu crítico del hombre frente a la ideología y a la enseñanza de los letrados y fariseos.»[4]

3

«…al día siguiente cuando Jesús decide hacer su oración matinal a solas en un lugar desértico. Al no encontrar a Jesús en casa, Pedro decide emprender su búsqueda para hacerlo volver a la ciudad donde todos lo esperaban; pero notemos que Jesús no obedece a Pedro (¡, 37-38)». Acabamos de hablar del servicio, un deseo sano, moderado, proporcionado por servir, todo lo contrario de la obsesión por el servicio. En las sociedades post – modernas se ha hecho normal y de corriente circulación una nueva adicción: el trabajoadicto.


Durante muchos años las personas escapaban de su hogar y evitaban enfrentar la relación hogareña y el tema de construir familia saliendo de su trabajo hacia el billar, el bar,  la taberna o, también era frecuente, encontrarlos en las tiendas de barrio, llenado las mesas con sus botellas de cerveza y vacías, dados a la tarea de beber cuanto más, mejor. Sin embargo, todas estas actividades requerían de un gasto, una inversión en alcohol, ya que en ninguna parte los alojaban gratuitamente hasta altas horas. Poco a poco, y según hemos leído, esta modalidad de quedarse en la oficina hasta muy tarde, se convirtió en una manía barata. No se trabaja mucho por ser útiles a la sociedad y el mundo; no, se queda uno hasta tarde en el trabajo para ausentarse de la vida.

A la consigna de servir, se debe añadir, hasta el justo término. Como decía la Madre Teresa de Calcuta “hay que dar hasta que nos duela”… pero vamos a añadir: “hasta ahí no más”. Lo que pase de ese límite ya es una aberración.

Si, enfáticamente declaramos que el servicio es una consigna para darle sentido a la vida, que –como nos dice el Padre Gustavo Baena sj. el que no vive para servir, perdió su viaje a la tierra. Pero, eso es todo. Hoy Jesús nos da un ejemplo contundente: el quiere atender a todos, se complace en sanarlos, en expulsar sus demonios, en predicarnos a su Padre, con palabras y con hechos. Pero pone un límite. Hay un tiempo estrictamente dedicado a la comunicación con su Padre, un contacto que requiere privacidad, intimidad, soledad, silencio: es como un tiempo dedicado a “cargar las baterías”, un tiempo coronado por la contemplación de la fuente del Amor, de la Misericordia, así con mayúscula; y un límite al servicio, y ese límite para Jesús es el momento en que la gente se quiere volver dependiente.

La Misericordia que practica Jesús no es de la clase de misericordias que encadena, Él no es Misericordioso para que la gente lo alabe, le toque platillos, le “eche flores”, lo admire y ya. Todo lo contrario, Él es Misericordioso para que nosotros aprendamos a ser misericordiosos y no más. El quiere discípulos libres, nunca esclavos. Y esta frase debe estar en la base de nuestra teología. «… tras una explosión de popularidad, quiere ponerse a orar al Padre. Huye del peligro de la popularidad. Jesús no quiere ser un líder y jugar con las mismas armas del poder. El líder, que, asume él solo las responsabilidades, infantiliza al pueblo y lo priva de la libertad. La reacción de los discípulos es muy otra. Ellos se extrañan de que Jesús se marcha cuando todo el mundo lo busca. Caen en la tentación de la popularidad…, pero Jesús se niega, porque no quiere ser líder de masas: “Vámonos a otra parte que voy a predicar también allí” »[5]

«Liberar a alguien de algo es el mayor favor que puede hacérsele. Pero la liberación tiene un peligro. Con frecuencia el libertador libera… con el resultado de que los liberados quedan sometidos al libertador. Conocemos países que estaban dominados por una dictadura, se organizó la revolución que derrocó a la dictadura… sólo para convertirse en una nueva dictadura. El precio de ser liberado, es con frecuencia, el someterse al libertador.»[6]

Es admirable, en este aspecto, la pedagogía de Dios que liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto y lo sacó para llevarlo a la Tierra Prometida, pero –para que se desintoxicara de su ideología de explotado, lo hizo vagar durante cuarenta años, toda una generación. Y luego, tuvo que conquistar esa tierra, no se la regaló, la tuvo que pelear palmo a palmo. ¡Qué enseñanza!

Muchos han denunciado nuestra fe por su mesianismo y tiene razón. Si la nuestra es una religión donde todo lo hace Dios, nunca vamos a ser libres, siempre seremos esclavos. «Cuando decimos Reino de Dios, entendemos la obra o acción de Dios en su pueblo. Jesús no predicó simplemente a Dios sino al Reino de Dios. El Reino de Dios es el trabajar de Dios en su pueblo para que viva en hermandad… Pide conversión, y que no nos instalemos o apeguemos a nuestras cosas. Él mismo es el primerao que va cambiando, que se desinstala y desprende, y que va a dedicarse por entero a construir el Reino.»[7]

4

¿Qué enseñanza nos queda? Podríamos ponerlo en las siguientes palabras: No es suficiente con ir a misa el domingo. Salgamos de la misa para –como hacen los Ministros Extraordinarios de la Comunión- ir a visitar a los enfermos, llevarles la Buena Noticia de Jesús, reconfortarlos en su dolor, en sus sufrimientos, animarlos, hacerles saber que son importantes para nosotros. Otra vez evocamos al Padre Gustavo Baena que nos decía que los enfermos y los ancianos son la “reserva sanadora de la Iglesia”, que desde su lecho de enfermos pueden hacer mucho más por nosotros comparado con  lo que hace la gente joven y sana, porque pueden y de hecho oran mucho, plenifican así su comunicación con Dios, y desde sus sufrimientos adquieren ante los ojos del Padre Celestial esa imagen de Cristo Sufriente que mueve el corazón del Padre. No tienen porque sentirse inútiles. Son la “reserva salvífica”.

Algo que nos admira en el relato de San Marcos, que hemos leído, es que Jesús cura sin palabras. Según nos lo cuenta este evangelista Jesús no dijo con sus labios ni una sílaba. Todo lo que hace es acercarse, y tener ese dulce gesto de tenderle las manos. Observando con nuestra mente esta escena, diríamos que el poder sanador de Jesús  sale de esas manos misericordiosas.

Imitemos estos gestos de Jesús, si no puedes visitar un enfermo el domingo hazlo cualquier día; si no puedes visitar enfermos, visita un preso, acompaña a un solitario, consuela a un triste, aconseja a un joven, asiste a un desesperado. Pero construye el Reino.


[1] Martínez Aldana, Hugo Orlando. EL DISCIPULADO EN EL EVANGELIO DE MARCOS. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM Bogotá – Colombia 2006. p. 31.
[2] Baudoz, Jean Fran ois. LECTURA SINÓPTICA DE LOS EVANGELIOS. CINCO EJERCICIOS DE LECTURA. Ed. Verbo Divino Estella-Navarra 2000 p.11
[3] Ibid p. 15
[4] Mateos, Juan sj. COMENTARIO AL EVANGELIO DE SAN MARCOS  Ed. Tierra Nueva. Quito –Ecuador. 2000 p. 34-35
[5] Mateos, Juan sj.  Op. Cit. p. 34
[6] Vallés, Carlos G. sj. DIEZ AÑOS DESPUÉS. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 1999 p. 98
[7] Méndez  Peñate, Adriana. JESÚS. MANUAL PARA LEER EL EVANGELIO DE MARCOS Ed. Tierra Nueva y Centro Bíblico Verbo Divino 7ª Ed. 2000 p. 25

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