sábado, 8 de octubre de 2011

INVITADOS A UN BANQUETE DE BODAS

Mt 22, 1-14

Salieron los criados a los caminos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos. El salón se llenó de convidados
Mt 22, 10



Jesús nos enseña por medio de esta otra parábola que apela a la imagen de un banquete para mostrarnos la naturaleza del Reino de Dios. Recordemos que San Mateo organiza su evangelio como una especie de Pentateuco, y que esta perícopa está ubicada en el centro de los capítulos 19 a 25 que conforman el quinto libro donde se nos indica, en definitiva, cómo será ese Reino. También vale la pena recordar que al decir Reino de los Cielos no quiere decir un reino que se construye como una realidad escatológica, para la otra vida, sino que, como los Judíos no podían pronunciar el Santo Nombre de Dios, el evangelista apela a este giro y lo llama Reino de los Cielos. No se trata entonces de un Reino Aeróstato, que flotaría entre las nubes, sino de una realidad terrena, campo de prácticas donde nos entrenaremos para vivir nuestra vida resucitada. Es algo que nos dice cómo vivir nuestro hoy, apuntando hacía el mañana y no algo que nos dice cómo vivir el mañana o el pasado mañana, que a su debida hora el Señor nos mostrará cómo, ya que “cada día trae su propio afán” (Mt 6, 34).

En el Apocalipsis Mayor de Isaías, es decir en los capítulos 24 a 27, ya encontramos esta imagen del “festín de manjares suculentos y vinos de solera” (Is 25, 6) Como podemos darnos cuenta esta realidad parabólica es de muy sencilla captación puesto que uno de los mejores momentos, plenos  de amistad, de relación interpersonal agradable y rebosante de alegría es el de un banquete. Isaías completa la imagen de plenitud del banquete con estas notas que incorpora en Is 25, 7-8:

a) “Arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones”. Se trata de un “develar”, de retirar el velo que oculta, que impide ver, ese que causa que miren y no vean y por más que escuchen no comprendan (cfr. Mt 13, 13) donde Jesús hace alusión a Is 6, 9-10. Está hablando pues de “revelarles” por fin lo que antes era impenetrablemente incomprensible. A lo cual corresponde el verbo griego ἀποκαλύπτω (apokalupto) de dónde proviene el título del último libro bíblico, el Apocalipsis.
b) “Aniquilará la muerte para siempre” lo cual nos afirma en la certeza de que una vez resucitados no volveremos a morir.
c) “Enjugará las lágrimas de todos los rostros y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país” esto se tiene que entender como una protección no retirada, aquí Dios nos manifiesta que podemos contar con Él, que al fin de cuentas, podemos contar con su bondad y su Misericordia puesto que van con nosotros todos los días de nuestra vida.

Esta tercera nota de Isaías nos conduce directamente a otro banquete, se trata del Salmo 22 donde el Señor nos prepara la mesa, nos sirve una copa rebosante y nos unge la cabeza con perfume. Este salmo es un salmo del huésped de YHWH, es decir de uno de sus amigos, de uno de sus invitados, que permanece fiel en el templo, que habitará en la Casa del Señor por años sin término, es decir, se trata de uno de sus escogidos, un miembro del pueblo escogido, que en términos cristianos no es un tema de raza sino de fidelidad y cumplimiento de sus mandatos.

San Pablo en Filipenses, capítulo 4, nos dice que a una buena obra nuestra, como la solidaridad que mostraron los filipenses con Pablo y que le fue entregada por Epafrodito noble acción que sube a Dios como sacrificio agradable y aceptable a Dios, seguirá la esplendida riqueza de Dios que se encargará de cubrir todas nuestras necesidades, y las cubrirá con creces.

Por eso el Rey (Dios) no limita la invitación a una raza, al pueblo judío, sino que envía a sus criados (en la versión griega se habla de “esclavos” δοῦλοι, porque –como nos lo dice San Pablo en la 1Cor 9, 16-19 – anunciar el evangelio es una obligación ineludible, y añade, “aunque no soy esclavo de nadie, me he hecho esclavo de todos a fin de ganar para Cristo el mayor número posible de personas”) para que conviden a “don Raimundo y todo el mundo” sin hacer acepción de persona; observemos que en el evangelio dice específicamente que se convidaron no sólo a los buenos, sino también a los malos.

Aún otro detalle. Cuando era niño y oía que una persona que no iba vestida con el traje apropiado a una fiesta era totalmente discriminada me sonaba muy injusto; en ese momento dos ignorancias flagrantes me acompañaban: Primero, no sabía que la invitación de un Rey en ese tiempo incluía el vestido apropiado, y , en segundo lugar, yo no alcanzaba a captar que se trataba, en la parábola de un vestido Sacramental, aquel que nos proporciona el bautismo y, que luego, si se llega a manchar o enmugrar, podemos llevarlo a la lavandería que en términos sacramentales es el sacramento de la Conversión o sea de la Confesión o Reconciliación. Habida cuenta de esta información, hoy día, un poco mejor informado, tengo que cantar la Misericordia de mi Señor, el Rey que nos ha invitado al banquete de bodas, se celebran las Bodas del Cordero con su Prometida, la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo. Al Dios y Padre nuestro sea la gloria por los siglos de los siglos.

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