sábado, 25 de junio de 2022

PARA LA LIBERTAD NOS HA LIBERADO CRISTO

 


XIII Domingo del Tiempo Ordinario (C)

1 Re 19, 16b,19-21; Sal 16(15); Gal 5,1,13-18; Lc 9, 51-62

 

“Hay dos clases de libertad: la falsa, en la que uno puede hacer lo que le plazca, y la verdadera, en la que uno puede hacer lo que debe hacer”.

Charles Kingsley

 

La libertad es el poder creativo, poder de inventar una vida, de descubrir los pasos de liberación de la humanidad.

José Comblin

 

“Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén” -empieza diciendo el Evangelio, como es frecuente en nuestra manera de acercarnos a las Lecturas, tratamos de precisar acercándonos a la versión griega, donde aparece el verbo στηρίζω [steridzo] que significa afianzarse en una decisión, afirmarse en una idea, algo así como cuando uno empieza a considerar cierta opción y, entre más lo piensa, más se convence que es por ahí; es así como Jesús, al ver que empieza a acercarse “su hora” tiene mayor claridad y se consolida que antes de su ἀναλήμψεως Ascensión (que es la palabra que aparece en el verso 51 del capítulo 9 del Evangelio lucano: “Levantado”), debe ir a Jerusalén. Se trata de un ponerse en camino, es como si hubiera concluido -por decirlo de alguna manera- una fase de su vida, una fase de “escucha” y pasáramos a otra fase de caminar, junto con Él (fase sinodal), de Galilea hacia Jerusalén, pasando por territorio samaritano, donde, es rechazado y no se le aloja, precisamente porque τὸ πρόσωπον αὐτοῦ ἦν πορευόμενον εἰς Ἱερουσαλήμ. “tenía intención de ir” a Jerusalén, (no dice precisamente que tenía esa intención, sino que “mostraba trazas”, que eso era “lo que comunicaba su aspecto”).

 

Santiago y Juan (como suelen proceder los “hijos del trueno”), proponen descargar la ira Celestial contra aquella gente que le negaba hospitalidad. Eso para Jesús lo único que merece es una severa reprensión, pero, la palabra ἐπιτιμάω -que encontramos en el verso 55- no se queda en la reprensión, sino que, además, re-direcciona, indica no solamente por donde no, sino que añade, además, y señala “por dónde sí”.

 

Mantenernos en la libertad de los hijos de Dios

Uno puede iniciar un camino, recorrer media cuadra, arrepentirse, volver a la intersección y emprender otra ruta, de la cual también se arrepiente, y vuelve y juega, y así, ad infinitum, todos los días, mañana tras mañana. Algo así como iniciar mil carreras y no terminar ninguna. O, cambiarse una y otra vez de ropa sin decidirse jamás a salir y regresando una y mil veces a la primera muda, sin poder optar cual llevar ese día. Otros, quizás, con la idea de usar su libertad, hacen y deshacen, se hacen daño y se lo causan a otros, dañan el medio ambiente, destruyen las riquezas y bondades de la naturaleza, agreden a sus semejantes y –al concluir la jornada- hacen gala de su “manejo de la libertad”, se trata de la libertad anti-social. Ni siquiera la libertad limitada por la libertad de mi prójimo alcanza a ser sano ideal para la edificación del Reino. Hay que ir más lejos para poder disfrutar la libertad, para vivir la felicidad -diríamos mejor, la bienaventuranza-, el esplendor de la vida (que está conectado muy estrechamente con el resplandor de la verdad), es preciso ir más allá del respeto de la línea limítrofe de una libertad equitativa, con gestos de solidaridad, dialogo, escucha, fraternidad y búsqueda del bien común, caridad, misericordia, que equiparen al más débil. La construcción del reino implica aprender, aceptar y partir de un nuevo paradigma: mi libertad comienza solamente cuando tú también puedes ejercer la tuya, y nos equipara como hijos de Dios, hermanos en Cristo Jesús. Esta es la manera de contrarrestar el hecho que siendo todos iguales, hay -por ahora- unos “más iguales” que otros.

 


Evidentemente, no basta con saber que tenemos libertad, es indispensable saber en qué consiste. Porque para alguien que siempre ha sido pisoteado, su libertad es tan mínima, tan ínfima, tan incomprensible que prácticamente no tiene libertad, entonces, los límites de la libertad del más fuerte, han acaparado desde antes, los espacios legítimos de la libertad del “oprimido”, del “anawin”. “Pues si ustedes se muerden y devoran mutuamente, acabarán por destruirse” (Ga 5, 15) Para que mejor conozcamos nuestra libertad queremos citar -así sea fragmentariamente- del Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 1731-1735. 1739-1742; sin embargo, los invitamos muy cordialmente a leerlos en toda su extensión:

 


1731 La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.

1732 Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y, por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar… La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito.

1733 En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (cf Rm 6, 17).

1734 La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos.

1735 La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales…

1739 Libertad y pecado. La libertad del hombre es finita y falible. De hecho, el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad.

1740 Amenazas para la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier cosa. Es falso concebir al hombre “sujeto de esa libertad como un individuo autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 13). Por otra parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la caridad. Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina

1741 Liberación y salvación. Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud. “Para ser libres nos libertó Cristo” (Ga 5,1). En Él participamos de “la verdad que nos hace libres” (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha sido dado, y, como enseña el apóstol, “donde está el Espíritu, allí está la libertad” (2 Co 3,17). Ya desde ahora nos gloriamos de la “libertad de los hijos de Dios” (Rm 8,21).

1742 Libertad y gracia. La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana, especialmente en la oración, a  medida que somos más dóciles a los impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo.

 

Pautas útiles para la construcción de un Manual del Reino

Así, tomando por otro “tubo” de los vasos comunicantes, el de la “libertad”, una vez más desembocamos en el concepto de Cuerpo Místico de Cristo, Iglesia ampliada, comunidad fraternal mundial, universal, que no disuelve a todos en un “uno” abstracto como el que aparece en el verso 57 del Evangelio, sino que equipara a cada uno como miembro, como órgano, con su identidad, con sus funciones, con su “persona” en una macro-entidad de respeto mutuo, de mutua valoración, donde “Se dice: ‘Uno es libre de hacer lo que quiera. Es cierto, pero no todo conviene. Si, uno es libre de hacer lo que quiera, pero no todo edifica la comunidad. No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás.’” (1Co10, 23-24).

 

Hay una generosidad, en Cristo y no podemos incurrir en un pensamiento ego-céntrico, sino que debemos colocar a Jesús en el centro de nuestra existencia de manera tal que cada acto y cada instante se hagan Cristo-céntricos. Vayamos directamente a la Segunda Lectura de este Domingo XIII Ordinario, (Ciclo C): “Su vocación hermanos, es la libertad. Pero cuiden de no tomarla εἰς ἀφορμὴν como pretexto (ocasión, oportunidad) para satisfacer σαρκί (su egoísmo, materialismo, cuerpo, carne); antes bien, háganse δουλεύετε servidores (esclavo, consagrado a) los unos de los otros por ἀγάπης amor.” (Ga 5, 13). Así que nuestro egoísmo, nuestra “carnalidad” debe ser contrarrestada y contrapesada por nuestra disposición al amoroso servicio de nuestro prójimo.

 

Viene aquí la frase –consigna del Manual para la Construcción del Reino: “Porque toda la ley se resume en un solo λόγῳ precepto: Amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Ga 5, 14). «… el espíritu es la memoria de todo lo que Jesús hizo y enseñó (Cfr. Jn 14, 26). Por tanto, vida según el Espíritu es vivir del modo como vivió Jesús, creando relaciones de fraternidad, justicia y amor, a fin de que la vida de Dios se manifieste plenamente. … la vida según el Espíritu y la vida según los instintos egoístas son como dos árboles con frutos totalmente diferentes: el primero produce frutos buenos; el segundo frutos malos».[1]

 

Quemar las amarras

En la Primera Lectura, tomada del Primer Libro de los Reyes, encontramos que Dios está preparando el relevo de sus huestes, ya que Jezabel había obligado a Elías a huir y lo tenía amenazado de muerte. Como relevos designa a Hazael para Rey de Siria, a Jehú como Rey de Israel y a Eliseo como sucesor del propio Elías (1Re 19, 15d-16): Estamos en la escena en que Eliseo es vocacionado. Sin embargo, cuando Elías cumpliendo el encargo de Yahvé llega donde Eliseo, este pide plazo, como lo pide también el tercer “aspirante a discípulo de Jesús” en el Evangelio de este Domingo. Se trata del asunto de las prioridades: el mundo de la carne nos presenta tres lazos esclavizantes, tres alienaciones, tres tentaciones -que sólo por casualidad son las mismas con las que el Tentador trato de morder a Jesús: el tener, el poder y el aparecer, que nos conducen a la idolatría arrastrándonos hacia “falsos dioses”. «Todo afecto por más que sea sublime es secundario y derivado,… Nuestra voluntad, a causa del pecado, no es indiferente y no tiene la prioridad que debe ser… La realidad humana, incluso la más grande, no se debe absolutizar… El pecado nos ha hecho perder el rostro del cual somos imagen e idolatrar la imagen reflejada… colocar a la creatura antes del Creador, como si estuviera en competencia, es invertir la relación vital hombre-Dios… En realidad el único deber es la obediencia al Padre,... La llamada al reino supone que ningún afecto sea jamás prioritario ni sea jamás absolutizado… Si no abandonas todo afecto prioritario con respecto a Dios y no ordenado hacia Él, no eres libre y fallas en darle sentido a la vida»[2].

 

Hablemos de vacunas, porque junto a estos tres eslabones de la cadena existen tres antídotos: pobreza, castidad y obediencia los que agrupamos en el cartón de vacunas con el nombre de “consejos evangélicos” porque con ellos se nos facilita poner de primeras en la jerarquía de nuestras decisiones al Señor. No son “yugos”, son dones por los que se opta para estar en mejor disposición de poner en el primer lugar la Voluntad de Dios.

 


Elías le permite a Eliseo irse a despedir, pero, acto seguido y sin solución de continuidad Eliseo recapacita y entiende que el llamado no se hace para darle largas, que cuando uno es llamado es para ya; o como dice la fórmula popular: “Para antier es tarde”. El llamado que nos hace Dios debe ser acogido con perfecta e inmediata disponibilidad: “¡Aquí estoy, háblame Señor que tu siervo escucha!” o como en la respuesta de Santa María: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Esta es la enseñanza que podemos sacar de la Primera Lectura, juntándola al Evangelio: El Señor quiere ver nuestra entrega, y disponibilidad, Él tiene urgencia de nuestros servicios, en su Plan Salvífico tiene escritos un “ya” y un “ahora” que no admiten dilación. Así que conviene que “matemos los bueyes” y “hagamos trisas el arado y con sus pedazos encendamos una fogata” (cfr. 1Re 19, 21). Recordemos como se desmovilizaron por ejemplo los dos de Emaús, se desgranaron del equipo y se volvieron a su pueblo (Lc 24, 13-18); o San Pedro, que una vez muerto Jesús anuncia que volverá a ser pescador: “Voy a pescar” (Jn 21, 3b); como cualquier desertor, avisa que vuelve a lo de siempre, que abandona para volver a lo mismo, a lo conocido, a lo seguro, a lo rutinario; y ¿dónde queda la misión?… debería haber quemado las redes desde el principio y la barca; quemar las naves siempre significa que no hay vuelta atrás, conservarlas, así sea en secreto, quiere decir que, en el fondo, siempre estamos pensando en la deserción, en la vuelta al pasado. “Mirar hacia atrás” siempre síntomatiza que no estamos preparados para entrar a construir el Reino de Dios:

 

Que podamos decir con el Salmista:

…lejos de Ti no hay cosa buena

El Señor es la parte que me ha tocado en herencia

Mi vida está en sus Manos

                                                                                    Sal 16(15), 2b. 5b.6



[1] Bortolini, José. CÓMO LEER LA CARTA A LOS GALATAS. EL EVANGELIO ES LIBERTAD Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2002 p. 35

[2] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE LUCAS. Ed. San Pablo Bogota -Colombia 2014 pp. 349-350

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