sábado, 30 de abril de 2022

PESCADORES DE HOMBRES CON EL RESUCITADO

 


 Ἀκολούθει μοι

Hech. 5, 27b-32. 40b-41; Sal 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y l2a y 13b; Ap 5, 11-14; Jn 21, 1-19

 

… no existe sino un verdadero perdón, el perdón de Dios, a quien con nuestros perdones más o menos grandes, logramos parecernos un poco más cada día.

Marie-Thérèse Nadeau

 

Dejamos atrás a unos discípulos timoratos, a puerta cerrada, para encontrarlos ahora a descampado; ya no están en Jerusalén, ahora están en el mar de Tiberiades. Se tratará de la manifestación (ἐφανέρωσεν/φανερόω: hacerse visible para ratificar algo) de Jesús en el lago, que se sigue manifestando, que sigue actuando en su Iglesia, que no abandona a los que van en la barca y tienen a su cargo la pesca de hombres, la conducción de la barca en medio de la tormenta. ¿Hemos dejado atrás la prodigiosa escena del Tomás Incrédulo y la Misericordiosa respuesta de Jesús? ¡Ese gesto está saturado de perdón! Jesús actúa amorosamente con Tomás y la médula de ese amor es la casi increíble capacidad de perdón que le muestra.  Dirijámonos al significado de la palabra perdón, per significa totalmente, completamente, enteramente; y don que significa regalo, obsequio, dar gratuitamente: perdón se entenderá -después de esta mirada a sus raíces- como total entrega, cesión generosa y voluntaria, dación que se hace a favor de otro. Un paso más para llegar a las profundidades de esta palabra: perdón es dar, sin retener nada para sí, es entrega total –como ya se dijo- sin retener, ni escatimar. El que perdona se abandona a sí mismo, se hace oblación, se quita el manto y se amarra una toalla a la cintura; ofrece sus manos y su costado para que lo hurguen con los dedos sucios, infectados y groseros. Va más allá en su auto desapego y auto despojo, se deja desnudar, se deja flagelar, se deja quitar la túnica inconsútil para que la jueguen a los dados, se deja crucificar, se hace hostia, llega hasta la inmolación. Perdonar es dejarse manipular, dejarse guardar en el Sagrario, dejarse encerrar en un copón, permitir que cualquier persona nos devore, nos mastique, nos trague… Perdón significa suprema dación. De hecho, la palabra equivalente en hebreo סָלַח significa “llevar” o “sacar” como cuando se lleva a alguien de un lugar que lo dañaría, y sacar como cuando liberas a alguien de una prisión, en hebreo es sinónimo de “rescate”. En griego está la palabra ἄφεσις [áfesis] que significa soltar o liberar. Procuremos pues –con la perícopa del Evangelio Joánico que leemos en este Tercer Domingo de Pascua- adentrarnos en esa faceta de la Misericordia que es el perdón. En la situación de la perícopa actual están los 7 discípulos -los primeros llamados- pero ahora, es Pedro quien está al centro con Jesús. «Este capítulo se puede llamar “epílogo” del Evangelio, que comenzó con un prólogo. El prólogo nos presentó la “prehistoria de Jesús”, el Verbo Eterno de Dios, vida y luz del mundo, se ha hecho carne… El epilogo nos presenta la “historia después de Jesús”: los discípulos continúan su obra y lo testimonian ante el mundo.»[1]

 

Se trata, según nos informa el propio Evangelio, de la tercera aparición del Resucitado. Y de un banquete que es -por la Presencia de Jesús- una Eucaristía. «A mí me emocionan estos pequeños detalles: El Señor había preparado el fuego para asar los peces. Aun después de su resurrección, el Señor sigue teniendo estos detalles… Me encanta esa delicadeza de Dios.»[2] «En el capítulo 20 la cristología se convierte en “pneumatología”: Los discípulos ven al Resucitado, acogen el Espíritu y son enviados al mundo. En el capítulo 21 la cristología y la pneumatología se convierten en “eclesiología”: el que ha visto la carne de Jesús y ha acogido a su Espíritu, se convierte en hijo y continúa en el mundo la misión de revelar al Padre… Este capítulo colocado al final del Evangelio, más que una conclusión es una apertura. En efecto, abre al mundo entero el horizonte de la vida nueva que el hijo ofrece a los hermanos.»[3]

 


El perdón que recibe Pedro es una experiencia bautismal. El signo de purificación, de rehabilitación, inclusive, de reconciliación, es la zambullida (recordemos, una vez más, que la palabra bautismo significa en griego “sumergir”). «Arrojarse al agua y salir a flote, desnudez y vestido son alusiones al bautismo. Simón Pedro sepulta su pasado ahogando las presunciones y las culpas, para volver a salir a flote en la orilla y encontrar a Jesús.»[4] Pedro será perdonado por medio de un filtrado “amoroso”, su dialogo con el Maestro lo llevará a encontrar un tesoro de amor que recompone, que sana y libera, que re-dignifica. El Señor lo ratificará como Pastor por medio de un dialogo de amor, donde la clave de la conversión radica precisamente en la conciencia del Amor, amor desinteresado ἀγαπάω [agapáo], amor de amistad firme φιλέω [filéo].

 

«Pedro es uno que ha tenido la evidencia de la llamada más que los otros. Fue llamado en el cuadro de la pesca milagrosa, y por tanto, ha tenido una evidencia excepcional de la confianza puesta en él. Cuando Jesús llamó a los apóstoles, fue escogido de primero y se le confió una especie de responsabilidad, de corresponsabilidad con Jesús, una suerte de privilegiada atención que después quedó especificada y esclarecida en el mandato, en la promesa de Jesús cerca de Cesárea de Filipo…

 

Pero este hombre, objeto de tantas atenciones por parte de Jesús, falló totalmente en el momento de la prueba decisiva, porque en una circunstancia embarazosa se dejó arrastrar por la confusión, por el miedo, y públicamente negó al Maestro.

 

No sólo… perjudicó gravemente a Jesús, fue una de las causas de su muerte, porque su comportamiento en el huerto de Getsemaní fue exactamente lo contrario de lo que se esperaba. Al sacar la espada, dio motivo  de reconocer a Jesús como subversivo y malhechor, errando la táctica de impostación de la defensa.

 

En fin: Pedro en vez de ponerse a seguir al Maestro como alelado, para luego dejarse engatusar, tenía el deber de reunir a los Doce, buscar testigos en favor, llevarlos al tribunal para que hicieran declaraciones.

 

Concretamente: Pedro desmereció totalmente la confianza, porque no respondió ninguna de las esperanzas.

 

Conclusión: Pedro ante la prueba ha fallado.»[5]

 

 

A continuación, nos señalaba en su comentario Carlo María Martini, que la sentencia habría sido, por lógica, una sanción de privación, un retiro de jerarquía, con suspensión de autoridades; reducción a un papel mínimo, por allá de quinto orden, una temporada larga de prueba, no menor a cinco años. Pero el Corazón Misericordioso tiene otra perspectiva. Aquí hay que recordar que Dios no juzga como nosotros. «Pero sucede lo contrario de lo que pensamos nosotros: Jesús le vuelve a dar confianza a Pedro… Jesús le pasa su misión, aquella por la cual él murió: la misión de reconducir a la unidad a los que están dispersos.»[6]

 


«La triple pregunta de Jesús a Pedro: “¿Me amas?”, y la triple respuesta de Pedro: “Si, Señor, tú sabes que te quiero”, corresponde a las tres veces que Pedro negó a su maestro (20, 15-17). Es la reintegración de Pedro al movimiento del Maestro, Pedro, afligido y un poco más humilde ahora, renueva su compromiso con el Señor. Junto con la reintegración también va repetido tres veces el mandato: “Cuida de mis ovejas”. Será el servicio que prestará Pedro.»[7]

 


«La enseñanza del trozo, pues, se dirige a una comunidad, a la que hay que recordarle que el Señor está ahí, está cerca; hay que abrir los ojos y percibir sus indicaciones providenciales, para saber que no ha cambiado, sino que siempre obra como amigo, con benignidad y realeza del mismo modo como al comienzo en Caná y sucesivamente con las personas que encontró durante su vida pública».[8]



[1] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2008 p. 634

[2] Helder Câmara, Dom. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España 1985. p. 185-186.

[3] Fausti, Silvano. Op. Cit. pp. 634-635.

[4] Ibid p. 640

[5] Martini, Carlos María. ITINERARIO ESPIRITUAL DEL CRISTIANO. PUEBLO MIO SAL DE EGIPTO. Ed. Paulinas Santafé de Bogotá D.C.-Colombia 1992 p. 104       

[6] Ibid p. 105. 109.

[7] Seubert, Augusto. COMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá D.C.  1999 p. 156.

[8] Martini, Carlos María. (Card.) EL EVANGELIO DE SAN JUAN. EJERCICIOS ESPIRITUALES SOBRE SAN JUAN. Ed Paulinas 2da ed. Bogotá-Colombia 1986. p. 149-150

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