sábado, 19 de marzo de 2022

DIOS AGUARDA PACIENTEMENTE NUESTRA CONVERSIÓN

 


DIOS - DONACIÓN

Éx 3, 1-8a. 13-15; Sal 102(103), 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 11; 1Cor 10, 1-6. 10-12; Lc 13, 1-9

 

 

El Señor es compasivo y misericordioso,

Lento a la ira y Rico en clemencia;

Sal 102(103), 6-7

 

Señor, Señor, ten piedad de mí

y de nosotros… me arrodillo

y pongo la frente en tierra …

Dame un año más, cada año un año más.

Quiero cantar, quiero pintar un firmamento…

Tantos planes, tantos sueños sin cumplir.

Elior Cymbler

 

 

El salmo de la liturgia de este domingo nos explica que Dios es despacioso, muy despacioso para enojarse y en cambio, es rápido para perdonar (cfr. Sal 103(102), 8). Si vamos tres versos adelante en este salmo nos dirá: “tan inmenso es su amor por los que lo honran como inmenso es el cielo sobre la tierra”.

 


La higuera podría ser signo del Pueblo de Dios, el Pueblo de Dios debería “dar fruto”, frutos de paz y amor, frutos de reconciliación y fraternidad, frutos de concordia y solidaridad; todos ellos adornados e inmersos en el resplandor de los frutos de alabanza y adoración. Se dice –y tiene muy buena lógica- que “amor con amor se paga”, esta gratitud no es una fórmula mercantil, y en eso debemos ser muy enfáticos, no es una norma que rija el intercambio de mercancías, simple y sencillamente porque el Amor, no es una mercancía, el amor es la biosfera de la vida humana, de las relaciones interpersonales, el contexto tibio, acogedor y benévolo que nos permite existir y devenir en plenitud. Tengamos, eso sí, mucho cuidado con las tergiversaciones del amor, que lo reducen a eroticidad, a mera sexualidad, a explotación interesada para la satisfacción de mis egoísmos: el amor es generosidad, es bendición para el otro, es la voluntad firme y permanente de favorecer y velar por nuestro “prójimo”. (Para los rabinos hay una dialéctica intensa entre el Pueblo de Dios y la Ley que se hace presente en esa cultura con la “higuera”)

 

Viene entonces el ἀμπελουργός Hortelano-Encargado (la palabra en griego es algo así como viticultor, cuidador de las vides, viñador) y suplica el aplazamiento, comprometiéndose a remover la tierra y añadirle abono (¡perdónalos porque no saben lo que hacen!) y Él abonó la tierra con su Sangre y sus dolores. El Hortelano-Encargado pide plazo y eso es Misericordia, no cegarnos la vida hoy, sino darnos un mañana para que al fin demos cosecha. No se escribe el último día hasta que demostremos incapacidad para superarnos o -por el contrario- demos señas de estar maduros para la cosecha.

 

La fe, es no solamente aceptar y repetir ciertas fórmulas que reconocen la existencia del Ser-Supremo; Hay que repetirlo sin cansancio: Le fe es un dinamismo que nos activa en el plano de esa generosidad interesada –pero no por los intereses mezquinos sino por los que nos dan un corazón “paternal” (al pensar que somos “ovejas de su rebaño”, optaríamos por reemplazar “paternal”, por “pastoral”) respecto de nuestro “prójimo”, mirando y velando por los intereses del otro, tanto y más que velo por los míos propios. Es felicísima la formulación veterotestamentaria: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente.  Y Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Dice Jesús -y ahí está la novedad de la enseñanza de Jesús- que estos dos Mandamientos compendian toda la Ley y los Profetas.

 

Las Lecturas de este Tercer Domingo de Cuaresma nos permiten acercarnos a los rasgos del Amor Divino para que nosotros podamos “trabajar” en procura de configurar nuestro corazón “a imagen y semejanza” del Corazón de nuestro Creador-Padre-Amoroso. La nuestra ha devenido una “naturaleza caída”, con el corazón lacerado por un afeante cicatriz que va de lado a lado, se llama “concupiscencia”; hoy en día, existen tantos y tan efectivos tratamientos para borrar  esas malhadadas  huellas dejadas por el pecado en nuestro ser gracias al laboratorio “Redentor de Nuestro Señor Jesucristo” que bien vale todo esfuerzo que hagamos para aprovechar esos recursos de la más excelsa tecnología espiritual, -evidentemente lo decimos- parodiando ese otro lenguaje.

 

Una técnica que ingenuamente se propone –seguramente producto del afán- es coger a los “malos y quemarlos” todos a una: «esta impaciencia de "pequeños dueños” puede apoderarse de nosotros hasta privarnos de amor y comprensión.»[1] ¡Ojo! ¡Atención! ¡Mucho cuidado! ¡Ya, desde muchos enfoques se ha intentado, a veces multiplicando los pretextos “racionales” para justificarlo, y los resultados han sido extremadamente desoladores! El primer error de esta “metodología” consiste –como lo vimos recientemente- en ver la paja en el ojo ajeno y no identificar la viga que llevamos en el propio, y no darnos cuenta que con inusitada frecuencia aquel a quien señalamos como “malo” es simplemente el que porta, en su ojo, una mínima mota de nuestra propia viga. Estos arrebatos de afán que pretenden “arreglar el mundo de la noche a la mañana” son los que nos hacen más desemejantes con nuestro Padre-Dios. Vamos a preguntar, en este momento –poniendo el gesto de inocencia y del mayor asombro- que ¿cómo así?

 

El Salmo nos invita a loar toda la bondad, la Misericordia de Dios, a dar gracias por su Amor. El Salmo 102(103) –Salmo, por antonomasia, de la Misericordia- que pertenece al grupo de los Salmos Eucarísticos, precisamente porque son “acciones de gracias” por todo el Amor que Dios nos da, por todos los beneficios que nos prodiga: Nos perdona, nos cura, nos rescata, nos provee con abundante gracia y ternura. ¡Sí Salmo Eucarístico!: gracias a Dios por ese Amor que brota –como el amor materno- de las entrañas, del mismísimo “útero” (vientre materno) de Dios Padre-Madre, lo que llevo a André Chouraqui a referirse a él como un amor matricial. Nuestra fragilidad se granjea como rasgo que seduce ese Amor-infinitamente-desinteresado de Dios, que no necesita nada de nosotros, pero se complace en nuestro bien y se da, se entrega: Amor que es donación.

 


¿Qué parte de nuestro ser es el que está siendo exhortado a la alabanza y a la acción de Gracias? El alma, נֶפֶשׁ [nefesh], el ser, el Soplo-de-Vida-Divina que Dios nos infundió al crear el hombre, soplo en que anida el potencial de eternidad, de resurrección, potencial ya activado por las Sangre del Cordero derramada para nuestra Redención, para la Salvación del Mundo. El hombre no fue creado para que se quedara “caído”, porque ya –desde antes de caer- el hombre fue animado-habitado por una facultad recuperadora y reconciliadora, (claro, solamente potencial, no actualizada sino por el Hijo, Jesucristo, a Quien el Padre había previsto desde toda la Eternidad). Quizá, al decir “Bendice alma mía a YHWH” se nos pueda ocurrir pensar que se trata sólo de un ejercicio vocal, por eso dice a continuación,  וְכָל־  קְ֝רָבַ֗י “todo mi ser”, no son sólo las palabras, también nuestras acciones y emociones, y voluntad, y todo cuanto dependa de nosotros se vuelva alabanza y glorificación para componer con todo ello una verdadera “acción de gracias”:

 

«La sumisión que Dios quiere no es la de un esclavo que tiembla, sino la de un hijo feliz… Un hombre solo, de rodillas, concentra en él toda la alabanza del universo…. Cuando oro todo el universo ora por mí. ¡Si el hombre es grande, él es el cantor del universo!»[2] Más aún, el orante, es el “alma” que canta al unísono con el universo entero, al cantar prosternado.

 

El Señor realiza acciones justas,

Defiende los derechos de todos los oprimidos.

Dio a conocer a Moisés sus caminos,

Sus obras a los hijos de Israel.

Sal 102(103), 6-7

 

Dice el Salmo, refiriéndose a YHWH, que “Él hace Justicia y defiende a todos los oprimidos…” Vayamos a la Primera Lectura y escuchemos qué le dijo a Moisés:

a)    He visto la opresión de mi pueblo

b)    He oído sus quejas contra los opresores,

c)    Me he fijado en sus sufrimientos

 

Y, entonces, Oh Dios de Misericordia Infinita, toma cartas en el asunto, hace intervenir su Brazo Poderoso, se torna un Dios Liberador y Proveedor; ¡escuchémoslo!:

d)    Voy a bajar a librarlos de los egipcios,

e)    A sacarlos de esta tierra,

f)     Para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa,

g)    Tierra que mana leche y miel.

 

Es muy interesante saber y comprender que Dios –a pesar de todas las infidelidades e idolatrías de su pueblo- no se estanca (como podría pasar con un ser humano), en el rencor, en la desilusión, en el castigo, en el deseo de venganza…. ¡No! YHWH avanza, victorioso, porque su Misericordia es Eterna, porque Él ES. Él no está, el estar es pasajero, se refiere al momento; ÉL-Es porque “Él Está-Siempre”, Él no muda, Él no cambia de parecer, no tiene ese rasgo humano de volubilidad, de mudar según la situación o según el estado de humor.

 


Miremos también que –en el relato bíblico- nos da a Moisés, pastor de ovejas en el Horeb, siempre Dios se da a través de alguien que viabiliza, que vehiculiza la Voluntad de YHWH; se vale de su criatura para –por su medio- dejarnos ver la Fuerza-de-su-Brazo. Este fenómeno de participación humana da lugar a que el rumbo de la historia no se pueda achacar a Dios y así podamos irresponsablemente decir: “es que Dios así lo quiso”. Cuando la fragilidad humana se hace expresión del Inmenso Poder de Dios es porque el ser humano está acogiendo y apropiándose, empoderándose, de lo que Dios acepta apadrinarle, de esta manera, no es “lo que Dios quiso” es lo que el ser humano quiere y Dios le Patrocina.

 

PUESTA EN SITUACIÓN

Queremos ahora voltear la mirada hacia el ¡“no te acerques”, “quítate las sandalias” “el sitio que pisas es terreno Sagrado”! Son instrucciones “litúrgicas”, Dios nos brinda elementos sígnicos que nos hacen conscientes de con Quien estamos hablando, de estar ante una Teofanía. Si no fuera por estos signos, no podríamos entender que estamos ante un Milagro, Dios se digna dirigirse de Viva-Voz al hombre, abandona su dimensión y pasa a nuestra dimensión, así con palabras humanas, se lleva a cabo un intercambio en la dimensión histórica: como cuando se bendice el agua, como cuando el sacerdote se reviste de alba, estola, cíngulo y casulla, como cuando presentamos el Pan y el Vino y ellos se transustancian, así como al arrodillarnos ente el Sagrario y como el sacerdote al postrarse durante su ordenación, son acciones muy especiales, que traspasan la esfera de lo humano y penetran en el plano de lo Celestial, podríamos definirlos como teo-semiósis.

 


La cima de esta teofanía es la entrega del Nombre, “Su-Nombre-por-siempre”, “Su-Nombre-de-generación-en-generación”; recordemos que el nombre es “el ser entero”, todo cuanto hacemos decimos, anhelamos y padecemos. Dar el Nombre es ponerse a disposición, entregarse en las manos ajenas para que se haga con nosotros lo que se quiera, exhibir nuestra disponibilidad, ponernos al servicio, responsabilizarnos de las necesidades del otro. Es hacerme hermano y hacerme padre. (Ahí está la paradoja de Caín que pregunta “¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? ¡Claro que sí!). YHWH acepta que es el ABBÁ, y se acepta también Hermano, que lo será en Jesús- ¡Dios Salva!

 

Sólo una palabra sobre la Segunda Lectura: No tenemos el monopolio de Dios, a nosotros- los débiles seres humanos no nos está dado encadenar y atar a Dios que es Infinita Libertad (por eso se nos Nombra-Liberador), jamás lo podremos ni conocer en su totalidad ni acaparar en su poder, aunque Él se ha puesto a nuestra disposición no se ha dejado convertir en títere. No podemos tergiversar el mal y el bien a nuestro acomodo. Miremos cómo lo señala la 1ª a los Corintios: “No codiciemos… no protestemos… el que se crea seguro, ¡cuidado!, no caiga. Nuestra ruta de seguridad está demarcada, es la fidelidad hacia el Señor, es respetar su Voluntad y acogerla con absoluto beneplácito, hacer siempre lo mejor que podamos, buscar cómo agradarle, cómo serle obediente.

 

(Estamos hastiados de pequeñas y cursis anécdotas moralistas, queremos escuchar Parábolas, como las que enseñó Jesús). Agradar a Dios, bendecirle, cantar nuestra acción de Gracias, vivir bajo el amparo de su Nombre Santísimo, contemplar con reverencia –y no con mera curiosidad- la Zarza que arde sin consumirse es una ruta de teo-gratitud, agradecimiento dirigido a Dios, el derrotero que Dios tiene todo el derecho a esperar de su criatura, no porque nos quiera esclavos sino porque nos quiere sus enamorados ¡libres y fieles!


 

«Debemos aprender de Dios la paciencia que sabe esperar, que no apaga el pábilo humeante, que acompaña al débil para que recobre fuerza y también él pueda contribuir al crecimiento del amor.»[3] Como decía San Romero de América en su Homilía del 9 de marzo de 1980: “San Lucas, que es llamado el evangelio de las misericordias, no terminan tan trágicamente (como el de San Mateo), si no que nos da un aliento de esperanza; lo que interesa -dice San Lucas, interpretando a Cristo- es tener una vida útil, una vida que produzca fruto”. Danos un año más, a mí y a mi pueblo. Para tener la oportunidad de glorificarte, de amarte, más y mejor, de ofrecer frutos de misericordia, un año más para poderte amar con toda lealtad y con toda honra, a Ti el Poder y el Honor y la Honra y la Gloria por toda la eternidad. “Se necesitan hombres de buenas obras, se necesitan cristianos que sean luz del mundo, sal de la tierra. Hoy se necesita mucho el cristiano activo, crítico, que no acepta las condiciones sin analizarlas internamente y profundamente. Ya no queremos masas de hombres con las cuales se ha jugado tanto tiempo, queremos hombres que como higueras productivas sepan decir SI a la justicia no a la injusticia y sepan aprovechar… el don precioso de la vida. Lo sepan aprovechar cualquiera que sea la situación. Queridos hermanos, el más humilde de los que estamos aquí, el más pequeño, el que se crea el más insignificante, es una vida que Dios mira con amor.” Decía Mons. Oscar Arnulfo Romero en aquel III Domingo de Cuaresma, lo mira, lo escucha y tiene en cuenta su clamor. El eje está tenso entre los dos polos: La misericordia Divina y los frutos de la higuera. No la cortes, todavía, ¡Oh Dios!, prolónganos tu misericordiosa paciencia.

 

“Que esto, queridos hermanos, no les quede oculto: que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no se retrasa en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que se pierda nadie, sino que todos se arrepientan… Piensen que la paciencia de Dios con ustedes es para su salvación”. (2 Pe 3, 8-9.15a).

 

 



[1] Paglia, Vincenzo. UNA CASA RICA EN MISERICORDIA. EL EVANGELIO DE LUCAS EN FAMILIA. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2016. p. 82

[2] Quesson, Noël. 50 SALMOS PARA TODOS LOS DÍAS – Tomo I. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1978 p. 2004-205

[3] Paglia, Vincenzo. Loc. Cit.

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