sábado, 6 de noviembre de 2021

APRENDER A VER CON OJOS MISERICORDIOSOS


 

R 17,10-16; Sal 145, 7. 8-9a. 9bc- 10; Hb 9,24-28; Mc 12,38-44.

 

… dondequiera  que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia.

Misericordiae Vultus

Papa Francisco

 

¡Qué riesgo tan terrible! Querer llevar el Evangelio, y no poder renunciar a los odres viejos. Papa Francisco hablaba -en la Evangelii Gaudium- de la importancia de poder renunciar a la consigna de “siempre se ha hecho así”, y llegar a ser audaces y creativos y nos retaba a la búsqueda comunitaria de los medios, y nos desafiaba hacia la aplicación de la generosidad y la valentía, sin prohibiciones y sin miedos (Cfr. EG, #33). Estas valentía y generosidad se originan en una manera especial de ver, en la ternura de la mirada que es capaz de conmoverse y compadecerse, y luego, descender y hacer nido en nuestras propias entrañas, allí donde se alberga el corazón blando que el mismo Jesús nos ha trasplantado para reemplazar el “viejo odre”, nuestro corazón endurecido.

 

Tratemos de contextualizar el Evangelio que leemos en este XXXII Domingo Ordinario del ciclo B. A partir del capítulo 11, y hasta el capítulo 13,  estamos con Jesús que ejerce su ministerio en Jerusalén y –por cinco veces consecutivas- contiende con escribas y fariseos. Podríamos decir que en la primera parte de esta perícopa, Mc 12, 38-40 desahucia el fariseísmo. Resumimos el contexto así: «Jesús maldice la higuera estéril, es decir, al templo de Jerusalén (Mc 11, 12-14), expulsa a los mercaderes que han hecho del Templo una cueva de ladrones (Mc 11, 15-19), discute con los que manejan el poder religioso (Mc 11, 27-33), critica la falsedad de los maestros de la ley (Mc 12, 35-40), dice que la ofrenda de la viuda es más generosa que la de los falsos bienhechores (Mc 12, 41-44).»[1]

 


El Domingo anterior propusimos como palabra clave de decodificación la palabra ¡Escucha! Hoy, en cambio, vamos a proponer la palabra “Ver”. En el verso 41 leemos ἐθεώρει se trata del verbo Θεωρέω. Nos dice exactamente que, “Jesús estaba sentado frente al cofre del templo, -aquí viene el verbo-  observaba como la gente echaba monedas en el arca. Muchos ricos echaban mucho.” Lo hemos traducido como “observaba”, es el verbo “ver” en la tercera persona del Imperfecto Indicativo activo. Es el verbo ver, pero se refiere a una forma especial de “ver”, es un ver “comprometido”, una mirada donde todo el ser está entregado a la acción de ver; lo que ve, lo ve con mirada analítica; se trata de un ver profundo, que ve más allá y que lo que ve, no sólo lo percibe, sino que lo experimenta, alcanzando “discernimiento” 8 viaje de los ojos hasta las entrañas). Si conjuntamos con el Domingo previo, donde lideraba la interpretación el verbo “escuchar”, advertimos que estamos en el territorio de la profundización sensorial de la realidad, un agudizamiento de las potencias sensibles para desentrañar lo que -a primera vista- podríamos desdeñar como menos importante, es una invitación a no quedarnos en la superficialidad de la sensación, dándole la última palabra al dato como tal, sino tratar de verlo desde la óptica de Dios mismo (con entrañas compasivas) que supera las apariencias, esas apariencias son -por ejemplo- las largas túnicas, los puestos privilegiados en las asambleas, la extensión de las oraciones(cfr. Mc 12, 38-40) Vayamos a la enseñanza para aprender a dirigir la vista.

 

Hay una palabra “matemática” derivada del verbo Θεωρέω, es la palabra “teorema” que significa el resultado de lo que se ve cuando se mira con esta manera de “ver”; tal es el espesor de esta manera de ver que el teorema conlleva “veracidad”. Hay otra palabra “científica” que es pariente inmediata de este mismo verbo griego, se trata de “teoría” que es el instrumento lógico que fundamenta una lectura interpretativa de la realidad; no es un conocimiento acabado y terminal, sino un puente provisorio, que nos permite acercarnos al conocimiento.

 

Avancemos otro punto con el examen de este verbo: Jesús está sentado en un “lugar privilegiado”, para ver: “sentado frente al cofre del templo”. Casi vemos en esta situación, la imagen de Dios Padre “recibiendo” el tributo que se le ofrece. El lugar desde donde se observa recibe, en griego el nombre de θέατρον, de donde viene nuestra palabra “teatro”.


 

Queremos destacar esta palabra muchísimo, porque en ella late el significado total de la perícopa: ¡Jesús, el Hijo de Dios, está mirando, con una mirada Divina! Y esa es la enseñanza, ¡lo que Jesús nos está enseñando es a mirar y cómo mirar!; aún más, nos enseña “desde dónde mirar” y “lo que debemos mirar”, además “a quienes debemos mirar”.

 

Jesús no nos está dando un precepto. Jesús no nos está dando un lineamiento moral. Nos está enseñando a relacionarnos con la realidad (esa capacidad de conmovernos es la que nos humaniza-diviniza, es una mirada con Ojos de Pastor que se desvela por su rebaño, en verdad, al pasar de los ojos al corazón, la mirada ya no es “visión”, pasa a ser amor). Esta es una gran enseñanza. Muchas veces experimentamos una especie de orfandad al pensar que Jesús ya ascendió y sollozamos reclamando haber podido vivir su presencia encarnada aquí en la tierra. Pero aquí está hoy, a nuestro lado, enseñándonos cómo extraer de la vida los datos necesarios para vivir Jesusmente (a la manera suya): Porque -y esto no podemos cansarnos de repetirlo- ¡Dios es Amor!

 

En la primera parte de la perícopa Jesús, como lo hemos dicho arriba, descarta definitivamente la vía farisaica, eso no es lo que el Padre espera de nosotros, definitivamente no es el robo de los roles protagónicos, ni las ropas alambicadas y rimbombantes lo que gusta al Corazón de Dios, por el contrario, es la sencillez y la humildad lo que lo cautiva. Aquellos que quieren lucirse, acaparar miradas sólo obtendrán un castigo muy riguroso.

 

Jesús nos deja unos sucedáneos suyos donde podemos beber la sapiencia, el Rabí ha escogido a los pobres como los maestros que se podrán sentar en su Cátedra. ¡Es en esa dirección que tenemos que mirar si honestamente queremos aprender! Con frecuencia se nos recuerda que en aquella sociedad machista la mujer que enviudaba quedaba sumida en la condición más deplorable. Viuda era pues sinónimo de pobre entre los más pobres, “viuda” χήρα πτωχὴ como se nota, en esta perícopa de Marcos se redunda adjetivando “viuda pobre” es en este lenguaje sinónimo de anawin mujer-viuda-pobre, enumerados uno sobre otros los agravantes de su situación, y Jesús mira en esa dirección. Por eso, dos moneditas expresan el nivel de menesterosidad de aquella pobre mujer; pero hay aún otro aspecto en el hecho de ser dos monedas, la lógica del avaro acaparador habría dicho: Una para mí y otra para Dios; en cambio, desde la generosidad y el desprendimiento de esta Rabina (lo decimos porque es ella la que a través de la historia nos sigue enseñando y modelando la verdadera Bondad -uno experimenta la tentación de reemplazar la expresión por la de santidad-, (la que se debe escribir con mayúscula), no escatima nada para sí.

 

Entender el mundo y discernir nuestras rutas de acción no depende de largos rezos, ni de sesudas oraciones prolongadas para que “cuesten” más. Porque no será la predicación más larga la que más enseñe, ni la que mejor nos acercará al Señor. Nuestro ojos deben tender a mirar a las viudas (como también vio Elías a una viuda que ejercicio su ministerio de proveedora del profeta) porque no es asunto solamente de los tiempos recientes que Dios nos da -a través de las viudas- ejemplo de entrega, de capacidad de donación, a los niños, a los enfermos, a los ancianos, a los extranjeros, a todos los marginados por cualquier clase de marginación como la “lepra”, la “posesión de demonios”, o, cualquier clase de enfermedad, con mayor veras, a los enfermos terminales; en fin, a todos los anawin”. Ellos son nuestros nuevos rabinos, en ellos se trasparenta Jesús hoy por hoy. Ellos nos darán ejemplo, nos traerán las enseñanzas de Jesús, nos dan ocasión de ser misericordiosos.

 

Papa Francisco ha dicho: «¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. (Nosotros estamos llamados) a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye… Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.

 

… Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a  Dios por los vivos y por los difuntos.»[2]


 

No nos empeñemos en mirar las estrellas y entender sus avatares, no nos empecinemos en las predicciones meteorológicas ni en el profetismo esotérico, no releguemos nuestra inteligencia a las cárceles del cientificismo, por el contrario –como dice una oración- “viéndolos con los mismos ojos con que Tú los ves”, miremos el rostro de los que arrastran sus precariedades y, sin embargo, no escatiman ni una de sus monedas para sí, y todo lo tienen para darlo.

 

Roguemos a María, que con esa “mirada” nos mire, que dirija a nosotros sus Ojos Misericordiosos, para que aprendamos a mirar como quiere su Hijo que miremos, y así alcanzar las promesas y gracias sentido de nuestra vida y meta de nuestro existir:

Salve Regina mater miseri cordiae,

vita, dulcedo et spes nostra salve

Ad te clamamus, exsules filii Hevae

Ad te suspiramis gementes et flentes

in hac lacrimarum valle

Eia ergo advocata nostra, illos tuos

miseri cordes oculos ad nos converte

Et Jesum benedictum fructum ventris tui

nobis post hoc exsilium Ostende

O clemens, o pia, o dulcis virgo Maria



[1] PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO. LOS EVANGELIO DE MARCOS Y MATEO. Fundación Editores Verbo Divino  Bogotá D.C. – Colombia. p. 18

[2] Papa Francisco MISERICORDIAE VULTUS  BULA DE CONVOCACIÓN DEL JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA. 11 de abril de 2015 Roma #15

 

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