sábado, 16 de noviembre de 2019

OTRO MODO DE SER REY




Mal 3,19-20a; Sal 97,5-6.7-9a.9bc; 2Tes 3,7-12; Lucas 21,5-19

“Aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor que llega para regir la tierra”
Sal 98(97), 8-9a.



«El Mesías de Dios, el Elegido, el Rey» (Lc 23,35.37) se muestra sin poder y sin gloria: está en la cruz, donde parece más un vencido que un vencedor. Su realeza es paradójica: su trono es la cruz; su corona es de espinas; no tiene cetro, pero le ponen una caña en la mano; no viste suntuosamente, pero es privado de la túnica; no tiene anillos deslumbrantes en los dedos, pero sus manos están traspasadas por los clavos; no posee un tesoro, pero es vendido por treinta monedas.

Verdaderamente el reino de Jesús no es de este mundo (cf. Jn 18,36); pero justamente es aquí —nos dice el Apóstol Pablo en la segunda lectura—, donde encontramos la redención y el perdón (cf. Col 1,13-14). Porque la grandeza de su reino no es el poder según el mundo, sino el amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas. Por este amor, Cristo se abajó hasta nosotros, vivió nuestra miseria humana, probó nuestra condición más ínfima: la injusticia, la traición, el abandono; experimentó la muerte, el sepulcro, los infiernos. Dijo Papa Francisco en esta Solemnidad en el 2016

El Señor es Rey del Universo
El Salmo nos anuncia que Dios, Nuestro Señor, da a conocer su Victoria. ¿Cómo? Él mismo le ordena a sus fieles, de todos los lugares de la tierra, hasta los mismos confines, la triple tarea: Sal 98 (97), 4c-6
i)              Aclamar al Señor, al Rey y Señor
ii)             Gritar, vitorear
iii)            Tocar, hacer sonar los instrumentos
·         La citara
·         Los clarines
·         La trompetas
Se trata de armar una algazara (del Ar. ḡazārah, abundante, o sea, un abundante estruendo de voces) un griterío; se trata de hacer sonar el Sofar (o Chofar), como en el Yom Teruah, o sea, Día del llamado porque el Mesías ya llega.

Si, este Domingo XXXIII es un Domingo pre-Jesucristo-Rey-del-Universo, celebramos preparatoriamente la Segunda Venida, no porque ya vaya a llegar sino porque con absoluta seguridad, como que está Escrito, sucederá. En este mismísimo sentido es un pre-Adviento. Dicho en otras palabras, al llegar el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario estamos llegando al final del Año Litúrgico, estamos, pues, ad portas de un Año Nuevo Litúrgico y eso es lo que celebramos con todas las connotaciones e implicaciones de esa llegada que nos habla de esas otras Llegadas: el Señor que vino, que viene, que vendrá.

Veamos: El Yom Teruah también denominado Rosh HaShaná evoca con su Teruáh (clamor del Sofar, o sea, grito de la Trompeta) que Nuestro Dios y Padre creó el Universo; pero no solamente, sino que además, nos dio la Ley en el Monte Sinaí (recordemos que los Emperadores enviaban sus pregoneros que antes de leer los decretos imperiales llamaban a congregar la población y recababan la atención por medio del sonido de las trompetas, aproximadamente equivalente al heraldo medieval); este salmo leído en la liturgia del Domingo XXXIII es un Salmo del Reino: ¡Yahwe reina! (nuestra comprensión de la Divinidad echa mano a analogías con los Reyes de la Tierra); no queda ahí el significado del Sofar que resuena, porque también nos advierte que si hemos pecado debemos arrepentirnos, da inicio su sonido a un periodo de Diez Días penitenciales (el Sofar clama nueve veces).


El Sofar está hecho de Cuerno de Carnero y evoca también el Cuerno que sonó en el Sacrificio de Isaac cuando detuvo la mano de Abrahán para que la víctima fuera reemplazada. Alude a la voz de los Profetas que nos advierten y nos previene de desviarnos, la voz de las trompetas nos reclama fidelidad, nos pone en guardia, nos pone sobre alerta, nos advierte –como lo hizo Jesús en repetidas ocasiones, que debemos estar “despiertos”, “velar” para cuando el Novio llegue. Pero, en vista de la llegada del Novio, revestirnos de humildad (“no somos más que siervos inútiles, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”), reconocer que somos frágiles, que nuestra vida es “breve”, que en cualquier momento podemos ser llamados a “calificar servicios”; y, en este sentido, también alude a la resurrección de los muertos y la Vida del Mundo Futuro. O sea que la voz del Sofar es, de un modo litúrgico, una “Profesión de fe”. En esa dirección añadimos que las trompetas que estamos llamados a tocar somos nosotros mismos puesto que todo aquel que cree y ama al Señor es un Sofar viviente.

Dios es Justo
“Su Diestra, su Santo Brazo la ha dado la Victoria.” Nos dice el Salmo en el verso inicial 98(97), 1c. ¿De qué Victoria se habla en resumidas cuentas? Su Victoria consiste en implantar la Justicia, una Justicia Divina, preclara,  recta:  בָא֮  לִשְׁפֹּ֪ט  הָ֫אָ֥רֶץ  יִשְׁפֹּֽט־  תֵּבֵ֥ל  בְּצֶ֑דֶק  וְ֝עַמִּ֗ים  בְּמֵישָׁרִֽים׃ “regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud” Sal 98(97), 9bc.

A este tema se refiere la Primera Lectura, del Profeta Malaquías, señala que el Señor llega para castigar a los perversos con Mano Férrea los quemará como se quema la paja; y a los que le son fieles (para los que la Sagrada Escritura acuñó la expresión “los que le teman”; expresión que en nuestra cultura suena chocante porque nosotros los “valentones” “envalentonados” no le tememos a nadie), a los que lo adoran los premiará.

Y no es que sea un Dios vengativo o rencoroso, todo lo contrario, es un Dios que es Infinitamente Misericordioso, pero su Misericordia para ser Infinita tiene que ser Justa (lo cual no es óbice para la Infinitud de su Misericordia), y –aunque nosotros no sabemos cómo hará para ser Justo y a la vez Infinitamente Misericordioso- lo importante no es que podamos entender el cómo sino que lo que cuenta es que sabemos que los dos atributos le pertenecen al Señor sin que el uno excluya al otro o sin que se entren a limitar recíprocamente. Otro asunto vital consiste en saber que si Dios nos lo revela en la Sagrada Escritura, a pesar de lo raro que pudiera sonar (y así sonará absurdo) ni una sola letra, ni un punto de la i faltará a su cumplimiento, precisamente porque es Palabra de Dios.

Trabajar: nuestra misión
Una de las claves de nuestro Papa actual el papa Francisco es su feliz y acertadísima cualidad de auto resumirse en frases, frases impactantes, frases, cuestionantes, frases, inolvidables, frases afortunadas porque compendian e iluminan el evangelio en un momento histórico en el que toda una cultura se arroja y le arroja toneladas de tierra o de estiércol, afanada en sepultarla en el más recóndito olvido.


Quisiéramos tocar sólo tres de sus frases exitosas que nos resuenan en la mente como glosas a la Segunda Lectura de este Domingo XXXIII, que proviene de la Segunda Carta a los tesalonicenses. Vamos a verlas:

1)    “El trabajo unge de dignidad a una persona”. El que no quiera trabajar que no coma y San Pablo que no era de los que hablaban por hablar vivió dando el ejemplo y él mismo trabajaba (en un trabajo manual, el que había aprendido de su papá, porque entre los judíos era imperioso el aprendizaje de un oficio; contrario a la cultura del imperio de turno que consideraba degradante ejercer un oficios manual) él hacía carpas, tiendas de campaña, y cumplido su trabajo dedicaba el tiempo a la predicación del Evangelio.
2)    “Cristo nos guía a salir cada vez de nosotros mismos para entregarnos y servir a los demás”. Es lo que hizo San Pablo, no vivía a expensas de la comunidad, no se convertía en una carga para ellos, venía a servirles y, aunque hubiera tenido derecho a pedirles su alimento, no quería resultarles gravoso. Cristo lo llenó del impulso para salir de sí y darse a raudales como el mismo Jesús lo hizo que no les quedaba ni un instante de descanso.
3)    "El consumismo nos impulsa a desechar. Pero la comida que se tira a la basura es el alimento que se roba al pobre, al que pasa hambre". Esta tercera frase no requiere comentario. Está en el espíritu Paulino, está en la médula de nuestra fe, es norte del cristiano. Y es denuncia, denuncia de esa sociedad que arriba afirmamos nos quiere conculcar el evangelio.

En vez de desechar, San Pablo nos suplica y nos ordena, que nos pongamos a trabajar. ¿A trabajar en qué? En nuestra misión, ser misioneros, “cada cristiano es misionero en la medida en que da testimonio del amor de Dios. ¡Sean misioneros de la ternura de Dios!”

Misioneros de la ternura=Misioneros del perdón
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (v. 42). Esta persona, mirando simplemente a Jesús, creyó en su reino. Y no se encerró en sí mismo, sino que con sus errores, sus pecados y sus dificultades se dirigió a Jesús. Pidió ser recordado y experimentó la misericordia de Dios: «hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43). Dios, apenas le damos la oportunidad, se acuerda de nosotros. Él está dispuesto a borrar por completo y para siempre el pecado, porque su memoria, no como la nuestra, olvida el mal realizado y no lleva cuenta de las ofensas sufridas. Dios no tiene memoria del pecado, sino de nosotros, de cada uno de nosotros, sus hijos amados. Y cree que es siempre posible volver a comenzar, levantarse de nuevo.


Pidamos también nosotros el don de esta memoria abierta y viva. Pidamos la gracia de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza. Como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos, también nosotros estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás. Porque, …, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza.[1]

Templos vivos
Nuestra espiritualidad puede admirar sin idolatrar la belleza de nuestras catedrales, de nuestros santuarios, de nuestros templos, de los detalles con los que están adornadas, engalanadas, que son una pálida insinuación de la Vida Celestial; pero no podemos idolatrar esas obras arquitectónicas, ni hacer depender nuestra fe de esos Templos.

El Templo somos cada uno de nosotros, y el Sancta Sanctorum, el Sagrario de cada uno es su conciencia y ese es el Templo que será destruido y reconstruido al Tercer Día (el Día de la Salvación). Y somos templo no en nuestra individualidad unipersonal sino en nuestra personalidad corporativa de hermanos solidarios, todos Uno en Jesucristo (prometemos no cansarnos de repetirlo), Cuerpo Místico de Cristo.


Que seremos traicionados, inclusive por nuestros más cercanos, que seremos perseguidos, atacados, ridiculizados; incluso por aquellos que se hacen pasar por hermanos en la fe, entre los cuales hay muchos lobos con piel de oveja (esto no nos debe detener para confiar y creer, porque hay lobos, las ovejas no pueden andar divididas), caminemos con firmeza, porque de nuestra firmeza depende que ganemos la Vida, la Vida verdadera. Sea la oportunidad para sacar a relucir otra de las frases acuñadas por el Papa Francisco que nos señala frente al relativismo dominante el Norte-Inamovible: “Él es el Señor del Tiempo, nosotros somos los señores del momento, vayamos a lo eterno del tiempo, no a lo pasajero del momento”.

«Hoy queridos hermanos y hermanas, proclamamos está singular victoria, con la que Jesús se ha hecho el Rey de los siglos, el Señor de la historia: con la sola omnipotencia del amor, que es la naturaleza de Dios, su misma vida, y que no pasará nunca (cf. 1 Co 13,8). Compartimos con alegría la belleza de tener a Jesús como nuestro rey; su señorío de amor transforma el pecado en gracia, la muerte en resurrección, el miedo en confianza. Pero sería poco creer que Jesús es Rey del universo y centro de la historia, sin que se convierta en el Señor de nuestra vida: todo es vano si no lo acogemos personalmente y si no lo acogemos incluso en su modo de reinar.»[2]






[1] HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, Plaza de San Pedro Domingo 20 de noviembre de 2016
[2] Ibid

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