sábado, 11 de mayo de 2019

BAJO EL SIGNO DE SU CAYADO



Hech 13, 14. 43-52; Sal 100(99), 2. 3. 5; Ap 7, 9. 14b-17; Jn 10, 27-30
 
Toda lágrima será enjugada, toda hambre será saciada, toda tristeza transformada en un estallido de alabanza.
De una canción de Marta Reyes

Hazme caer en la cuenta de que te pertenezco a ti precisamente porque soy miembro de tu pueblo en la tierra. No soy un individuo aislado,… no me salvo solo.
Carlos G. Vallés s.j.
 
 

Al Salmo nos unimos diciendo…
Somos su pueblo y ovejas de su rebaño. No faltará algún quisquilloso que se moleste por aludir a él 
como oveja, pero este ser conlleva una alusión tan profunda de sentido fraternal y solidario que quizá 
sea irremplazable y resulte ser más bien un título muy dignificante: En el Salmo 100(99) nos 
encontramos en hebreo la expresión תּוֹדָה cuando dice “Entrad por sus puertas con בְּתוֹדָ֗ה Acción de 
Gracias, por sus Atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su Nombre:”; al traducir al griego 
esa expresión quedó ευχαριστώ  Eucaristo. Bueno, para decirlo más brevemente, estamos hablando 
en hebreo de nuestra Eucaristía. Lo que hace el salmo es convidar a la celebración Eucarística, 
explicada como ceremonia con tres elementos: canto de himnos, agradecimiento y bendición de su 
Santo Nombre, o sea, a la Totalidad de la Divinidad. Primer interrogante que surge: ¿a quién convida? 
Releamos el Salmo con atención buscando la respuesta. Allí está: ¡a toda la tierra! A todos los habitantes
de la tierra, la invitación se hace con un sentido holístico, no se plantea ninguna exclusión, podríamos 
entender que nos encontramos con una convocatoria universal.
 
¿Acaso, esa totalidad es una masa informe? ¡No, somos “el pueblo de Dios”, las “ovejas de su rebaño”! 
Él nos “hizo” y a la vez Él se reconoce nuestro Dueño. “Somos suyos”, Él nos pastorea, lo cual ¡es mucho!
, implica que Él nos cuida, que Él nos salva de los peligros, que Él nos acompaña, que Él está 
en medio de nosotros!
 
El Pastor es el que ha consagrado su vida a este cuidado. Es un profesional del “acompañamiento”, la 
relación con su rebaño se podría explicar y entender –si la traducimos en términos de relaciones humanas
- como una relación de Ternura Paternal. Y, por simetría, la respuesta del rebaño, de cada una
 de las ovejas, es de dulzura filial hacia el pastor. El salmo habla de esta respuesta filial 
como una respuesta de “servicio alegre”, y nos explica con tres rasgos globalizantes cómo es 
el Amor Paternal del Pastor: 1) es Bueno, 2) es de Misericordia Eterna y 3) es de Fidelidad 
Eterna. Las ovejas son conscientes de su Buenaventura, de la razón de su alegría, del jolgorio 
de ser posesión de su Buen Pastor. El vasallaje en esta Alianza conduce al regocijo, se celebra 
con Fiesta, con Banquete, con Vino: ¡Se sirve al Señor con Alegría!
 
Este Salmo es una glosa aclaratoria de la Alianza: "vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios." 
(Ex 6, 7-9, Jr 30, 22); pertenece a la familia de los 16 salmos de la Alianza. De lo cual concluimos que 
la Acción Eucarística es un Culto de renovación del Pacto de Dios con toda la humanidad y que podemos
contar con el respeto Fiel de ese Pacto en el que YHWH nos garantiza su Pastoreo por Siempre, porque
 ¡Su Fidelidad dura por todas las edades! «Es verdad que Tú, Señor, me amas con amor personal, cuidas
 de mí y diriges mis pasos uno a uno; pero también es verdad que Tu manera de obrar entre nosotros 
es a través del grupo que has formado, del pueblo que has escogido… Te gusta tratar con nosotros 
como un pastor con su rebaño. El pastor conoce a cada oveja y cuida personalmente de ella, con 
atención especial a la que lo necesita más en cada momento; pero las lleva juntas, las apacienta juntas,
 las protege juntas en la unidad de su rebaño. Así haces tú con nosotros, Señor.
 
Haz que me sienta oveja de tu rebaño, Señor. Haz que me sienta responsable, sociable, amable, hermano 
de mis hermanos y hermanas y miembro vivo del género humano. No me permitas pensar ni por un 
momento que puedo vivir por mi cuenta, que no necesito a nadie, que las vidas de los demás no tienen 
nada que ver con la mía... No permitas que me aísle en orgullo inútil o engañosa autosuficiencia, que 
me vuelva solitario, que sea un extraño en mi propia tierra...
 
Haz que me sienta orgulloso de mis hermanos y hermanas, que aprecie sus cualidades y disfrute con 
su compañía. Haz que me encuentre a gusto en el rebaño, que acepte su ayuda y sienta la fuerza que 
el vivir juntos trae al grupo, y a mí en él. Haz que yo contribuya a la vida de los demás y permita a los 
demás contribuir a la mía.»[1] En la Eucaristía nos hallamos ante este signo de Unidad al que Dios nos 
ha convidado en esta renovación de nuestra Alianza.
 
Estallido de alabanza
La Primera Lectura está tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, la Segunda del Apocalipsis, 
y, entonces, ¿no hay ninguna Lectura tomada del Antiguo Testamento? Sabemos que en el Tiempo 
Ordinario y en los otros tiempos del Año Litúrgico, por lo general, la Primera Lectura proviene de la 
Primera Alianza; lo que está pasando es que la Iglesia, -no lo olvidemos nunca- Esposa de Jesucristo, 
en su calidad de Madre y Maestra, ha elegido esta pedagogía para enfatizar que el Tiempo Pascual es 
el Tiempo de la Nueva Alianza por excelencia.
 
Conviene aquí retomar lo que es un apocalipsis, porque a veces pensamos que se trata de la narración 
pormenorizada del “fin del mundo”, y no es eso. «La historia de los judíos era historia de fracasos, torturas
, muerte, pobreza, tristeza y desesperanza. Durante este tiempo se inventó la forma de 
expresión llamada “apocalipsis”… Hay muchos apocalipsis dentro de la Biblia y aun afuera… el 
Apocalipsis de Juan es un documento cristiano. Esto quiere decir, que fue escrito por cristianos
 y para cristianos. La persona central de la obra es Cristo, Nuestro Señor. Habla del futuro de
 una manera muy general y por medio de figuras. Nos dice que hoy estamos sufriendo toda clase 
de fracasos sufrimientos y persecuciones. Pero al fin, en el último día, Cristo vencerá completa
mente a las fuerzas del mal.»[2]
 
Nos encontramos situados en el capítulo 7, donde se nos muestra lo que pasa en el cielo, en dos 
facetas distintas, primero está la faceta litúrgica (que no se menciona en la perícopa de hoy)
aquí se nos hablará y se nos señalará el aspecto profético, un cuadro “por venir”, al 
Discípulo se le reveló la escatología celestial que lo primero que señala es al Pueblo 
Triunfante y frente a su número, reconoce su innumerabilidad, y –otra vez- alude a la 
universalidad indiscriminada de los convidados a las Bodas del Cordero. «una muchedumbre 
universal que sobrepasa todo límite de nación, raza, pueblo y lengua. En el cielo se rompen 
los exclusivismos religiosos, raciales, nacionales, y culturales… las vestiduras blancas de 
los mártires no se mancharon con la idolatría del Imperio, y las palmas de sus manos son 
signos de su victoria.»[3]
 
Aquí nuevamente se hace presente el Buen Pastor, y de manera bien explicita se nos anuncia: “… el 
Cordero que está en el centro, frente al trono, será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de 
agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos.
 
El Evangelio llevado a los no-judíos
El relato de Hechos de los Apóstoles de la Primera lectura nos refiere, en primer término, la influencia 
de Pablo y Bernabé, después de salir de la Sinagoga, pero también hilvana, a continuación, la actitud 
de los judíos el sábado siguiente, y como con blasfemias empezaron a refutarlos. Esto nos marca un 
punto de giro. Si los judíos rechazan el mensaje cristiano, entonces el nuevo auditorio será el de los 
no-judíos. De esta manera se inicia una nueva etapa del proyecto evangelizador, que tiene por marco 
referencial Antioquía de Pisidia. Este  nuevo periodo se inicia está marcado por la acogida que dan los 
no-judíos a la Palabra del Señor, en toda la región, con una generosa conversión de aquellos cuyo 
corazón estaba en las previsiones de Dios. Los judíos, como se podría adivinar, no se quedaron de 
brazos cruzados, sino que desataron la persecución que tenía como blancos a Pablo y Bernabé, 
azuzándolos hasta erradicarlos de aquel territorio, teniendo que desplazarse a Iconio. Pero la semilla 
que quedó plantada llevaba en sí el germen de la alegría que mana de la fe. Esto marca una expansión 
de nuestro credo y una apertura que derrumba barreras y hace realidad que no haya barreras raciales, 
ni culturales, ni de ninguna índole porque la Buena Nueva es para todos. Es la historia de cómo se 
abrió la puerta de la fe a los paganos.
 
Buen Pastor
Apacentar deriva del latín pascere que significa alimentar, dar de comer, proteger. De esta misma 
etimología deriva la palabra pastor. Cuando Dios llamó a Moisés para que se encargara de liberar a los 
hebreos de Egipto, él estaba apacentando las ovejas de su suegro Jetro, cuando le habló desde la zarza
 que ardía sin consumirse en el Horeb. Cuando el Resucitado dialoga con San Pedro, después de la 
pesca milagrosa, que reflexionamos el Domingo anterior, la misión que le encomienda como demostración
 de su amor es la de apacentar a sus corderos y a sus ovejas.
 
Las ovejas del redil de Jesús se pueden reconocer porque acatan con docilidad la Palabra de Jesús. 
¿Cuál será su presea? La Vida Eterna. Ellos están bajo el patrocinio de Jesús que tiene poder suficiente 
para impedir que se pierdan. El poder del Buen Pastor viene directamente de Dios-Padre; porque Dios-
Padre y Dios–Hijo no son dos sino Uno. El poder de Jesús es poder de Salvar. Y nadie puede contra Él.

 
 
 



[1] Vallés, Carlos G. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS.
[2] Eichhorts, Franklin. en COMO ENTENDER EL MENSAJE DEL NUEVO TESTAMENTO. De Augusto Seubert y Equipo. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2002  pp. 135-136. 140
[3] Richard. Pablo. APOCALIPSIS. RECONSTRUCCIÓN DE LA ESPERANZA. Colección Biblia 65.Ed. Tierra Nueva Quito-Ecuador. 1999. p. 105

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