sábado, 19 de enero de 2019

JESÚS, EL CORAZÓN DE LA FIESTA


Is 62, 1-5; Sal 96(95), 1–3. 7–10ac; 1 Co 12, 4-11; Jn 2, 1-11

Es maravilloso ver a Cristo presente en una fiesta con sus discípulos y con  María, su madre. Hay demasiada gente que, con la mejor intención, tienen la sensación de que el ser cristiano no es compatible con la alegría de la fiesta.
Helder Câmara

Al reflexionar sobre los textos de la Sagrada Escritura que leemos en la Eucaristía, requerimos un enfoque adecuado.  Estas reflexiones tienen que entenderse como un esfuerzo de acercamiento a Dios. No son recursos para polemizar, ni muchísimo menos enredos intelectuales para posar de erudición, no estamos ante la opción de los devaneos mentales sino ante un auténtico ejercicio de fe. Se trata –a eso aspiramos- de un sincero y humilde empeño de estar cerca de Jesús. Se trata de sentarse a sus pies para escucharlo, y, quizá interpelarlo sobre nuestras dudas, tratando de sacarle a cada una de sus palabras toda la sustancia que podamos.

En esa adecuación de nuestra actitud, se incluye tener despierta la conciencia de la profundidad y extensión de la riqueza inabarcable de su Palabra, que no podemos pretender agotarla, como nos lo explica San Pablo, “en el momento presente vemos las cosas como en un mal espejo y hay que adivinarlas, pero entonces las veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido.” (1Cor 13, 12)
lo que no puede conducirnos al derrotismo, sino, con mansedumbre y sencillez –hasta donde nos sea posible- tratar de ahondar y saborear todo cuanto seamos capaces de beber del agua de Vida que Él nos brinda: En ello nos va la enorme responsabilidad de poder dar razón de nuestra fe. «La Sagrada Escritura contiene, de manera explícita o implícita, una serie de elementos que permiten obtener una visión del hombre y del mundo de gran valor filosófico. Los cristianos han tomado conciencia progresivamente de la riqueza contenida en aquellas páginas sagradas. De ellas se deduce que la realidad que experimentamos no es el absoluto; no es increada ni se ha autoengendrado. Sólo Dios es el Absoluto. De las páginas de la Biblia se desprende, además, una visión del hombre como imago Dei, que contiene indicaciones precisas sobre su ser, su libertad y la inmortalidad de su espíritu. Puesto que el mundo creado no es autosuficiente, toda ilusión de autonomía que ignore la dependencia esencial de Dios de toda criatura —incluido el hombre— lleva a situaciones dramáticas que destruyen la búsqueda racional de la armonía y del sentido de la existencia humana. Incluso el problema del mal moral —la forma más trágica de mal— es afrontado en la Biblia, la cual nos enseña que éste no se puede reducir a una cierta deficiencia debida a la materia, sino que es una herida causada por una manifestación desordenada de la libertad humana. En fin, la palabra de Dios plantea el problema del sentido de la existencia y ofrece su respuesta orientando al hombre hacia Jesucristo, el Verbo de Dios, que realiza en plenitud la existencia humana. De la lectura del texto sagrado se podrían explicitar también otros aspectos; de todos modos, lo que sobresale es el rechazo de toda forma de relativismo, de materialismo y de panteísmo.»[1]

La Boda de Dios con Jerusalén
La unión esponsal es en la biblia el símbolo más elevado de la alianza entre Dios y su pueblo.
Silvano Fausti

¿De qué trata la Primera Lectura? De un amorío, se refiera a una “amada” que cambia su status como resultado de la dignificación que le concede el amor. ¿Y quién es la amada? ¡Jerusalén! Y, ¿Quién es el Amado? El Señor. ¿Cómo la dignifica el Señor? La convierte en Corona esplendida y en Diadema Real. La saca de una pobre y triste condición de Abandonada, de Desolada y la lleva a una nueva condición: la hace Preferida, Esposa, Predilecta. Esta historia tiene un dulce y sublime desenlace: Él, –Dios- se casa con ella, este Joven (y es que Dios siempre es Joven), alcanza la felicidad con ella. Se casó con בְּתוּלָה [betulah] “una Virgen”; aquí comienza la valoración de la virginidad. Se trata de una alegoría nupcial, se trata otra vez de la Alianza, una Alianza que para la mentalidad judía es más trascendental que las Alianzas políticas y militares y que las alianzas diplomáticas; se trata de la Alianza Marital, una Alianza como la de Dios con su Pueblo, que es el epítome de toda alianza.


No se callará, no descansará hasta lograr que tenga un Nombre nuevo. Un Nombre que la honre. Y eso conecta con el salmo, del cual se han tomado los versos que se refieren al Nombre del Señor. La Primera Lectura se ocupa del nombre que tendrá la Consorte (Consortes son aquellos quienes tienen sus bienes en común), el salmo nos convoca a la Alabanza del Santísimo Nombre del Señor.

Cantemos la Gloria de esta Alianza
El Domingo pasado teníamos un Salmo del grupo de los salmos de “YHWH reina”. También hoy, y al igual que el Domingo anterior, se trata de un salmo del cortejo procesional que se encamina hacia el Templo, entre aclamaciones y gritos de júbilo, festejando que se va a re-entronizar a YHWH en el Sancta Sanctorum.  

Aquí el jolgorio se manifiesta con los cantos. La invitación es a cantar y eso implementa el ambiente festivo y celebrativo. ¿Qué es lo que se celebra?: Pues, ya lo hemos dicho, la Entronización de Dios. Pero Dios no se mueve, siempre está en su Trono, ya hemos dicho en otra parte que los judíos copiaron la idea de “entronización” de los babilonios, cuando fueron deportados allí, pero, nunca creyeron que fuera necesario llevar al Trono a Dios, pues siempre hubo consciencia que su Reinado es eterno: "Decid entre las gentes: «¡Yahveh es Rey!»(Sal 96(95),10a,b), la ceremonia de entronización era meramente simbólica, como una fórmula de recordación de que su Dios era su Rey. Así, al celebrar la realeza de Dios, simétricamente se está celebrando que fueran ellos precisamente, su pueblo elegido. La alegría es básicamente, por ser sus “súbditos”. La festividad aclama la reciprocidad: “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (Jr 7,23). Podríamos decir que los Salmos de YHWH lo que celebran en el fondo, es la Alianza. El significado radiante de la Primera y el Salmo sólo se descifra a cabalidad cuando se remiten a la perícopa del Evangelio.


En el Salmo se festeja a Dios –Rey como Creador, sin embargo, a continuación se celebra el anuncio de su próxima, muy cercana venida como regente, que viene a gobernar, pero que no gobernará con despotismo, sino con rectitud. Él gobierna a los pueblos rectamente." (Sal 96(95), 10d); en este caso מֵישָׁר [meshar] “rectamente” (es adverbio que modifica a “gobernar”) se puede traducir correctamente como “equidad”, “justicia”. En el verso 12, usará el verbo שָׁפַט que es más propiamente gobernar. La dicha festiva se ve intensificada ante la perspectiva del Rey que “ya llega” a regentar con justicia y no con la dolorosa y temida tiranía. Nosotros, por ser sus discípulos, estamos convocados también a –conforme se pide en el capítulo 16 del Deuteronomio- “Actuar siempre con toda justicia” (Dt 16, 18-20), esta es la consigna para la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se cumple este año entre el 18 y el 25 del mes de este enero, donde se ruega, en un sano ejercicio de ecumenismo, para lograr superar las separaciones que nos alejan. En el mismo Deuteronomio, en el verso 20a dice: “La justicia y sólo la justicia es lo que ustedes deben seguir…”. Es pues parte sustantiva de la Alianza el cumplimiento de la justicia, que sin dudar Dios nos trae.

La generosa alegría del Cielo: obra reveladora de Jesús
La alegoría puede también referirse a la Iglesia en cuanto misterio –Cuerpo y Esposa- del Cristo Total.
P. Roberto Mercier F. pss

Para este Segundo Domingo Ordinario tomamos -del Evangelio de San Juan- la perícopa de las Bodas de Caná. Revisemos el contexto: En estos capítulos 2-3 tenemos 4 cuadros o escenas diversas: empezando con el primer milagro en las Bodas de Caná, que se puede –junto con los episodios de los dos Domingos anteriores, de Los Reyes Magos y el Bautismo de Jesús- entender cómo (φανερόω) epifanía, o mejor, una cristofanía en tríptico, donde se manifiesta la Gloria de Jesús; seguida de la expulsión de los vendedores del Templo (la primera escena muestra donde está Dios y la segunda donde ya no está), que conforman el capítulo 2; seguidos del testimonio de Nicodemo: “Rabí, nosotros sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro, porque nadie puede hacer señales milagrosas como las que Tú haces, a no ser que Dios esté con él.”(Jn 3, 2b-d); y cierra el capítulo el testimonio final de Juan el Bautista, donde declara: “El Padre ama al Hijo y pone todas las cosas en sus manos. El que cree al Hijo tiene la Vida, pero el que no quiere creerle no conocerá la vida, sino que pesa sobre él la cólera de Dios” (Jn 3, 35-36); con lo cual concluye el capítulo 3. Con todo lo dicho anteriormente se entiende de sobra porque escogió Dios esta ocasión para  hablarnos de la Alianza y obrar su primer signo. Signo que se anticipa –casi con datos de prematuridad- ante la solicitud de la Santísima Madre.


Después de esta aparición de la Santísima Virgen en este pasaje de la Vida de Jesús, no la volveremos a encontrar hasta llegar al Calvario. De todas maneras, si Jesús es nuestro Alfa y Omega; la Virgen es Alfa y Omega en la vida de Jesús. Nunca exageraremos la importancia de María Santísima en la historia de Salvación. Ella pronuncia una fórmula sumaria de la proclamación del Mesías: Ὅ τι ἂν λέγῃ ὑμῖν, ποιήσατε. “Hagan todo lo que Él les diga”. ¡Esta es la frase central que condensa todo la Evangelización! Ser atentos y obedientes a cada palabra que su Boca y su Vida pronuncien. «… Jesús se dirige a ella y la llama “mujer”. En la Biblia, ningún hijo llamaba de ese modo a su propia madre. Solamente el marido podía llamar a su esposa “mujer”. Eso muestra que la “madre de Jesús”, en el Evangelio de Juan, representa un grupo. Es el grupo de los que se mantuvieron fieles a Dios y, ahora, manifiestan esa fidelidad obedeciendo a Jesús… el verdadero esposo de la humanidad es Jesús, pues así fue como Juan bautista lo anunció (cf. 1, 15. 27. 30).»[2] «… Jesús se dirige aquí, NO a su madre María sino a su madre PUEBLO (el Pueblo es “MUJER” en el Antiguo Testamento). Aquí ella representaría la parte de ese pueblo que, por su fidelidad a Yavé y las esperanzas, ha hecho posible la venida del Mesías. Es la primera en darse cuenta de que el antiguo sistema religioso es frio, vacío… le falta vino. El vino del Evangelio ha sustituido el sistema vacío de antes. El agua de la LEY antigua (seis tinajas de piedra para las purificaciones”)… Ella fue la primera en darse cuenta de que en esas antiguas relaciones entre Dios y el pueblo ya faltaba calor, cariño, emoción, pasión.»[3]


El signo no es el milagro –que el Evangelio de Juan apenas si menciona-, el énfasis está puesto en la desmesura, en la prodigalidad, en la abundancia, en la derrochadora generosidad, algo como 150 galones del “mejor vino”. El vino aquí nos indica en la dirección de la gran dicha festiva, es la prodigalidad de la alegría. Por medio de este signo, se nos informa en el verso 11 que, los discípulos creyeron. El mayordomo, no se dio cuenta del signo, pensó que era simplemente otra reserva de vino, no sabía que era agua trasformada; la pareja de recién casados –que son, en el fondo, los beneficiarios del milagro- son anónimos en el relato, excepto cuando el mayordomo llama al esposo para felicitarlo por esta nueva tanda de vino. Los que se dieron cuenta porque llenaron las tinajas y fueron a llevarle la prueba al “maestre-sala” fueron los διακόνοις [diaconois] “sirvientes”.  A ellos se dirigió María para allegar el agua a trasformar.

«Cuando yo era niño, vivía cerca de nosotros una mujer muy buena, pero rígida y severa. Un día en que yo estaba armando algún jaleo, puesto que yo vivía normalmente, como cualquier niño sano, aquella vecina me agarró del brazo y me increpó: “¡Niño, no saltes de ese modo! El Niño Jesús no saltaba. No grites: el Niño Jesús no gritaba. En el cielo todo el mundo está sentado, tranquilamente, con los brazos cruzados, contemplando al Señor…”

Menos mal que para entonces ya sabía yo que semejante visión del cielo no era posible. ¡Ah, no, el cielo es tan diferente…!»[4]

Los Carismas son para el bien de todos
Vayamos directo a la médula de la Segunda Lectura, y nos parece que en esta perícopa de la Primera Carta a los corintios es: “… las diversas manifestaciones de la acción del Espíritu en cada uno se dan para el bien de todos”. En la Epístola se le dan diversos nombres: se les llama ministerios, diversidad de actividades, carismas; y se enumeran algunos:
·         Sabiduría para hablar
·         Conocimiento para enseñar
·         Poder de la fe
·         Curación de enfermos
·         Poderes milagrosos
·         Don de profecía
·         Glosolalia
·         Interpretación de lenguas
Y, el mismo Espíritu los distribuye como Él quiere.

«Los corintios valoraban los dones espectaculares, en especial, hablar en lenguas y profetizar. Quienes poseían tales dones se creían los dueños de la comunidad. Así pues tenemos más de un conflicto entre “fuertes” y “débiles”, ya que los primeros pretendían conservar sus privilegios y su posición social. Su afán de dominación pervertía el sentido de las celebraciones y de la vida comunitaria. Era una vuelta a los ídolos mudos (12,2)… Pablo muestra a los “fuertes” que el don de lenguas o el de profecía son menos importantes que otros. De hecho, en la lista de dones que presenta (12, 7-11), coloca la profecía en quinto lugar y el don de lenguas en el último, condicionándolo, además, al don de interpretación. Hablar en lenguas sin intérprete alguno es puro exhibicionismo y no representa ninguna ayuda para el crecimiento de la comunidad. Es pura exaltación, semejante a la idolatría de la sociedad establecida»[5]

Los verdaderos seguidores de Jesús conformamos el Cuerpo Místico de Cristo. En Él cada uno cumple cierta función, tiene cierto encargo. Nadie puede poseer todas las funciones. Uno es mano, otro es boca, otro es cabeza. Todos son dignos y todos se necesitan. Todos son importantes, cada uno desde su función. Para que todos sean del mismo cuerpo, todos deben estar animados por el mismo Espíritu: αὐτὸς θεὸς ὁ ἐνεργῶν τὰ πάντα ἐν πᾶσιν. “Dios que hace todo en todos es el mismo”1 Co 12, 6b. Esta distribución de dones se hace según los criterios del Espíritu que los reparte a su arbitrio. A nosotros nos corresponde gozar y alegrarnos en esta distribución y reconocernos mutuamente dependientes y mutuamente necesitados.


Pensemos y reflexionemos, hemos sido dotados con diversos carismas y todos los miembros de la comunidad tienen el suyo. El de María, en el relato evangélico, fue la sensibilidad para darse cuenta de la situación por la que atravesaba aquella pareja a quienes en su fiesta de bodas, se les había agotado el vino. También a nosotros nos corresponde estar atentos y, a partir de los carismas recibidos, esmerarnos por proveer la “solución” necesaria a cada coyuntura, tal que, la felicidad no falte, como no faltó el vino –antes bien- se gozó el de "mejor calidad” cuando la caridad misericordiosa de Jesús lo proveyó. ¡Son talentos para servir, no para lucirnos!



[1] San Juan Pablo II FIDES ET RATIO #80
[2] Bortolini, José. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE LA VIDA. Ed. San Pablo. Bogotá –Colombia 2002. p. 32-33
[3] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1999 pp. 30-32
[4] Câmara, Helder . EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae. Santander 1985 p. 51
[5] Bortolini, José. CÓMO LEER LA PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS. SUPERACIÓN DE LOS CONFLICTOS EN COMUNIDAD. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá –Colombia 1996. pp. 54-55.

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